Declaraciones Oficiales sobre asuntos complejos de la vida y la iglesia |
Tomadas inicialmente de este Libro de 287 pags. - 21cm x 14 cm. Edit. ACES. 2005 y luego ACTUALIZADAS |
- sobre temas delicados pero necesarios ante la opinión religiosa y pública -
desde 1980 a 2010 y ampliados al 2022
Documentos ordenados temáticamente - Apendice II
ADICCIONES
Uso, abuso y dependencia de sustancias químicas
BIBLIA
Métodos de estudio de la Biblia
Santa Biblia (2005)
Nueva Resolución sobre la Santa Biblia 2015 *
CIENCIA
Intervenciones genéticas, Principios cristianos sobre
ECOLOGÍA
Creación y el Medio Ambiente, Cuidado de la
Cambios en el clima, Peligros de los
Medio ambiente, Mayordomía del
IGLESIA ADVENTISTA
Doctrinas
Creación: La cosmovisión bíblica (23 de junio, 2010)
Creación, Una afirmación de la
Espíritu de Profecía - Resolución sobre (Congreso Mundial en Atlanta 2010)
Espíritu de Profecía, Confianza en el (Congreso Mundial en Utrecht)
Espíritu de Profecía , Resolución sobre (Congreso Mundial de St. Louis)
Espíritu de Profecía - Declaración de Confianza, San Antoni, Texas 2015 *
Sábado, La observancia del (Doc. Mundial)
Sábado en Sudamérica, La observancia del (Junta Plenaria DSA 31/10/2011 - UA 6/12/2011)
Sábado y algunos detalles de su observancia - 2017 *
Sagradas Escrituras (1995)
Dinámica eclesial (Dinámica y funcionamiento de la Iglesia)
Declaración de protocolo para las adiciones o revisiones de la “Declaración de creencias fundamentales”
Asuntos estratégicos para la IASD
Comisión de Estrategias de Comunicación
Competición, Actividades con elementos de
Creación, Respuesta a Una afirmación de la
Declaración de misión de la IASD
Empleadores y empleados, Relaciones entre
Fundamentos éticos para la Asoc. General
Idiologías y Movimientos cuestionables - "Exaltar a Jesús" - 2018 *
Libertad y responsabilidad teológica y académica (Documento 1)
- Libertad académica en las instituciones de educación superior (Documento 2)
- Orientaciones para evaluar conceptos divergentes y para disciplinar a los disidentes
Misión, Hoja de ruta para la (2009)
Misión en ambientes sociales cambiantes, Salvaguardando la Música, Filosofía adventista acerca de laOrientaciones para participar en Misión global
ESTILO DE VIDA, RECREACION Y COSTUMBRES
El uso de Películas para el cumplimiento de la Misión *
Estilo de Vida y conducta cristiana *
Música en la IASD de Sudamérica
Llamado al Reavivamiento y la Reforma DSA *
Una filosofía adventista cerca de la música
MATRIMONIO Y FAMILIA
Intervenciones genéticas, Principios cristianos sobre
Hogar y familia (El Hogar y la Familia)
Violencia contra las mujeres y las niñas, Fin de la
MUJER
Mutilaciones genitales femeninas
NIÑOS
Niños, Bienestar y valor de los
Niños, Nutrición y protección de los
RELIGIONES Y LIBERTADES - (tema relacionado con, ver "Sociología")
Libertad de expresión y difamación de la religión (2010)
Libertad religiosa, evangelización y proselitismo
Relaciones con otras iglesias cristianas .
Minorías religiosas y libertad religiosa.
Ecumenismo: Movimiento ecuménico . (otras aclaraciones)
Relaciones entre Iglesia y Estado.
Tolerancia
¿Porqué los Adventistas
participan de las reuniones de la ONU?
*
SALUD (ver también Sexualidad)
Principios de temperancia y aceptación de donaciones
Salud y sanidad, Llamados a comprometerse con la
Recomendación DSA por avance Covid 19
SEXUALIDAD
Aborto 2019 - Declaración sobre la vision Bíblica de la vida intrauterina y sus implicaciones para el Aborto - 16/11/2019 *
Aborto 1992 - Orientaciones sobre el Aborto - documento reemplazado por la Declaración de 2019
Enfermedades de transmisión sexual .
Homosexualidad y el transgénero - 2017 *
SOCIOLOGÍA (ver también Religión)
Acoso .
Año 2000, El adventismo y el .
Mensaje de paz para la gente de buena voluntad
Adventistas y las fuerzas armadas *
Respeto por todas las personas
Venta de armas, Proscripción de
Los Adventistas y la Política *
Terrorismo
APENDICE I: Vea estos documentos ordenados por año de aparición en inglés.
AGREGADOS: Los documentos con un * al final, no estan incluidos en el libro publicado por ACES en 2005 - son incluidos por esta página.
LIBRERIAS: Se pueden adquirir en formato libro en los siguientes lugares
Declaración de misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
Nuestra misión
La misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es proclamar a todas las personas el evangelio eterno del amor de Dios, en el contexto de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12, tal como está revelado en la vida, muerte, resurrección y ministerio sumo sacerdotal de Jesucristo, invitándolas a aceptar a Jesús como su Señor y Salvador personal, y a unirse a su iglesia remanente; y nutrir y educar a los creyentes como discípulos, en preparación para su pronto regreso.
Nuestro método
Llevamos adelante esta misión, bajo la dirección del Espíritu Santo, a través de:
1) El ministerio de la predicación. Aceptando la comisión de Cristo (Mat. 28:18-20), proclamamos a todo el mundo el mensaje de un Dios amante, revelado más plenamente en el ministerio reconciliador y la muerte expiatoria de su Hijo. Reconociendo que la Biblia es la revelación infalible de la voluntad de Dios, anunciamos su mensaje completo, incluyendo el segundo advenimiento de Cristo y la autoridad permanente de su Ley de los Diez Mandamientos con su recordatorio del séptimo día, sábado, como día de reposo.
2) El ministerio de la enseñanza. Reconociendo que el desarrollo de la mente y el carácter es esencial dentro del plan redentor de Dios, promovemos el desarrollo de una comprensión madura de Dios y de una relación con él, con su Palabra y con el universo creado.
3) El ministerio de la sanidad. Afirmando el énfasis bíblico sobre el bienestar integral de la persona, damos prioridad a la preservación de la salud y la curación del enfermo, y, a través de nuestro ministerio a los pobres y oprimidos, cooperamos con el Creador en su compasiva obra de restauración.
Nuestra visión
En armonía con las grandes profecías de las Escrituras, entendemos que el clímax del plan de Dios es restaurar toda su creación a la completa armonía con su perfecta voluntad y justicia.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el Concilio de Primavera realizado en Silver Spring, Maryland, en abril de 1993, y enmendada en el Concilio Anual llevado a cabo en Silver Spring, Maryland, el 10 de octubre de 2004.
Hoja de ruta para la misión – Nuevo reglamento A 20
A 20 05 Fundamento – La misión de Dios para este mundo
motiva e informa nuestra misión. Por esta razón, la misión
es la sangre vital de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
(IASD). La misión está entretejida en nuestra identidad; la
misión define quiénes somos y por qué existimos. Temprano en
nuestro movimiento, tomamos la Gran Comisión (Mateo
28:18-20) como nuestro mandato divino motivado por la visión
del evangelio eterno alcanzando a toda nación, tribu, lengua
y pueblo (Apocalipsis 14:6-12). La genuina búsqueda de Dios
en las religiones del mundo proporciona un sendero para la
proclamación del evangelio.
Bajo la bendición del Señor, nuestra iglesia ha crecido,
llegando a los más lejanos confines de la Tierra. Cuando
comenzamos, nuestra misión nos colocó entre gente que tenía
tradiciones cristianas. Hoy en día, en cambio, nuestra
misión nos lleva a poblaciones que están enraizadas en otras
religiones mundiales.
Más aún, en algunas áreas del mundo la conversión al
cristianismo es mal vista o incluso corre el riesgo de
amenazar la vida de las personas. La historia del
cristianismo indica que prácticamente siempre éste ha sido
el caso. Al mismo tiempo, el espíritu de la época
estimula la aceptación de todas las religiones del mundo
como expresiones válidas del espíritu humano y desalienta
los esfuerzos para persuadir a la gente a convertirse de una
religión a otra. Algunos teólogos cristianos hasta arguyen
que la tarea de las misiones es afirmar a la gente en su
propia religión: hacer a los hindúes mejores hindúes, a los
musulmanes mejores musulmanes, a los budistas mejores
budistas, y así sucesivamente.
Entre los adventistas del séptimo día, uno encuentra una
variedad de iniciativas y metodologías dirigidas a la gente
de diferentes religiones y culturas. Si bien el interés por
la misión es elogiable, la proliferación de enfoques hace
más imperativo que la iglesia organizada articule simple y
claramente la naturaleza de nuestra misión –en qué consiste
y de qué manera la llevamos a cabo– firmemente fundada en la
autoridad de las Escrituras.
Debemos encontrar nuestra hoja de ruta para la misión en las
instrucciones y las acciones específicas de Jesús y los
apóstoles como están registradas en las Escrituras. En su
soberanía, el Señor toma iniciativas para revelarse a los
hombres y mujeres a través de una variedad de medios. Por
ejemplo, en el Antiguo Testamento leemos acerca de personas
fuera del círculo del pueble escogido que fueron seguidores
de Dios: Melquisedec (Génesis 14:18-20), Jetro (Éxodo
18:1-27), Naamán (2 Reyes 5:1). Asimismo, el Nuevo
Testamento nos habla de los magos (Mateo 2:1-12), de
gentiles que eran “temerosos de Dios” (Hechos 13:43, 50;
16:14; 17:4, 17), y de otros que obedecieron la ley de Dios
siguiendo a su conciencia (Romanos 2:14-16). Tales ejemplos,
sin embargo, no proveen un modelo para la misión adventista
del séptimo día; simplemente proporcionan loables ejemplos
del obrar del Señor.
A 20 10 La misión – La misión adventista del séptimo día se
centra en el amoroso don de Dios de que se Hijo sea el
Salvador del mundo. Nosotros hemos de compartir estas buenas
nuevas con toda la gente, diciéndole que “en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a
los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12), y que
“todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3:16). En su esencia, la misión es dar
testimonio por medio de la palabra y la vida y con el poder
del Espíritu Santo. Como el Señor le ordenó al Israel de
antaño: “Vosotros sois mis testigos… y mi siervo que yo
escogí” (Isaías 43:10), así el Señor Resucitado nos manda:
“Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos
1:8).
La misión adventista del séptimo día es abarcante en su
esfera de acción. Comprende proclamar las buenas nuevas a
todo el mundo (Mateo 24:14), hacer discípulos a todas las
naciones yendo, bautizándolos y enseñándoles (Mateo
28:18-20), e invitándolos a entrar en la iglesia –la
comunidad de creyentes de Jesús en el tiempo del fin, que
adoran a Dios el Creador y Redentor (Apocalipsis 12:17;
14:6, 7).
Esta comunidad, la iglesia, es el cuerpo de Cristo (1
Corintios 12, Efesios 1:21, 22; 4:4-6). En esta
confraternidad donde Jesús es confesado como Salvador y
Señor, y donde las Escrituras proporcionan el fundamento
para la instrucción, los miembros experimentan el poder
transformador de la nueva vida en Cristo. Ellos se aman los
unos a los otros (Juan 13:31, 32); están unidos, pese a las
diferencias de raza, cultura, género y posición social
(Efesios 2:12-14; Gálatas 3:28); y crecen en la gracia (2
Pedro 3:18). A su vez, salen a hacer discípulos entre otras
personas, y prosiguen el ministerio de Jesús de compasión,
ayuda y sanidad a todo el mundo (Mateo 10:7, 8).
Aunque otros cristianos también predican el evangelio, los
adventistas del séptimo día entendemos que es nuestro
llamamiento especial proclamar las buenas nuevas de
salvación y la obediencia a los mandamientos de Dios. Esta
proclamación sucede durante el tiempo del juicio de Dios y
en la expectativa
del pronto regreso de Jesús, poniendo fin al conflicto
cósmico (Apocalipsis 14:6, 7; 20:9, 10).
La misión adventista del séptimo día, por consiguiente,
incluye un proceso de proclamación que erige una comunidad
de creyentes “que guardan los mandamientos de Dios y la fe
de Jesús” (Apocalipsis 14:12). Ellos viven vidas de servicio
a los demás y aguardan fervientemente la secunda venida del
Señor.
A 20 15 Cumplimiento de la misión – Nuestra misión permanece
inalterable doquiera nos encontremos en el mundo. De qué
manera la cumplimos –cómo la emprendemos–, sin embargo,
adopta una variedad de formas, que dependen de las
diferencias culturales y de las condiciones sociales.
Cumplir la misión donde prevalecen las religiones no
cristianas a menudo impone modificaciones significativas al
abordar la tarea. Encontramos diferencias culturales, otros
escritos que son considerados sagrados, y a veces
restricciones a la libertad religiosa.
1. El ejemplo de los apóstoles – Las condiciones que
enfrentan los adventistas del séptimo día al compartir el
mensaje de Jesús con personas de otras religiones son en
gran manera paralelas con las que encontraron los apóstoles.
Cómo llevaron adelante la misión es instructivo para
nosotros hoy. Los primeros cristianos enfrentaron un mundo
con muchas deidades. Era asimismo un mundo peligroso, ya que
los césares en Roma exigían crecientemente no sólo respeto
sino adoración como si fueran divinos. No obstante
arriesgaron todo lo que tenían, hasta su vida, y muchos la
perdieron, en una entrega inquebrantable a su Salvador.
En este contexto, los apóstoles siempre exaltaron a
Jesucristo como la única esperanza de la humanidad. No
vacilaron en proclamar quién era él y qué había hecho.
Anunciaron el perdón y la nueva vida únicamente por medio de
él, y exhortaron a la gente en todos los lugares a
arrepentirse en vista del juicio venidero y el regreso de
Jesús (Hechos 2:38; 8:4; 1 Corintios 2:2). Y proclamaron que
solamente una persona podía con razón ser adorada como
Señor: Jesucristo. “Pues aunque haya algunos que se llamen
dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos
dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo
hay un Dios, el Padre… y un Señor Jesucristo” (1 Corintios
8:5, 6).
Si bien modificaron su enfoque adecuándolo a la audiencia,
jamás se desviaron de proclamar la singularidad de Jesús
como la esperanza del mundo. Nunca sugirieron que habían
venido a ayudar a sus oyentes a encontrar una experiencia
espiritual más profunda dentro de sus propias religiones;
por el contrario, los desafiaron a convertirse a la
salvación provista en Cristo. Así, el apóstol Pablo en
Atenas comenzó su discurso en el Areópago refiriéndose a los
dioses que adoraba el pueblo, pero los condujo al mensaje de
Jesús y la resurrección (Hechos 17:22-31).
2. Escritos de otras religiones – Pablo hace referencias a
escritos no bíblicos en su discurso en Atenas y en sus
cartas (Hechos 17:38; 1 Corintios 15:33; Tito 1:12), pero le
dio prioridad a las Escrituras (el Antiguo Testamento) en su
proclamación e instrucción a las nuevas comunidades
cristianas (Hechos 13:13-47; 2 Timoteo 3:16, 17; 4:2).
En la testificación adventista del séptimo día, los escritos
de otras religiones pueden ser útiles para construir puentes
al señalar elementos de verdad que hallan su más pleno y
rico significado en la Biblia. Estos escritos deberían ser
usados en un intento deliberado de introducir la Biblia ante
las personas como la Palabra inspirada de Dios y ayudarles a
transferir su lealtad a las Escrituras como la fuente de fe
y práctica. Sin embargo, la nutrición y el crecimiento
espiritual de los nuevos creyentes debe llevarse a cabo
sobre la base de la Biblia y su autoridad exclusiva (véase
“Orientaciones para empeñarse en la Misión Global”).
3. Contextualización – Jesús, como nuestro modelo, fue el
perfecto ejemplo de amor en sus relaciones con los demás.
Nosotros, al imitarlo en nuestra misión, debemos abrir
nuestros corazones en honesta y amorosa confraternidad. El
apóstol Pablo describió cómo adaptó su forma de dirigirse a
su audiencia: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he
hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho
a los judíos como judío, para ganar a
los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no
esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los
que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si
yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino
bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a
todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a
algunos” (1 Corintios 9:19-22). Los apóstoles no hicieron
difícil que la gente aceptara el evangelio y su uniese a la
confraternidad de la comunidad cristiana, si bien no
vacilaron en declarar el pleno propósito de Dios para ellos
(cf. Hechos 15:19; 20:20-24).
Del ejemplo de Pablo emerge la contextualización –el
esfuerzo intencional y discriminado de comunicar el
evangelio de un modo culturalmente significativo. Para la
misión adventista del séptimo día, la contextualización debe
ser fiel a las Escrituras, guiada por el Espíritu y
relevante a la cultura local,
recordando que todas las culturas son juzgadas por el
evangelio. En tanto la IASD procura adaptar su forma de
encarar la misión en un mundo muy diverso, el peligro del
sincretismo –la mezcla de verdad y error en la religión– es
un constante desafío. La contextualización debe efectuarse
dentro de una ubicación cultural específica, cercana a donde
vive la gente; es un proceso que debe involucrar a los
dirigentes de la iglesia, a los teólogos, a
los misiólogos, a los miembros locales y a los pastores.
4. Apertura e identidad – Pablo procuró ser abierto y
honesto en su presentación del evangelio: “Antes bien
renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con
astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la
manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia
humana delante de Dios” (2 Corintios 4:2). Igualmente,
nosotros debemos llevar a cabo nuestra misión, e
identificarnos como adventistas del séptimo día, de una
manera tal
que evite crear barreras formidables. En la búsqueda de
encontrar conexiones con personas de otras religiones, el
tema del conflicto cósmico, que se halla en diversas
expresiones, puede ser un útil punto de partida. Otras áreas
que pueden resultar de ayuda son la profecía, la modestia y
sencillez, y la vida sana.
5. Grupos de transición – En ciertas situaciones, la misión
adventista del séptimo día puede incluir la formación de
grupos de transición (por lo general denominados Grupos de
Afinidad Especial) que conducen a las personas de una
religión no cristiana a la Iglesia Adventista del Séptimo
Día. Al formar tales grupos, debería seguirse un plan claro
que enfatice el resultado final. Estos grupos deberían ser
establecidos y nutridos solamente con el respaldo y la
colaboración de la administración de la iglesia. Aunque
algunas situaciones pueden requerir un período extenso de
tiempo para completar la transición,
los dirigentes de estos grupos deberían hacer todos los
esfuerzos posibles para introducir a las personas en la
feligresía de la Iglesia Adventista del Séptimo Día dentro
de un tiempo deliberadamente planificado (véase también B 10
28 y B 10 30).
Todo ministerio o grupo que se forme con la intención de
representar a la Iglesia Adventista del Séptimo Día en
cualquier parte del mundo se esforzará
en promover la unidad tanto teológica como organizacional de
la iglesia. Si bien puede dársele a la dimensión teológica
el énfasis principal en la etapas iniciales del grupo, el
dirigente del grupo debería guiar deliberadamente a sus
miembros a sentirse identificados como adventistas del
séptimo y conscientes de la organización de la iglesia, con
una creciente participación en el estilo de vida, las
prácticas y la misión de la iglesia.
6. Bautismo e inclusión como miembros de iglesia – Los
candidatos al bautismo han de confesar a Jesucristo como
Salvador y Señor (Romanos 10:9), aceptar el mensaje y la
misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como se
resume en las Creencias Fundamentales y comprender que se
están uniendo a una confraternidad mundial que es leal a
Dios y aguarda la segunda venida de Jesús.
7. Oportunidades y necesidades – Hoy en día, por causa de la
inmigración y otros factores, seguidores de las diversas
religiones mundiales se encuentran
en todo el mundo. En este nuevo contexto, los dirigentes en
todas las divisiones del mundo deben desarrollar planes
específicos para llevan el mensaje adventista del séptimo
día a esta gente.
Para el cumplimiento de la misión globalmente, la iglesia
necesita ayudar a la gente a desarrollar pericia en los
escritos de otras religiones, junto con literatura y
programas para preparar a los clérigos y a los miembros
laicos para alcanzar a los adherentes a estas religiones.
Los Centros de Estudios de Misión Global deben desempeñar un papel
principal, aunque no exclusivo, en estos esfuerzos.
Globalmente, nuestros pastores y miembros laicos necesitan
ser educados para aceptar a los nuevos creyentes
provenientes de las religiones mundiales. Esto requerirá el
desarrollo de competencia en los dirigentes, ancianos de
iglesia, pastores, misioneros y obreros de avanzada. En la
asignación de recursos humanos y financieros, las
necesidades de la misión entre personas de otras religiones
mundiales debería incluirse como parte del planeamiento
estratégico.
8. Donde la libertad está restringida – Nuestra misión a
veces nos lleva a sociedades en las cuales la libertad
religiosa está severamente restringida. Estas áreas del
mundo no deben ser abandonadas; más bien, deben intentarse
nuevos métodos para cumplir la misión. Éstos incluyen el
enfoque del “fabricante
de tiendas”, que consiste en que los individuos usan su
profesión para sostenerse financieramente, por lo general en
áreas misioneras desafiantes, con el objetivo de la
evangelización cristiana. Otro enfoque es simplemente animar
a los que provienen de tales países y se han convertido en
adventistas del séptimo día en otra sociedad, a retornar a
sus países de origen como embajadores de Cristo. Y aun donde
la presencia humana no es posible, la testificación por
medio de la radio, la televisión o Internet puede, como los
altares que Abrahán dejaba detrás de sí en sus viajes
(Génesis 12:7), ser usada por el Espíritu para conducir a
hombres y mujeres a aceptar el mensaje adventista.
A 20 20 Conclusión – La misión de alcanzar a los seguidores de las religiones mundiales plantea desafíos sustanciales. No obstante, la misión misma permanece inalterable porque es la misión de Dios. Cualquier sea el enfoque que sigamos, su resultado final ha de ser conducir a hombres y mujeres a unirse a la feligresía de los que confiesan a Jesucristo como Salvador y Señor, abrazan las Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, demostrando el poder transformador del Espíritu Santo y anhelando la pronta venida de Cristo. Han de identificarse con la Iglesia Adventista del Séptimo Día mundial en doctrina, valores de vida, esperanza y misión.
Dios, el Señor de la misión, es libre y soberano. Él puede
intervenir, y lo hace, para revelarse en diversas maneras,
atrayendo a la gente a sí mismo y motivándolos ante su
majestad y soberanía. Pero ha encargado su misión a su
iglesia (2 Corintios 5:18-21). Es una misión abarcante, pero
es una misión singular. Él no ha establecido carriles
paralelos o múltiples para que nosotros transitemos, lo que
quiere decir que todos debemos comprometernos con las mismas
creencias, y organizarnos y trabajar en armonía con la
iglesia mundial.
Este documento normativo fue votado
por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día en la sesión del Concilio Anual
realizada en Silver Spring, Maryland, EE.UU., el 13 de
octubre de 2009.
Salvaguardando la misión en ambientes sociales cambiantes
Los adventistas del séptimo día están comprometidos en la
misión de comunicar a todos los pueblos el evangelio eterno
del amor de Dios, guiándolos a aceptar a Jesús como Salvador
y Señor personal, a unirse a su iglesia remanente y a
prepararse para su pronto regreso. Esta misión es llevada a
cabo mediante muchos y diversos métodos de predicación,
enseñanza y sanidad. Una infraestructura de alcance mundial
vincula a las iglesias locales como parte de una comunidad
global de fe. La IASD ha establecido además numerosas
instituciones educacionales, de publicaciones y de atención
de la salud que desempeñan un papel vital en demostrar y
comunicar el foco de la iglesia en la misión y testificación
del evangelio por medio del servicio a los demás.
Las iglesias e instituciones adventistas del séptimo día
operan en diversos ambientes sociales, políticos y
religiosos. El desenvolvimiento de la legislación nacional y
local en muchas partes del mundo ha sido influenciado por la
cosmovisión y los valores morales cristianos, o es
compatible con ellos. Más recientemente, el interés por la
política social está llegando a ser un factor dominante en
la evolución de las leyes. Esto resulta en ambientes más
bien nuevos, y a veces desafiantes, para la práctica y la
defensa de las creencias y los valores cristianos históricos
relacionados con la moral. Las situaciones actuales
alrededor del mundo varían ampliamente, haciendo difícil
diseñar una única respuesta global.
La legislación concerniente a las prácticas de empleo representa un área en la cual los valores y las creencias adventistas del séptimo día pueden enfrentar desafíos. Por ejemplo: las sociedades pueden establecer leyes que proporcionan nuevas definiciones del matrimonio o que protegen a una variedad de expresiones y conductas asociadas a la identidad de género.
Los adventistas del séptimo día creen que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer para toda la vida, en amoroso compañerismo,1 y que la Biblia no da lugar a la actividad o el estilo de vida homosexual.2 La iglesia no acepta la idea de matrimonios del mismo sexo ni consiente con las prácticas o la apología homosexuales. La aplicación y la práctica de estas creencias en culturas que adoptan otras normas para tales relaciones probablemente constituyan un punto central de controversia.
En muchos países la iglesia goza de libertad de expresión
religiosa y de la oportunidad de ejercer prácticas
preferenciales de empleo. Sin embargo, existen numerosas
oficinas e instituciones en áreas donde, excepto para las
funciones puramente eclesiásticas, las prácticas
preferenciales de empleo no son permitidas. Se requiere
sabiduría y discernimiento cuidadoso con el fin de que el
testimonio de la iglesia no sea acallado por sus acciones ni
de que la oportunidad de testificar se vea comprometido por
suscitarse innecesaria oposición. Los siguientes principios
están destinados a ayudar a los dirigentes de la iglesia a
encarar tales situaciones, mientras continúan sosteniendo
las creencias denominacionales en asuntos que atañen a la
vida de la iglesia y al empleo.
Se RECOMIENDA: Aprobar los siguientes principios como una guía para las entidades e instituciones denominacionales que, de cuando en cuando, tienen que revisar y salvaguardar su aptitud para llevar a cabo la misión en medio de circunstancias sociales cambiantes. Estos principios deben ser sopesados colectivamente al decidir un curso de acción apropiado en situaciones en las cuales la iglesia o sus instituciones se encuentran en tensión con las obligaciones impuestas por el estado.
1. La capacidad para mantener la misión y la testificación.
La misión, la testificación y la proclamación cristianas se
llevan a cabo en un mundo caído, en medio de circunstancias
que no siempre son favorables o neutrales. En tales
situaciones, la respuesta cristiana no es retirarse o
abandonar la misión, sino hallar vías para testificar a
pesar de las circunstancias. La habilidad para
testificar y llevar adelante la misión debería ser una
consideración importante al determinar cómo responder en
situaciones difíciles.
2. Demostración de buena ciudadanía. Los cristianos viven simultáneamente en dos comunidades, el estado secular y el reino de Dios, y tienen lealtades y obligaciones con ambas. Los cristianos deberían ser buenos ciudadanos en las dos comunidades. En situaciones en las cuales surge tensión entre las dos, el cristiano demostrará fidelidad a las convicciones de fe basadas en la Biblia. En todos los demás asuntos, al cristiano se le aconseja, por las enseñanzas de la Biblia misma, a aceptar y cumplir las obligaciones de la ciudadanía terrenal.
3. Comprensión de que los límites existen y que no pueden
ser quebrantados si se ha de mantener la misión. Los
miembros de iglesia y las instituciones eclesiásticas están
en el mundo pero no son “del mundo”. Esta constante realidad
explica por qué la iglesia no siempre puede adecuarse a las
costumbres prevalecientes en la sociedad. La fidelidad a su
comprensión de las enseñanzas de la Biblia requerirá la
determinación de límites más allá de los cuales la iglesia
no puede ir y no irá. Hacerlo volvería contradictorios y sin
sentido los esfuerzos en la misión. El curso particular de
la experiencia a través de la cual una organización es
llevada hasta ese punto variará de lugar en lugar. Cada
situación necesita ser evaluada a la luz de sus
circunstancias presentes.
4. Adaptar las prácticas para cumplir con la legislación no
modifica las posiciones denominacionales. Es totalmente
probable que los modelos de respuesta de las diversas
entidades diferirán en cierta medida antes de alcanzar el
límite –el punto más allá del cual la iglesia estaría
negando sus convicciones y abandonando su misión y
testificación. La preocupación central en estas situaciones
no es cuestionar o redefinir la posición de la iglesia sino
encontrar un camino para verter esa posición en prácticas
que salvaguarden la misión de la iglesia.
5. Las normas de empleo deben ser revisadas periódicamente a
la luz de los contextos locales. Se espera que todas las
organizaciones empleadoras establezcan y revisen
periódicamente las normas de empleo y en beneficio de los
empleados, así como las reglas de conducta que se aplican al
lugar de trabajo.
6. La respuesta institucional es definida por las juntas de
contralor o las comisiones ejecutivas. La Iglesia Adventista
del Séptimo Día ejercerá su derecho a la libertad de
religión y a las prácticas de empleo preferencial hasta el
punto permitido por la ley. Cuando, según el juicio de la
junta de fideicomisarios o la comisión de contralor de una
organización, la aplicación de las leyes o la supresión de
la libertad religiosa interfiere con la capacidad de la
organización de proseguir y llevar a cabo su misión, la
organización puede decidir buscar protección legal (ya sea
iniciando una demanda o defendiéndose contra demandas
entabladas por otra parte) y, en el caso de que fracase en
obtenerla, reorganizas o discontinuar la operación.
7. Consulta antes que acción unilateral. Una organización o
institución adventista del séptimo día no actuará
unilateralmente en tales asuntos. Su comisión ejecutiva o su
junta buscará consejo de la administración de las
organizaciones supervisoras (Asociación, Unión, División), o
de la administración de la Asociación General en el caso de
instituciones de la Asociación General, antes de decidir la
naturaleza de su respuesta a la legislación que exige a la
organización prácticas consideradas en conflicto con sus
creencias y valores.
8. Consejo antes de entrar en litigio. En situaciones donde
una entidad denominacional contempla litigar, o donde una
entidad debe defenderse de una demanda relacionada con la
orientación y expresión sexual del empleado, la
administración de la entidad procurará consejo de la Oficina
de Asesoramiento de la Asociación General antes de iniciar o
responder una litigación.
1 Véase: “Afirmación del matrimonio”, aprobada por la Junta
Administrativa de la Asociación General el 23 de abril de
1996 (p. 83 de este libro).
2 Véase: “La homosexualidad”, aprobada por Junta Ejecutiva
de la Asociación General el 3 de octubre de 1999, y
“Respuesta a las uniones del mismo sexo: Una reafirmación
del matrimonio cristiano”, votada por la Junta
Administrativa de la Asociación General el 9 de marzo de
2004 (pp. 71 y 105 en esta obra).
Este documento fue votado durante la sesión
del Concilio Anual de la Asociación General de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día realizada en Silver Spring,
Maryland, EE.UU., el 15 de octubre de 2007.
Llamado al Reavivamiento y la Reforma
Hoy, más que nunca, anhelamos llegar a nuestro hogar
definitivo. Por eso, “la mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la
de un reavivamiento de la verdadera piedad” (Mensajes selectos, t. 1, p. 141).
“El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, un avivamiento
de las facultades de la mente y el corazón, una resurrección de la muerte
espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en ideas y
teorías, en hábitos y prácticas” (Eventos de los últimos días, p. 162).
Una iglesia reavivada y reformada acepta el desafío de ser receptora y
continuadora de la misión de Jesucristo. “Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén” (Mat. 28:18-20).
El verbo central, “haced discípulos”, es un imperativo. Este modo no era usado
entre iguales; era principalmente usado por los reyes. El Rey Jesús, con toda
autoridad en el cielo y en la Tierra, después de haber vencido al pecado en la
cruz y a la muerte en la tumba, ordena a la iglesia la misión del discipulado.
Los otros verbos, en forma de gerundio, “id” (yendo), “enseñando” y
“bautizando”, son partes componentes y dependientes del mismo cometido.
Aceptamos el llamado al reavivamiento y la reforma, y el mandato de hacer
discípulos, y decidimos vivir en comunión, relacionamiento y misión. En
comunión, buscando a Dios todos los días, a primera hora, y en forma continua y
permanente. En relacionamiento, haciendo del Grupo pequeño un estilo de vida
que, siguiendo el modelo apostólico, fortalezca nuestros vínculos y, al mismo
tiempo, nos permita alcanzar a otros. Y en misión, usando todos los dones y los
recursos de manera tal que cada hijo de Dios lleve, cada año, por lo menos una
persona a Jesús, al bautismo y a la iglesia.
Consciente de su necesidad y del llamado divino, la Iglesia Adventista del
Séptimo Día en Sudamérica invita a todos sus miembros a leer, con meditación y
oración, los siguientes consejos bíblicos y del Espíritu de Profecía:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento” (Rom. 12:1, 2).
El propósito de Dios siempre fue establecer un vínculo especial con sus
criaturas. Nuestros primeros padres “eran visitados por ángeles, y se gozaban en
la comunión directa con su Hacedor, sin ningún velo oscurecedor de por medio”
(Patriarcas y profetas, p. 32). “Una lección para todos los tiempos; a saber,
que la verdadera felicidad se encuentra no en dar rienda suelta al orgullo y al
lujo, sino en la comunión con Dios” (ibíd., p. 31).
“Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación
de la vida de Cristo. [...] dejar que la imaginación se posesione de cada
escena, especialmente de las finales” (El Deseado de todas las gentes, p. 63).
“Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu
oración: ‘¡Tómame, oh Señor, como enteramente tuyo! Pongo todos mis planes a tus
pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti’.
Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate a Dios por ese día. Somete
todos tus planes a él, para realizarlos o abandonarlos según te lo indicare su
providencia. Así, día tras día, debes poner tu vida en las manos de Dios, y así
tu vida será moldeada cada vez más a semejanza de la vida de Cristo” (El camino
a Cristo, pp. 69, 70).
“Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su
iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su
pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos” (Palabras de vida del
gran Maestro, p. 47).
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y
buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré
desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crón. 7:14).
“Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).
“Nuestro Salvador se identificó con nuestras necesidades y debilidades, y se
convirtió en un suplicante, un peticionante, que imploraba de su Padre nueva
provisión de fuerza para poder avanzar fortalecido para el deber y la prueba. Él
es nuestro ejemplo en todas las cosas. Es un hermano en nuestras debilidades.
[...] Su humanidad hizo de la oración una necesidad y un privilegio. Encontraba
consuelo y gozo en la comunión con su Padre. Y si el Salvador de los hombres, el
Hijo de Dios, sintió la necesidad de orar, ¡cuánto más los débiles mortales,
manchados por el pecado, deberíamos sentir la necesidad de orar con fervor y
constancia!” (El camino a Cristo, p. 93).
“Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla [...]
sabiendo perfectamente que han perdido la batalla” (Joyas de los testimonios, t.
1, p. 122). “Debemos velar, obrar y orar como si este fuese el último día que se
nos concede” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 60).
“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego y ayuno” (Dan.
9:3).
“El propósito del ayuno que Dios nos manda observar no es afligir el cuerpo a
causa de los pecados del alma, sino ayudarnos a percibir el carácter gravoso del
pecado, a humillar el corazón ante Dios y a recibir su gracia perdonadora” (El
discurso maestro de Jesucristo, p. 75).
“De ahora en adelante hasta el fin del tiempo, los hijos de Dios deberían ser
más fervientes y más despiertos [...]. Deberían dedicar días especiales al ayuno
y la oración. No es necesario que se abstengan de alimento, pero deberían comer
con moderación alimentos sencillos” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p.
223).
“El ayunar un día por semana les sería de beneficio incalculable” (ibíd., p.
224). “El espíritu del ayuno y la oración verdaderos es el espíritu que entrega
la mente, el corazón y la voluntad a Dios” (ibíd., p. 224).
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis
sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20).
“La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo
perjudicial, y a usar juiciosamente lo que es saludable” (Patriarcas y profetas,
p. 605). “Solo la temperancia es el fundamento de todas las gracias que proceden
de Dios, el fundamento de todas las victorias por ganarse” (La temperancia, p.
179).
“Por medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el
poder del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma
racional. La mente se desequilibra [...] y los intereses sagrados y eternos son
desatendidos” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 178).
“La obra de transformación de la impiedad a la santidad es continua. Día tras
día Dios obra la santificación del hombre, y este debe cooperar con él, haciendo
esfuerzos perseverantes con el fin de cultivar hábitos correctos. Debe añadir
gracia sobre gracia; y mientras el hombre trabaja según el plan de adición, Dios
obra para él según el plan de multiplicación” (Los hechos de los apóstoles, pp.
439, 440).
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como
hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y
la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Ped.
1:23-25).
“Debemos ir al encuentro de la gente con la sólida Palabra de Dios” (Mensajes
selectos, t. 2, p. 49).
“Es por medio de la Palabra –no por sentimientos ni excitación– como queremos
influenciar en la gente para que obedezca la verdad. Sobre la plataforma de la
Palabra de Dios, podemos estar en pie con seguridad” (Eventos de los últimos
días, p. 95).
Fuimos creados para vivir en relación con Dios y con el
prójimo. Cuando nos integramos con amigos y hermanos, pasamos a formar parte de
una vida en comunidad que nos hace más felices y más fuertes. Por eso,
necesitamos robustecer nuestra relación con Dios, con nuestra familia y con la
iglesia, por medio del culto familiar, de los Grupos pequeños, de la observancia
del sábado, y de la devolución de los diezmos y las ofrendas.
“Job los hacía venir [a sus hijos] y los santificaba. Se levantaba de mañana y
ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos” (Job 1:5).
“Por la noche y por la mañana, uníos con vuestros hijos en el culto a Dios,
leyendo su Palabra y cantando sus alabanzas. Enseñadles a repetir la ley de
Dios” (El evangelismo, p. 364).
“Sean cortas y animadas las reuniones del culto familiar” (Eventos de los
últimos días, p. 74).
“Elija el padre una porción de las Escrituras que sea interesante y fácil de
entender; serán suficientes unos pocos versículos para dar una lección que pueda
ser estudiada y practicada durante el día. Se pueden hacer algunas preguntas.
Pueden presentarse a manera de ilustración unas pocas, serias e interesantes
observaciones, cortas y al punto. Por lo menos deberían cantarse unas pocas
estrofas de un himno animado, y la oración que se eleve debe ser corta y al
punto. El que dirige en oración no debería orar por todas las cosas, sino que
debería expresar sus necesidades con palabras sencillas; y su alabanza a Dios,
con gratitud” (Conducción del niño, p. 494).
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros,
en el partimiento del pan y en las oraciones [...]. Y perseverando unánimes cada
día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo”
(Hech. 2:42, 46, 47).
Los primeros cristianos vivían en comunidad; crecían hacia arriba en comunión
con Dios; hacia adentro, en fe y consagración; y hacia afuera, en servicio y
testimonio.
“La formación de pequeños grupos como base del esfuerzo cristiano me ha sido
presentada por Uno que no puede errar [...]. Mantengan íntimo su vínculo de
unión, cerrando sus filas por el amor y la unidad, estimulándose unos a otros
para progresar y adquiriendo cada uno valor, fortaleza y ayuda de los demás.
Revelen la tolerancia y la paciencia que manifestó Cristo y, evitando las
palabras apresuradas, usen el talento del habla para edificarse unos a otros en
la santísima fe” (Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 84, 85).
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa: Probadme ahora en
esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los
cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10).
“El Señor llama hoy a los adventistas del séptimo día, en todo lugar, para que
se consagren enteramente a él, haciendo todo lo que esté a su alcance para su
obra [...]. Él desea verles mostrar, por medio de dones y ofrendas generosas,
cuánto aprecian sus bendiciones y cuánta gratitud sienten por su misericordia”
(Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 350, 351).
“No solo deberíamos dedicar fielmente nuestros diezmos a Dios, quien los reclama
como suyos, sino también deberíamos traer un tributo como ofrenda de gratitud.
Llevemos a nuestro Creador, con corazones gozosos, los primeros frutos de todos
sus generosos dones; lo más escogido de nuestras posesiones, nuestro mejor y más
santo servicio” (La fe por la cual vivo, p. 247).
“No podrá entrar en el cielo ninguna persona cuyo carácter haya sido contaminado
por la fea mancha del egoísmo. Por lo tanto, Dios nos prueba aquí entregándonos
posesiones temporales a fin de que el uso que hagamos de ellas demuestre si se
nos puede confiar las riquezas eternas” (Consejos sobre mayordomía cristiana, p.
24).
“Y les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos
para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico […] y santificad mis días
de reposo, y sean por señal entre mí y vosotros” (Eze. 20:12, 20).
“No tengamos vergüenza de portar la señal que nos distingue del mundo. [...] El
Señor tiene un pueblo que le es leal. Su trabajo se ha de llevar a cabo en
líneas rectas. La gente que ostenta su señal debe establecer iglesias e
instituciones que sean monumentos para él. Por humilde que sea su apariencia,
estos monumentos testificarán constantemente en contra del falso día de reposo
instituido por Satanás y en favor del sábado establecido por el Señor en el
Edén” (Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 104, 105).
“El sábado será la gran piedra de toque de la lealtad [...]. Cuando esta piedra
de toque les sea aplicada finalmente a los hombres, entonces se trazará la línea
de demarcación entre los que sirven Dios y los que no lo sirven” (¡Maranata: El
Señor viene!, p. 160).
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a
los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Luc. 4:18, 19).
“¡Trabajad, oh trabajad, teniendo en vista la eternidad! Recordad que toda
energía debe ser santificada. Queda una gran obra por hacer” (Testimonios
selectos, t. 5, p. 162). “Dios ha enviado un mensaje tras otro para despertar a
su pueblo y animarlo a hacer algo inmediatamente” (Joyas de los testimonios, t.
3, p. 308).
“Largo tiempo ha esperado Dios que el espíritu de servicio se posesione de la
iglesia entera, de suerte que cada miembro trabaje por él según su capacidad.
Cuando los miembros de la iglesia de Dios efectúen su labor señalada en los
campos menesterosos de su país y del extranjero, en cumplimiento de la comisión
evangélica, pronto será amonestado el mundo entero, y el Señor Jesús volverá a
la Tierra con poder y grande gloria” (Los hechos de los apóstoles, p. 92).
“La iglesia de Cristo sobre la Tierra fue organizada con propósitos misioneros,
y el Señor desea ver a la iglesia entera ideando formas y medios por los cuales
los encumbrados y los humildes, los ricos y los pobres, puedan escuchar el
mensaje de la verdad” (Servicio cristiano, p. 92).
“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta
necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor. 9:16).
“Cada día termina el tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más
allá del alcance de la misericordia. Y ¿dónde están las voces de amonestación y
súplica que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde
están las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están
los que con humildad y fe perseverante ruegan a Dios por ellos?” (Patriarcas y
profetas, p. 135).
en libertad para cruzarse de brazos y no hacer nada. El
que alguien pueda salvarse en la indolencia y la inactividad es completamente
imposible. Pensad en lo que hizo Jesús durante su ministerio terrenal. ¡Cuán
fervorosos, cuán incansables eran sus esfuerzos! No permitió que nada lo
desviara de la obra que le fue encomendada. ¿Estamos siguiendo sus pasos?”
(Servicio cristiano, pp. 105, 106).
“Nadie está inactivo en el cielo, y en las mansiones de los bienaventurados no
entrará nadie que no haya manifestado amor a Cristo, y que no se haya esforzado
por la salvación de los demás” (Testimonios para los ministros, p. 208).
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui
forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí [...]. En cuanto lo hicisteis a uno
de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mat. 25:35, 36, 40).
“Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El
Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba
simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les pedía:
‘Sígueme’ ” (El ministerio de curación, p. 102).
“Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se
dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían
mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos,
consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a
los inexpertos.
Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan.
Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor
de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa” (ibíd., p. 102).
“Suplid primero las necesidades temporales de los menesterosos, aliviad sus
menesteres y sufrimientos físicos, y luego hallaréis abierta la puerta del
corazón, donde podréis implantar las buenas semillas de virtud y religión”
(Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 224).
“La verdadera felicidad consiste en servir desinteresadamente a otros. Cada
palabra, cada acción ejecutada en este espíritu queda anotada en los libros del
cielo como habiendo sido dicha o hecha para Cristo” (Joyas de los testimonios,
t. 3, p. 100).
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo,
después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme,
fortalezca y establezca” (1 Ped. 5:10).
“Dios ama a su iglesia con un amor infinito. Nunca deja de velar sobre su
heredad. Solo permite las aflicciones que su iglesia necesita para su
purificación, para su bien presente y eterno [...]. Todas las pruebas que
inflige a la iglesia tienen por objeto dar a su pueblo una piedad más profunda y
una fuerza mayor para llevar los triunfos de la cruz en todas partes del mundo”
(Joyas de los testimonios, t. 3, p. 392).
“Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas
pruebas son los medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos
dignos de su alfolí celestial” (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 312).
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios, pero las reveladas son
para nosotros y para nuestros hijos para siempre, a fin de que cumplamos todas
las palabras de esta Ley” (Deut. 29:29).
“Dios no nos ha revelado el tiempo cuando terminará este mensaje o cuándo
llegará a su fin el tiempo de gracia. Aceptemos las cosas reveladas para
nosotros y para nuestros hijos, pero no procuremos saber lo que ha sido
mantenido secreto en los concilios del Todopoderoso” (Eventos de los últimos
días, p. 231).
“Me han llegado cartas preguntándome si tengo alguna luz especial en cuanto a la
fecha de la terminación del tiempo de gracia, y contesto que solo tengo este
mensaje que dar: que ahora es el tiempo de trabajar mientras dure el día, pues
viene la noche cuando nadie puede obrar” (Mensajes selectos, t. 1, p. 224).
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra” (Hech. 1:8).
“El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la
personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo
no podía estar personalmente en todo lugar [...]. Por medio del Espíritu, el
Salvador sería accesible a todos” (El Deseado de todas las gentes, p. 622).
“La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza. Cristo
declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta
el fin. Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a
todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio” (Servicio
cristiano, p. 310).
“Puesto que este es el medio por el cual hemos de recibir poder, ¿por qué no
tener más hambre y sed del don del Espíritu? ¿Por qué no hablamos de él, oramos
por él y predicamos con respecto a él?” (Servicio cristiano, p. 312).
“Vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada
con su gloria” (Apoc. 18:1).
“La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación de poder
divino que la que señaló el principio de ella” (Eventos de los últimos días, p.
206).
“Él suscitará a hombres y a mujeres entre la gente corriente para hacer su obra,
así como en la antigüedad llamó a pescadores para que fuesen sus discípulos.
Pronto habrá un despertar que sorprenderá a muchos. Quienes no comprendan la
necesidad de lo que debe hacerse serán pasados por alto, y los mensajeros
celestiales trabajarán con los que son llamados gente común, capacitándolos para
llevar la verdad a muchos lugares” (Eventos de los últimos días, p. 208).
“El poder que conmovió al pueblo tan fuertemente durante el movimiento de 1844
se ha de manifestar una vez más. El mensaje del tercer ángel avanzará, no en
tono silencioso, sino con gran clamor” (Testimonios para la iglesia, t. 5, p.
233).
“Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan
17:21).
“Algunos han adelantado la idea de que, a medida que nos acerquemos al fin del
tiempo, cada hijo de Dios actuará independientemente de toda organización
religiosa. Pero he sido instruida por el Señor en el sentido de que en esta obra
no existe tal cosa como que cada hombre puede ser independiente” (Testimonios
para los ministros, p. 489).
“Como miembros de la iglesia visible y obreros en la viña del Señor, todos los
que profesan el cristianismo deben hacer cuanto pueden para conservar la paz, la
armonía y el amor en la iglesia [...]. La unidad de la iglesia es la evidencia
convincente de que Dios ha enviado al mundo a Jesús como su Redentor”
(Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 583).
“ ‘Avanzad juntos’. En la unidad está nuestra fortaleza [...]. Los mensajeros
que el Señor envía llevan las credenciales divinas” (La iglesia remanente, p.
99).
“Cuando el poder divino se combine con el esfuerzo humano, la obra se propagará
como fuego en el rastrojo” (Mensajes selectos, t. 1, p. 138).
“El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo
armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada. Todo miembro del
cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en la causa de Dios, de acuerdo con la
capacidad que Dios le ha dado. Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones
y dificultades, hombro con hombro, y corazón con corazón. Si los cristianos
actuaran de concierto, avanzando como un solo hombre, bajo la dirección de un
solo Poder, para la realización de un solo propósito, conmoverían al mundo”
(Servicio cristiano, p. 95).
“Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones” (Joel 2:28). “Y será predicado este evangelio del reino en todo
el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat.
24:14).
“Muchos, aun entre los indoctos, ahora proclaman la palabra del Señor. Los niños
son impulsados por el Espíritu para ir y declarar el mensaje del Cielo. El
Espíritu se derrama sobre todos los que cedan a sus indicaciones, y arrojando de
lado toda maquinaria humana, su reglas limitativas y sus métodos cautelosos,
declararán la verdad con el poder del Espíritu” (El evangelismo, p. 508).
“Así se predice una obra de extensión universal y de poder extraordinario [...].
Vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa
consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje
celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la Tierra” (Eventos de
los últimos días, p. 211).
“Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hech.
2:47).
“Habrá muchos que saldrán de las filas del mundo, de las diferentes iglesias
[...]. Muchos que se han extraviado del redil regresarán para seguir al gran
Pastor” (Eventos de los últimos días, p. 215). “Multitudes recibirán la fe y se
unirán a los ejércitos del Señor” (El evangelismo, p. 508).
“En [...] Sudamérica [...] y todos los rincones oscuros de la Tierra, Dios tiene
en reserva un firmamento de escogidos que brillarán en medio de las tinieblas
para demostrar claramente a un mundo apóstata el poder transformador que tiene
la obediencia a su ley. Ahora mismo se están revelando en toda nación, entre
toda lengua y pueblo; y en la hora de la más profunda apostasía, cuando se esté
realizando el supremo esfuerzo de Satanás para que ‘todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos’ (Apoc. 13:16) reciban, so pena de muerte, la
señal de lealtad a un falso día de reposo, esos fieles ‘irreprensibles y
sencillos, hijos de Dios sin mancha’, resplandecerán ‘como luminares en el
mundo’ (Fil. 2:15)” (Profetas y reyes, pp. 140, 141).
“En la hora undécima habrá miles que encontrarán y reconocerán la verdad [...].
Estas conversiones a la verdad se realizarán con una rapidez que sorprenderá a
la iglesia, y únicamente el nombre de Dios será glorificado” (Mensajes selectos,
t. 2, p. 16).
“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran
gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra
cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Luc. 21:27, 28).
“Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de
la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia
parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del
Hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la Tierra,
volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube
blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del Pacto.
Jesús marcha al frente como un gran conquistador” (Eventos de los últimos días,
p. 278).
“Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable
muchedumbre, lo acompañan en el descenso [...]. Ninguna pluma humana puede
describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor”
(ibíd., p. 278).
“Los justos vivos son mudados ‘en un momento, en un abrir de ojo’ [1 Cor.
15:52]. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y
juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su
Señor en los aires. Los ángeles juntarán ‘a sus escogidos, de los cuatro
vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro’ [Mat. 24:31]. Santos ángeles
llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía
separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de
alegría suben juntos a la ciudad de Dios” (ibíd., p. 284).
“Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona
de gloria [...]. Jesús abre ampliamente las puertas de perla, y entran por ellas
las naciones que guardaron la verdad.
En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin estrellas. Si entran
allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha entrado por intermedio de
ustedes” (ibíd., p. 286).
“El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el
universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de
la vasta creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por
toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta
el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su
belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (El conflicto de los
siglos, p. 737).
“En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de
Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar”
(ibíd., p. 734).
“El Señor está por venir. Oímos los pasos de un Dios que
se aproxima” (El evangelismo, p. 163).
“¡Oh, cuán glorioso será verlo y recibir la bienvenida como sus redimidos! Largo
tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. Si tan solo
podemos ver al Rey en su hermosura, seremos bienaventurados para siempre” (Joyas
de los testimonios, t. 3, p. 257).
“Siento deseos de exclamar: ¡Vamos rumbo a nuestro hogar!” (El evangelismo, p.
164).
Elena G. de White, El conflicto de los siglos, “El fin del conflicto”, pp.
720-737.
Elena G. de White, Visiones del cielo.
Reavivamiento y reforma, y el discipulado: Comunión, relacionamiento y misión
1.
¿Cuáles son las mayores dificultades para
mantener una comunión permanente con Dios?
2.
¿Cuáles son los beneficios de participar en un
Grupo pequeño? Si no participas, ¿por qué no lo haces? ¿Qué impide que lo hagas?
3.
¿Cuál es tu participación en el cumplimiento
de la misión de la iglesia?
Reavivamiento y reforma, y la única esperanza
1.
¿Qué frase, cita o texto de esta sección del
documento impactó más tu corazón?
2.
Según el texto leído, ¿cómo es que la iglesia
llegará a conmover al mundo?
3.
Al terminar la lectura y la discusión del
documento, ¿cuál es tu decisión con relación al regreso de Jesús, el cielo y la
eternidad?
Documento votado por la Junta de la Division Sudamericana de la IASD, Brasilia, Brasil - 2016 - Bajar en PDF aquí
Fin de la violencia contra las mujeres y las niñas
Nosotros, los miembros de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, alzamos nuestra voz y nos unimos
a otros para poner fin a la violencia contra mujeres y
niñas. Las estadísticas globales indican que en todas las
sociedades las mujeres y las niñas son más frecuentemente
las víctimas de la violencia. Los actos o las amenazas que
resultan en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico
son incompatibles con la ética bíblica y la moral cristiana.
Tales actos incluyen, entre otros, violencia familiar,
violación, mutilación genital femenina, homicidios por honor
y asesinatos por la dote.
La manipulación, la denegación de la libertad personal y la
coerción también son actos de abuso y violencia. A tales
conductas la Iglesia Adventista del Séptimo Día dice:
“¡Pongámosles fin ahora!” Los adventistas del séptimo día
reconocen que la creación a imagen de Dios otorga dignidad y
valor a cada individuo. La medida de ese valor se ve en la
muerte sacrificial de Jesucristo para proporcionar vida
eterna a todos.
El amor y la compasión que caracterizó la vida terrenal de
Jesús establece un ejemplo para todos sus seguidores en su
relación con los demás. La conducta semejante a la de Cristo
no deja lugar para la violencia contra miembros de la
familia o personas fuera de la familia.
La Biblia aconseja a los cristianos a considerar el cuerpo
como el templo de Dios. Ocasionar daño intencional a otra
persona desacraliza lo que Dios honra y es por consiguiente
una conducta pecaminosa. Los adventistas del séptimo día se
comprometen a ser líderes en romper ciclo de violencia
perpetrada contra mujeres y niñas. Alzaremos nuestra voz en
defensa de las víctimas y las sobrevivientes mediante la
enseñanza, la predicación, el estudio de la Biblia y
programas de apología.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día procura y da la
bienvenida a la coparticipación y colaboración con otros en
ocuparse de esta cuestión global. La voz colectiva de muchos
puede salvar de daño y sufrimiento resultante de abuso y
violencia a decenas de miles de mujeres y niñas.
(Esta declaración se apoya en las siguientes referencias de
la Biblia: Juan 3:16; Génesis 1:26; Isaías 61:1-3; Efesios
5:2, 3; 1 Juan 3:10, 15-18; 4:11; 3 Juan 1:2; 1 Corintios
3:16, 17; 6:19; Romanos 12:1, 2.) (Véase también: “Nutrición
y protección de los niños”, p. 85 de esta obra.)
Esta declaración fue aprobada y votada
por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y
difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General
realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3
de julio de 2010.
Los adventistas afirman la dignidad y el valor de cada ser humano, y condenan toda forma de abuso físico, sexual y emocional, y cualquier tipo de violencia familiar.
Reconocemos la difusión global de este problema y los efectos serios y de largo alcance que tienen sobre las vidas de todas las personas involucradas. Creemos que los cristianos deben reaccionar frente al abuso y la violencia familiar, tanto dentro de la iglesia como en la comunidad. Tomamos con seriedad los informes de abuso y violencia, y hemos planteado estos problemas para su análisis en asambleas internacionales. Creemos que permanecer indiferentes y sin dar una respuesta es condonar, perpetuar y, potencialmente, extender tales conductas.
Aceptamos nuestra responsabilidad de cooperar con otros servicios profesionales, para escuchar e interesarnos por aquellos que sufren el abuso y la violencia familiar, destacar las injusticias y hablar en defensa de las víctimas. Ayudaremos a las personas que tengan esa necesidad para identificar y acceder al espectro de servicios profesionales disponible.
Cuando las actitudes y conductas modificadas abran las posibilidades del perdón y de un nuevo comienzo, proveeremos un ministerio de reconciliación. Ayudaremos a las familias que sufren por las relaciones que no puedan ser restauradas. Enfocaremos las preguntas espirituales que confrontan a las personas que sufrieron el abuso, procurando comprender el origen del abuso y la violencia a familiar, y ayudar a desarrollar mejores maneras de prevenir ciclos recurrentes.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día (ADCOM), y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y las condiciones asociadas con él se están esparciendo rápidamente alrededor del mundo. Sobre la base de estudios estadísticos, se estima que en un futuro próximo, en muchos países del mundo, cada congregación eclesiástica con 100 feligreses o más incluirá por lo menos a un miembro con algún amigo o familiar con SIDA.
El SIDA es transmitido mediante dos fuentes principales: la intimidad sexual con una persona infectada, y la introducción de sangre contaminada con VIH (virus de inmunodeficiencia humana; o HIV en inglés) en el cuerpo, ya sea por inyecciones con agujas y jeringas no estériles, o con productos de sangre contaminados.
Los adventistas están comprometidos con la educación para la prevención del SIDA. Durante muchos años los adventistas han luchado contra la circulación, venta y uso de drogas, y siguen haciéndolo. Los adventistas apoyan la educación sexual que incluye el concepto de que la sexualidad humana es un don de Dios a la humanidad. La sexualidad bíblica limita claramente las relaciones sexuales al cónyuge de una persona, y excluye las relaciones promiscuas y toda otra relación sexual con su consecuente exposición al VIH.
Una respuesta semejante a la que Cristo daría al SIDA debe ser personal, compasiva, útil y redentora. Así como Jesús se interesó por los leprosos, la temida enfermedad comunicable de sus días, sus seguidores hoy se interesarán por quienes tienen SIDA. Santiago amonestó: “¿De qué le sirve a uno decir...: ‘Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran’, pero no les da lo que su cuerpo necesita?” (Sant. 2:14, 16).
Esta declaración fue anunciada por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de una consulta con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990, en la sesión de la Asociación General realizada en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Proscripción de venta de armas ofensivas a los civiles
Los civiles tienen a su disposición armas automáticas o semiautomáticas de tipo militar en forma creciente. En algunas regiones del mundo es relativamente fácil adquirir tales armas. Se las ve no sólo en la calle, sino también en las manos de los jovencitos en las escuelas. Se han cometido muchos crímenes con el uso de tales armas, ya que están hechas para matar gente. No tienen uso recreativo legítimo.
Las enseñanzas y el ejemplo de Cristo constituyen la guía para los cristianos actuales. Cristo vino al mundo para salvar vidas, no para destruirlas (Luc. 9:56). Cuando Pedro sacó un arma, Jesús le dijo: “Guarda tu espada en su lugar... Todos los que pelean con la espada, también a espada morirán” (Mat. 26:52). Jesús no participó en la violencia.
Algunos sugieren que la proscripción o prohibición de las armas ofensivas limita los derechos de las personas, y que las armas no cometen crímenes sino sólo las personas. Aunque es cierto que la violencia y las inclinaciones criminales conducen a las armas, también es cierto que la disponibilidad de las armas de fuego conduce a la violencia. La oportunidad que tienen los civiles de comprar o adquirir de diversos modos armas ofensivas automáticas o semiautomáticas, sólo aumenta el número de muertes como resultado de crímenes humanos.
En la mayor parte del mundo tales armas no pueden ser adquiridas por medios legales. La iglesia considera con alarma la relativa facilidad con la cual pueden ser obtenidas en otras regiones. Su disponibilidad sólo puede abrir la posibilidad de nuevas tragedias.
La búsqueda de la paz y la conservación de la vida deberían ser las metas de los cristianos. El mal no puede frenar eficazmente al mal, sino que tiene que ser vencido con el bien. Los adventistas, junto con otras personas de buena voluntad, desean cooperar en el uso de todo medio legítimo para reducir y eliminar, donde sea posible, la causa básica del crimen. Además, pensando en la seguridad pública y en el valor de la vida humana, la venta de armas ofensivas automáticas y semiautomáticas debería ser estrictamente controlada. Esto reduciría el uso de armas por parte de personas mentalmente perturbadas y de los criminales, especialmente quienes están involucrados en actividades con drogas y de pandillas.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultar con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Declaración de consenso
Las tecnologías científicas de nuestros días permiten un control de la fertilidad y la reproducción humanas mayor que en el pasado. Esas tecnologías hacen posible que las expectativas de embarazo y nacimiento resultantes de la relación sexual sean grandemente reducidas. Los matrimonios cristianos tienen la posibilidad de controlar la fertilidad, lo que ha creado muchas discusiones con una amplia gama de implicaciones religiosas, médicas, sociales y políticas. Las oportunidades y beneficios existen debido a las nuevas técnicas, pero también hay desafíos y desventajas. En ese sentido, deben considerarse varias cuestiones morales. Los cristianos, que son los que finalmente deben hacer sus propias elecciones sobre estos asuntos, deben ser informados para que puedan tomar decisiones sólidas basadas en principios bíblicos.
Entre los asuntos que deben ser considerados está la cuestión de si la intervención humana en el proceso biológico natural es apropiada o no. Si se considera que una intervención tal es apropiada, entonces se levantan otras cuestiones adicionales en relación con el qué, cuándo y cómo debe ser hecha esa intervención. Además hay otros asuntos relacionados, tales como:
● La posibilidad del aumento de la inmoralidad sexual, en virtud de la disponibilidad y el uso que los métodos de control de natalidad pueden promover.
● El dominio de uno de los sexos en relación con los privilegios y las prerrogativas sexuales tanto de las mujeres como de los hombres.
● Diversos asuntos sociales, incluyendo la discusión sobre si una sociedad tiene derecho a limitar la libertad individual en beneficio e interés de la sociedad en general; y la discusión sobre la carga y el apoyo económico y educacional para los que están en desventajas.
● Aspectos relacionados con el aumento de la población mundial y con el uso de los recursos naturales.
Entendemos que una declaración sobre las consideraciones morales en relación con el control de la natalidad debe ser vista dentro del contexto más amplio de las enseñanzas bíblicas acerca de la sexualidad, el matrimonio, la paternidad y el valor de los hijos; y que debe haber una comprensión de la interrelación entre esos asuntos. Conscientes de que dentro de la iglesia hay una diversidad de opiniones al respecto, se mencionan los siguientes principios bíblicos con el objeto de educar y ayudar en la toma de decisiones.
1) Mayordomía responsable. Dios creó a los seres humanos a su propia imagen, hombre y mujer, con la capacidad de pensar y tomar decisiones (Isa. 1:18; Jos. 24:15; Deut. 30:15-20). Dios le dio a los seres humanos el dominio sobre la Tierra (Gén. 1:26, 28). Ese dominio requiere e incluye la supervisión y el cuidado de la naturaleza. La mayordomía cristiana requiere también que se asuma la responsabilidad por la procreación humana. La sexualidad, como uno de los aspectos de la naturaleza humana sobre la cual el individuo ejerce mayordomía, debe ser expresada en armonía con la voluntad de Dios (Éxo. 20:14; Gén. 39:9; Lev. 20:10-21; 1 Cor. 6:12-20).
2) Propósito procreador. La perpetuación de la familia humana es uno de los propósitos de Dios para la sexualidad humana (Gén. 1:28). Aunque, de manera general, se puede inferir que los matrimonios están destinados producir descendientes, la Escritura nunca presenta la procreación como una obligación de la pareja con el fin de agradar a Dios. Sin embargo, la revelación divina le confiere un alto valor al hecho de tener hijos y expresa la alegría encontrada en la paternidad (Mat. 19:14; Sal. 127:3). Tener y educar hijos ayuda a los padres a entender a Dios y a desarrollar compasión, solicitud, humildad y abnegación (Sal. 103:13; Luc. 11:13).
3) Propósito unificador. La sexualidad tiene un propósito unificador dentro del matrimonio, propósito que es ordenado por Dios y se distingue del propósito procreador (Gén. 2:24). El propósito de la sexualidad en el matrimonio incluye alegría, placer y deleite (Ecl. 9:9; Prov. 5:18, 19; Cant. 4:16-5:1). El propósito de Dios es que los casados puedan tener comunión sexual, independiente de la procreación (1 Cor. 7:3-5), una comunión que establezca lazos fuertes y que proteja a los cónyuges de una relación impropia con otra persona (Prov. 5:15-20; Cant. 8:6, 7). En el designio de Dios, la intimidad sexual no tiene como único propósito la concepción. La Escritura no prohíbe que las parejas casadas disfruten de las delicias de las relaciones conyugales, aunque tomen medidas para prevenir el embarazo.
4) Libertad de elección. En la creación, y de nuevo a través de la redención provista por Cristo, Dios les dio a los seres humanos libertad de elección, y les pide que usen su libertad responsablemente (Gál. 5:1, 13). En el plan divino, el marido y la mujer constituyen una unidad familiar única, y ambos tienen la libertad y la responsabilidad de participar en la toma de decisiones acerca de su familia (Gén. 2:24). Los cónyuges deben ser considerados el uno con el otro al tomar decisiones acerca del control de la natalidad, estando dispuestos a considerar las necesidades del otro así como las suyas propias (Fil. 2:4). Para los matrimonios que deciden tener hijos, la elección procreadora tiene límites, ya que hay varios factores que deben orientar su elección, tales como la capacidad para proveer a las necesidades de los hijos (1 Tim. 5:8); la salud física, emocional y espiritual de la madre (3 Juan 2; 1 Cor. 6:19; Fil. 2:4; Efe. 5:25); las circunstancias sociales y políticas en las cuales los hijos nacerán (Mat. 24:19); la calidad de vida y otros recursos globales disponibles. Somos mayordomos de la creación de Dios y, por lo tanto, debemos mirar más allá de nuestra propia felicidad y deseos y considerar las necesidades de los demás (Fil. 2:4).
5) Métodos apropiados para el control de la natalidad. La decisión moral acerca de la elección y el uso de los diferentes métodos para el control de la natalidad debe surgir de la comprensión de sus probables efectos sobre la salud física y emocional, de la forma sobre la cual dichos métodos o agentes actúan, y de los gastos financieros involucrados. Hay varios métodos de control de la natalidad, incluyendo los métodos de barrera, los espermicidas y la esterilización, los cuales impiden la concepción y son moralmente aceptables. Algunos métodos contraceptivos* pueden impedir la liberación del óvulo (ovulación), impidiendo la unión del óvulo y el espermatozoide (fertilización), o pueden impedir la fijación del óvulo ya fertilizado (implantación), pero, debido a la incertidumbre acerca de cómo funcionarán en un caso dado, pueden ser considerados moralmente sospechosos por quienes creen que la protección de la vida humana comienza en la fertilización. Sin embargo, considerando que la mayoría de los óvulos fertilizados no llegan a implantarse o se pierden después de la implantación, aunque no se hayan usado métodos de control de la natalidad, los métodos hormonales de control y los DIUs, que representan un proceso similar, pueden ser vistos como moralmente aceptables. El aborto, es decir, la intencional terminación de un embarazo establecido, no es moralmente aceptable para propósitos del control de la natalidad.
6) Mal uso del control de la natalidad. Aunque la creciente capacidad técnica para manejar los asuntos que tienen que ver con la fertilidad y para protegerse contra las enfermedades sexualmente transmisibles pueden ser útiles a muchas parejas casadas, el control de la natalidad puede ser mal usado. Por ejemplo, aquellos que se involucran en relaciones sexuales premaritales o extramaritales pueden consentir más rápidamente en tales conductas a causa de la disponibilidad de los métodos de control de la natalidad. Es verdad que el uso de esos métodos para proteger las relaciones sexuales fuera del matrimonio puede reducir los riesgos de contraer enfermedades sexualmente transmisibles y/o la gravidez. Sin embargo, el sexo fuera del matrimonio es perjudicial e inmoral, independientemente de si esos riesgos han sido o no disminuidos.
7) Un enfoque redentor. La disponibilidad que existe actualmente de los métodos de control de la natalidad hace que la educación sobre la sexualidad y la moralidad sea aun más imperativa. Debe emplearse más esfuerzos en la educación y en los enfoques redentores, y menos en la condenación, para que cada individuo sea persuadido por la apelación profunda del Espíritu Santo.
* Algunos ejemplos actuales de esos métodos incluyen los aparatos intrauterinos (DIU), las píldoras hormonales (incluyendo “la píldora del día siguiente”), las inyecciones y los implantes. Las cuestiones sobre esos métodos deben ser consultadas con un profesional médico.
Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General, el miércoles 29 de septiembre de 1999, en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
El cuidado de la Creación y el Medio Ambiente
Una declaración sobre el medio ambiente
El mundo en el cual vivimos es una dádiva de amor de parte del Dios Creador, que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas (Apoc. 14:7; 11:17, 18). En medio de esta creación colocó a los seres humanos, creados intencionalmente para relacionarse con él, con otras personas y con el mundo que los rodeaba. Por consiguiente, los adventistas sostenemos que la preservación y el mantenimiento de este planeta están íntimamente relacionados con nuestro servicio al Creador.
Dios estableció el séptimo día, sábado, como una conmemoración y un recordativo perpetuo de su acto creativo y del establecimiento del mundo. Al descansar en este día, los adventistas ponemos en relieve la especial relación con el Creador y su creación. La observancia del sábado acentúa la importancia de nuestra integración con el medio ambiente general.
La decisión humana de desobedecer a Dios interrumpió el orden original de la creación, dejando como resultado una falta de armonía ajena a sus propósitos. De este modo la atmósfera y el agua están contaminados, los bosques y la vida silvestre saqueados, y los recursos naturales en extinción. Siendo que los adventistas reconocemos al ser humano como parte de la creación de Dios, nuestra preocupación por el medio ambiente abarca también la salud personal y el estilo de vida. Defendemos una manera de vida saludable y rechazamos el uso de sustancias tales como el tabaco, el alcohol y otras drogas que dañan el cuerpo y consumen los recursos de la tierra; promovemos un régimen de alimentación vegetariana simple.
Los adventistas, al relacionarnos con otras personas estamos comprometidos a respetarlas y cooperar con ellas reconociendo nuestro origen común y teniendo en cuenta nuestra dignidad humana, que es un don del Creador. Debido a que la pobreza humana y la degradación ambiental están relacionadas entre sí, nos empeñamos por mejorar la calidad de vida de la gente. Nuestro objetivo es el desarrollo de los recursos, porque ellos satisfacen las necesidades humanas.
El progreso genuino, orientado hacia el cuidado de nuestro medio ambiente natural, recae sobre el esfuerzo ya sea individual o mancomunado. Los adventistas aceptamos el desafío de trabajar para restaurar el propósito total de Dios. Motivados por la fe en Dios, nos dedicamos a promocionar la salud tanto a nivel personal como a nivel medioambiental.
En este compromiso, confirmamos ser mayordomos de la creación de Dios y creemos que la restauración total se concretará recién cuando Dios haga nuevas todas las cosas.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General en las sesiones del Concilio Anual realizado en Silver Spring, Maryland, EE.UU., el 12 de octubre de 1992.
Para quienes somos guiados por la Biblia, la realidad de la muerte es aceptada como parte de la condición humana actual, afectada por el pecado. “Tiempo de nacer, y tiempo de morir” (Ecl. 3:2). Aunque la vida eterna es un regalo para los que aceptan la salvación por medio de Jesucristo, no entraremos en completa posesión de ese don hasta que obtengamos la inmortalidad en ocasión de la segunda venida de Cristo (Gén. 2:17; Rom. 5; Heb. 9:27; Juan 3:36; Rom. 6:23; 1 Cor. 15:51-54). Mientras tanto, podemos ser llamados a atender a un paciente terminal o aun a enfrentar nuestra propia muerte.
Aunque el dolor y el sufrimiento afligen a cada ser humano, ese sufrimiento no tiene valor expiatorio o meritorio. No importa cuánto pueda ser el dolor de un enfermo, no puede expiar el pecado. Sólo el sufrimiento de Jesucristo es suficiente. La Biblia nos enseña a no desesperarnos ante las aflicciones; antes bien, a aprender obediencia, paciencia y perseverancia. La Biblia también da testimonio del poder vencedor de Jesucristo frente a la aflicción y nos enseña que ministrar el sufrimiento humano es un importante deber cristiano. Al hacerlo, miramos con anticipación hacia el día cuando Dios acabará para siempre con el sufrimiento (Heb: 5:7, 8; Sant. 1:2-4; Rom. 5:3; Juan 16:33; Mat. 25:34-40; 9:35; Luc. 10:34-37; Apoc. 21:4).
En el pasado se podía hacer muy poco para alargar la vida. Pero los desarrollos que se han producido en la medicina moderna, con su poder para impedir la muerte, o al menos, alargarla artificialmente, han generado interrogantes morales y éticos y han hecho que sean más complejas las decisiones en la atención del paciente terminal. ¿Qué restricciones establece la fe cristiana al uso de tal poder? ¿Cuándo el objetivo de posponer la muerte debe dar lugar al objetivo de aliviar el dolor al final de la vida? ¿Quién puede tomar debidamente esas decisiones? ¿Qué límites, si es que los hay, debería tener la caridad cristiana al actuar con la intención de terminar el sufrimiento humano?
Es común oír hablar de la “eutanasia”. Originalmente ese término significaba “buena muerte”. Pero hoy tiene dos significados diferentes. A veces se habla de la “eutanasia activa” o “muerte misericordiosa”, lo que equivale a la interrupción intencional de la vida del paciente para evitarle una muerte dolorosa, o para aliviar la carga de la familia. Otras veces se habla de “eutanasia pasiva”, lo que equivale a detener o retirar los aparatos o las médicas que prolongan artificialmente la vida humana, permitiendo de este modo que la persona muera naturalmente. A la vista de los adventistas se juzga impropio el proceso de prolongación artificial de la vida, por lo que la iglesia cree que permitir a un paciente que muera por abstenerse de usar medios médicos, que sólo prolongan el sufrimiento y posponen el momento de la muerte, es moralmente diferente que la acción que tiene como directa y primera intención la de quitar la vida.
Nosotros deseamos enfrentar los problemas éticos relacionados con el fin de la vida en una forma que demuestre nuestra fe en Dios como el Creador y Redentor de la vida; y en una forma que revele cómo la gracia de Dios nos capacita para realizar actos de amor al prójimo. Afirmamos que la creación de la vida humana es una maravillosa dádiva que debe ser protegida y sustentada (Gén. 1 y 2). También confirmamos la maravillosa dadiva de Dios que ofrece redención y que provee vida eterna a aquellos que creen (Juan 3:15; 17:3). Aunque apoyamos el uso de los recursos médicos modernos para prolongar la vida, creemos que ese poder debe ser usado de manera compasiva, de manera que revele la gracia de Dios al minimizar el sufrimiento.
No necesitamos asirnos ansiosamente al último vestigio de vida en esta tierra, porque los cristianos tenemos la promesa de vida eterna en la tierra renovada. Tampoco creemos que sea necesario aceptar u ofrecer aquellos tratamientos médicos que sólo prolongan el proceso de morir.
Los adventistas estamos comprometidos con el cuidado de la persona integral, es decir, con la atención física, emocional y espiritual del paciente terminal. Para este fin, resultarán útiles los siguientes principios bíblicos:
1) Conocer la verdad. Una persona que se acerca al fin de la vida, y que está consciente, merece conocer la verdad acerca de su condición, y las opciones de tratamientos y sus posibles resultados. No debe retenerse la verdad; es mejor compartirla con amor cristiano y con la sensibilidad adecuada a las circunstancias personales y culturales del paciente (Efe. 4:15).
2) Libertad de elección. Dios ha otorgado a los hombres la libertad de elegir y les pide que la usen responsablemente. Creemos que esta libertad incluye las decisiones acerca de la atención médica. Creemos que una persona que posee su capacidad de juicio, debe determinar —después de buscar la orientación divina, considerar los intereses de los que resulten afectados por su decisión (Rom. 14:7) y sopesar el consejo médico— si acepta o rechaza la intervención de técnicas médicas para prolongar la vida. No debe ser forzada a someterse a tratamientos médicos que encuentre inaceptables.
3) En caso de incapacidad del paciente. El plan de Dios es que la gente sea nutrida dentro de una familia y una comunidad de fe. Las decisiones acerca de la vida humana se toman mejor dentro del contexto de una relación familiar sana y después de considerar el consejo médico (Gén. 2:18; Mar. 10:6-9; Éxo. 20:12; Efe. 5 y 6). Cuando un paciente terminal es incapaz de dar consentimiento o expresar preferencias en relación a la intervención médica, dichas decisiones deben ser tomadas por alguien elegido por el paciente o, si no ha designado a nadie, por alguien muy próximo al paciente. Excepto en circunstancias extraordinarias, los profesionales médicos o legales deben dejar que las decisiones relativas a la atención médica de un paciente terminal sean tomadas por los seres más íntimos del paciente. Es preferible que los deseos del individuo estén por escrito, y deberían concordar con las exigencias legales existentes.
4) El amor cristiano es práctico y responsable (Rom. 13:8-10; 1 Cor. 13; Sant. 1:27; 2:14-17). Ese amor no niega la fe, ni nos obliga a ofrecer ni a aceptar intervenciones médicas que sean cargas que excedan los probables beneficios. Por ejemplo, cuando el tratamiento únicamente preserva las funciones del cuerpo, sin esperanza de que el paciente recupere el nivel de conciencia mental, es fútil y puede, en buena conciencia, ser retenido o retirado.
Es decir, los tratamientos médicos tendientes a prolongar la vida pueden ser omitidos o detenidos si es que solamente añaden sufrimiento al paciente o le prolongan innecesariamente el proceso de morir. Naturalmente, en todos los casos, lo que se haga debe estar en armonía con los mandatos legales existentes.
5) No a la muerte “misericordiosa”. Aunque el amor cristiano nos puede llevar a detener o retirar la participación médica que sólo aumenta el sufrimiento o prolonga el proceso de morir, como adventistas no practicamos la “muerte misericordiosa”, ni prestamos ayuda en suicidio (Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13; 23:7). Nos oponemos a la eutanasia “activa”, es decir, a la forma intencional de quitar la vida a una persona que sufre o que está muriendo.
6) Aliviar el sufrimiento. La compasión cristiana nos lleva a aliviar el sufrimiento (Mat. 25:34-40; Luc. 10:29-37). Es una responsabilidad cristiana aliviar al paciente terminal del dolor y sufrimiento en el mayor grado posible, sin utilizar la eutanasia activa. Cuando es claro que la intervención profesional no curará al paciente, el principal objetivo de nuestra atención debe ser el procurar aliviarle el sufrimiento.
7) El principio de justicia. Este principio bíblico dice que debe brindarse atención adicional a las necesidades de los indefensos y dependientes (Sal. 82:3, 4; Prov. 24:11, 12; Isa. 1:1-18; Miq. 6:8; Luc. 1:52-54). Debe dedicarse al paciente terminal un trato de respeto a su dignidad y sin discriminación injusta, basado en sus necesidades espirituales y médicas, y en su expresa voluntad antes que en base a percepciones relativas a su mérito social (Sant. 2:1-9).
Cuando los adventistas tratamos de aplicar estos principios, obtenemos esperanza y coraje al saber que Dios contesta las oraciones de sus hijos y que tiene la facultad de realizar milagros en su favor (Sal. 103:1-5; Sant. 5:13-16). Siguiendo el ejemplo de Jesús, también oramos para aceptar la voluntad de Dios (Mat. 26:39). Sabemos que podemos pedir el poder de Dios para ayudarnos a atender las necesidades físicas y espirituales de personas que están muriendo. Sabemos que la gracia de Dios es suficiente para capacitarlos para soportar la adversidad (Sal. 50:14, 15), y creemos que la vida eterna está asegurada para todos los que tienen fe en Jesús y en el triunfo del amor de Dios.
Esta declaración de consenso fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General en las sesiones del Concilio Anual, el 9 de octubre de 1992, en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
Esta declaración pública fue publicada por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultar con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990, en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Uso, abuso y dependencia de sustancias químicas
La Iglesia Adventista del Séptimo Día, organizada oficialmente en 1863, desde el comienzo de su historia se ocupó de combatir el uso de bebidas alcohólicas y tabaco. La iglesia condenó el uso de ambas sustancias por ser destructoras de la vida, la familia y la espiritualidad. Adoptó, en la práctica, una definición de temperancia que estimulaba a “la abstinencia total de lo que es perjudicial, y al uso cuidadoso y juicioso de lo que es bueno”.
La posición de la iglesia con respecto al uso del alcohol y del tabaco no ha cambiado. En décadas recientes, la iglesia ha promovido activamente la educación contra el alcohol y las drogas dentro de la iglesia, y se ha unido con otras agencias para educar a la comunidad en general en la prevención del alcoholismo y la drogodependencia. A principios de la década de 1960 la iglesia creó un “Programa para dejar de fumar” que se extendió por el mundo entero y ayudó a decenas de miles de fumadores a dejar el hábito. Originalmente se lo conoció como “Plan de 5 días para dejar de fumar”, y ha sido uno de los que alcanzaron mayor éxito entre programas similares.
La creación de centenares de drogas nuevas en los laboratorios, y el redescubrimiento y la popularización de productos químicos muy antiguos, tales como la marihuana y la cocaína, han complicado gravemente un problema comparativamente sencillo, y plantean un desafío creciente tanto a la iglesia como a la sociedad. En una sociedad que tolera y aun promueve el uso de drogas, la adicción es una amenaza creciente.
Redoblando los esfuerzos en el campo de la prevención de la dependencia, la iglesia está desarrollando nuevos programas para sus escuelas y promoviendo programas que ayudan a los jóvenes a mantenerse abstemios. La iglesia también procura ser una voz influyente en llamar la atención de los medios de comunicación, las autoridades públicas y los legisladores acerca de los daños que la sociedad está sufriendo por la promoción y distribución continuas del alcohol y el tabaco.
La iglesia cree que la instrucción de Pablo (1 Cor. 6:19, 20) todavía es aplicable: el “cuerpo es templo del Espíritu Santo”; debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo. Le pertenecemos, somos testigos de su gracia. Debemos procurar hallarnos en las mejores condiciones físicas y mentales, con el fin de gozar del compañerismo de Dios y glorificar su nombre.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas hechas a los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Bienestar y valor de los niños
Los adventistas afirman el derecho de cada niño a un ambiente hogareño feliz y estable, y la libertad y el apoyo necesarios para crecer y ser las personas que Dios quiere que sean. En 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció la importancia fundamental de los niños al adoptar la “Convención de los derechos de los niños”. En armonía con muchos de estos principios elevados, y considerando el valor que Jesús les dio a los niños cuando dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mat. 19:14), procuramos ayudar a los niños que sufren por las siguientes influencias destructivas:
Pobreza: La pobreza afecta el desarrollo de los niños, robándoles el alimento, la ropa, el abrigo que necesitan, y afectan adversamente su salud y su educación.
Analfabetismo: El analfabetismo dificulta a los padres obtener salarios apropiados o cuidar de su familia, o que los niños alcancen su potencial. Escaso cuidado de la salud: Millones de niños no tienen acceso al cuidado de la salud porque no tienen una cobertura adecuada de seguros o viven donde la atención médica no está disponible.
Explotación y vulnerabilidad: Se corrompe y explota a los niños cuando se los usa como mano de obra barata, en fábricas inhumanas, en conflictos armados, y en el placer sexual pervertido de depredadores adultos, o cuando se los expone a materiales sexuales explícitos en los medios de comunicación y en Internet.
Violencia: Cada año muchos niños mueren por la violencia. La vasta mayoría de quienes sufren en conflictos armados son las mujeres y los niños. Los niños reciben heridas profundas en lo físico y en lo psicológico, aún después del cese de los conflictos.
En respuesta a los problemas y a las necesidades mencionados, los adventistas sostienen los siguientes derechos de los niños:
1) El derecho a un hogar amante y estable donde haya seguridad y estén libres de los abusos.
2) El derecho a tener alimentos, ropa y abrigo adecuados.
3) El derecho a tener cuidado médico y de la salud.
4) El derecho a una educación que los prepare para un papel positivo en la sociedad, al desarrollar su potencial personal y capacidad de ganar el dinero necesario.
5) El derecho a una educación moral y religiosa en el hogar y la iglesia.
6) El derecho a estar libres de discriminación y explotación.
7) El derecho a ser una persona, a que se lo respete, y a desarrollar una estima propia positiva.
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) para ser publicada en ocasión del Congreso de la Asociación General desarrollado en Toronto, Canadá, entre el 29 de junio y el 9 de julio de 2000.
Nutrición y protección de los niños
Los adventistas del séptimo consideran
de alto valor a los niños. A la luz de la Biblia, se los ve
como preciosos regalos de Dios confiados al cuidado de los
padres, la familia, la comunidad de fe y la sociedad en su
totalidad. Los niños poseen un enorme potencial para hacer
contribuciones positivas a la iglesia y a la sociedad. Es
extremadamente importante dar atención a su cuidado,
protección y desarrollo.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reafirma y extiende
sus esfuerzos de larga data para nutrir y salvaguardar a los
niños y jóvenes de personas --conocidas y desconocidas--
cuyas acciones perpetran cualquier forma de abuso y
violencia contra ellos y/o los explotan sexualmente. Jesús
señaló el modelo de la clase de respeto, nutrición y
protección que los niños deberían estar en condiciones de
esperar de los adultos a cuyo cuidado han sido confiados.
Algunas de sus más enérgicas palabras de reprensión fueron
dirigidas a los que pudieran dañarlos. Por la naturaleza
confiada y la dependencia de los niños respecto de los
adultos mayores y con más conocimiento, y las consecuencias
que trastornan la vida cuando esta confianza es quebrantada,
los niños requieren una vigilante protección.
Corrección redentora
La Iglesia Adventista del Séptimo Día establece como una
prioridad la educación de los padres, basada en la iglesia,
que los ayude a desarrollar las aptitudes necesarias para un
enfoque redentor de la corrección. Muchos niños experimentan
rudos castigos en nombre de un enfoque bíblico de la
disciplina. La corrección caracterizada por el control
severo, punitivo y dictatorial a menudo lleva al
resentimiento y la rebelión. Tal disciplina rigurosa se
asocia, además, con un acrecentado riesgo de daño físico y
psicológico a los niños, y también con una mayor
probabilidad de que los jóvenes recurran a la coerción y la
violencia al resolver sus deferencias con otros. En
contraste, los ejemplos de las Escrituras así como extensos
materiales de investigación confirman la eficacia de formas
más benignas de disciplina que permitan a los niños aprender
por medio del razonamiento y por experimentar las
consecuencias de sus decisiones. Se ha demostrado que tales
medidas más suaves incrementan la probabilidad de que los
niños harán elecciones que afirman la vida y al madurar
abrazarán los valores de sus padres.
Hacer de la iglesia un lugar seguro para los niños
La iglesia también asume seriamente su responsabilidad para
minimizar el riesgo de abuso sexual infantil y de violencia
contra los niños en el contexto congregacional. Primero y
principal, los dirigentes y los miembros de la iglesia deben
ellos mismos vivir conforme a un estricto código de ética
que impida hasta la apariencia de mal en relación con la
explotación de menores y la gratificación de los deseos de
los adultos. Otras medidas prácticas para hacer de la
iglesia un lugar seguro para los niños incluyen la atención
de la seguridad las instalaciones de la iglesia y de sus
alrededores, y la supervisión y el monitoreo cuidadoso de
los niños y su entorno durante todas las actividades
relacionadas con la iglesia. La educación respecto a lo que
constituye interacción apropiada e inapropiada entre adultos
y niños, las señales de advertencia de abuso y violencia, y
los pasos específicos a seguir en el caso de que se denuncie
o se sospeche de conducta inapropiada son de vital
importancia. Los pastores y dirigentes de la iglesia que
sean visibles y accesibles desempeñan un papel importante en
la prevención, así como en una respuesta adecuada a las
necesidades de los niños cuya seguridad pueda haber sido
puesta en riesgo. Son necesarias actualizaciones regulares
respecto a su responsabilidad moral y legal de informar todo
abuso infantil a las autoridades civiles pertinentes. La
designación de personal capacitado y protocolos específicos
en los niveles más amplios de la organización de la iglesia
ayudarán a asegurar la acción y el seguimiento apropiados
cuando se informe de abuso en el contexto de la iglesia.
Por causa de la naturaleza compleja del problema del abuso sexual infantil y la violencia contra los niños, la intervención y el tratamiento de los perpetradores requieren recursos que exceden la esfera de acción del ministerio proporcionado por la iglesia local. No obstante, la presencia de un conocido perpetrador en una congregación reclama los más altos niveles de vigilancia. En tanto los perpetradores deben ser tenidos por plenamente responsables por su propia conducta, la supervisión de personas con una historia de comportamiento inapropiado es necesaria para asegurar que tales personas mantengan una distancia apropiada y se abstengan de todo contacto con niños durante las actividades relacionadas con la iglesia. Hacer provisión de oportunidades alternativas para que los perpetradores crezcan espiritualmente en contextos donde no hay niños presentes, acrecienta grandemente la protección de los menores.
Fomentar la curación emocional y espiritual
Los niños que han sido víctimas personalmente o que han sido
testigos de hechos perturbadores necesitan el cuidado de
adultos que los traten con sensibilidad y comprensión. El
apoyo práctico que ayuda a los niños y a las familias
a mantener la estabilidad en medio de la turbulencia
fortalece a las
víctimas y sus familias y promueve la curación. El
compromiso de la iglesia de romper el silencio que
frecuentemente está asociado con la violencia y el abuso
sexual infantil, sus esfuerzos en pro de la defensa y
justicia para todas las víctimas, y la acción deliberada
para salvaguardar a los niños de toda forma de abuso y
violencia contribuirán en gran medida a la recuperación
emocional y espiritual de todos los afectados. La iglesia
considera la nutrición y protección de los niños como un
cometido sagrado.
(Esta declaración está respaldada por los principios
expresados en los siguientes pasajes bíblicos: Levítico
18:6; 2 Samuel 13:1-11; 1 Reyes 17:17-23; Salmo 9:9, 12,
16-18; 11:5-7; 22:24; 34:18; 127:3-5; 128:3, 4; Proverbios
31:8, 9; Isaías 1:16, 17; Jeremías 22:3; Mateo 18:1-6; 21:9,
15, 16; Marcos 9:37; 10:13-16; Efesios 6:4; Colosenses 3:21;
1 Timoteo 5:8; Hebreos 13:3.) (Véase además: “Fin de la
violencia contra las mujeres y las niñas”, p. 130 en esta
obra.)
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3 de julio de 2010.
Peligros de los cambios en el clima
Declaración para los gobiernos de los países industrializados
Los científicos advierten que el calentamiento gradual de la atmósfera es el resultado de la actividad humana, y que tendrá serias consecuencias para el ambiente que nos rodea. El clima cambiará, y resultará en más tormentas, inundaciones y sequías.
Para mantener los cambios climáticos en niveles tolerables, las emisiones de gases que producen el efecto invernadero, especialmente el anhídrido carbónico (CO2), necesitan ser reducidos en forma significativa. Los países industrializados son la fuente principal de estas emisiones, aunque las primeras víctimas son los pequeños estados en las islas y en los países con muchas costas.
A pesar de estos riesgos claros, los gobiernos parecen muy lentos en actuar. Los feligreses de la Iglesia Adventista del Séptimo Día del mundo entero solicitan que los gobiernos aludidos den los pasos necesarios para evitar ese peligro al:
1) Cumplir el acuerdo logrado en Río de Janeiro (1992, Convención sobre el cambio del clima), para estabilizar las misiones de anhídrido carbónico para el año 2000 a los niveles que había en 1990;
2) Establecer planes para reducir aún más las emisiones de dióxido de carbono después del año 2000; e
3) Iniciar un debate público con mayor energía sobre los riesgos del cambio del clima.
Al firmar esta declaración, los adventistas afirman que proponen un estilo de vida sencillo, saludable, en el que las personas no sigan la rutina del consumismo ilimitado y la producción de basura. Llaman a respetar la creación, a restringir el uso de los recursos mundiales y a revaluar nuestras necesidades como individuos.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) el 19 de diciembre de 1995.
Informe de las Conferencias Internacionales sobre Fe y Ciencia 2002-2004 a la Comisión organizadora de la Junta Ejecutiva de la Asociación General, mediante la oficina del Presidente de la Asociación General, 10 de setiembre de 2004.
Introducción
Las primeras palabras de la Biblia proporcionan el fundamento de todo lo que sigue. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). En todas las Escrituras se celebra la creación como procedente de la mano de Dios, a quien se alaba y adora como Hacedor y Sustentador de todo lo que existe. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).
Desde esta cosmovisión surgen una serie de doctrinas entrelazadas que se encuentran en el núcleo central del mensaje adventista para el mundo: la creación de un mundo perfecto sin pecado ni muerte hace no mucho tiempo; el sábado; la caída de nuestros primeros padres; la difusión del pecado, la degeneración y la muerte a toda la creación; la venida de Jesucristo, Dios en la carne, para vivir entre nosotros y rescatarnos del pecado por medio de su muerte y resurrección; la segunda venida de Jesús, nuestro Creador y Redentor; y la restauración final de todo lo que se había perdido con la caída.
Como cristianos que tomamos con seriedad la Biblia y procuramos vivir sobre la base de sus preceptos, los adventistas tenemos una elevada consideración por la naturaleza. Creemos que, aun en su condición caída actual, la naturaleza revela el poder eterno de Dios (Rom. 1:20), y que como dice la escritora Elena de White, “ ‘Dios es amor’ está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba” (El camino a Cristo, p. 8).
Para nosotros, toda la Escritura es inspirada y es el criterio y la prueba de todos los demás medios por los que Dios se revela a sí mismo, incluyendo la naturaleza. Tenemos un gran respeto por la ciencia, y aplaudimos la importancia de los departamentos de ciencia de nuestras instituciones de educación superior y de atención de la salud. También valoramos la obra de los hombres de ciencia e investigadores adventistas no empleados por la iglesia. Además, enseñamos a los estudiantes en nuestros colegios y universidades a emplear el método científico en forma rigurosa. Pero, al mismo tiempo, rehusamos limitar nuestra búsqueda de la verdad dentro de las restricciones impuestas por el método científico exclusivamente.
El tema de los orígenes
Durante siglos, por lo menos en el mundo cristiano, la historia bíblica de la creación fue la explicación corriente para el tema de los orígenes. Durante los siglos XVIII y XIX la metodología científica resultó en una comprensión creciente de cómo operaban las cosas. Hoy nadie puede negar que la ciencia ha tenido un impacto notable en nuestra vida mediante los avances en la agricultura, las comunicaciones, la ecología, la ingeniería, la genética, la salud y la exploración espacial.
En muchas áreas de la vida, el conocimiento derivado de la naturaleza y el conocimiento de la revelación divina en las Escrituras parecen estar en armonía. Los avances en el mundo científico a menudo confirman y dan validez a los puntos de vista de la fe. Sin embargo, con respecto al origen del universo, de la tierra, y de la vida y su historia, encontramos cosmovisiones contradictorias. Las afirmaciones basadas en un estudio de las Escrituras a menudo se encuentran en contraste total con las que surgen de las premisas y metodologías usadas en el estudio de la naturaleza. Esta tensión tiene un impacto directo sobre la vida de la iglesia, su mensaje y su testimonio.
Celebramos la vida de fe. Abogamos por una vida de aprendizaje. Tanto en el estudio de las Escrituras como en el de los procesos ordenados de la naturaleza vemos indicadores de la maravillosa mente del Creador. Desde sus primeros días, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha estimulado el desarrollo de la mente y la comprensión mediante las disciplinas de la adoración, la educación y la observación.
En décadas anteriores, la discusión acerca de las teorías sobre los orígenes ocurría principalmente en los ambientes académicos. Sin embargo, el naturalismo filosófico (procesos completamente naturales, aleatorios y no dirigidos en el correr del tiempo) ha logrado una aceptación amplia en la educación, y forma la premisa básica de mucho de lo que se enseña en las ciencias naturales y sociales. Los feligreses y los estudiantes adventistas encuentran este concepto y sus implicaciones en muchas áreas de la vida diaria.
En su “Declaración de creencias fundamentales”, la Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma una creación divina como se la describe en la narración bíblica de Génesis 1. “Dios es el Creador de todas las cosas, y reveló en las Escrituras el relato auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días ‘los cielos y la tierra’ y todo ser viviente que la habita, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo conmemorativo de la terminación de su obra creadora. Hizo al primer hombre y a la primera mujer a su imagen como corona de la creación; y les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado, era ‘bueno en gran manera’, y proclamaba la gloria de Dios” (Gén. 1; 2; Éxo. 20:8-11; Sal. 19:1-6; 33:6, 9; 104; Heb. 11:3).
Razones para las conferencias sobre fe y ciencia
Por causa de la influencia penetrante y creciente de la teoría de la evolución, la Junta Ejecutiva de la Asociación General (Concilio Anual de 2001) autorizó una serie de conferencias sobre fe y ciencia de tres años de duración. Estas conferencias no fueron convocadas para modificar la posición sustentada por largo tiempo acerca de la creación, sino para repasar las contribuciones y las limitaciones que tanto la fe como la ciencia presentan a nuestra comprensión de los orígenes.
Las razones principales que condujeron a la convocación de estas conferencias incluyen:
1. Cuestiones filosóficas: Existe un desafío siempre presente en la definición de la relación entre teología y ciencia, entre fe y razón. Estas dos corrientes del conocimiento, ¿están asociadas o en conflicto? ¿Debería considerárselas como interactivas o como esferas independientes del conocimiento, no superpuestas? La cosmovisión dominante en la mayoría de las sociedades modernas interpreta la vida, la realidad física y la conducta en formas marcadamente diferentes de la cosmovisión cristiana. ¿De qué modo deben los cristianos relacionarse con estas cosas?
2. Cuestiones teológicas: ¿Cómo debe interpretarse la Biblia? ¿Qué requiere del creyente una lectura directa del texto? ¿Hasta qué punto el conocimiento de la ciencia debe informar o dar forma a nuestra comprensión de las Escrituras, o viceversa?
3. Cuestiones científicas: Los mismos datos de la naturaleza están a disposición de todos los observadores. ¿Qué dicen o qué significan los datos?
¿De qué modo podemos llegar a interpretaciones y conclusiones correctas? ¿Es la ciencia una herramienta o una filosofía? ¿De qué manera podemos diferenciar entre la ciencia buena y la errónea?
4. El problema de educar y nutrir en estos asuntos a los miembros de iglesia: ¿De qué manera debe el miembro de iglesia considerar la variedad de interpretaciones del registro del Génesis? ¿Qué tiene para decir la iglesia a quienes encuentran en el currículo educativo ideas que están en conflicto con su fe? Mantener silencio con respecto a tales problemas envía señales confusas; crea incertidumbre y proporciona un terreno fértil para conceptos dogmáticos e injustificados.
5. El desarrollo de una fe viva: Una clarificación y reafirmación de una teología de los orígenes con base en la Biblia equipará a los feligreses con un marco de referencia para tratar los desafíos que presenta este tema. Las Conferencias Internacionales sobre Fe y Ciencia no fueron convocadas sencillamente para la estimulación intelectual de quienes asistieran a ellas, sino como una oportunidad para proporcionar orientación y una guía práctica para los miembros de iglesia. La iglesia no puede pretender mantener sus creencias en un lugar seguro, a prueba de desafíos. Si así lo hiciera, pronto ellas serían reliquias. Las enseñanzas de la iglesia deben confrontar los problemas del momento y relacionarse con ellos de modo que permanezcan siendo una fe viva; de otro modo, no serán más que dogmas muertos.
Las conferencias sobre fe y ciencia
Hubo dos Conferencias Internacionales sobre Fe y Ciencia: una en Ogden, Utah, en 2002, y la otra en Denver, Colorado, en 2004, con amplia representación de teólogos, científicos y administradores de la iglesia. Además, siete1 de las trece divisiones de la iglesia realizaron conferencias regionales o de toda la División que trataron la interacción de la fe y la ciencia en las explicaciones acerca de los orígenes. La comisión organizadora expresa su aprecio a los que participaron en esas conferencias por sus contribuciones a este informe.
La agenda de la conferencia realizada en Ogden estaba destinada a poner en conocimiento de los asistentes la variedad de maneras en las cuales la teología y la ciencia ofrecen explicaciones del origen de la tierra y de la vida. Las agendas de las conferencias en las divisiones fueron preparadas por sus organizadores, aunque la mayoría incluyeron varios de los temas considerados en Ogden. La reciente conferencia en Denver fue la conclusión de la serie de tres años. Su agenda comenzó con resúmenes de los problemas en teología y en ciencia, y luego pasaron a diversos temas con respecto a los problemas de fe-ciencia en la vida de la iglesia. Estos temas incluyeron:
• El lugar permanente de la erudición en la iglesia. ¿De qué manera la iglesia mantiene la naturaleza confesional de sus enseñanzas mientras permanece abierta para futuros desarrollos de su comprensión de la verdad?
• Modelos educacionales para los profesores y los líderes de la iglesia, para tratar con temas controvertidos y los problemas éticos involucrados en ellos. ¿De qué modo enseñaremos cursos de ciencias en nuestras escuelas de modo que enriquezcan la fe y no la erosionen?
• ¿Qué consideraciones éticas aparecen en el foco cuando las convicciones privadas difieren de las enseñanzas denominacionales? ¿De qué manera la libertad personal de creencias se relaciona con su rol público como líder en la iglesia? En otras palabras, ¿cuáles son los principios que rigen la responsabilidad personal y la ética del disenso?
• ¿Cuáles son las responsabilidades y procesos administrativos al tratar con variaciones en los conceptos doctrinales, o en las nuevas expresiones de ellas?
En todas las conferencias se presentaron y analizaron escritos eruditos preparados por teólogos, científicos y educadores. (El Instituto de Investigación en Geociencias conserva un archivo de todos los escritos presentados en las conferencias.) Las conferencias de Ogden y de Denver incluyeron, por lo menos, a algunos representantes de cada una de las divisiones mundiales. Más de 200 personas participaron en las conferencias durante el período de tres años. Más de 130 personas asistieron a la reunión de Denver, la mayoría de los cuales había asistido por lo menos a una de las otras conferencias sobre fe y ciencia.
Observaciones generales
1. Aplaudimos la seriedad y excelencia que caracterizó las conferencias.
2. Notamos el sólido sentido de dedicación y lealtad a la iglesia que prevaleció en ellas.
3. Experimentamos que, aun cuando algunas veces aparecieron tensiones, se mantuvieron relaciones cordiales entre los asistentes, y el compañerismo trascendió las diferencias de opiniones.
4. En estas conferencias fuimos testigos de un alto nivel de acuerdo en la comprensión de temas básicos, especialmente en cuanto al papel normativo de las Escrituras, apoyado por los escritos de Elena de White, y la creencia, por parte de todos, en Dios como el Creador benéfico.
5. No encontramos apoyo ni defensa del naturalismo filosófico: la idea de que el universo llegó a existir sin la acción de un Creador.
6. Reconocemos que el conflicto entre las cosmovisiones bíblica y contemporánea impacta tanto a los científicos como a los teólogos.
7. Reconocemos que la tensión entre la fe y la comprensión es un elemento de la vida con la que el creyente tiene que aprender a vivir.
8. Observamos que rechazar las interpretaciones científicas contemporáneas de los orígenes en conflicto con el informe bíblico no implica despreciar la ciencia ni a los científicos.
9. Aunque encontramos una amplia afirmación de la forma en que la iglesia comprende la vida sobre la tierra, reconocemos que entre nosotros algunos interpretan el registro bíblico de maneras que conducen a conclusiones definidamente diferentes.
10. Aceptamos que tanto la teología como la ciencia contribuyen a nuestra comprensión de la realidad.
Hallazgos
1. El grado de tensión que existe con respecto a nuestra comprensión de los orígenes varía alrededor del mundo. En aquellas áreas donde la ciencia ha hecho los mayores progresos en la sociedad, las preguntas entre los miembros de iglesia están más difundidas. Con el avance de la ciencia en todos los sistemas educativos y en las sociedades, habrá un aumento significativo de feligreses que se preguntarán cómo reconciliar la enseñanza de la iglesia con las teorías naturalistas de los orígenes. Grandes números de estudiantes adventistas asisten a las instituciones públicas donde se enseña y promueve el evolucionismo en las aulas, sin que ellos tengan los materiales y los argumentos correspondientes en favor del registro bíblico de los orígenes.
2. La reafirmación de la creencia fundamental de la iglesia con respecto a la creación fue sólidamente apoyada. La creencia adventista en una creación literal e histórica en seis días es teológicamente sólida y consistente con la enseñanza de la Biblia en su totalidad.
3. La creación es un pilar fundamental de todo el sistema de doctrinas adventistas, y tiene una relación directa con muchas de las demás creencias fundamentales, si no con todas. Cualquier interpretación alternativa de la historia de la creación necesita ser examinada a la luz de su impacto sobre todas las otras creencias. Varias de las Conferencias Internacionales sobre Fe y Ciencia repasaron interpretaciones alternativas de Génesis 1, incluyendo la idea de la evolución teísta. Estas otras interpretaciones no tienen coherencia teológica con todas las Escrituras, y revelan áreas de inconsistencia con el resto de las doctrinas adventistas. Por ello, son sustitutos inaceptables para la doctrina bíblica de la creación sostenida por la iglesia.
4. Se expresó preocupación con respecto a lo que algunos ven como ambigüedad en la frase “En seis días” que se encuentra en la declaración de la iglesia acerca de la creación. Se sintió que no se menciona el significado intencional (una creación en seis días, descrita en el Génesis, realizada en una semana literal e histórica). Esta situación permite algo de incertidumbre con respecto a lo que la iglesia realmente cree. Además, proporciona espacio para que otras explicaciones de la creación sean acomodadas en el texto. Está el deseo de escuchar la voz de la iglesia trayendo mayor claridad a lo que realmente se quiere decir en la Creencia fundamental Nº 6: “La creación”.
5. Aunque algunos datos de la ciencia pueden ser interpretados de manera consistente con el concepto bíblico de la creación, también repasamos los datos interpretados de formas que desafían la creencia de la iglesia en una creación reciente. La fuerza de esas interpretaciones no debe ser descartada en forma ligera. Respetamos las pretensiones de la ciencia, las estudiamos y esperamos una resolución. Esto no excluye un nuevo examen de las Escrituras para estar seguros de que se las comprende adecuadamente. Sin embargo, cuando no es posible una interpretación que armonice con los hallazgos de la ciencia, no permitimos que la ciencia asuma una posición privilegiada que automáticamente decida el resultado. Más bien, reconocemos que no es justificable mantener las claras enseñanzas de la Biblia como rehenes de las interpretaciones científicas actuales de los datos.
6. Reconocemos que hay diferentes interpretaciones teológicas entre nosotros con respecto a Génesis 1 al 11. En vista de las diversas interpretaciones, sentimos un alto grado de preocupación, y deseamos que quienes participan en el ministerio de la enseñanza adventista conduzcan su trabajo con ética y con integridad: de acuerdo con las normas de su profesión, las enseñanzas de las Escrituras y la comprensión básica sostenida por el cuerpo de creyentes. Siendo que los adventistas reconocen que su comprensión de la verdad es una experiencia siempre creciente, hay una necesidad siempre presente de proseguir el estudio de las Escrituras, la teología y la ciencia con el fin de que las verdades que sostenemos constituyan una fe viva capaz de ocuparse de las teorías y las filosofías del momento.
7. Apreciamos y endosamos el importante valor del diálogo internacional e interdisciplinario continuo entre los teólogos, científicos, educadores y administradores adventistas.
Afirmaciones
Como resultado de las dos conferencias internacionales y de las siete conferencias de las divisiones, la comisión organizadora informa las siguientes afirmaciones:
1. Afirmamos la primacía de las Escrituras en la comprensión de los orígenes que tenemos como adventistas.
2. Afirmamos la comprensión histórica de los adventistas de Génesis 1: que la vida sobre la tierra fue creada en seis días literales, y que es de origen reciente.
3. Afirmamos el registro bíblico de la caída que dio como resultado la muerte y el mal.
4. Afirmamos el registro bíblico de un diluvio catastrófico, un acto de juicio divino que afectó al planeta entero, como una clave importante para comprender la historia de la tierra.
5. Afirmamos que nuestra comprensión limitada de los orígenes demanda humildad, y que una exploración adicional de estos temas nos llevará más cerca de misterios profundos y maravillosos.
6. Afirmamos la naturaleza entrelazada de la doctrina de la creación con otras doctrinas adventistas.
7. Afirmamos que a pesar de la caída, la naturaleza es un testigo del Creador.
8. Afirmamos a los científicos adventistas en sus esfuerzos por entender la obra del Creador mediante las metodologías de sus disciplinas.
9. Afirmamos a los teólogos adventistas en sus esfuerzos por explorar y articular el contenido de la revelación.
10. Afirmamos a los educadores adventistas en su ministerio clave a favor de los niños y los jóvenes de la iglesia.
11. Afirmamos que la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, identificada en Apocalipsis 14:6 y 7, incluye un llamado a la adoración de Dios como Creador de todo.
Recomendaciones
La comisión organizadora de las Conferencias Internacionales de Fe y Ciencia recomienda:
1. Con el fin de atender lo que algunos interpretan como falta de claridad en la creencia fundamental Nº 6, “La creación”, que la comprensión histórica de la narración del Génesis de los adventistas sea afirmada en forma más explícita.
2. Animar a los líderes de la iglesia en todos los niveles a evaluar y observar atentamente la efectividad y el éxito de los sistemas y programas denominacionales en preparar a los jóvenes, incluyendo a quienes asisten a instituciones no adventistas, para que puedan tener una comprensión bíblica de los orígenes y una percepción de los desafíos que ellos pueden afrontar con respecto a esa comprensión.
3. Proporcionar más oportunidades para el diálogo y la investigación interdisciplinaria, en un ambiente seguro, entre eruditos adventistas del mundo entero.
Conclusión
La Biblia comienza con la historia de la creación, y la Biblia concluye con la historia la nueva creación. Todo lo que se perdió con la caída de nuestros primeros padres quedará restaurado. Aquel que hizo al principio todas las cosas por la palabra de su boca, hará que la larga lucha con el pecado, el mal y la muerte llegue a una conclusión triunfante y gloriosa. Él es quien vivió entre nosotros y murió en nuestro lugar en el Calvario. Mientras los seres celestiales cantaban de gozo en la primera creación, así los redimidos de la tierra proclamarán: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. “El Cordero que fue inmolado es digno” (Apoc. 4:11; 5:12).
1 División Africana Centro-Oriental, División Euroafricana, División Norteamericana, División del Pacífico Sur, División Sudafricana y Océano Índico, División Sudasiática, División Africana Occidental.
Este documento, preparado por la comisión organizadora de las Conferencias Internacionales de Fe y Ciencia 2002-2004, fue presentado ante, y recibido por, la Junta Ejecutiva de la Asociación General en el Concilio Anual llevado a cabo en Silver Spring, Maryland, el 11 de octubre de 2004.
Respuesta a “Una afirmación de la Creación”
Considerando que la creencia en una creación literal en seis días está indisolublemente ligada con la autoridad de las Escrituras; y Considerando que tal creencia se entrelaza con otras doctrinas de las Escrituras, incluyendo el sábado y la expiación; y considerando que los adventistas comprendemos nuestra misión, como está indicada en Apocalipsis 14:6 y 7, que incluye un llamado al mundo para que adore a Dios como el Creador, Nosotros, como Miembros de la Junta Ejecutiva de la Asociación General reunidos en el Concilio Anual de 2004, declaramos lo siguiente como nuestra respuesta al documento “Una afirmación de la creación”, sometido por las Conferencias Internacionales de Fe y Ciencia:
1. Endosamos sólidamente la afirmación que presenta este documento acerca de la posición histórica y bíblica de nuestra creencia en una creación literal, reciente, hecha en seis días.
2. Instamos a que este documento, acompañado con esta respuesta, sea diseminado ampliamente en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de todo el mundo, usando todos los canales disponibles de comunicación y en los principales idiomas de la feligresía mundial.
3. Reafirmamos la comprensión adventista de la historicidad de Génesis 1 al 11: que los siete días del registro de la creación fueron días literales de 24 horas, las cuales formaron una semana idéntica en duración a la que ahora experimentamos como una semana; y que el diluvio fue de naturaleza global.
4. Invitamos a todas las juntas directivas y a los educadores de las instituciones adventistas en todos los niveles que sigan sosteniendo y defendiendo la posición de la Iglesia Adventista en cuanto a los orígenes. Nosotros, junto con los padres adventistas, esperamos que los estudiantes reciban una exposición científicamente rigurosa, completa y equilibrada, y una afirmación de nuestra creencia histórica en una creación literal, reciente, en seis días; a la vez, que sean educados para comprender y evaluar filosofías rivales de los orígenes que dominan la discusión científica en el mundo contemporáneo.
5. Instamos a los dirigentes de la iglesia en todo el mundo a que busquen medios para educar a los feligreses, especialmente a los jóvenes que asisten a instituciones educativas no adventistas, en los problemas involucrados en la doctrina de la creación.
6. Invitamos a todos los miembros de la familia mundial de adventistas a proclamar y enseñar la comprensión que tiene la Iglesia Adventista de la doctrina bíblica de la creación, viviendo a la luz de ella, regocijándonos en nuestra condición de hijos e hijas de Dios y alabando a nuestro Señor Jesucristo, nuestro Creador y Redentor.
Este documento fue aceptado y votado por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el Concilio Anual desarrollado en Silver Spring, Maryland, el 13 de octubre de 2004.
Creación: La cosmovisión bíblica
La Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma su creencia en
el relato bíblico de la creación en contraste con una
explicación evolucionista para el origen de los organismos
vivos y la relación de los seres humanos con otras formas de
vida. Los adventistas del séptimo día observan con gran
interés el creciente debate sobre el diseño inteligente en
la naturaleza y la evidencia que respalda este punto de
vista. A la luz del considerable interés público en este
tema, la iglesia aprovecha esta oportunidad para expresar su
confianza en el registro bíblico.
Los adventistas del séptimo día creen que Dios es el Creador
de toda la vida y que la Biblia revela un informe confiable
de su actividad creadora. Más aún, creemos que los
acontecimientos bíblicos registrados en Génesis 1-11,
incluyendo la creación especial de los seres humanos, son
históricos y recientes, que los siete días de la creación
fueron días literales de 24 horas que forman una semana
literal, y que el Diluvio fue de naturaleza global.
La creencia en la creación es fundamental para la
comprensión adventista concerniente a mucho más que la
cuestión de los orígenes. Los propósitos y la misión de Dios
descriptos en la Biblia, la responsabilidad humana en la
mayordomía del ambiente, la institución del matrimonio y el
significado sagrado del sábado, todo halla sentido en la
doctrina de la creación.
Los adventistas del séptimo día reconocen que el registro
bíblico de la creación no contesta todos los interrogantes
que pueden formularse respecto a los orígenes. Nuestra
comprensión de tales misterios es limitada.
Esperamos que el estudio continuo tanto de la Biblia como de
la naturaleza profundice nuestro entendimiento del poder de
Dios y fortalecerá nuestra fe en su Palabra y en el relato
de la creación que contiene.
(Esta declaración está respaldada por numerosos pasajes de
la Biblia; entre otros: Salmo 19:1; Colosenses 1:16, 17;
Génesis 1-11; Salmo 139:14; Éxodo 20:8-11; Marcos 2:27;
Romanos 8:20, 21.)
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3 de julio de 2010.
Actividades con elementos de competición
Perspectiva y análisis
Introducción
La Iglesia Adventista del Séptimo Día y sus diversas organizaciones, en su preocupación acerca de la competencia y la rivalidad, desean clarificar su posición y recomendar ciertas orientaciones para las actividades que puedan incluir elementos de competición. Estas propuestas están dirigidas a orientar y guiar a los feligreses en forma individual, a las iglesias, asociaciones e instituciones de la iglesia desde la perspectiva de la Biblia y del Espíritu de Profecía.
El plan de Dios
1) Un camino mejor. El ideal es la cooperación y la unidad en la iglesia de Dios, como lo ilustra 1 Corintios 12:12-31, donde los diversos miembros que conforman la iglesia, simbolizados por las partes del cuerpo, trabajan juntos para el bien de todo el ser. Esto es cooperación con simpatía; no hay rivalidad.
2) El plan divino para su obra. “La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos, y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora... Nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy... En el plan de vida de Dios hay un lugar para cada ser humano. Cada uno debe perfeccionar hasta lo sumo sus talentos, y la fidelidad con que lo haga, sean éstos pocos o muchos, le da derecho a recibir honor. En el plan de Dios no tiene cabida la rivalidad egoísta” (La educación, pp. 225, 226).
Un enfoque equilibrado de la vida
Los adventistas creen que el hombre es un ser integral cuyas necesidades físicas, mentales, espirituales y sociales están entretejidas y son interdependientes. Están preocupados por el desarrollo total de todo individuo, sintiendo que cada persona necesita ejercicio físico planificado, consecuente y adecuado. Para satisfacer esta necesidad, a comienzos del siglo XX, las instituciones adventistas, generalmente ubicadas en zonas rurales, ofrecían abundantes oportunidades para hacer ejercicio físico.
Hoy las instituciones operan en ambientes cada vez más atestados, con oportunidades menguantes para el trabajo útil como medio de recreación. Además de este cambio de una sociedad rural a una urbana, las ocupaciones
que demandan actividad física han disminuido, las tensiones han aumentado, y el tiempo libre está crecientemente ocupado por entretenimientos sedentarios tales como la radio, la televisión y las películas. Con el fin de compensar estos cambios, las instituciones educativas, las iglesias y otras instituciones deben estimular un enfoque cuidadosamente equilibrado de las actividades físicas.
En la situación de cualquier iglesia o colegio que involucre actividades físicas, los resultados pueden ser benéficos si predominan los siguientes ideales: cooperatividad, utilidad, abnegación, un espíritu cordial, jugar por placer en lugar del deseo de ganar, y observar el espíritu de las reglas y no sólo la letra de ellas.
“La recreación, cuando responde a su nombre, re-creación, tiende a fortalecer y reparar” (La educación, p. 207). No fomentará el egoísmo, la rivalidad, la hostilidad, las luchas, el amor por el dominio, el amor por los placeres o una excitación malsana. Un liderazgo efectivo se responsabilizará por lograr estos objetivos.
Propósitos y metas de las actividades eclesiásticas
Todos los programas y las actividades de la iglesia deben contribuir al desarrollo de un carácter cristiano y a un testimonio efectivo. Fomentarán el logro de los siguientes aspectos:
1) El pleno desarrollo del amor cristiano y la consideración abnegada por los demás (1 Cor. 13).
2) El respeto y el compañerismo mutuo entre los creyentes, como lo ilustra la figura del cuerpo de la iglesia como una unidad (1 Cor. 12).
3) La exclusión de la rivalidad egoísta, y el desarrollo de una experiencia superior en emprendimientos cooperativos.
4) El desarrollo de un cuerpo, una mente y un espíritu saludables.
5) La promoción y puesta en práctica de relaciones sociales sanas.
6) La inspiración y orientación hacia una adoración a Dios aceptable.
7) El estímulo en cada persona para buscar lo más elevado y lo mejor que pueda lograr en toda actividad digna.
8) La movilización de los inmensos recursos humanos de la iglesia para la salvación de las almas.
Debe rechazarse cualquier actividad que tienda a malograr estos objetivos básicos.
Situaciones específicas
En armonía con las declaraciones de propósito anteriores, se recomienda lo siguiente para minimizar el uso de competencias donde haya rivalidad como herramienta motivadora dentro de la iglesia:
1) No estimular la exposición a actividades comerciales altamente competitivas.
2) Buscar actividades alternativas que satisfagan a los participantes y que eviten la competitividad malsana.
3) Con el fin de desarrollar incentivos para la acción y la participación individual y el progreso personal en la obra de la iglesia, el programa se estructurará de modo que las personas procuren alcanzar una norma de realizaciones
más bien que un sistema que involucre rivalidad entre personas, iglesias o instituciones.
4) Aunque se reconozcan los esfuerzos o los logros de los individuos o de los grupos, es importante que se haga de manera que se dé la gloria a Dios por el éxito obtenido más bien que estimular la glorificación de los individuos.
5) Se deberán preparar programas y actividades que proporcionen algún nivel de éxito para cada individuo, ayudándole a conservar la individualidad, la identidad, la personalidad y la dependencia constante de Dios. Cada
participante deberá recibir cierto grado de reconocimiento. Un reconocimiento tal evitará la extravagancia y las diferencias extremas.
6) Al reconocer las realizaciones, se considerará la manera en que quien las hizo pueda mejorar su eficiencia y efectividad en la obra de Dios.
7) Los informes estadísticos con respecto al crecimiento de la feligresía o de los asuntos financieros deben usarse con el fin de estimular las buenas obras y no como herramientas para expresar actitudes de rivalidad creadas sólo para mejorar la eficiencia de las organizaciones.
8) El sistema de evaluación con notas en las instituciones educativas debe reflejar el crecimiento y el desarrollo personal del alumno individual, y su dominio de los requisitos esenciales en cada disciplina, en vez de indicar la posición relativa que tiene entre sus compañeros.
9) Cualquier actividad que se limite al éxito potencial de unos pocos será:
a) interrumpida, o
b) limitada a combinaciones temporarias en un ambiente de recreación, o
c) usada como una herramienta necesaria para ayudar a identificar las habilidades básicas requeridas para entrar en una profesión específica (por ejemplo, tests de aptitudes o requisitos de ingreso a instituciones de desarrollo profesional).
10) La construcción y expansión de edificios para las iglesias y las instituciones educativas tendrán el propósito de satisfacer una necesidad y una función, con la debida consideración por el buen gusto, las demandas estéticas y la sencillez de la hermosura arquitectónica. Todo intento de erigir edificios que superen o rivalicen con edificios de una institución o asociación hermana, se considerará como incompatible con los ideales adventistas.
“No debemos fiar en el reconocimiento del mundo ni en la distinción que nos pueda dar. No debemos tampoco tratar de rivalizar, en cuanto a dimensiones y esplendor, con las instituciones del mundo... sino cultivando un espíritu manso y humilde como el de Cristo” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 122).
11) Siendo que la rivalidad y muchas actitudes egoístas pueden originarse en el hogar, es imperativo que los padres cultiven en sus hijos las actitudes que evitarán, en el futuro de ellos, la rivalidad egoísta.
Actividades patrocinadas por la iglesia con elementos de competición
Las normas establecidas para las realizaciones, y las presiones que resultan de ellas, no deben confundirse con la rivalidad destructiva. En todas las áreas de la actividad de la iglesia se reconoce que puede haber normas de realizaciones establecidas por las organizaciones y las comisiones controladoras.
Las orientaciones dadas más arriba se aplicarán a todas las actividades y programas de la iglesia, las asociaciones y las instituciones, tales como:
1) Campañas
2) Concursos: concursos realizados en los colegios, concursos de oratoria, de Conquistadores, de conocimientos bíblicos, debates
3) Recreación, incluyendo programas atléticos
4) Sistemas de calificaciones 1
5) Becas, honores académicos
6) Luchas por ocupar cargos
7) Diseño, estilo y dimensiones de los edificios
8) Alcanzar los blancos de la iglesia.
Control de los programas motivadores
Siendo que un liderazgo sabio es esencial para poner en acción y controlar los programas motivadores, son oportunas las siguientes observaciones:
1) Liderazgo. Al seleccionar líderes para los programas de la iglesia, se enfatizarán las siguientes cualidades:
a) Espiritualidad, dedicación, experiencia y capacidad organizativa.
b) La capacidad de obtener el respeto de los estudiantes y de otros dirigentes, y mantener una autoridad y disciplina adecuada.
c) Dedicación al propósito y las metas afirmadas en esta declaración.
d) La capacidad de desafiar e inspirar a los participantes para tomar parte con entusiasmo en el logro de las metas propuestas.
e) El conocimiento acerca de las actividades en las que están involucrados, y de las implicaciones de ellas: físicas, mentales, espirituales y sociales.
2) Salvaguardias y controles. La experiencia ha demostrado la necesidad de establecer salvaguardias y controles apropiados en las actividades de la iglesia.
La puesta en práctica de ellos incluye lo siguiente:
a) Obtener y usar equipos e instalaciones aceptables con todas las precauciones de seguridad adecuadas.
b) Hacer planes para el transporte de grupos de la iglesia bajo la conducción y dirección de adultos responsables.
c) Respetar el sábado, absteniéndose de viajar en relación con actividades seculares y, en lo posible, con actividades religiosas.
d) Contratar un seguro amplio para la protección de los participantes y del equipo, incluyendo el medio de transporte.
e) Proteger la salud y la seguridad de los grupos en viajes, absteniéndose, hasta donde sea posible, de viajar de noche, de comer a horarios irregulares y de hospedaje incómodo.
Actividades físicas y recreativas organizadas
1) Objetivos de las actividades físicas.
a) Mejorar el desarrollo físico y las funciones corporales del participante.
b) Desarrollar el control neuromuscular del individuo en los movimientos fundamentales, la mecánica general del cuerpo y las habilidades básicas que armonicen con los principios presentados en esta declaración.
c) Eliminar los defectos de las personas que pueden ser corregidos, y mejorar la condición física general de ella, hasta donde éstos puedan ser influenciados por un programa de ejercicios adecuadamente diseñado.
d) Lograr el desarrollo mental e intelectual mediante el uso de estrategias, hacer decisiones bajo presión y la organización del pensamiento necesarios para operar con éxito.
e) Lograr el desarrollo del carácter por medio de la disciplina propia, la confianza propia, el control emocional, el respeto por los derechos de los demás y una conducta moral y ética basada en los ideales cristianos.
f) Proporcionar experiencias físicas adecuadas, y reconocer los logros alcanzados que contribuirán al fortalecimiento de la personalidad, la estabilidad emocional y las relaciones sociales cooperativas.
g) Desarrollar las cualidades espirituales y las características sociales que conforman un buen ciudadano con moral y ética cristianas para guiarlo en las relaciones humanas.
h) Desarrollar habilidades recreativas que tengan una función beneficiosa, como ser actividades para el tiempo libre a lo largo de la vida.
i) Desarrollar habilidades de seguridad y de defensa propia que aumentarán la capacidad para protegerse y ayudar a otros en las actividades diarias y en las emergencias. Debe evitarse el adiestramiento en las artes marciales y las actividades físicas que enfatizan la agresividad y la competitividad.
j) Desarrollar la percepción de los valores estéticos inherentes en las actividades físicas y recreativas.
k) Promover el amor por la naturaleza y el aire libre, y reconocer la contribución que cada uno puede hacer para vivir una vida más feliz y abundante.
l) Ayudar a desarrollar una filosofía de la vida que incluya las actitudes y prácticas apropiadas con respecto al cuidado del cuerpo de cada uno. Actividades como las siguientes han promovido el enfoque equilibrado del desarrollo físico, mental, espiritual y social, y pueden seguir promoviéndose.
# Recreación al aire libre y actividades en la naturaleza como la natación,
el ciclismo, la colección de rocas, inmersiones con escafandra autónoma, exploración de cavernas, y otras actividades recreativas.
# Ocupaciones recreativas como la cerámica, la lapidación o corte de rocas semipreciosas, la mecánica de automóviles, la agricultura, trabajos en madera, trabajos en cuero, escultura y fotografía.
# Programas “intramuros” formalmente organizados y adecuadamente dirigidos, que involucren la participación como miembros de equipos y a todos aquellos que deseen tomar parte en ellos.
Actividades “intramuros” y recreativas
“Intramuros” significa “dentro de los muros”, y tales actividades están limitadas a las personas en cada iglesia, escuela o institución específica.
Cuando se las conduce adecuadamente, desarrollarán el carácter, beneficiarán el físico y establecerán relaciones grupales sanas. Para asegurar que se obtengan beneficios saludables derivados de un programa intramuros de
actividades recreativas, se recomiendan los siguientes objetivos:
1) Se debe establecer una comisión de líderes representativos y algunos participantes para hacer los planes y controlar las actividades recreativas organizadas en una iglesia, escuela o institución.
2) Los directores de las actividades físicas deben darse cuenta de la necesidad que tienen los participantes de un programa equilibrado que incluya recreaciones que no sean sólo deportes.
3) Se debe establecer una clasificación de los participantes basados en factores tales como el tamaño físico, la edad y las habilidades, y se debe hacer provisión para incluir a todos los que deseen participar.
4) Se debe cuidar de proveer el equipo y las instalaciones adecuados, en bien de la salud y la seguridad.
5) Un requisito de las actividades físicas organizadas debe ser la orientación de participantes y espectadores en cuanto a la filosofía y los objetivos afirmados en esta declaración.
6) Se deben evitar los excesos en las reacciones de los equipos y los espectadores, y debe haber oficiales bien calificados para asegurar un espíritu sano en la participación.
7) Los participantes en los equipos deben rotarse periódicamente con el fin de disminuir la rivalidad.
Deportes intercolegiales
La Iglesia Adventista del Séptimo Día se opone a las ligas intercolegiales (conocidas generalmente como atletismo interuniversitario) en su sistema educativo. Las razones principales para ello son:
1) Los riesgos inherentes que resultan de la rivalidad en la competencia, y que tienen el potencial de ser exagerados en eventos entre organizaciones; y
2) El tiempo, el personal y las finanzas que se les dedican, los cuales generalmente no están en proporción con el número de personas que pueden participar.
Conclusiones
1) Los cristianos deben actuar con los motivos más elevados en su búsqueda de excelencia atlética.
2) Los juegos amistosos ocasionales, que involucran instituciones en reuniones sociales conjuntas, no son clasificadas como atletismo intramuros o interescolares.
3) Todas las personas tienen talentos: algunos más, otros menos. Dios espera la fidelidad en el servicio sin tomar en cuenta los talentos o la paga (Mat. 20:1-16). Aun cuando Dios distribuye los talentos en forma diferente, él espera que las personas desarrollen los que tienen hasta lo mejor de sus habilidades; y se les darán responsabilidades en armonía con su fidelidad. La Biblia nos recuerda: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col. 3:23). 2
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General en el Concilio Anual realizado en Nairobi, Kenia, el 7 de octubre de 1988.
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Referencias:
1 Se reconoce que en muchos sistemas educativos la promoción de un nivel de educación a otro se basa en las notas obtenidas en exámenes competitivos. Los exámenes de admisión a las escuelas profesionales o de posgrado, necesarios en la preparación para ciertas vocaciones, permiten que ingresen los que alcanzan excelencia por sobre sus compañeros, o que hayan obtenido notas altas en las clases. También el éxito en muchas vocaciones en las que participa mucha gente puede lograrse sólo por actuar en un nivel más alto que los demás. Siendo que algunos aspectos de la competencia son inherentes a la vida moderna, el cristiano genuino minimizará los tales todo lo que pueda. Se espera que las orientaciones aquí presentadas sean útiles para eliminar la rivalidad egoísta o la competencia malsana que tanto daño hace en el desarrollo de un carácter cristiano.
2 Los Editores: Un análisis más detallado de este mismo documento puede verse en la Revista Adventista de febrero de 1989.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a cada persona y a cada nación a cooperar en la erradicación de la epidemia mundial de drogas, la cual socava la estructura social de las naciones y que, en el nivel individual, a menudo mata a sus víctimas o las conduce a una vida de crimen.
Los adventistas creen que la Biblia enseña que cada cuerpo humano es “templo del Dios viviente”, que debe ser cuidado en forma inteligente (2 Cor. 6:15-17).
La Creencia Fundamental Nº 22 de la Iglesia Adventista, basada en la Biblia, afirma: “Junto con el descanso y el ejercicio adecuados, debemos adoptar el régimen alimentario más sano posible... Ya que las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestro organismo, debemos abstenernos también de ellos. En vez de usarlos, debemos ocuparnos en todo lo que contribuya a colocar nuestros pensamientos y cuerpos bajo la disciplina de Cristo, quien desea para nosotros gozo, bondad y salud perfecta”.
Para tener una vida plena, los adventistas animan a todos a seguir un estilo de vida que evite los productos derivados del tabaco, las bebidas alcohólicas y el mal uso de las drogas.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas hechas a los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en junio de 1985, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Nueva Orleans, Luisiana.
Los adventistas creen que la humanidad fue creada a la imagen de Dios, y así representan a Dios como administradores, para gobernar el ambiente en forma fiel y fructífera.
Desafortunadamente, la corrupción y la explotación han entrado en las responsabilidades de la administración del dominio humano. En forma creciente, los hombres y las mujeres han estado involucrados en una destrucción megalomaníaca de los recursos de la tierra, lo que resulta en sufrimientos extendidos, desarreglos ambientales y la amenaza de cambios en el clima. Aunque la investigación científica debe continuar, resulta claro por las evidencias acumuladas que el aumento de emisión de gases destructivos, el agotamiento de la capa protectora de ozono, la destrucción masiva de los bosques americanos y el así llamado “efecto invernadero”, todos amenazan el ecosistema de la Tierra.
Estos problemas son principalmente debidos al egoísmo humano y a la búsqueda egocéntrica de tener más y más mediante la producción siempre creciente, el consumo ilimitado y el agotamiento de los recursos no renovables.
La crisis ecológica está arraigada en la avaricia de la humanidad y en el rechazo de la práctica de una buena y fiel administración dentro de los límites divinos de la creación.
Los adventistas abogan por un estilo de vida sencillo y saludable, en el que la gente no participa de la rutina del consumismo ilimitado, la búsqueda incesante de bienes y la producción de basura. Llamamos a respetar la creación, a restringir el uso de los recursos del mundo, a evaluar de nuevo las necesidades personales y a reafirmar la dignidad de la vida creada.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (ADCOM) y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día cree que la humanidad fue creada a la imagen de Dios, y de este modo actúa como sus mayordomos para administrar el ambiente natural que lo rodea en forma fiel y fructífera. La naturaleza es un don de Dios.
Desafortunadamente, los hombres y las mujeres han estado involucrados en forma creciente en una destrucción irresponsable de los recursos de la Tierra, lo que resulta en sufrimiento muy difundido, degradación del ambiente y la amenaza de cambios en el clima. Aunque la investigación científica debe continuar, por las evidencias acumuladas es claro que la creciente emisión de gases destructivos, la destrucción masiva de los bosques tropicales del continente americano y el agotamiento de la capa protectora de ozono (el así llamado “efecto invernadero”), todos están amenazando el ecosistema de la Tierra. Hay predicciones lúgubres de calentamiento global, de elevación del nivel del mar, de frecuencia creciente de tormentas e inundaciones destructivas, y de devastadoras desertificaciones y sequías.
Estos problemas son principalmente causados por el egoísmo y la codicia humanos, que resultan en producción siempre creciente, consumo sin límites y el agotamiento de los recursos no renovables. Se analiza la solidaridad con las generaciones futuras, pero la presión de los intereses inmediatos reciben la prioridad. La crisis ecológica nace de la codicia humana y del rechazo de practicar una buena y fiel administración.
El gobierno y el pueblo de Costa Rica merecen felicitaciones por su apoyo a una reglamentación abarcante de desarrollo sustentable en armonía con la naturaleza.
Los adventistas abogan por un estilo de vida sencillo y sano, en el que la gente no entra en la rutina del consumo sin límites, la acumulación de bienes y la producción de basura. Se necesita una reforma en el estilo de vida, basada en el respeto por la naturaleza, la restricción del uso de los recursos humanos, la evaluación renovada de las necesidades personales y la reafirmación de la dignidad de la vida creada.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) para ser difundida por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en la sesión del Concilio Anual celebrado en San José, Costa Rica, del 1º al 10 de octubre de 1996.
El lazo familiar es el más íntimo, el más tierno y la más sagrada de todas las relaciones humanas sobre la Tierra. Dios instituyó la familia como la proveedora principal de las relaciones cálidas y preocupada por el bienestar que el corazón humano anhela.
En el círculo familiar se satisfacen en forma significativa la necesidad profunda y permanente de un sentido de pertenencia, del amor y de la intimidad.
Dios bendice a la familia y tiene la intención de que sus miembros se ayuden mutuamente a alcanzar la madurez y la integración. En la familia cristiana, el sentido de valor personal y de dignidad de cada miembro es afirmado y protegido en un ambiente de respeto, igualdad, sinceridad y amor. En este círculo íntimo se desarrollan las primeras actitudes y las que son las más duraderas como relaciones, y se trasmiten los valores de una generación a la siguiente.
Dios también deseaba que por las relaciones familiares se obtuviera una revelación de sí mismo y de sus caminos. El matrimonio debe estar sostenido con amor mutuo, honor, intimidad y una dedicación para toda la vida, pues son los materiales que lo constituyen. Esta unión refleja el amor, la santidad, la proximidad y la permanencia del lazo entre Cristo y su iglesia.
El adiestramiento y la corrección de los niños por sus padres, y la correspondiente respuesta de los hijos al afecto que les muestran, refleja la experiencia de los creyentes como hijos de Dios. Por la gracia de Dios, la familia puede ser una agencia poderosa para conducir a sus miembros a Cristo.
El pecado ha pervertido los ideales de Dios para el matrimonio y la familia. Además, la complejidad creciente de la sociedad y el enorme estrés que afecta a las relaciones lleva a que haya crisis en muchas familias actuales.
Los resultados son evidentes en las vidas con relaciones quebradas, que son disfuncionales, y caracterizadas por una falta de confianza, conflictos, hostilidad y separación. Muchos miembros de la familia, incluyendo a los padres y los abuelos, pero especialmente las esposas y los hijos, sufren de violencia familiar. El abuso, tanto emocional como físico, ha alcanzado proporciones epidémicas. El creciente número de divorcios es una señal de un lto grado de discordia e infelicidad matrimoniales.
Las familias necesitan experimentar una renovación y una reforma en sus relaciones. Esto les ayudará cambiar las actitudes y prácticas destructivas que prevalecen en muchos hogares de hoy. Mediante el poder del evangelio, los miembros de las familias son capacitados para reconocer su pecaminosidad individual, y para aceptar las necesidades de unos y otros, y recibir el efecto redentor de Cristo en sus vidas y sus relaciones. Aunque algunas relaciones familiares no llegan a ser las ideales, y el restablecimiento de las experiencias dañinas sufridas pueden no lograrse en forma completa, donde reina el amor de Cristo, su Espíritu promoverá la unidad y la armonía, haciendo de esos hogares canales de gozo y poder que den vida en la iglesia y la comunidad.
Esta declaración pública fue puesta en circulación por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
La violencia familiar incluye cualquier tipo de agresión —verbal, física, emocional, sexual, o la negligencia activa o pasiva— cometida por una persona o personas contra otra dentro del círculo familiar, sin importar si son casados, parientes, o de si viven juntos o separados, o son divorciados.
Estudios actuales llevados a cabo internacionalmente muestran que la violencia en la familia es un problema global, y que ocurre entre individuos de todas las edades y nacionalidades, en todos los niveles socioeconómicos, y en familias con todos los tipos de antecedentes religiosos o no religiosos. Se encontró también que el promedio de incidencia es similar tanto en las ciudades, como en las comunidades urbanas, suburbanas, y rurales.
La violencia familiar se manifiesta de diferentes maneras. Por ejemplo, puede ser la agresión física contra uno de los cónyuges. Las agresiones emocionales tales como las amenazas verbales, los accesos de ira, la desvalorización de la personalidad del otro y las exigencias irreales de perfección, son también abuso. El abuso puede, incluso, tomar la forma de coerción y violencia física dentro de la relación sexual conyugal, o la de una amenaza de violencia a través del uso de un comportamiento intimidatorio verbal o no verbal. Incluye prácticas tales como el incesto y el maltrato o el descuido de menores de edad que resulta en lesiones o daños producidos por parte de uno de los padres o tutores. La violencia contra los ancianos se manifiesta en agresiones físicas, psicológicas, sexuales, verbales, materiales, y en el abuso o negligencia médica.
La Biblia indica claramente que la señal distintiva de los cristianos creyentes es la calidad de sus relaciones humanas, tanto en la iglesia como en la familia, que, en el espíritu de Cristo de aceptación y amor, busca afirmar y edificar a los otros en vez de abusar o agredirse uno a otro. No hay lugar entre los seguidores de Cristo para el control tiránico y el abuso de poder o la autoridad. Los discípulos de Cristo, motivados por su amor, son llamados a respetar y preocuparse por el bienestar de los otros, a aceptar a hombres y a mujeres como iguales, y a reconocer que cada persona tiene derecho al respeto y a la dignidad. El fracaso en relacionarse de esta forma con los demás viola su personalidad y desvaloriza a los seres humanos creados y redimidos por Dios.
El apóstol Pablo, al referirse a la iglesia, habla de los “domésticos de la fe” que actúan como una prolongación de la familia, proveyendo aceptación, comprensión y ánimo a todos, especialmente a aquellos que están heridos o tienen desventajas. La Escritura habla de la iglesia como una familia donde el crecimiento personal y espiritual puede ocurrir a medida que los sentimientos de traición, rechazo y dolor son sustituidos por el perdón, la confianza y la entereza. La Biblia también habla de la responsabilidad personal del cristiano de proteger el templo de su cuerpo contra la profanación porque es el lugar de habitación de Dios.
Lamentablemente, la violencia familiar ocurre en muchos hogares cristianos, y nunca debe ser justificada porque afecta profundamente la vida de todos los involucrados y muchas veces produce una percepción distorsionada de Dios, de uno mismo y de los demás.
Creemos que la iglesia tiene la responsabilidad de:
1) Cuidar de las personas involucradas en violencia familiar y atender a sus necesidades:
a) Escuchando y aceptando a las personas que sufren abuso, dándoles amor y la seguridad de su valía e importancia.
b) Destacando las injusticias del abuso y hablando en defensa de las víctimas, tanto en la comunidad de fe como en la sociedad.
c) Proveyendo un ministerio humanitario y de apoyo a las familias afectadas por la violencia y el abuso, tratando de que tanto las víctimas como los agresores tengan acceso al consejo de profesionales adventistas, cuando tal cosa es posible, o a la red de recursos profesionales disponibles en la comunidad.
d) Animando a los profesionales adventistas a especializarse y al establecimiento del servicio de profesionales licenciados por la iglesia, tanto para los miembros de iglesia como para las comunidades circundantes.
e) Ofreciendo un ministerio de reconciliación cuando el arrepentimiento del agresor abre la posibilidad del perdón y la restauración en las relaciones. El arrepentimiento siempre incluye la aceptación total de la responsabilidad por los errores cometidos, la disposición para hacer restitución en todas las formas posibles, y cambios en la conducta para eliminar el abuso.
f) Proyectando la luz del evangelio sobre la naturaleza de las relaciones esposo-esposa, padres-hijos y otras relaciones próximas, y capacitar a las personas y familias a crecer a la luz de los ideales de Dios en su vida de relación.
g) Guardándose contra la tendencia a aislar en la familia o en la iglesia, tanto a las víctimas como a los agresores, aunque responsabilizando firmemente a los agresores por sus actos.
2) Fortalecer la vida familiar:
a) Ofreciendo una educación para la vida familiar que esté orientada hacia la gracia y que incluya la comprensión bíblica de la reciprocidad, la igualdad y el respeto indispensable en las relaciones cristianas.
b) Comprendiendo mejor cuáles son los factores que contribuyen a la violencia familiar.
c) Tratando de romper el círculo recurrente de la violencia y el abuso observado a menudo dentro de las familias y a través de las generaciones.
d) Corrigiendo aquellas creencias religiosas y culturales sostenidas comúnmente que pueden ser usadas para justificar o encubrir la violencia familiar. Por ejemplo, aunque los padres son instruidos por Dios para corregir redentoramente a sus hijos, esta responsabilidad no les da licencia para el uso de la crueldad, o para tomar medidas disciplinarias punitivas.
3) Aceptar nuestra responsabilidad moral de estar alerta y reaccionar frente al abuso dentro de las familias de nuestras congregaciones y comunidades, y sostener que tal conducta abusiva es una violación de las normas de vida adventistas. Ninguna indicación o informes de abuso debe ser minimizado, sino por el contrario, seriamente considerado. Para los miembros de la iglesia el permanecer indiferentes e insensibles equivale a condonar, perpetuar y, posiblemente, extender la violencia familiar.
Si vamos a vivir como hijos de la luz, debemos iluminar las tinieblas dondequiera la violencia familiar ocurra en nuestro medio. Debemos cuidar los unos por los otros, aunque sería más fácil hacernos los desentendidos.
(Estas declaraciones están basadas en los principios expresados en los siguientes textos: Éxo. 20:12; Mat. 7:12; 20:25-28; Mar. 9:33-35; Juan 13:34; Rom. 12:10, 13; 1 Cor. 6:19; Gál. 3:28; Efe. 5:2, 3, 21-27; 6:1-4; Col. 3:12-14; 1 Tes. 5:11; 1 Tim. 5:5-8.)
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) el 27 de agosto de 1996, y fue enviada para su consideración por el Concilio Anual realizado en San José, Costa Rica, realizado entre el 1º y el 10 de octubre de 1996.
Mutilaciones genitales femeninas
Introducción
Como parte de su misión al mundo entero, los adventistas tienen el compromiso firme de proporcionar el cuidado de la salud que conserve y restaure la integridad humana. Por integridad queremos decir el desarrollo armonioso de las dimensiones física, intelectual, social y espiritual de la vida de una persona, unificados mediante una relación amante con Dios y expresada en un servicio generoso en favor de otros. Por cuanto los adventistas creen que cada ser humano fue creado a la imagen de Dios como una persona unificada, en vez de una dualidad de cuerpo y alma, creemos en un ministerio de gracia que afecta todos los aspectos de la vida humana, incluyendo el bienestar físico y emocional.
El ministerio a toda persona lleva a los adventistas a estar preocupados por la práctica generalizada de la mutilación genital femenina.* Con frecuencia se la menciona como “circuncisión femenina” o, más recientemente, como el “corte genital femenino”, prácticas que cada año afectan a decenas de millones de mujeres y niñas vivientes, y millones de otras niñas desfiguradas. Estas estimaciones no incluyen las niñas jóvenes que mueren como resultado de formas más radicales de mutilación genital. Estas prácticas varían desde la extirpación del prepucio del clítoris hasta la eliminación total de la vulva con el cierre de la abertura vaginal. Nuestra preocupación central, expresada en esta declaración de principios, es por todas las formas de daños genitales femeninos que conducen a una disfunción física o un trauma emocional. Además, tales procedimientos a menudo se hacen con instrumentos que no están limpios, sin anestesia, y en niñas sometidas a la fuerza entre los cuatro y los doce años de edad. El resultado son hemorragias, shock, infecciones, incontinencia, daños a los órganos que rodean la región y grandes cicatrices. En adición a esta devastación física, la mutilación genital es también emocionalmente traumática.
Las mujeres que han estado sujetas a la mutilación genital a menudo también están afligidas con diversos problemas ginecológicos de largo alcance, incluyendo fístulas, infecciones crónicas y problemas con la menstruación.
Al ingresar al matrimonio, el acto sexual generalmente es un evento doloroso y traumático, que a menudo necesita la reapertura de la zona vaginal sacrificada. También se dificulta el parto debido a la escarificación rígida de los tejidos. A veces, también ocurre la muerte del feto y de la madre.
En las culturas donde abunda la mutilación genital femenina, por diversas razones dicha práctica se considera justificada. Por ejemplo, se cree que tal mutilación preservará la virginidad de una mujer no casada, ayudará a controlar sus impulsos sexuales, fortalecerá la fidelidad sexual en las mujeres casadas y aumentará el placer sexual de sus esposos. También se cree que la eliminación de todo o de parte del aparato genital femenino mejora la limpieza, es deseable desde el punto de vista estético y hace que el parto sea más seguro para el niño. Por causa de estas creencias, las mujeres que no han sufrido tales procedimientos pueden ser consideradas no preparadas para el matrimonio. A pesar de las evidencias contra esas razones, y a pesar de los esfuerzos de numerosas organizaciones en favor de los derechos humanos, la práctica de la mutilación genital femenina continúa en diversas culturas, y en algunos países sobrepasa el 90%.
En algunas culturas se defiende la mutilación genital femenina como una forma de práctica religiosa. Aunque los adventistas sostienen firmemente la protección de la libertad religiosa, creen que el derecho de practicar una religión no autoriza el dañar a otra persona. De este modo, la apelación a la libertad religiosa no justifica la mutilación genital femenina.
Principios bíblicos
La oposición de la Iglesia Adventista a la mutilación genital femenina se basa en los siguientes principios bíblicos:
1) Preservación de la vida y la salud. La Biblia señala que la creación de Dios era buena, incluyendo la creación de los seres humanos (Gén. 1:31; Sal. 139:13, 14). Dios es la fuente y el sustentador de la vida humana (Job 33:4; Sal. 36:9; Juan 1:3, 4; Hech. 17:25, 28). Dios demanda la preservación de la vida humana y tiene a la humanidad por responsable de su destrucción (Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13: Deut. 24:16; Jer. 7:3-34). El cuerpo humano es el “templo del Espíritu Santo”, y se anima a los seguidores de Dios a cuidar sus cuerpos y conservarlos, incluyendo el don divino de la sexualidad, como una responsabilidad espiritual (1 Cor. 6:15-19). Como la mutilación genital femenina es perjudicial para la salud, una amenaza a la vida y dañina para la función sexual, es incompatible con la voluntad de Dios.
2) La bendición de la intimidad marital. Las Escrituras celebran el don divinamente ordenado de la intimidad sexual dentro del matrimonio (Ecl. 9:9; Prov. 5:18, 19; Cant. 4:16-5:1; Heb. 13:4). Debe renunciarse a la práctica de la mutilación genital femenina porque amenaza el propósito del Creador de que la experiencia sexual fuera gozosa para las parejas casadas.
3) Procreación saludable. Para las parejas casadas, el don de la unión sexual puede ser bendecido en forma adicional por el nacimiento de niños (Sal. 113:9; 127:3-5; 128:3; Prov. 31:28). El hecho de que la mutilación genital femenina amenaza el nacimiento exitoso es una razón adicional para la oposición a esa práctica.
4) La protección de personas vulnerables. Las Escrituras prescriben que deben hacerse esfuerzos especiales para cuidar de los que son más vulnerables (Deut. 10:17-19; Sal. 82:3, 4; 24:11, 12; Isa. 1:16, 17; Luc 1:52-54). Jesús enseñó que se debe amar a los niños y protegerlos (Mar. 10:13-16; 18:4-6). La mutilación genital de las niñas viola el mandato bíblico de salvaguardar a los niños y protegerlos de daños y abusos.
5) Cuidado compasivo. El amor al prójimo estimula a los cristianos a proporcionar cuidado compasivo a quienes han sido lastimados (Luc. 10:25-37; Isa. 61:1). Se pide a los cristianos que cuiden con compasión a quienes han experimentado traumas físicos o emocionales causados por la mutilación genital femenina.
6) Compartir la verdad. Se llama a los cristianos a vencer el error expresando la verdad con amor (Sal. 15:2, 3; Efe. 4:25). La verdad fundamental del evangelio tiene la intención de liberar a la gente de todo tipo de esclavitud a la falsedad (Juan 8:31-36). De este modo, los cristianos deberían unirse para compartir información exacta acerca del daño de la mutilación genital femenina y de las creencias que apoyan esta práctica.
7) Respeto por la cultura. Los cristianos deben ser sensibles y respetuosos de las diferencias culturales (1 Cor. 9:19-23; Rom. 12:1, 2). Al mismo tiempo, creemos que los principios divinos trascienden las tradiciones culturales (Dan. 1:8, 9; 3:17, 18; Mat. 15:3; Hech. 5:27-29). Los principios fundamentales de las Escrituras proporcionan una base para la transformación de las prácticas culturales. Aunque reconocemos que la mutilación genital femenina está firmemente arraigada en muchas culturas, encontramos que esta práctica es incompatible con los principios divinamente revelados.
Conclusión
Por cuanto la mutilación genital femenina amenaza la salud física, emocional y de relaciones, los adventistas se oponen a esta práctica. La iglesia llama a sus profesionales del cuidado de la salud, a los educadores, a las instituciones médicas y a sus feligreses, junto con las personas de buena voluntad, a cooperar en los esfuerzos por eliminar la práctica de la mutilación genital femenina. Mediante la educación y la presentación amante del evangelio, es nuestra esperanza y nuestra intención que quienes están amenazadas por esta práctica encuentren protección e integridad, y que quienes han sufrido con esa práctica encuentren solaz y cuidado compasivo.
Este documento fue adoptado por la Comisión del Concepto Cristiano de la Vida Humana de la Asociación General en abril de 2000, y fue referido a aquellos departamentos e instituciones de la iglesia que pueden encontrar útil este material
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* Actualmente se clasifica la práctica de los diferentes tipos de mutilación genital femenina del siguiente modo:
“Tipo I - Extirpación del prepucio, con o sin extirpación de una parte o de todo el clítoris.
“Tipo II - Extirpación del clítoris con extirpación parcial o total de los labios menores.
“Tipo III - Extirpación de una parte o de todos los órganos genitales exteriores y la sutura/estrechamiento de la abertura vaginal (infibulación).
“Tipo IV - No clasificados: incluye perforar, pinchar o hacer incisiones en el clítoris y/o los labios; cauterización por quemadura del clítoris y tejidos circundantes; raspado de los tejidos que rodean el orificio vaginal (cortes angurya) o cortes en la vagina (cortes gishiri); introducción de sustancias corrosivas o hierbas en la vagina para producir sangrados, o con el propósito de estrecharla o endurecerla, y cualquier otro procedimiento que caiga dentro de la definición de mutilación genital femenina dada más arriba”.—Clasificación tomada de Female Genital Mutilation: A Joint WHO, UNICEF, UNFPA Statement. Publicado por la Organización Mundial de la Salud, Ginebra, 1997.
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Los juegos de azar —definidos como aquellos en los que hay que pagar, impactan en forma creciente a más y más personas en el mundo entero.
La idea de ganar a expensas de otros ha llegado a ser una maldición moderna.
La sociedad paga grandes costos por los crímenes asociados a ellos, por el sostén de las víctimas y por la destrucción de las familias, ya que todo esto erosiona la calidad de vida. Los adventistas se han opuesto en forma consistente a los juegos de azar por ser incompatibles con los principios cristianos. No es una forma apropiada de entretenimiento o un medio legítimo para recolectar fondos.
Los juegos de azar violan los principios cristianos de la mayordomía.
Dios identifica al trabajo como el método apropiado para obtener beneficios materiales, y no un juego de azar en el que se sueña con ganar a expensas de otros. Los juegos de azar tienen un impacto masivo sobre la sociedad, y producen grandes costos financieros por los crímenes que se cometen para mantener los hábitos del juego, por el aumento en el costo de la seguridad pública y los gastos legales, así como por los crímenes asociados que involucran drogas y prostitución. Los juegos de azar no generan ingresos; más bien, lo quitan de aquellos que a menudo no pueden darse el lujo de perder, y produce unos pocos ganadores; el mayor ganador, por supuesto, es el operador de esos juegos. La idea de que la práctica del juego puede tener un beneficio económico positivo es una ilusión. Además, los juegos por dinero violan el sentido cristiano de responsabilidad por la familia, los vecinos, los necesitados y la iglesia.1
El juego crea esperanzas falsas. El sueño de ganar “la Grande” reemplaza a la verdadera esperanza con falsos sueños de posibilidades de ganar, porque estadísticamente son improbables. Los cristianos no deben poner sus esperanzas en la riqueza. La esperanza cristiana de un futuro glorioso prometido por Dios es “segura y verdadera”, a diferencia y en oposición al sueño de juego. La gran ganancia que señala la Biblia es una “piedad acompañada de contentamiento”.2
Los juegos de azar son adictivos. La cualidad adictiva del juego es claramente incompatible con un estilo de vida cristiano. La iglesia procura ayudar a quienes sufren de la adicción al juego y a otras adicciones, y no culparlos. Los cristianos reconocen que son responsables ante Dios por sus recursos y estilo de vida.3
La organización adventista no condona las rifas o loterías para reunir fondos, y estimula a sus miembros a no participar en alguna actividad tal, bien intencionada que sea. Tampoco la iglesia mira con buenos ojos los juegos de azar patrocinados por el Estado. La Iglesia Adventista del Séptimo Día invita a todas las autoridades a prevenir la siempre creciente disponibilidad del juego con sus efectos dañinos sobre los individuos y la sociedad.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día rechaza los juegos de azar como fueron definidos más arriba, y no solicitará ni aceptará financiaciones que sean claramente derivadas del juego.
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Referencias:
1 1 Tes. 4:11; Gén. 3:19; Mat. 19:21; Hech. 9:36; 2 Cor. 9:8, 9.
2 1 Tim. 6:17; Heb. 11:1; 1 Tim. 6:6.
3 1 Cor. 6:19, 20.
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), para ser publicada en ocasión del Congreso de la Asociación General celebrado en Toronto, Canadá, del 29 de junio al 9 de julio de 2000.
Introducción
Los avances recientes en medicina y tecnología genética permiten tratar enfermedades humanas por medio de la alteración de los genes en las células del paciente. Aunque los métodos del naciente campo de la medicina genética todavía están en desarrollo, el ritmo de las pruebas clínicas y los recientes progresos sugieren que la terapia genética llegará a ser una opción común y versátil. Esta perspectiva subraya la necesidad de que los cristianos identifiquen los principios morales de su fe que se aplican a la práctica de la terapia genética humana.
Descripción general
La terapia genética utiliza el ADN o el ARN, los productos químicos que constituyen los genes, para curar o mejorar defectos heredados o enfermedades adquiridas. El material genético terapéutico puede destinarse a remplazar genes defectuosos en las células de los pacientes, o a proporcionar información genética suplementaria para regular la función de los genes normales. El ADN puede provenir casi de cualquier fuente: animales, plantas, microbios, virus, o pueden ser sintéticos sin contraparte en la naturaleza.
El efecto del material introducido puede ser intencionalmente temporario, o puede ser permanente. A menudo los resultados alcanzados por la terapia genética no se pueden obtener de ninguna otra manera. Las enfermedades que primero fueron consideradas para la terapia genética eran condiciones hereditarias poco comunes. Posteriormente, el foco avanzó a tratamientos genéticos para males corrientes: cáncer, enfermedades del corazón, hipertensión, diabetes, etc.
Descubrir maneras eficientes de introducir genes en un gran número de células específicas para producir los mayores beneficios ha sido el desafío técnico que limita la utilidad de la terapia genética. En la mayoría de las pruebas clínicas se usaron virus como “vectores” o “vehículos” para llevar el ADN nuevo, porque los virus son increíblemente eficientes para infectar las células con sus propios genes. Un virus vector típico se construye quitando los genes que el virus usaría para replicarse, o dañar la célula huésped, y remplazarlos con genes terapéuticos. Se han usado en diferentes casos el adenovirus (el virus del resfriado común), el retrovirus (virus pariente del HIV), un virus adenoasociado (un pequeño virus que no causa enfermedad), el virus del herpes y varios otros. Todos los virus vectores tienen características que limitan su utilidad y a menudo involucran un riesgo médico en su uso. Otros medios para insertar genes en las células, que no involucran virus, pueden desarrollarse también, pero los métodos no virales son menos efectivos.
Terapia genética somática
Las categorías de la terapia genética se definen por la posibilidad de heredar los cambios que ella causa. La terapia genética somática altera los genes en las células que pueden estar ubicadas en cualquier lugar del cuerpo, excepto en las células reproductoras. Se han propuesto como blancos muchos órganos diferentes: médula ósea, hígado, músculos, piel, pulmones, vasos sanguíneos, corazón, cerebro. Sin embargo, la terapia somática evita conscientemente hacer cambios genéticos que pueden ser trasmitidos a los descendientes del paciente. En consecuencia, esta forma de terapia genética tiene el mismo blanco que la medicina convencional: salvar la vida, o aliviar el sufrimiento de la persona tratada.
La terapia genética somática se divide en dos clases, que dependen de cómo se introduce el gen nuevo. En muchas situaciones las células primero se retiran del paciente, y luego se tratan en el laboratorio, un procedimiento que a menudo se llama terapia genética ex vivo. Después que se ha realizado la modificación genética, las células son devueltas al paciente con la esperanza de que se ubicarán en el tejido determinado, en número suficiente para lograr los efectos deseados. Como los protocolos ex vivo deben ser designados individualmente para cada persona, exigen mucha labor y gran costo. Un objetivo actual es lograr la modificación genética in vivo, introduciendo los genes terapéuticos directamente en el paciente. Actualmente, ninguno de los vehículos disponibles puede buscar la célula blanco en forma efectiva e inyectar su carga de genes con suficiente eficiencia para lograr los efectos deseados.
Aunque ha habido muchas pruebas clínicas de terapia somática, pocos han tenido éxito sin ambigüedades. Las técnicas para introducir los genes terapéuticos en las células del cuerpo son todavía primitivas, ineficientes y potencialmente riesgosas. La muerte de un joven paciente en una prueba clínica a fines de 1999 demuestra que no se ha logrado todavía un nivel de seguridad adecuado.
Terapia genética germinal
En contraste con la terapia genética somática, la terapia genética germinal hace cambios genéticos intencionales en las células reproductoras. Como resultado, el cambio puede ser heredado por los descendientes del paciente original. De este modo, la terapia germinal deliberadamente intenta mejorar no sólo la condición del paciente, sino también la de sus descendientes por varias generaciones futuras. A este respecto representa un objetivo fundamentalmente nuevo para la intervención médica. Ofrece la ventaja potencial de eliminar la causa de una condición debilitante, en vez de tratar separadamente a los individuos afectados en cada generación sucesiva.
La técnica involucra la introducción manual precisa del ADN en los huevos fertilizados individualmente, o en las células de los embriones en etapas muy tempranas de su desarrollo. Actualmente, las modificaciones germinales se han realizado sólo en animales. Además de los riesgos de salud que comparte con las tecnologías avanzadas de reproducción,* la terapia germinal está asociada con un riesgo más alto de muerte embrionaria y fetal, nacimiento de fetos muertos, y muertes infantiles, anormalidades físicas y defectos genéticos. Más allá del problema fundamental de la seguridad, la terapia genética plantea serias preocupaciones ética. Éstas incluyen el problema del consentimiento informado de las personas que no han nacido todavía, evaluar las consecuencias de largo alcance de las alteraciones genéticas, la posible reducción de la diversidad humana por la eliminación sistemática de rasgos específicos, el determinismo genético impuesto por las elecciones del paciente original y los terapeutas genéticos, la perspectiva de que la terapia germinal pueda ser usada en programas eugénicos, y el tema problemático de usarlo para desarrollar mejoras cosméticas. Por causa de estos problemas de seguridad y éticos no resueltos todavía, se procura desanimar la terapia germinal o prohibirla.
Principios bíblicos
Aunque la terapia genética todavía está en su infancia, es nuestra responsabilidad moral como cristianos reflexivos darnos cuenta de su potencial para satisfacer necesidades humanas, para comprender los riesgos biológicos y genéticos que involucra, y evitar su mal uso. Las decisiones en esta área compleja y en evolución deberían ser hechas en armonía con los siguientes principios bíblicos:
1) Aliviar el sufrimiento y preservar la vida. La Biblia describe a Dios como incansablemente preocupado por la salud, el bienestar y la restauración de sus criaturas (Prov. 3:1-8; Sal. 103:2, 3; Mar. 10:29-31; 11:4, 5; Hech. 10:38; Juan 10:10). Explícitamente nos ordena seguir con su ministerio de curación (Mat.10:1; Luc. 9:2). Hasta el punto en que la terapia genética pueda prevenir enfermedades y restaurar la salud, debería dársele la bienvenida como un medio de cooperar con la iniciativa divina para aliviar sufrimientos evitables.
2) Seguridad, protección de daños. Las Escrituras nos encargan que defendamos a los vulnerables en la sociedad (Deut. 10:17-19; Sal. 9:9; Isa. 1:16, 17; Mat. 25:31-36; Luc. 4:18, 19). Cuando la enfermedad o el desorden genético no amenaza la vida, la intervención genética puede considerarse sólo cuando se haya logrado un alto nivel de seguridad y la vida sea protegida en todas las etapas de su desarrollo. Aun en situaciones donde la vida está en juego, los riesgos involucrados en la intervención genética debe ser ampliamente equilibrada por las perspectivas de curación.
3) Honrar la imagen de Dios. Los seres humanos, creados a la imagen de Dios (Gén. 1:26, 27), son diferentes en clase y grado de todas las demás criaturas terrenales, con capacidades dadas por Dios de razonar, de apreciar valores espirituales y de hacer decisiones morales (1 Rey. 3:9; Dan. 2:20-23; Fil. 4:8, 9; Sal. 8:3-8; Ecl. 3:10, 11). Debe tenerse gran precaución en cualquier acto que pueda cambiar en forma permanente el genoma humano de manera que afecte estas capacidades.
4) Proteger la autonomía humana. Dios asigna un alto valor a la libertad humana (Deut. 30:15-20; Gén. 4:7). Deben rechazarse las alteraciones genéticas que podrían limitar las capacidades individuales, restringir la participación en la sociedad, reducir su autonomía o socavar la libertad individual.
5) Entender la creación de Dios. Siendo que Dios otorgó a los seres humanos la inteligencia y la creatividad, él quiere que ellos acepten su responsabilidad sobre su creación (Gen. 1:28) y crezcan en su comprensión de los principios de la vida, incluyendo el funcionamiento de sus cuerpos (Mat. 6:26, 29; 1 Cor. 14:20; Sal. 8:3-9; 139:1-6, 13-16). La investigación y el examen éticos sólo pueden aumentar nuestro aprecio de la sabiduría y la bondad de Dios.
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* Ver la declaración de la CVHLC (Comisión del Concepto Cristiano de la Vida Humana), “Consideraciones sobre la reproducción humana asistida”, emitida el 26 de julio de 1994. Los Editores: Dicha declaración fue incorporada a este libro (ver las pp. 270 y 271).
Este documento fue adoptado por la Comisión del Concepto Cristiano de la Vida Humana (CVHLC) de la Asociación General en abril de 2000, y enviado a los departamentos de la iglesia y las instituciones que puedan encontrar útil este material.
Principios operativos
1) Cristo ministró a la persona total. Siguiendo su ejemplo, la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día incluye un ministerio de curación para la persona completa: cuerpo, mente y espíritu. El ministerio de sanidad incluye el cuidado y la compasión por los enfermos y los que sufren.
También incluye el mantenimiento de la salud. Este ministerio de sanidad lo integra la enseñanza de los beneficios positivos de seguir las leyes de la salud, la interrelación de las leyes espirituales y las naturales, la responsabilidad del hombre por estas leyes, y la gracia de Cristo que asegura una vida victoriosa.
2) Las instituciones del cuidado de la salud (hospitales, clínicas médicas y dentales, hogares de ancianos y de recuperación, centros de rehabilitación, etc.) funcionan como parte integral del ministerio total de la iglesia, y siguen las normas de la iglesia que incluyen el mantenimiento de lo sagrado del sábado al promover una atmósfera sabática para el personal y los pacientes, evitando los trabajos rutinarios, los servicios electivos de diagnostico y las terapias electivas en sábado. Estas normas también incluyen la promoción de una dieta lacto-ovo-vegetariana libre de estimulantes y alcohol, y un ambiente libre del humo del tabaco. Se promoverá el control del apetito, se controlará el uso de drogas que potencialmente pueden llevar al abuso y no se permitirá el uso de técnicas que involucren el control de una mente por otra. Las instituciones deben ser dirigidas como una función de la iglesia, con actividades y prácticas claramente identificadas como un testimonio singular de los adventistas.
3) En armonía con la reafirmación que dio Cristo de la dignidad del hombre y su demostración de amor, que perdona y se interesa sin tener en cuenta el pasado, y que mantiene el derecho de elección individual en el futuro, las instituciones para el cuidado de la salud adventistas deben poner en una prioridad elevada la dignidad personal y las relaciones humanas. Esto incluye el diagnóstico y el tratamiento apropiados hechos por personal competente; un ambiente seguro y cuidadoso que conduce a la curación de la mente, el cuerpo y el espíritu; y una educación en los hábitos saludables de vida. También incluye el cuidado y el apoyo del paciente y su familia a lo largo del proceso que conduce a la muerte.
4) Los procedimientos médicos y los reglamentos acerca del cuidado de la salud siempre deben reflejar una elevada consideración y preocupación por el valor de la vida humana como así también la dignidad humana.
5) Las instituciones del cuidado de la salud adventistas funcionan como parte de la comunidad y la nación en la que están localizadas. La salud de la comunidad y de la nación es una preocupación de cada institución mientras representan el amor de Cristo ante esas comunidades. Se respetan las leyes y las reglamentaciones del país para el funcionamiento de las instituciones y se siguen los procedimientos para obtener la habilitación de su personal.
6) Las instituciones dan la bienvenida a los clérigos de todos los credos para visitar a sus parroquianos.
7) La misión de las instituciones de representar a Cristo ante la comunidad, y especialmente ante quienes utilizan sus servicios, se cumple por medio de un personal compasivo y competente que sostiene las prácticas y las normas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Para el desarrollo del personal de las instituciones se ofrecen regularmente clases que ayudan al personal a mantenerse al día en lo profesional, a crecer en la comprensión de Dios y a compartir el amor de Dios. Planes de largo alcance sostienen la educación formal del personal en perspectiva, incluyendo la utilización de la institución con el propósito de prácticas para los estudiantes.
8) Las instituciones deben operar de un modo financieramente responsable, y en armonía con el Workíng Policy [Manual de reglamentos eclesiástico administrativos] de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
9) La prevención primaria y la educación para la salud serán una parte integrante del énfasis en la salud de las instituciones para el cuidado de la salud.
10) La administración y el funcionamiento de las instituciones específicas para el cuidado de la salud se realizará con consultas regulares y permanentes con el Departamento de Salud y Temperancia. La comunicación incluirá los departamentos de Salud y Temperancia de la asociación/misión, la unión, la división y la Asociación General, según lo sugieran las circunstancias y las ocasiones.
Establecimiento y clausura de instituciones para el cuidado de la salud
Cuando se considere la apertura de una institución nueva, la construcción de una adición importante, o la evaluación del funcionamiento de una institución existente, se considerarán:
a) Los planes de largo alcance de la iglesia en esa región, y si la institución facilita el cumplimiento de la misión de la iglesia.
b) Las necesidades del cuidado de la salud en la región.
c) La disponibilidad de recursos, especialmente los financieros, de personal y equipamiento, para el funcionamiento de la institución.
d) Las normas gubernamentales para el funcionamiento de la institución.
e) La reglamentación gubernamental para clausurar una institución.
f) El impacto que la apertura o la clausura de la institución producirá sobre la iglesia en la región y en la comunidad.
g) Las necesidades educativas de la iglesia.
Esta declaración fue publicada por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual realizado en Nairobi, Kenia, en octubre de 1988. Este documento fue aprobado en el 58º Congreso de la Asociación General, realizado en St. Louis, Missouri, EE.UU., el 1º de julio de 2005.
Resolución acerca de la Santa Biblia
Como delegados al Congreso de la Asociación General reunido en St. Louis, Missouri, en el año 2005, reafirmamos la centralidad de las Escrituras en el mensaje y la vida de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En ellas se revelan la belleza, el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y se nos ofrecen como un don de salvación por medio de la fe en su sacrificio expiatorio. Por medio de ellas Dios se nos revela, transmitiéndonos una expresión auténtica de su carácter, una concepción verdadera de la naturaleza de la realidad, un registro confiable de sus actos, una revelación de sus propósitos y una expresión de su voluntad amorosa hacia nosotros. Las Escrituras constituyen nuestra suprema regla de fe y práctica, y la norma por la cual toda enseñanza y experiencia debe ser probada. Su origen divino les confiere una autoridad y un mensaje que son relevantes para todas las culturas y las trasciende, y puede satisfacer nuestras necesidades más profundas.
Considerando la naturaleza única de las Escrituras, su importancia y los múltiples beneficios que su estudio sistemático trae a la iglesia, nosotros, los delegados al Congreso de la Asociación General, apelamos a todos los creyentes adventistas alrededor del mundo para que hagan una provisión intencional en su rutina diaria para la lectura regular y con oración de las Escrituras. Además, como las verdades bíblicas son para el beneficio de todos, especialmente de aquellos que vendrán a Cristo, instamos a todo creyente a buscar activamente maneras de compartir el mensaje de las Escrituras con otros con el fin de preparar al mundo para el pronto retorno de nuestro Señor.
Nueva Resolución sobre la Santa Biblia
Como delegados ante el Congreso Mundial de la Asociación
General 2015 en San Antonio, Texas, afirmamos nuestro
compromiso con la autoridad de la Biblia como la revelación
infalible de Dios y de su voluntad. En ellas Dios reveló su
plan para redimir al mundo por medio de la encarnación,
vida, muerte, resurrección, ascensión y mediación de
Jesucristo. Como registro confiable de los actos de Dios en
la historia desde la creación hasta la nueva creación y
formuladas con instrucciones doctrinales y éticas, las
Escrituras dan forma la experiencia intelectual y práctica
de los creyentes.
Reconocemos que las Escrituras ofrecen una perspectiva
divina para evaluar los desafíos intelectuales y éticos del
mundo contemporáneo. Dadas las redefiniciones de las
instituciones que Dios dio, como el matrimonio, por ejemplo,
el compromiso con la revelación escrita de Dios continúa
siendo más necesario que nunca. Solo la cosmovisión bíblica
de un Dios amoroso que lucha por redimir a la creación del
pecado y el mal provee a los creyentes un marco coherente
para comprender la realidad y obedecer la ley de Dios.
Reafirmamos que en medio de la desesperanza y el relativismo
del mundo contemporáneo, la Biblia presenta un mensaje de
esperanza y certeza que trasciende el tiempo y la cultura.
La Biblia da la certeza de que en Jesús nuestros pecados han
sido perdonados y la muerte ha sido derrotada. Las
Escrituras también anuncian que Él regresará pronto para
poner fin al pecado y para recrear el mundo. Mientras
esperamos la consumación de todas las cosas, la Biblia nos
llama a vivir una vida santa y a convertirnos en heraldos
del evangelio eterno, aprovechando toda oportunidad y medio
para anunciar las buenas nuevas de palabra y de hecho.
Dada la importancia de las Escrituras, los beneficios de su
estudio para la Iglesia, y los desafíos presentados por el
mundo contemporáneo, los delegados ante el Congreso Mundial
en asamblea llaman a todos los creyentes adventistas del
séptimo día a leer y estudiar la Biblia diariamente y con
oración. Además, debido a los desafíos especiales que
enfrentan los nuevos conversos y los jóvenes, instamos a
cada creyente a buscar maneras de compartir la Biblia con
estos grupos de manera especial y a fomentar su confianza en
la autoridad de las Escrituras. También instamos a los
pastores y a los predicadores a que basen sus sermones en el
texto bíblico y a que hagan de cada sermón una ocasión para
defender la autoridad y la relevancia de la palabra de Dios.
Mostremos la belleza, el amor y la gracia de nuestro Señor
Jesucristo revelados en las Escrituras. Pensemos y actuemos
de acuerdo con la esperanza bíblica del pronto regreso de
Jesús, nuestro Señor.
La salud y la prosperidad de la sociedad están directamente relacionadas con el bienestar de sus partes constitutivas: la unidad familiar. Hoy, tal vez como nunca antes, la familia está en problemas. Los comentadores sociales condenan la desintegración de la vida familiar moderna. Se ataca el concepto cristiano tradicional del matrimonio entre un hombre y una mujer.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día, en esta época de crisis familiar, anima a cada miembro de la familia a fortalecer su dimensión espiritual y su relación familiar mediante el amor mutuo, el honor, el respeto y la re sponsabilidad.
La Creencia Fundamental Nº 23 de la Iglesia Adventista afirma que la relación matrimonial “debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la permanencia de la relación que existe entre Cristo y su iglesia... Si bien es cierto que algunas relaciones familiares pueden estar lejos de ser ideales, los cónyuges que se entregan enteramente el uno al otro en Cristo pueden lograr unidad en amor por medio de la conducción del Espíritu y el apoyo de la iglesia. Dios bendice a la familia y se propone que sus miembros se ayuden unos a otros en sus esfuerzos por lograr la madurez completa. Los padres deben guiar a sus hijos en amor y enseñarles a obedecer al Señor.
Por su ejemplo y sus palabras deben enseñarles que Cristo es su amoroso Maestro, siempre tierno y solícito, que anhela verlos convertirse en miembros de su cuerpo, la familia de Dios”.
Elena de White, una de las fundadoras de la iglesia, afirmó: “La obra de los padres es cimiento de toda otra obra. La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan las cabezas de familia. Del corazón ‘mana la vida’ (Prov. 4:23), y el hogar es el corazón de la sociedad, de la iglesia y de la nación. El bienestar de la sociedad, el buen éxito de la iglesia y la prosperidad de la nación dependen de la influencia del hogar” (El ministerio de curación, p. 269).
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General celebrado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU.
En un mundo devastado por el pecado, se multiplican los amargos frutos de la codicia, la guerra y la ignorancia. Aun en las así llamadas “sociedades opulentas” los desamparados y los pobres constituyen poblaciones crecientes. Más de 10.000 personas mueren de hambre cada día. Dos mil millones de personas más están mal nutridas, y miles más se convierten en ciegos cada año por causa de deficiencias en la dieta. Aproximadamente dos tercios de la población del mundo está atrapada en un ciclo de hambre, enfermedad y muerte.
Hay quienes son culpables por su propia condición, pero la mayoría de estas personas y sus familias se encuentran desamparadas por eventos políticos, económicos, culturales y sociales, que en su mayor parte están fuera de su control.
Históricamente, los que están en tales circunstancias han encontrado socorro y auxilio en el corazón de los seguidores de Cristo. La Iglesia Adventista organizó instituciones compasivas que más tarde fueron asumidas por agencias del gobierno, o viceversa. Estas agencias, aparte de cualquier trivialidad ideológica, reflejan el reconocimiento de la sociedad de que es en bien de sus propios intereses tratar en forma compasiva a los menos afortunados.
Los especialistas en ciencias sociales nos dicen que una cantidad de males encuentra terreno fértil en la pobreza. Sentimientos de desesperanza, de alienación, de envidia y de resentimiento, a menudo conducen a actitudes y conductas antisociales. Luego la sociedad tiene que pagar los efectos posteriores de tales males por medio de tribunales, prisiones y sistemas de asistencia social. La pobreza y el infortunio, como tales, no son la causa de los crímenes y no proporcionan excusas por ellos. Pero cuando se deniegan las demandas de compasión, es muy posible que sigan el desánimo y aun el resentimiento.
La demanda de compasión cristiana está bien fundada. No surge de ninguna teoría de contratos sociales o legales, sino de la clara enseñanza de la Escritura: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8).
El capítulo 58 de Isaías es precioso para los adventistas. Vemos en este capítulo nuestra responsabilidad como quien debe ser “reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar” (vers. 12).
Se llama a restaurar y “desatar las ligaduras de impiedad”, a partir “tu pan con el hambriento... a los pobres errantes albergues en casa... cuando veas al desnudo, lo cubras” (vers. 6, 7). Así, como reparadores de brechas, debemos restaurar y cuidar de los pobres. Al cumplir los principios de la ley de Dios en actos de misericordia y amor, representaremos el carácter de Dios ante el mundo.
Al cumplir hoy el ministerio de Cristo, debemos hacer lo que él hizo, y no sólo predicar el evangelio a los pobres, sino también sanar a los enfermos, alimentar a los hambrientos y levantar a los caídos (ver Luc. 4:18, 19; Mat. 14:14). Pero el versículo 16 de Mateo 14 explica que era así para que no tengan “necesidad de irse”. El propio ejemplo de Cristo es decisivo para sus seguidores.
La respuesta que dio Jesús a la fingida preocupación de Judas por los pobres: “Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Mat. 26:11), nos recuerda que lo que la gente necesita más desesperadamente es el “Pan de vida”. Sin embargo, también reconocemos que lo físico y lo espiritual son inseparables. Al apoyar los planes públicos y de la iglesia para aliviar el sufrimiento, y por los esfuerzos compasivos personales y de conjunto, aumentaremos esa misma actividad espiritual.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
La pobreza está presente en cada
sociedad. La pobreza despoja a los seres humanos de sus
derechos más fundamentales. Mantiene a la gente con hambre;
la priva de atención médica, agua potable, educación,
oportunidad de trabajar, y a menudo resulta en una sensación
de impotencia, desesperanza e inequidad. Cada día, más de
24.000 niños mueren debido a condiciones prevenibles
causadas por la pobreza.
Los adventistas del séptimo día creen que las acciones para
reducir la pobreza y sus consecuencias concomitantes son una
parte importante de la responsabilidad social cristiana. La
Biblia revela claramente el especial interés de Dios en los
pobres y sus expectativas acerca de cómo sus seguidores
deberían responder a los que no son capaces de cuidar de sí
mismos.
Todos los seres humanos llevan la imagen de Dios y son los
recipientes de la bendición de Dios (Lucas 6:20). Al
trabajar con los pobres, seguimos el ejemplo y la enseñanza
de Jesús (Mateo 25:35, 36). Como comunidad espiritual, los
adventistas del séptimo día abogan por la justicia para los
pobres y “abren su boca por el mudo” (Proverbios 31:8) y
contra los que “apartan del juicio a los pobres” (Isaías
10:2). Participamos con Dios, que “tomará a su cargo la
causa del afligido” (Salmo 140:12).
Trabajar para reducir la pobreza y el hambre significa más
que mostrar simpatía por los pobres. Significa abogar por
políticas públicas que ofrezcan justicia y equidad para los
pobres, a favor de su fortalecimiento y sus derechos
humanos. Significa patrocinar y participar en programas que
apuntan a las causas de la pobreza y el hambre, ayudando a
la gente a construir vidas sustentables. Este compromiso con
la justicia es un acto de amor (Miqueas 6:8). Los
adventistas del séptimo día creen que es además un llamado a
vivir vidas de sencillez y modestia que testifiquen contra
el materialismo y la cultura de la opulencia.
Los adventistas del séptimo día se unen a la comunidad
global en respaldar las Metas de Desarrollo del Milenio, de
las Naciones Unidas, para reducir la pobreza en por lo menos
el 50% hasta el año 2015. En apoyo de esto, los adventistas
del séptimo día participan con la sociedad civil, los
gobiernos y otras entidades, trabajando en conjunto local y
globalmente con el fin de colaborar en la obra de Dios
estableciendo justicia perdurable en un mundo quebrantado.
Como seguidores de Cristo nos comprometemos en esta tarea
con decidida esperanza, vigorizada con la visionaria promesa
de Dios de un cielo nuevo y una tierra nueva donde no hay
pobreza o injusticia. Los adventistas son llamados a vivir
creativa y fielmente dentro de la visión del Reino de Dios,
obrando para terminar con la pobreza ahora.
Esta declaración fue aprobada y votada
por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y
difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General
realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3
de julio de 2010.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce que cada ser humano es valioso a la vista de Dios, y por eso buscamos ministrar a todos los hombres y mujeres en el espíritu de Jesús. Creemos también que, por la gracia de Dios y con el ánimo de la comunidad de fe, una persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios.
Los adventistas creemos que la intimidad sexual es apropiada únicamente dentro de la relación marital de un hombre y una mujer. Ese fue el designio establecido por Dios en la creación. Las Escrituras declaran: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). Este patrón heterosexual es afirmado a través de todos las Escrituras. La Biblia no da cabida a la actividad o relación homosexual. Los actos sexuales realizados fuera del círculo de un matrimonio heterosexual están prohibidos (Lev. 20:7-21; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:9-11). Jesucristo reafirmó el propósito de la creación divina cuando dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne’’ (Mat. 19:4-6). Por estas razones los adventistas nos oponemos a las prácticas y relaciones homosexuales.
Los adventistas nos empeñamos en seguir la instrucción y el ejemplo de Jesús. Él afirmó la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él ofreció un ministerio solícito y palabras de consuelo a las personas que luchaban, aunque diferenciaba su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecadoras.
Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General el 3 de octubre de 1999 en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
13 de diciembre de 2017. Departamento Ministerial de la DSA. Para documentos oficiales.
La creciente familiaridad con las necesidades y los desafíos que los hombres y mujeres transgénero experimentan, y el aumento de las cuestiones transgénero con relevancia social a nivel mundial, plantea importantes preguntas no solo para los afectados por el fenómeno transgénero sino también para la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Mientras las luchas y los desafíos de quienes se identifican como transgénero tienen algunos elementos en común con las luchas de todos los seres humanos, reconocemos la singularidad de su situación y la limitación de nuestro conocimiento en ocasiones específicas. Aun así, creemos que la Escritura provee principios que guían y aconsejan tanto a las personas transgénero como a la iglesia, principios que trascienden las convenciones humanas y la cultura.
El fenómeno transgénero
En la sociedad moderna, identidad de género normalmente significa “el desempeño público (y por lo general legalmente reconocido) como niño o niña, u hombre o mujer”, mientras que sexo se refiere “a los indicadores biológicos masculinos y femeninos”.[i] La identificación del género generalmente está de acuerdo con el sexo biológico de la persona al nacer. Sin embargo, la desalineación puede ocurrir a nivel físico o mental-emocional.
A nivel físico, la ambigüedad en los genitales puede ser producto de anormalidades anatómicas o fisiológicas, por lo que no se puede establecer claramente si la persona es masculina o femenina. Esta ambigüedad de diferenciación sexual anatómica es comúnmente llamada hermafroditismo o intersexualidad.[ii]
A nivel mental-emocional la desalineación ocurre con personas transgénero cuya anatomía sexual es claramente masculina o femenina, pero que se identifican con el género opuesto de su sexo biológico. Se describen como si estuvieran atrapados en el cuerpo incorrecto. El término transgénero ‒antes diagnosticado clínicamente como “desorden de identidad de género” y ahora denominado “disforia de género”‒ puede ser entendido como un término general para describir la variedad de formas en las que el individuo interpreta y expresa su identidad de género de manera diferente a los que determinan el género en base al sexo biológico.[iii] “La disforia de género se manifiesta de muchas maneras, incluyendo fuertes deseos de ser tratado como el otro género o de librarse de las características sexuales de uno mismo, o una fuerte convicción de que uno tiene sentimientos y reacciones típicas del otro género”.[iv]
Dado que la tendencia actual es rechazar el género binario bíblico (masculino y femenino) y reemplazarlo por un creciente espectro de tipos de género, ciertas elecciones provocadas por la condición transgénero han llegado a ser consideradas normales y aceptadas en la cultura de nuestros días. Sin embargo, el deseo de cambiar de sexo y vivir como una persona de otro género puede resultar en la elección de un estilo de vida bíblicamente inapropiado. La disforia de género puede, por ejemplo, dar lugar a vestirse como el sexo opuesto,[v] a la cirugía de reasignación de sexo y al deseo de tener una relación marital con una persona del mismo sexo biológico. Por otra parte, las personas transgénero pueden sufrir silenciosamente, llevando una vida célibe o al casarse con una persona del sexo opuesto.
Principios bíblicos relativos a la sexualidad y el fenómeno transgénero
Mientras el fenómeno transgénero debe ser evaluado por la Escritura, los siguientes principios bíblicos y enseñanzas pueden ayudar a la comunidad de la fe a relacionarse de forma bíblica y a la manera de Cristo con las personas afectadas por la disforia de género:
Dios creó a la humanidad como dos personas que son respectivamente identificadas como masculino y femenino desde el punto de vista del género. La Biblia inseparablemente liga el género al sexo biológico (Gén. 1:27; 2:22-24) y no hace una distinción entre los dos. La Palabra de Dios afirma la complementariedad así como también claras distinciones entre lo masculino y lo femenino en la creación. El relato de la creación en Génesis es fundamental para todos los temas relacionados con la sexualidad humana.
Desde una perspectiva bíblica, el ser humano es una unidad psicosomática. Por ejemplo, la Escritura repetidamente llama a la totalidad del ser humano un alma (Gén. 2:7; Jer. 13:17; 52:28-30; Eze. 18:4; Hech. 2:41; 1 Cor. 15:45),
Sin embargo, la Escritura reconoce que, debido a la caída (Gén. 3:6-19), el ser humano completo (es decir, nuestras facultades mentales, físicas y espirituales) está afectado por el pecado (Jer.17:9; Rom. 3:9; 7:14-23; 8:20-23; Gál. 5:17) y necesita ser renovado por Dios (Rom. 12:2). Nuestras emociones, sentimientos y percepciones no son indicadores totalmente confiables de los designios, los ideales y las verdades de Dios (Prov. 14:12; 16:25). Necesitamos que Dios nos guíe a través de la Escritura para determinar qué es lo mejor para nosotros y para vivir de acuerdo con su voluntad (2 Tim. 3:16).
Que algunos individuos declaren una identidad de género incompatible con su sexo biológico revela una seria dicotomía. Este quebrantamiento o angustia, se perciba o no, es una expresión de los efectos destructivos del pecado en los seres humanos y puede tener una variedad de causas. Aunque la disforia de género pueda no ser considerada intrínsecamente un acto pecaminoso, puede derivar en elecciones pecaminosas. Es otro indicador de que, a nivel personal, los humanos estamos involucrados en el gran conflicto.
Mientras que los hombres y mujeres transgénero estén comprometidos a ordenar su vida de acuerdo con las enseñanzas bíblicas en cuanto a la sexualidad y el matrimonio, pueden ser miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La Biblia identifica clara y consistentemente que toda actividad sexual fuera del matrimonio heterosexual es pecado (Mat. 5:28, 31, 32; 1 Tim. 1:8-11; Heb. 13:4). Los estilos de vida sexual alternativos son distorsiones pecaminosas del maravilloso don divino de la sexualidad (Rom. 1:21-28; 1 Cor. 6:9, 10).
Puesto que la Biblia se refiere a los seres humanos como entidades holísticas y no hace diferencia entre sexo biológico e identidad de género, la iglesia exhorta enfáticamente a los hombres y mujeres transgênero a no realizarse la cirugía de reasignación sexual; y si se han sometido a tal procedimiento, recomienda no contraer matrimonio. Desde la perspectiva bíblica-holística de la naturaleza humana, no se puede esperar una transición completa de un género a otro y la obtención de una identidad sexual integral en el caso de realizarse una cirugía de reasignación sexual.
La Biblia manda a los seguidores de Cristo a amar a todos. Creados a la imagen de Dios, todos deben ser tratados con dignidad y respeto. Esto incluye a los hombres y mujeres transgénero. Poner en ridículo, abusar u hostigar a una persona transgénero es incompatible con el mandamiento bíblico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mar. 12:31).
La iglesia, como comunidad de Jesucristo, está destinada a ser un refugio y un lugar de esperanza, cuidado y comprensión para todos los que estén confundidos, sufriendo, luchando y sintiéndose solitarios, porque “la caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio” (Mat. 12:20, RVR 60). Todas las personas están invitadas a asistir a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y disfrutar de la camaradería de los creyentes. Los que son miembros pueden participar plenamente en la vida de la iglesia mientras acepten el mensaje, la misión y los valores de la iglesia.
La Biblia proclama las buenas nuevas de que los pecados sexuales cometidos por heterosexuales, y por hombres y mujeres involucrados con homosexualidad y transgenerismo u otros, pueden ser perdonados, y las vidas pueden ser transformadas a través de la fe en Cristo Jesús (1 Cor. 6:9-11).
Se anima a los que experimentan incongruencia entre su sexo biológico y su identidad de género a seguir los principios bíblicos para lidiar con su angustia. Se los invita a reflexionar en el plan original de Dios de pureza y fidelidad sexual. Debido a que pertenecemos a Dios, todos somos llamados a honrarlo con nuestros cuerpos y con nuestras decisiones relacionadas con el estilo de vida (1 Cor. 6:19). Se anima a los hombres y mujeres transgénero, junto con todos los creyentes, a esperar en Dios, y se les ofrece la totalidad de la compasión, paz y gracia divinas en anticipación al pronto regreso de Cristo, cuando todos los verdaderos seguidores de Cristo serán completamente restaurados al ideal de Dios.
OTRA FUENTE: https://pastor.adventistas.org/es/declaracion-sobre-transgenero/
Consideraciones éticas
Durante varias décadas se consideró improbable la posibilidad de que pudieran producirse por clonación nuevos miembros de la familia humana.
Sin embargo, los avances recientes en el área de la genética y la biología de la reproducción han indicado que podrían desarrollarse muy pronto las técnicas para la clonación de seres humanos. Juntamente con esta expectativa viene la responsabilidad cristiana de considerar las profundas implicaciones éticas asociadas con la clonación humana. Como cristianos que creen firmemente en el poder creativo y redentor de Dios, los adventistas aceptan la responsabilidad de enunciar principios éticos que emergen de sus creencias.
La clonación incluye todos esos aspectos por medio de los cuales se producen réplicas de plantas y animales vivientes a través de medios asexuales; métodos que no implican la fusión de los gametos femeninos y masculinos.
Muchos procesos naturales son ciertas formas de clonación. Por ejemplo, lo microorganismos, como la levadura común, se reproducen partiéndose en dos células hijas que son clones de la célula madre y una de la otra. Al cortar una rama de una planta de rosas o de una vid, haciéndola propagarse en otra planta completa, se crea también un clon de la planta original. De la misma manera, muchos organismos animales simples, tales como la estrella de mar, pueden generar organismos completos a partir de pequeñas partes de un predecesor. Por tanto, el principio biológico de la clonación no es nada nuevo.
La nueva técnica usada se conoce como transferencia nuclear de célula somática. La esencia de este método es tomar una célula de un ser viviente y manipularla de manera que se comporte como una célula embrionaria.
Dadas las condiciones apropiadas, la célula embrionaria puede proliferar y generar un nuevo y completo ser. Actualmente esta reprogramación celular se lleva a cabo colocando una célula completa adulta dentro de un óvulo más grande a la que se le ha quitado el núcleo. El óvulo utilizado en este proceso funciona como incubadora, proveyendo un ambiente esencial para reactivar genes de la célula adulta. El óvulo alterado debe entonces ser implantado en un organismo femenino adulto para su gestación.
Los biólogos han desarrollado esta técnica como un instrumento en la cría de animales. A través de éste esperan crear un conjunto de animales bien calificados, genéticamente idénticos al ejemplar seleccionado. Los beneficios potenciales de esta tecnología, que incluyen la expectativa de lo grar productos para el tratamiento de las enfermedades humanas, son de gran interés para los investigadores y para la industria biotécnica. Sin embargo, la misma capacidad tecnológica podría ser utilizada para la clonación humana, lo cual causa serias preocupaciones éticas.
La primera de esta preocupaciones es la seguridad médica. Si fuera a usarse en los seres humanos la técnica actual de transferencia nuclear de célula somática, deben obtenerse donadores de óvulos. La mayoría de éstos se destruyen por causa de las manipulaciones celulares durante las primeras fases de crecimiento embrionario en el laboratorio. Otros se perderán después de su implantación, abortados espontáneamente en algunas de las fases del desarrollo fetal. En ese sentido, la sensibilidad exhibida hacia el valor de la vida fetal y embrional sería similar a la relacionada con el desarrollo de otros métodos de reproducción manipulada, tales como la fertilización in vitro. Habría probablemente un aumento en el riesgo de defectos de nacimiento en los niños bajo estas condiciones. Actualmente, las preocupaciones con respecto al daño físico causado a vidas en desarrollo, implícito en el acto de desarrollar vidas humanas, es suficiente como para descartar el uso de esta tecnología.
Sin embargo, aun cuando mejorara el promedio de éxito de clonación y disminuyeran los riesgos médicos, quedarían todavía serias inquietudes.
Por ejemplo, ¿es intrínsecamente problemático crear un individuo que no es el producto de la fertilización de un óvulo a través de un espermatozoide?
Se necesitan estudios más amplios para resolver las interrogantes con respecto a la naturaleza esencial de la procreación en el plan de Dios.
Otras de las preocupaciones expresadas más frecuentemente es que se ponga en peligro la dignidad y singularidad de una persona producida por clonación. Este riesgo incluye el daño sicológico que puede experimentar la persona que sería lo que se ha llamado “gemelo idéntico diferido” del individuo que proporcionó la célula inicial. ¿Tiene el ser humano el derecho de ejercitar tal nivel de control sobre el destino genético en un nuevo individuo?
Existe también la preocupación de que la clonación humana pueda socavar las relaciones familiares. Podría reducirse la fidelidad hacia los compromisos con respecto a las funciones unitivas y procreadoras de las relaciones sexuales humanas. Por ejemplo, podría considerarse la práctica cuestionable de usar un sustituto gestante. El uso de la célula de un donante que no forma parte de la pareja matrimonial puede acarrear problemas en términos de relaciones y responsabilidades.
Un riesgo adicional es que la clonación podría llevar al uso ventajoso de aquellos seres producto de clonación, a quienes se les asigna valor primordialmente en términos de su utilidad. Por ejemplo, siempre habrá la tentación de clonar individuos que sirvan para proporcionar órganos para su trasplante. Hay otros cuya preocupación es la creación deliberada de individuos subordinados o con calidad de siervos, cuya autonomía sería violada.
Los individuos egoístas o narcisistas podrían sentirse inclinados a usar la tecnología para “duplicarse” ellos mismos.
Finalmente, el costo financiero de la clonación sería probablemente muy considerable, aun después de su perfeccionamiento tecnológico. Si fuera a comercializarse la clonación, se añadirían conflictos de interés al riesgo del abuso.
Aunque ésta es solamente una lista parcial de los usos erróneos y peligros potenciales de la clonación humana, debe ser suficiente para hacer meditar a los cristianos que deseen aplicar los principios morales de su fe a la cuestión de la clonación humana. Sin embargo, es importante que tales reocupaciones respecto a los abusos de la tecnología, no nublen nuestra visión de las posibilidades de usarla para atender necesidades humanas genuinas.*
El motivo de esta declaración de relevantes principios cristianos es la posibilidad de clonación humana, aun cuando parezca remota.
Deben aplicarse los siguientes principios éticos a la transferencia nuclear de célula somática si tal tecnología fuera a aplicarse a seres humanos.
El ritmo vertiginoso de progreso en este campo requerirá una revisión periódica de esos principios a la luz de nuevos desarrollos.
1) Protección de la vulnerable vida humana. Las Escrituras son muy claras en cuanto a su llamado a proteger la vida humana, especialmente aquellas vidas que son más vulnerables (Deut. 10:17-19; Isa. 1:16, 17; Mat. 25:31-46). La tecnología biológica de clonación es éticamente inaceptable siempre que represente un riesgo desproporcionado de daño a la vida humana.
2) Protección de la dignidad humana. Los seres humanos fueron creados a la imagen de Dios (Gen. 1:26, 27) concediéndoseles, por tanto, la dignidad personal que merece respeto y protección (Gen. 9:6). La clonación podría amenazar la dignidad humana en diferentes formas, por lo cual debe ejercerse una vigilancia moral resuelta. Debe ser rechazado por cualquier uso de tecnología que socave o disminuya la dignidad personal o la autonomía de los seres humanos. Esta prohibición moral se aplica a toda clonación humana que valore la vida humana primordialmente en términos de su función utilitaria o su valor comercial.
3) Alivio del sufrimiento humano. Es una responsabilidad cristiana de prevenir el sufrimiento y preservar la calidad de la vida humana (Hech. 10:38; Luc. 9:2). Si es posible prevenir enfermedades genéticas a través del uso de transferencia nuclear de célula somática, el empleo de esta tecnología podría tener el objetivo de prevenir sufrimientos evitables.
4) Apoyo familiar. El plan de Dios es que sus hijos se desarrollen en el contexto de una familia amorosa con la presencia, participación y apoyo tanto del padre como de la madre (Prov. 22:6; Sal. 128:1-3; Efe. 6:4; 1 Tim. 5:8). Cualquier uso de transferencia nuclear de célula somática, como medio de participación en la reproducción humana, debe ocurrir en el contexto de la fidelidad en el matrimonio y el apoyo de una familia estable. Como en el caso de otras formas de reproducción asistida, la participación de una tercer parte, como lo es la persona sustituta, introduce problemas morales que sería mejor evitar.
5) Mayordomía. Los principios de la mayordomía cristiana (Luc. 14:28; Prov. 3:9) son importantes en relación con todo tipo de reproducción humana asistida, incluyendo la posibilidad de la transferencia nuclear de la célula somática, que probablemente sería sumamente costosa. Las parejas matrimoniales que buscan tales medios deben considerar los gastos implicados en términos del ejercicio de su mayordomía.
6) Veracidad. La demanda de las Escrituras en cuanto a la comunicación es que sea honesta (Prov. 12:22; Efe. 4:15, 25). Cualquier uso de clonación propuesto debe explicarse por medio de los datos informativos más precisos que estén disponibles, incluyendo la naturaleza del procedimiento, sus riesgos potenciales y su costo.
7) Comprensión de la creación de Dios. El deseo de Dios para los seres humanos es que aumente su aprecio y comprensión de su creación, que incluye el conocimiento con respecto al cuerpo humano (Mat. 6:26-29; Sal. 8:3-9; 139:1-6, 13-16). Por esta razón, deben alentarse los esfuerzos por conocer las estructuras biológicas en relación con la vida a través de investigaciones éticas.
Dado el grado presente de conocimientos y el actual refinamiento del procedimiento de transferencia nuclear de célula somática, la Iglesia Adventista del Séptimo Día considera inaceptable el uso de esta técnica para la clonación humana. Desde el punto de vista de nuestra responsabilidad para aliviar la enfermedad y enriquecer la calidad de vida humana, considera aceptable la continuación de las investigaciones con animales apropiadas.
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* Probablemente habrá situaciones en las que se considere provechosa y moralmente aceptable la clonación humana. Es posible, por ejemplo, imaginar circunstancias en las que se contemple la clonación en el contexto del matrimonio como único medio disponible de reproducción para una pareja que no puede participar de la procreación normal. En otros casos, los padres potenciales podrían ser agentes de los genéticos defectuosos y desearían evitar el riesgo de dar a luz un bebé con una enfermedad genética. El uso de transferencia nuclear de célula somática podría ayudar a los padres a tener un hijo libre de esa enfermedad genética. Por supuesto, muchas de las inquietudes con respecto a la identidad y dignidad personal continúan presentes aun en el contexto de la fidelidad familiar.
Como sucede con otras formas de reproducción humana asistida, los beneficios potenciales de la transferencia nuclear de célula somática deben ser comparados con sus riesgos.
Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General el domingo 27 de septiembre de 1998 en Foz de Iguazú, Brasil.
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Los Editores: Ver un tratamiento de este tema en los números de septiembre y noviembre de 1997 de la Revista Adventista.
Glosario:
Alelo: Una de las formas alternativas de un gen particular. Cada gen de un organismo puede existir en formas levemente diferentes. Estas pequeñas divergencias son responsables de algunas de las variaciones que observamos en individuos diferentes dentro de poblaciones naturales. Por ejemplo, alelos distintos para los genes que producen la hemoglobina proteica de la sangre afectarán en gran medida la forma como las células sanguíneas llevarán el oxígeno.
Célula germinal: Célula reproductiva. En los mamíferos y los seres humanos, las células germinales son el esperma y los huevos (óvulos).
Célula somática: Cualquier célula del cuerpo de un mamífero o ser humano que no sea una célula germinal.
Citoplasma: Todos los contenidos de una célula, menos el núcleo. El citoplasma es el sitio donde ocurren muchos procesos importantes, incluyendo la conjunción de proteínas y enzimas, y el procesamiento de productos celulares. El citoplasma también contiene los mitocondrios, cuerpos pequeños que son responsables de la trituración de los alimentos que producen la energía necesaria para las actividades de las células.
Clones: Dos o más individuos con idéntico material genético. Los clones humanos ocurren naturalmente en la forma de “gemelos idénticos”. Aunque los gemelos comienzan la vida con el mismo material genético, a su debido momento desarrollan distintas diferencias físicas (por ejemplo, huellas digitales). Más adelante llegarán a ser individuos plenamente únicos, y con distintas personalidades, como resultado de experiencias diferentes y elecciones independientes. Un individuo concebido por medio de una transferencia nuclear de célula somática sería al fin tan diferente de sus progenitores como lo son los gemelos naturales.
Embrión: El estadio primitivo del desarrollo de un huevo fertilizado. En la transferencia nuclear de célula somática se refiere a los estadios de desarrollo primitivo de un huevo sin núcleo después que se lo ha fusionado con una célula corporal.
Esperma: Una célula reproductora masculina.
Gestación: El período de tiempo que le toma a un embrión desarrollarse en el útero a partir de un huevo fertilizado hasta el alumbramiento del nuevo ser. La gestación comienza con la implantación del embrión en el útero y termina con el nacimiento.
Huevo sin núcleo: Una célula reproductiva o embrionaria de la cual se ha quitado el núcleo. Por lo general esto se realiza penetrando en la célula con una aguja de vidrio muy fina y absorbiendo el núcleo mientras se observa el proceso bajo un microscopio.
Núcleo: La estructura dentro de una célula que contiene el material genético o los genes. El núcleo está rodeado por una membrana que lo separa de los restantes componentes de la célula.
Óvulo (latín: ovum; plural: ova): Una célula embrionaria. Una célula femenina fértil.
Transferencia nuclear de célula somática: Nombre técnico para el método usado para producir el primer animal clonado, una oveja llamada “Dolly”. Aunque el nombre sugiere que se usó un núcleo de una célula somática, en realidad se trata de la fusión de una célula somática completa dentro de un huevo sin núcleo.
Los adventistas deploran toda forma de discriminación basada en la raza, la tribu, la nacionalidad, el color o el género, y procuran combatirla.
Creemos que cada persona fue creada a la imagen de Dios, quien hizo de una sangre a todas las naciones (Hech. 17:26). Procuramos continuar el ministerio reconciliador de Jesucristo, quien murió por todo el mundo porque en él “ya no hay judío ni griego” (Gál. 3:28). Cualquier forma de racismo elimina el corazón del evangelio cristiano.
Uno de los aspectos más perturbadores de nuestros tiempos es la manifestación de racismo y tribalismo en muchas sociedades, algunas veces con violencia, pero siempre con la denigración de los hombres y las mujeres.
Como un cuerpo mundial presente en más de 200 naciones, los adventistas procuran manifestar aceptación, amor y respeto hacia todos, y esparcir este mensaje sanador a través de toda la sociedad.
La igualdad de todos los pueblos es una de las enseñanzas de nuestra iglesia. Nuestra Creencia Fundamental Nº 14 declara: “En Cristo somos una nueva creación; las distinciones de raza, cultura, educación y nacionalidad, así como las diferencias entre posiciones elevadas y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben producir divisiones entre nosotros.
Somos todos iguales en Cristo, el cual por un Espíritu nos ha unificado en una comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas”.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administratíva de la Asociación General (ADCOM), y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
A propósito del 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos
Desde sus mismos comienzos, a mediados del siglo XIX, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sostenido los derechos humanos. Inspirados por los valores bíblicos, los primeros adventistas estuvieron involucrados en la lucha contra la esclavitud y la injusticia. Reclamaban el derecho de cada persona a elegir las creencias de acuerdo con su conciencia, y a practicar y enseñar su religión con toda libertad, sin discriminación, siempre respetando los iguales derechos de los demás. Los adventistas están convencidos de que el ejercicio de la fuerza en la religión es contrario a los principios divinos.
Al promover la libertad religiosa, la vida familiar, la educación, la salud, la asistencia mutua y la satisfacción de las clamorosas necesidades humanas, los adventistas afirman la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios.
En 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue escrita y adoptada por personas que habían salido de la destrucción sin precedentes, la desorientación y la angustia de la Segunda Guerra Mundial. Esta experiencia desgarradora les dio una visión de un mundo futuro de paz y libertad, y el deseo de verlo. La Declaración Universal, salida de la parte mejor y más elevada del corazón humano, es un documento fundamental que apoya firmemente la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la no discriminación de las minorías. El Artículo 18, que sostiene la libertad religiosa incondicional para creer y practicar la religión, es de importancia especial, porque la libertad de religión es el derecho humano básico que subyace y sostiene todos los demás derechos humanos.
Hoy, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es a menudo violada, y en particular el Artículo 18. La intolerancia, frecuentemente, muestra su horrible cabeza, a pesar del progreso de los derechos humanos logrados en muchas naciones. La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a las Naciones Unidas, a las autoridades de los gobiernos, a los líderes religiosos, a los creyentes y a las organizaciones no gubernamentales, a trabajar en forma consistente en favor de la puesta en práctica de esta Declaración.
Los políticos, los dirigentes sindicales, los maestros, los empleadores, los representantes de los medios y todos los líderes de opinión deberían apoyar firmemente los derechos humanos. Esta sería una respuesta al creciente y violento extremismo religioso, a la intolerancia, a los crímenes por odio y a la discriminación, ya sean basados en la religión o en un secularismo antirreligioso, y ayudaría a reducirlo. De este modo, la Declaración Universal crecería en importancia práctica y brillo, y nunca llegaría a ser un documento irrelevante.
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 17 de noviembre de 1998, y difundida por la Oficina de Asuntos Públicos de la Asociación General.
Silver Spring, Maryland, Estados
Unidos – La Iglesia Adventista del Séptimo Día expresa su
profunda preocupación por la violencia prevaleciente en el
noreste del Congo, que continúa acarreando pérdida de vidas,
miseria y sufrimiento a hombres, mujeres y niños inocentes.
La iglesia está preocupada por el bienestar de sus miembros
y por la operación de las organizaciones eclesiásticas en la
región, y está igualmente preocupada por el empeoramiento de
la situación humanitaria en el Congo y en otras áreas de la
región. Cientos de miles de personas inocentes viven con
temor, y son desplazadas y quedan sin hogar.
Los adventistas del séptimo día se unen a los llamamientos a
todos los involucrados en el conflicto en el Congo a cesar
las actividades militares y recurrir a métodos pacíficos
para resolver cualesquier asuntos que puedan estar causando
las hostilidades. El diálogo y las negociaciones son
preferibles a la violencia y al grito de guerra.
La iglesia también urge a la comunidad internacional a
intensificar los esfuerzos para poner fin a la crisis. Los
principios cristianos, morales y éticos de los derechos
humanos y las negociaciones de buena fe que sean razonables
para todos los afectados impulsan esta exhortación. Además
de su compromiso de participar en una respuesta humanitaria,
la iglesia también llama a todos los que se conmueven por la
situación bélica en el Congo a responder con simpatía para
aliviar el sufrimiento y la miseria en la región.
Algunos informes periodísticos han denunciado que el general
Laurent Nkunda, líder del Concilio Nacional para la Defensa
del Pueblo, es afiliado a nuestra iglesia. Él nunca prestó
servicios como pastor adventista del séptimo día. Si bien a
veces ha optado por asistir a la iglesia, no es considerado
como un miembro activo de la iglesia. Su conducta y su
referida participación en el conflicto no representa los
valores y el estilo de vida adventistas.
Esta declaración oficial en nombre de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fue emitida el 2 de diciembre de 2008 por el Departamento de Comunicación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, EE.UU.
Con el comienzo de las hostilidades en
Irak, el Departamento de Comunicación de la sede mundial de
la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en nombre de la
oficina del presidente, emitió la siguiente declaración: "El
estallido de la guerra en Irak es todavía otra oportunidad
para la gente de fe para sostener la esperanza frente a la
desesperación. Los cristianos adventistas del séptimo día
constituyen un pueblo de paz que se unen a sus conciudadanos
del mundo en orar por una rápida terminación de las
hostilidades en curso.
Como una activa comunidad de fe en cada nación de la tierra,
no podemos considerar a ningún país como una nación de
villanos, sino más bien como personas por las cuales el Hijo
de Dios, Jesucristo, murió. Recordamos a los cientos
de miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en
Irak, que adoran a Dios en tres congregaciones, incluyendo
Bagdad y la antigua ciudad de Nínive; nuestras fervientes
oraciones se elevan por ellos y por todos los que están
relacionados con este conflicto.
Nos reconsagramos para ministrar esperanza en medio de la
desesperanza. Anhelamos ofrecer sanidad y ser
sensibles con las personas cuyas vidas
han sido quebrantadas, dondequiera estén. Ésta es una parte
integral de nuestro llamamiento.
Las iglesias deberían ser conocidas no sólo por sus
contribuciones espirituales --si bien éstas son
fundamentales--, sino también por su aporte a la calidad de
vida, y en esta relación ser pacificadores es esencial.
Exhortamos a los cristianos y a las personas de buena
voluntad en todo el mundo a asumir un papel activo en
promover y afianzar la paz, siendo de esa manera parte de la
solución y no parte del problema.*
A la vez que oramos y trabajamos para que prevalezca la paz,
también reconocemos --y declaramos-- que la única paz
verdadera vendrá cuando esa bendita esperanza del regreso de
Cristo a la Tierra sea una realidad. Que ese día
llegue pronto, y que esa esperanza brille resplandeciente
aun en estas horas oscuras.
* Vea en este libro, “Un llamado a la paz”, Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 18 de abril de 2002 (p. 90 en esta publicación).
Declaración difundida el 20 de marzo
de 2003 por el Departamento de Comunicación de la sede
mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en nombre
de la Oficina del presidente, Silver Spring, Maryland, EE.UU.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día expresa su grave preocupación con respecto a la situación en Yugoslavia, particularmente en la provincia de Kosovo. Aunque está preocupada por el bienestar de sus muchos feligreses y del funcionamiento de la organización de la iglesia en esa parte del mundo, la iglesia está aún más preocupada acerca del empeoramiento de la situación humanitaria en Kosovo y otras zonas de la región, donde existen centenares de miles de personas desplazadas y desamparadas.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día es una comunidad religiosa mundial y, por principio, procura no involucrarse en problemas políticos. La iglesia ha rehusado consistentemente a hacerlo, y tiene la intención de mantener esta posición en la crisis actual que se centra en Kosovo. Sin embargo, rechaza el uso de la violencia como método para resolver conflictos, sean de limpieza étnica o de bombardeos.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día está lista para hacer su parte, con su larga tradición de trabajo activo y silencioso en favor de los derechos humanos, incluyendo específicamente la libertad religiosa y los derechos de las minorías. La iglesia procurará hacerlo mediante su estructura organizativa mundial, en cooperación con los dirigentes y los miembros de la iglesia en la región de los Balcanes, para promover una comprensión más profunda y un mayor respeto por los derechos humanos y la no discriminación, para satisfacer las clamorosas necesidades humanas, y para trabajar en favor de la reconciliación entre las comunidades nacionales, étnicas y religiosas.
En la crisis actual, la Iglesia Adventista del Séptimo Día se ha comprometido a hacer todo lo posible, a través de la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA, la agencia humanitaria establecida por la iglesia), a llevar alivio a los muchos miles de refugiados, sin tomar en cuenta su religión, grupo étnico al que pertenecen o estatus social, que han huido de la provincia de Kosovo a los estados vecinos, observando muy de cerca la situación y las necesidades de la población civil de Yugoslavia, dentro y fuera de Kosovo. La iglesia utilizará su infraestructura en la región en sus esfuerzos por aliviar la crisis.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a la comunidad internacional y a las autoridades de los gobiernos involucrados a luchar para poner fin a la crisis sobre la base de los principios éticos, morales y cristianos de los derechos humanos, y a la buena fe en las negociaciones que sean justas para todos los que están involucrados, y que conduzca a mejores relaciones entre ellos.
Además, la iglesia solicita a todos sus miembros, y a la comunidad de fe en general, que ore por la ayuda divina con el fin de restaurar la paz y la
buena voluntad a esta región que tanto sufre.
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 6 de abril de 1999, y publicada por la Oficina de Asuntos Públicos de la Asociación General.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día aprecia el esfuerzo singular que las mujeres realizan al cumplir la misión de la iglesia de difundir el evangelio.
Parte de esa misión involucra satisfacer las necesidades físicas, intelectuales y sociales de quienes nos rodean, así como lo hizo Jesús cuando vivió sobre esta Tierra.
La investigación indica que existen seis grandes desafíos en la vida de todos los seres humanos, y de las mujeres en particular, los cuales son: alfabetización, pobreza, abuso, salud, horas y condiciones de trabajo, y oportunidades para su adiestramiento. Para satisfacer mejor estas necesidades, la Oficina del Ministerio de la Mujer de la Iglesia Adventista ha lanzado un énfasis especial sobre la alfabetización para 1995.
La incapacidad de leer impacta todos los aspectos de la vida de una persona: poder adquisitivo, oportunidades de carrera, acceso a las informaciones sobre el cuidado de la salud, y aun la capacidad de criar adecuadamente a sus hijos. Sin la habilidad de leer, pocas puertas de oportunidad se abrirán ante ellas.
Enseñar a leer crea posibilidades sin límites para las personas con el fin de informarse sobre temas tales como carreras, salud, cómo ser padres y el matrimonio, y ofrece a los maestros oportunidades inmejorables para afectar la vida de ellas mediante el ministerio.
Los adventistas reconocen una razón más vital para compartir el don de la lectura. Creemos que la capacidad para leer la Palabra de Dios, las buenas nuevas de la salvación, no debería reservarse para unos pocos privilegiados.
Afirmamos que cada hombre, mujer y niño debe tener acceso a las verdades y al poder elevador de la Biblia.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de
la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, entre el 29 de junio y el 8 de julio de 1995.
Ataque terrorista en Londres, Inglaterra
Una declaración
En nombre de todos los que asistimos al 58º congreso mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día aquí, en St. Louis, deseamos expresar
nuestra conmoción y horror ante los actos de terror, brutalidad y extremismo sin sentido vistos hoy en Londres. Nuestros pensamientos y oraciones están con los heridos y desconsolados.
Estamos viviendo en un mundo crecientemente inestable y peligroso.
Reconocemos que existen los que equivocadamente ven la violencia como la manera de promover su causa, pretendiendo que su causa es absoluta y está plenamente justificado destruir vidas.
Los adventistas somos personas de paz y compasión. Nuestro Señor es el Señor de la paz. Como pueblo, inequívocamente condenamos la violencia como una solución. Las iglesias en el sur de Inglaterra están abiertas para oraciones especiales, y el Centro Adventista, cercano a una de las explosiones en el centro de Londres, permanece abierto para atender las necesidades de los que están en el área. La iglesia está en contacto con capellanes de hospitales en el área proveyendo apoyo en la medida que se necesita.
Tristemente, vivimos en un mundo en el que estas atrocidades continúan ocurriendo. Es una señal de los tiempos en los que vivimos. Pero aun en el contexto de la aflicción agradecemos a Dios por la esperanza que él da a todos los que creen. Anhelamos que llegue el momento cuando el pecado, la muerte y el sufrimiento no existan más. Cuando regrese Jesús.
Emitido por el Departamento de Comunicación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en el 58º Congreso de la Asociación General, realizado en St. Louis, Missouri, Estados
Unidos de Norteamérica, el 7 de julio de 2005.
Las cuestiones relativas al matrimonio sólo pueden ser apreciadas en su verdadera dimensión cuando se las contempla en el contexto del ideal divino para el mismo. Dios estableció el matrimonio en el Edén, y Jesucristo afirmó su carácter monógamo y heterosexual, definiéndolo como una unión de amor y compañerismo para toda la vida entre un hombre y una mujer. Al culminar su actividad creadora, Dios formó a la humanidad como hombre y mujer hechos a su propia imagen; e instituyó el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y espiritual de dos géneros, a la que la Escritura llama “una sola carne”.
La unidad matrimonial, formada por la diversidad de los dos géneros humanos, refleja de un modo singular la unidad dentro de la diversidad de la propia Divinidad. A través de toda la Escritura, la unión heterosexual en el matrimonio es exaltada como un símbolo de los lazos entre Dios y la humanidad.
Es un testimonio humano del amor de un Dios que se da a sí mismo y de su alianza con su pueblo. La armoniosa vinculación de un hombre y una mujer en el matrimonio es el microcosmos de la unidad social que siempre ha sido reconocida como el ingrediente fundamental de las sociedades estables. Además, en la intención del Creador, la sexualidad matrimonial no estaba destinada a servir sólo a un fin cohesivo, debía también contribuir a la propagación y perpetuación de la familia humana. En el propósito divino, la procreación brota de, y se entrelaza con el mismo proceso mediante el cual el esposo y la esposa pueden encontrar alegría, placer e integridad física. Es precisamente a un marido y a una esposa, cuyo amor les ha permitido conocerse el uno al otro en un vínculo sexual profundo, a quienes un niño puede ser confiado. El hijo es la personificación viviente de su propia unidad. El niño en crecimiento se desarrolla idóneamente en la atmósfera de unidad y amor matrimonial en el cual fue concebido, y se beneficia de la relación con cada uno de sus padres naturales.
Se declara que la unión monógama de un hombre y una mujer es el fundamento divinamente ordenado de la familia y de la vida social, y que es el único ámbito moralmente apropiado para la expresión genital y las intimidades sexuales a ella asociadas. No obstante, el estado matrimonial no es el único plan de Dios para satisfacer las necesidades humanas de relación o para conocer la experiencia de la familia. Las personas que están solas en la vida y la amistad entre ellas están también dentro del plan de Dios. El compañerismo y el apoyo de los amigos aparecen de modo destacado en ambos testamentos de la Biblia. La confraternidad de la iglesia, la casa de Dios, está disponible para todos, independientemente de su estado civil. Sin embargo, la Escritura establece una clara demarcación social y sexual entre dichas relaciones de amistad y el matrimonio.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día adhiere sin reservas a esta visión bíblica del matrimonio, creyendo que cualquier atenuación de esa elevada perspectiva supone, en idéntica medida, una rebaja del ideal celestial. Debido a que el matrimonio ha sido corrompido por el pecado, la pureza y la belleza del mismo, tal y como fue concebido por Dios, necesitan ser restauradas.
Por medio de una adecuada valoración de la obra redentora de Cristo y de la acción de su Espíritu en los corazones humanos, puede recobrarse el propósito original del matrimonio y realizarse la deliciosa y benéfica experiencia del matrimonio de un hombre y una mujer que unen sus vidas en el compromiso conyugal.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa del Asociación General (ADCOM) el 23 de abril de 1996.
Uno de los problemas políticos y éticos más grandes de nuestros días es el tema de la guerra y la paz. Es confuso y complejo. La desesperanza flota en los corazones y las mentes, pues millones temen un holocausto nuclear sin una esperanza básica en una vida posterior o una vida eterna.
Hoy hay una situación nueva, sin paralelo en la historia. Los seres humanos han desarrollado los medios para destrucción propia de la humanidad, medios que están llegando a ser cada vez más “efectivos” y “perfeccionados”, aunque difícilmente sean estas las palabras correctas. Desde la Segunda Guerra Mundial, los civiles ya no son dañados en forma ocasional o incidental; han llegado a ser el blanco.
Los cristianos creen que la guerra es el resultado del pecado. Desde la caída del hombre, la lucha ha sido un hecho permanente de la existencia humana. “Satanás se deleita en la guerra... Su objetivo consiste en hostigar a las naciones a hacerse mutuamente la guerra” (El conflicto de los siglos, p. 646). Es una táctica de distracción para interferir con la tarea del evangelio.
Aunque se ha evitado un conflicto global durante los últimos 40 años, ha habido tal vez unas 150 guerras entre naciones y dentro de algunas naciones, en las que perecieron millones de personas.
Hoy, virtualmente cada gobierno pretende trabajar para el desarme y la paz. Pero a menudo los hechos conocidos parecen apuntar en otra dirección. Las naciones gastan una porción enorme de sus recursos financieros para acumular materiales nucleares y otros materiales de guerra, suficientes para destruir la civilización como la conocemos hoy. Los informes que dan las noticias se concentran en los millones de hombres, mujeres y niños que sufren y mueren en guerras e intranquilidad civil, y tienen que vivir en la pobreza y la miseria. La carrera armamenticia, con su colosal desperdicio de fondos y recursos humanos, es una de las obscenidades obvias de nuestros días.
Por lo tanto, es correcto y adecuado que los cristianos promuevan la paz. La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a cada nación a transformar “sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces” (Isa. 2:4). La Creencia Fundamental Nº 7 de la Iglesia Adventista, basada en la Biblia, afirma que los hombres y las mujeres fueron “creados para la gloria de Dios” y “se los llama a amar a su Creador y los unos a los otros, y a cuidar de su ambiente”, no a destruirlo o a herirse entre sí. Cristo mismo dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de
Dios” (Mat. 5:9).
Aunque no se puede obtener la paz con pronunciamientos oficiales de la iglesia, la iglesia cristiana auténtica debe trabajar por la paz entre el primer y el segundo advenimientos de Cristo. Sin embargo, la esperanza de la segunda venida de Cristo no debe existir en un vacío social. La esperanza adventista debe manifestarse y traducirse en una profunda preocupación por el bienestar de cada miembro de la familia humana. Al mismo tiempo, es verdad que la acción cristiana de hoy y mañana no introducirá por sí misma el próximo reino de paz; sólo Dios puede iniciar este reino con el regreso de su Hijo.
En un mundo lleno de odio y contiendas, en un mundo de luchas ideológicas y conflictos militares, los adventistas desean ser conocidos como pacificadores, y trabajar para la justicia y la paz universales bajo Cristo como la cabeza de una nueva humanidad.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General desarrollado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU
Vivimos en un mundo cada vez más inestable y peligroso. Los eventos recientes resultaron en un aumento del sentimiento de vulnerabilidad y del temor individual o colectivo ante la violencia. En el mundo, millones de personas son perseguidas por la guerra y por un sentimiento de aprensión, oprimidas por el odio y por la intimidación.
Guerra total
Desde mediados del siglo pasado la humanidad ha vivido en una era de guerra total. Eso implica que, teóricamente hablando, los habitantes de la Tierra pueden eliminar toda su civilización, evitable sólo por la providencia divina. Armas bioquímicas y nucleares de destrucción masiva están apuntadas hacia los grandes centros urbanos. Naciones y sociedades son movilizadas para la guerra o son su blanco, y, cuando irrumpe el conflicto, éste se desarrolla con gran violencia y destrucción. La justificación para la guerra se ha tornado más compleja, sobre todo porque los avances tecnológicos hacen posible una mayor precisión en los blancos de destrucción con un mínimo de muertes entre la población civil.
Una nueva dimensión
Mientras las Naciones Unidas y varios organismos religiosos han proclamado a la primera década del siglo XXI como la década de la promoción de la paz y seguridad en lugar de la violencia en sus diferentes formas, ha surgido una nueva e insidiosa dimensión de la violencia: el terrorismo internacional organizado. El terrorismo en sí no es algo nuevo, lo nuevo es la red mundial de terrorismo. Un nuevo factor es asociar el terrorismo a supuestos mandatos divinos que darían un fundamento intelectual, bajo pretexto de una guerra cultural o incluso una guerra “religiosa”.
El aumento del terrorismo internacional deja en claro que no se trata sólo de una nación o Estado que hace la guerra, sino de grupos humanos que se unen para ese fin. Como lo destacó una prominente fundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día cien años atrás, “la inhumanidad del hombre para con el hombre es nuestro mayor pecado” (El ministerio de curación, p. 121). Es un hecho que la naturaleza humana tiende hacia la violencia.
Partiendo de la perspectiva cristiana, todas esas acciones deshumanas son de hecho parte de la guerra cósmica, del gran conflicto entre el bien y el mal.
El terrorismo explota el concepto de Dios
Los terroristas, especialmente aquellos cuyas motivaciones están fundadas en la religión, reivindican que su causa es absoluta, y que por eso matar indiscriminadamente se justifica plenamente. Mientras reivindican ser representantes de la justicia de Dios, dejan de representar totalmente el gran amor de Dios.
También este tipo de terrorismo internacional es totalmente ajeno al concepto de libertad religiosa. Se basa en un extremismo político y/o religioso, y en un fanatismo fundamentalista que se arroga el derecho de imponer determinada convicción religiosa o visión mundial y de destruir a los que se oponen a sus convicciones. Imponer el punto de vista religioso personal a otros por medios inquisitivos y de terror involucra el deseo de explotar y manipular a Dios dándole una imagen maligna y violenta. El resultado es desconsideración por la dignidad de los seres humanos creados a imagen de Dios.
Aunque es inevitable que las naciones y los pueblos intenten defenderse de la violencia y el terrorismo a través de una respuesta militar que puede representar éxito a corto plazo, una respuesta efectiva a los problemas profundos de divisiones en la sociedad no puede ser alcanzada por el uso de medios violentos.
Los pilares de la paz
Tanto desde la perspectiva cristiana como desde la práctica, la paz duradera involucra por lo menos cuatro elementos: diálogo, justicia, perdón y reconciliación.
Diálogo - Existe la necesidad de diálogo o discusión en lugar de discursos violentos y gritos de guerra. La paz duradera no es el resultado de medidas violentas, sino que se la alcanza por medio de la negociación, el diálogo e, inevitablemente, el compromiso político. El discurso racional tiene más autoridad que la fuerza militar. Conforme lo enseña la Biblia, particularmente los cristianos tienen que estar dispuestos al “diálogo”.
Justicia - Lamentablemente, el mundo está lleno de injusticia, que tiene como consecuencia la contienda. La justicia y la paz van tomadas de la mano, así como la injusticia y la guerra. La pobreza y explotación originan el descontento y la desesperanza, que conducen a la desesperación y la violencia.
Por otro lado, “la palabra de Dios no sanciona los métodos que enriquezcan a una clase mediante la opresión y las penurias impuestas a otra” (El ministerio de curación, p. 141).
La justicia requiere respeto por los derechos humanos, en especial por la libertad religiosa, que trata acerca de las aspiraciones humanas más profundas y es el fundamento de todo derecho humano. La justicia requiere ausencia de discriminación, respeto por la dignidad e igualdad humanas, y una distribución más equitativa en la atención de las necesidades de la vida.
Las políticas sociales y económicas darán por resultado la paz o el descontento.
La preocupación de los adventistas por la justicia social se manifiesta a través del apoyo y la promoción de la libertad religiosa, y por medio de organizaciones y departamentos de la iglesia que trabajan para mitigar la pobreza y las condiciones de marginación. Tales esfuerzos por parte de la iglesia pueden, a lo largo del tiempo, reducir el resentimiento y el terrorismo.
Perdón - El perdón normalmente es considerado como algo necesario para restablecer las relaciones interpersonales rotas. Es enaltecido en la oración que Jesús enseñó a sus seguidores (Mat. 6:12). Sin embargo, no debemos olvidar las dimensiones corporativas, sociales e incluso internacionales.
Para que exista paz es vital dejar los fardos del pasado, trasponer el suelo devastado por la guerra y empeñarse en la reconciliación. Como mínimo requiere el olvido de las injusticias y violencias del pasado; y más, involucra el perdón que absorbe el dolor sin venganza.
Debido a la naturaleza pecaminosa de los seres humanos y a la violencia resultante, es necesario algún tipo de perdón con el fin de romper el círculo vicioso de resentimiento, odio y deseo de venganza en todos los niveles.
El perdón es contrario a la naturaleza humana. Lo natural para los seres humanos es la venganza y el devolver mal por mal.
Por tanto, en primer lugar, existe la necesidad de promover la cultura del perdón en la iglesia. Como cristianos y líderes de la iglesia, es nuestro deber ayudar a individuos y naciones a libertarse de las amarras del pasado y a rehusarse, año tras año y generación tras generación, a gestar el odio y la violencia en relación con experiencias pasadas.
Reconciliación - El perdón proporciona el fundamento para la reconciliación, que está acompañada de la restauración de las relaciones rotas y hostiles. La reconciliación es la única vía para el éxito en el camino de la cooperación, armonía y paz.
Convocamos a iglesias y a líderes cristianos a ejercer el ministerio de la reconciliación y a actuar como embajadores de buena voluntad, sinceridad y perdón (ver 2 Cor. 5:17-19). Ésta siempre será una tarea difícil y sensible.
Mientras intentamos evitar las muchas trampas que están a lo largo del camino, debemos proclamar la libertad en la tierra y decir NO a la persecución, discriminación, abyecta pobreza y otras formas de injusticia. Es responsabilidad cristiana empeñarnos en proveer protección a los que están en peligro de sufrir violencia, explotación y terrorismo.
Apoyo a la calidad de vida
Son válidos, pero no bastan, los esfuerzos silenciosos de organismos religiosos y de individuos que actúan detrás de escena. “No somos solamente criaturas de un ambiente espiritual. Estamos activamente interesados en todo lo que afecta al trazado del camino por el que nuestra vida transita, y estamos preocupados con el bienestar de nuestro planeta”. El ministerio cristiano de la reconciliación “contribuirá a la restauración de la dignidad, igualdad y unidad humana por medio de la cual los seres humanos se ven unos a los otros como miembros de la familia de Dios” (Citado del Pr. Jan Paulsen, presidente de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día).
Las iglesias no deberían ser sólo conocidas por sus contribuciones espirituales, aunque éstas sean fundamentales, sino también por su apoyo a la calidad de vida; en relación con esto último, promover la paz resulta esencial.
Necesitamos arrepentirnos de las expresiones o los actos de violencia en los cuales los cristianos y las iglesias, a lo largo de la historia y hasta recientemente, estuvieron involucrados como actores, o siendo tolerantes y hasta justificándolos. Convocamos a los cristianos y a las personas de buena voluntad alrededor del mundo a participar activamente en la promoción y sustentación de la paz, siendo de este modo parte de la solución y no del problema.
Pacificadores
La Iglesia Adventista del Séptimo Día aboga por una armonía no coercitiva del venidero reino de Dios. Esto requiere la construcción de puentes que promuevan la reconciliación entre los varios lados del conflicto. De acuerdo con las palabras del profeta Isaías, “serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar” (Isa. 58:12). Jesucristo, el Príncipe de la Paz, desea que sus seguidores sean pacificadores en la sociedad, y por eso los llama bienaventurados (Mat. 5:9).
Cultura de la paz por medio de la educación
La Iglesia Adventista del Séptimo Día opera el segundo mayor sistema educacional eclesiástico del mundo. Cada una de sus más de seis mil instituciones de enseñanza, desde los cursos elementales hasta el superior, está siendo incentivada a dedicar una semana del año lectivo para enfatizar y enaltecer, por medio de programas diversos, el respeto, la conciencia cultural, la no-violencia, el ser pacificadores, la solución de conflictos y la reconciliación; todo como una contribución “adventista” específica a la cultura de la armonía y de la paz social. Con esto en mente, el departamento de Educación de la iglesia está preparando un currículo y otros materiales que tienen como objetivo ayudar a la implementación de este programa relacionado con la paz.
La instrucción del feligrés con relación a la no-violencia, a la paz y a la reconciliación necesita ser un proceso continuo. Los pastores son convocados a utilizar el púlpito para proclamar el evangelio de la paz, el perdón y la reconciliación –que rompe las barreras creadas por las diferencias raciales, étnicas, de nacionalidad, de sexo y religiosas–, y a promover relaciones humanas pacíficas entre individuos, grupos y naciones.
La esperanza cristiana
Aunque la promoción de la paz parezca una tarea imposible, existe la promesa y la posibilidad de transformación por medio de la renovación. Toda violencia y terrorismo es, desde el punto de vista teológico, un aspecto de la continua controversia entre Cristo y Satanás. El cristiano tiene esperanza porque tiene certeza de que el mal, el misterio de la iniquidad, seguirá su curso y será vencido por el Príncipe de Paz cuando el mundo sea restaurado.
Esta es nuestra esperanza. El Antiguo Testamento, a pesar de registrar guerras y violencias, presenta el anhelo de la nueva creación y sus promesas que, así como en el Nuevo Testamento, ponen fin al círculo vicioso de guerra y terror, cuando las armas desaparecerán y se tornarán implementos agrícolas, y la paz y el conocimiento de Dios y su amor cubrirán la tierra así como las aguas los océanos (ver Isa. 2:4; 11:9).
Mientras tanto, debemos seguir en todas nuestras relaciones la regla de oro, que nos pide que hagamos a los demás aquello que gustaríamos que
los otros nos hagan (ver Mat. 7:12), y no sólo amar a Dios sino también amar como él ama (ver 1 Juan 3:14, 15; 4:11, 20, 21).
Esta declaración fue votada durante el Concilio de Primavera de la Junta Ejecutiva de la Asociación General realizada el 18 de abril de 2002 en Silver Spring, Maryland.
El mensaje de paz para toda la gente de buena voluntad
Nuestro mundo tiene tensiones internacionales, explotación habitual, caos económico, terrorismo frecuente y repetida apelación a las armas.
Esta hostilidad e incertidumbre ponen en peligro la paz y la civilización en este planeta. Crean obstáculos al testimonio cristiano a través de las fronteras, y tienden a inhibir la evangelización. Pueden conducir a crear restricciones a la libertad religiosa.
Cuando los adventistas enfrentan este mundo tormentoso y confundido, se despierta su conciencia. Los delegados a la 53ª sesión del Congreso de la Asociación General invitan al pueblo de Dios de todos los países a orar fervientemente por la paz mundial y la retención de los vientos de contiendas y guerras. Los adventistas, por precepto y por ejemplo, deben levantarse y trabajar en favor de la paz y la buena voluntad hacia los hombres, y así ser llamados pacificadores y constructores de puentes.
Invitamos a todos los adventistas y a otras personas de buena voluntad que, en lo que esté a su alcance, ayuden a crear una atmósfera de cooperación y fraternidad que conduzca a intercambios entre culturas y sistemas ideológicos diferentes, y a una mejor comprensión entre las personas de todas las razas, creencias religiosas y convicciones políticas.
Siendo que el tiempo es corto, y en vista de las innumerables oportunidades ante el pueblo de Dios para testificar y hacer avanzar el evangelio, mientras la situación preapocalíptica prevalezca todavía, llamamos con sentido de urgencia a cada hijo de Dios a participar en un programa concertado de evangelización en todos los continentes y conducido “por su Espíritu”.
Esta declaración fue adoptada por el Congreso de la Asociación General realizado en Dallas, Texas, en abril de 1980.
La no beligerancia - (Comentando declaraciones previas)
Mientras se libran guerras en diferente partes del mundo y el terrorismo muestra su rostro horrible vez tras vez, muchos adventistas piensan sobre involucrarse o no en la acción militar. En Corea, recientemente cinco estudiantes de teología se rehusaron a portar armas durante la instrucción militar de reserva.
Esta declaración no es una posición rígida que obligue a los miembros de iglesia, sino que orienta, dejando al miembro individual libre para evaluar la situación por sí mismo”.
Esta declaración nunca ha sido revocada. “Desde el principio la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha defendido firmemente la no beligerancia para sus miembros. [...] En los Estados Unidos de Norteamérica, una declaración confirmando la posición tomada durante la Guerra Civil fue adoptada por la División Norteamericana el 18 de abril de 1917: ‘Por la presente reafirmamos la declaración anterior. Pedimos que nuestras convicciones religiosas sean reconocidas por las autoridades y que se nos exija servir a nuestro país solo en funciones tales que no violen nuestra obediencia concienzuda a la ley de Dios como está presentada en el decálogo, interpretada en las enseñanzas de Cristo y ejemplificada en su vida’ (Actas de la Junta de la División Norteamericana 1:517, 18 de abril de 1917)”. En 1923 la Junta de la División Europea votó una declaración similar en Gland, Suiza. La Asociación General tomó medidas en 1951, 1952, 1954, y 1972.
Si comparamos la declaración de 1954 con la de 1972, notaremos que se hicieron cambios mínimos de redacción aquí y allí, pero que se agregó una oración adicional al final. En 1969 la División Norteamericana emitió una declaración que recomendaba la no beligerancia pero permitía a los feligreses mantener una posición pacifista con el respaldo de la iglesia. “Los EUA se involucraron en Vietnam, y solo aquellas personas que podían demostrar respaldo religioso para su pacifismo serían derivadas a servicio alternativo”. La oración adicional de la declaración de 1972 permite a la iglesia servir a todos sus miembros, sin importar qué les dicte su conciencia, a la vez que oficialmente defiende la no beligerancia.
A través de los años la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha publicado declaraciones relacionadas con el asunto de la no beligerancia. En “Declaración de Paz” leemos: “En un mundo lleno de odio y lucha, un mundo de conflictos ideológicos y militares, los adventistas del séptimo día desean ser conocidos como pacificadores y trabajar por la justicia y la paz mundiales bajo Cristo como la cabeza de la nueva humanidad”. Un documento anterior declara: “Los adventistas, por precepto y ejemplo, deben representar y trabajar por la paz y la buena voluntad para con los hombres—y así ser conocidos como pacificadores y constructores de puentes”. Y la última declaración oficial, emitida en 2002, afirma: “Jesucristo, el Príncipe de Paz, quiere que sus seguidores sean pacificadores en la sociedad y por lo tanto los llama bienaventurados” (Mat. 5:9).
Aunque Tony Campolo discrepa con los adventistas de Norteamérica, diciendo: “Ustedes defendían la justicia de Jesús. Pero poco a poco la riqueza que ha impregnado a esta comunidad les ha seducido a una mentalidad que me hace preguntarme si la lealtad de ustedes es más hacia los EUA que al reino de Dios”,[10] en una editorial William Johnsson declara: “Desde nuestra historia más temprana, los adventistas hemos defendido oficialmente la posición de no combatientes en tiempos de guerra. Apoyamos al gobierno, pero nuestra lealtad suprema es para Dios, cueste lo que nos cueste”.Ángel Rodríguez concluye “que no existe tal cosa como la guerra justa. […] La iglesia debe insistir siempre en lo maléfico de las guerras humanas. Si la función de la iglesia en el contexto de la guerra es hablar en favor de la paz y la reconciliación, debe promover la no beligerancia entre sus miembros, basada en la enseñanza bíblica del valor de la vida humana”.
La Iglesia Adventista no está abandonando su defensa de la no beligerancia. ¡Por el contrario! Invita a todos los miembros de iglesia a seguir los pasos de Cristo y vivir de acuerdo con el Sermón del Monte.
OTRA FUENTE: https://www.adventistas.org/es/institucional/organizacion/declaraciones-y-documentos-oficiales/no-beligerancia/
Diversos tribunales y culturas podrán debatir las definiciones y consecuencias de la pornografía (las publicaciones de desviaciones sexuales), pero sobre la base de principios eternos, los adventistas de cualquier cultura estiman que la pornografía es destructiva, degradante, insensibilizadora y explotadora.
Es destructiva de las relaciones maritales, aniquilando el propósito de Dios de que el esposo y la esposa se mantengan tan estrechamente unidos que lleguen a ser, simbólicamente, “una carne” (Gén. 2:24).
Es degradante, pues define a una mujer (y en algunos casos a un hombre) no como un todo espiritual, mental y físico, sino como un objeto sexual de una sola dimensión y descartable, privándola así de su valor y el respeto que merece y su derecho como hija de Dios.
Es insensibilizadora del lector u observador, encalleciendo la conciencia y oscureciendo su corazón, y produciendo así una “mente reprobada” (Rom. 1:22, 28).
Es explotadora, complace la sensualidad y, básicamente, es abusiva, por lo que es contraria a la Regla de Oro, que insiste en que uno trate a otros como desea ser tratado (Mat. 7:12). La pornografía infantil es particularmente detestable. Jesús dijo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mat. 18:6).
Aunque Norman Cousins puede no haberlo dicho en lenguaje bíblico, ha escrito con gran percepción: “El problema con esta pornografía tan difundida... no es que corrompe sino que insensibiliza; no es que desata las pasiones, sino que paraliza las emociones; no es que estimula una actitud madura, sino que es una reversión a las obsesiones infantiles; no es que quita las anteojeras, sino que distorsiona la visión. Se proclama la destreza pero se niega el amor. Lo que tenemos no es liberación sino deshumanización” (Saturday Review of Literature, 20 de setiembre de 1975).
Una sociedad infestada con normas cada vez más bajas de decencia, con una creciente prostitución infantil, embarazos de adolescentes, ataques sexuales a mujeres y niños, mentalidades deterioradas por las drogas y el crimen organizado, no puede realmente permitirse que la pornografía contribuya a esos males.
Muy sabio es el consejo del primer gran teólogo del cristianismo: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4: 8). Este es un consejo que todos los cristianos harían bien en aceptar.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas a los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día,
el 5 de julio de 1990 en ocasión del Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Libertad religiosa, evangelización y proselitismo
Los adventistas creen que la libertad religiosa es un derecho humano básico. Como cristianos, estamos convencidos de que la diseminación de la religión no es sólo un derecho, sino una gozosa responsabilidad basada en un mandato divino para testificar.
Dios ha llamado a los cristianos a la evangelización, la proclamación de las buenas noticias de la salvación en Cristo (Mat. 28:19, 20). Esto es central en la vida y el testimonio cristianos. Por esta razón, el cristianismo es misionero por su misma naturaleza.
Al afirmar la misión global y la evangelización, los adventistas están motivados por una obediencia voluntaria y dispuesta a cumplir la comisión de Cristo, y por un sincero deseo de que cada ser humano sea salvo y herede la vida eterna. También están motivados por un sentido de urgencia en espera del inminente regreso de Cristo. Al procurar cumplir la comisión evangélica, los adventistas están testificando, predicando y sirviendo en más de 200 naciones.
En el contexto de la diseminación de la religión, el problema del proselitismo ha surgido por cuanto se define el término “proselitismo” de diferentes maneras y se le da en forma creciente una connotación peyorativa, asociado con medios de persuasión no éticos, incluyendo la fuerza. Los adventistas condenan inequívocamente el uso de tales métodos. Ellos creen que la fe y la religión se diseminan mejor cuando se manifiestan las convicciones enseñándolas con humildad y respeto, y cuando el testimonio de la vida de cada uno está en armonía con el mensaje anunciado, evocando una aceptación alegre y libre de los que son evangelizados.
Las actividades misionales y de evangelización necesitan respetar la dignidad de los seres humanos. Las personas deben ser trasparentes y veraces cuando tratan con otros grupos religiosos. Se debe usar terminología que evite ofender a otras comunidades religiosas. No deben hacerse declaraciones que sean falsas o que ridiculicen a otras religiones.
La conversión es una experiencia del Espíritu, y por lo tanto no debería estar conectada con ofertas o recepción de incentivos materiales. Aunque debe reconocerse plenamente el derecho de ocuparse en actividades humanitarias, tales acciones nunca deben estar ligadas a la evangelización de manera que exploten a personas vulnerables con la oferta de incentivos financieros o materiales para inducirlos a cambiar de religión.
Los adventistas están comprometidos en servir a su prójimo con la predicación del evangelio eterno a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc. 14:6).
Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), para ser difundida en ocasión de la sesión de la Asociación General en Toronto, Canadá, entre el 29 de junio y el 9 de julio de 2000.
Una afirmación de los valores y la calidad de vida cristianos
Para los adventistas, el cristianismo es más que un conjunto de creencias o la asistencia regular a la iglesia; es una manera de vivir. Los acontecimientos de los años recientes han mostrado que nuestro mundo necesita de personas cuyas vidas sean un ejemplo de los valores históricos del cristianismo, particularmente ante el relativismo que prevalece en la sociedad.
Como lo revela la Santa Palabra, Dios ofrece valores eternos en los Diez Mandamientos, que fueron grabados en piedra por su propia mano (Éxo. 31:18), y en Jesucristo, la personificación de esos valores. Jesús dijo que vino “para cumplir” cada punto de esa ley, que ni siquiera una tilde desaparecería “hasta que todo se haya cumplido” (Mat. 5:18).
El estilo de vida adventista es distintivo. Asignamos alto valor a la sencillez y a las virtudes que desde hace mucho tiempo han constituido la base de la sociedad: la familia, la integridad, el trabajo, la honestidad y la pureza.
Defendemos la modestia en el vestir y en el adorno personal, y una buena mayordomía de nuestros recursos. Buscamos la belleza y el refinamiento en palabras y acciones, a medida que crecemos continuamente hacia la integridad que Dios desea para nosotros.
Hay dos elementos claves del estilo de vida adventista que tienen una relación directa con la “calidad de vida”: específicamente el sábado y la vida saludable. Los adventistas observamos el séptimo día, sábado, de acuerdo con el mandato bíblico (Éxo. 20:8). Durante 24 horas dejamos de lado los trabajos y cuidados de la semana, entrando en el ritmo del descanso sabático, que refleja nuestro reposo en la salvación en Jesucristo, nuestro Salvador y Señor. Pasamos el sábado en adoración, con la familia y ayudando a otros.
Como cristianos, los adventistas también hacemos un fuerte énfasis en la salud. Todo lo que somos –incluyendo nuestros cuerpos físicos– existe para el uso de Dios y su alabanza. Por lo tanto, promovemos una dieta saludable (incluyendo una dieta vegetariana), el ejercicio, el suficiente descanso, la confianza en Dios y la abstinencia de alcohol, tabaco y otras drogas dañinas.
Además de estos valores personales y colectivos, los cristianos adventistas (en realidad, todos los que aceptan a Cristo como su Señor y Salvador) son llamados a mantener los valores cristianos del amor y la esperanza, expresándolos en una vida de fe. Tal expresión es, en sí misma, un desafío a la ambigüedad moral y la decadencia de valores que impregna la sociedad, y da testimonio de la calidad de vida disponible para todo el que responda a la invitación del evangelio.
Esta declaración fue votada por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para ser publicada en ocasión del Congreso de la Asociación General realizado en St.
Louis, Missouri, EE.UU., el 5 de julio de 2005.
Uno de los males odiosos de nuestros días es el racismo, la creencia o la práctica que considera o trata a ciertos grupos raciales como inferiores y, por lo tanto, justifica que se los haga objeto de discriminación, dominación y segregación.
Aunque el pecado del racismo es un fenómeno muy antiguo basado en la ignorancia, el miedo, la separación y el falso orgullo, algunas de sus manifestaciones más repugnantes han ocurrido en nuestros días. El racismo y los prejuicios irracionales actúan como un círculo vicioso. El racismo está entre los prejuicios más arraigados que caracterizan a los seres humanos pecaminosos. Sus consecuencias son generalmente muy devastadoras, porque el racismo fácilmente llega a institucionalizarse y a legalizarse en forma permanente, y sus manifestaciones extremas pueden conducir a una persecución sistemática y aun al genocidio.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día deplora todas las formas de racismo, incluyendo la política del apartheid con su segregación forzada y su discriminación legalizada.
Los adventistas desean ser fieles al ministerio reconciliador asignado a la iglesia cristiana. Como una comunidad mundial de fe, la Iglesia Adventista del Séptimo Día desea testificar y exhibir en sus propias filas la unidad y el amor que trasciende las diferencias raciales y se sobrepone a la pasada alienación entre las razas.
Las Escrituras claramente enseñan que cada persona fue creada a la imagen de Dios, quien “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hech. 17:26). La discriminación racial es un agravio a los seres humanos compañeros nuestros, quienes fueron creados a la imagen de Dios. Por lo tanto, el racismo es realmente una herejía y en esencia una forma de idolatría, porque limita la paternidad de Dios al negar la hermandad de toda la humanidad y al exaltar la superioridad de la raza de uno mismo.
Las normas para los adventistas son reconocidas en la Creencia Fundamental Nº 14, basada en la Biblia, “La unidad en el cuerpo de Cristo”. Allí se señala: “En Cristo somos una nueva creación; las distinciones de raza, cultura, educación y nacionalidad, así como las diferencias entre posiciones elevadas y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben producir divisiones entre nosotros. Somos todos iguales en Cristo, el cual por un Espíritu nos ha unificado en una comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas”. Cualquier otro enfoque destruye el centro del evangelio cristiano.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General celebrado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU.
Un peligro para la libertad religiosa
Desde el comienzo de la iglesia, los adventistas han reconocido su responsabilidad cristiana como promotores activos de la libertad religiosa, creyendo que cada persona tiene libertad de conciencia y el derecho de expresión religiosa, sujeto a iguales derechos que los demás. Los adventistas han estado y continuarán cooperando y trabajando junto con otras personas y organizaciones con el fin de defender la libertad religiosa de todos los pueblos, particularmente en conjunción con la Asociación Internacional de Libertad Religiosa, fundada en 1893.
Si bien las Naciones Unidas en sus declaraciones y convenciones han expuesto claramente los principios de la libertad religiosa, y aun cuando muchos países han adoptado estos principios en sus constituciones y leyes, en la práctica esta libertad está siendo atacada a menudo en un número creciente de países, especialmente en relación con las minorías religiosas.
Dos peligrosas fuerzas opositoras están obrando en el mundo moderno, ambas con la capacidad de violar la libertad religiosa:
1) Primeramente, existe un tipo de secularización antirreligiosa que quiere eliminar la religión de la vida pública y social. En varios países se han publicado listas de grupos religiosos supuestamente “peligrosos”, que casi siempre son minorías, y se los cataloga como “sectas”. A esos cuerpos religiosos se les puede negar el acceso a los medios de comunicación y a veces experimentan la hostilidad de la prensa.
2) En segundo lugar, existe un crecimiento del fundamentalismo religioso –que es extremismo religioso– que está surgiendo en muchas religiones mundiales. En sus peores manifestaciones, este extremismo religioso está comprometido en la violencia dirigida, no solamente para restringir la libertad religiosa, sino también para eliminar aquellos que sostienen creencias diferentes. También están surgiendo la discriminación y los crímenes basados en el odio religioso. Esta posición extremista expresa oposición hacia las creencias y los creyentes que considera que están en error, y pisotea derechos humanos fundamentales. Tales actitudes son condenadas correctamente por todas las personas de buena fe.
Llamamos a todos, tanto dentro como fuera de nuestra comunidad de fe, a trabajar sabia y efectivamente para reducir la intolerancia y el extremismo religiosos. La educación debería jugar un papel cada vez más significativo al enseñar el respeto por los derechos religiosos de toda persona y ayudar a establecer una cultura de la paz y la tolerancia religiosa. La dignidad de todos los seres humanos, creados a la imagen de Dios, requiere respeto mientras los cristianos buscan testificar a los que tienen otra fe. Se debería usar una terminología precisa, transparente, y que no sea deliberadamente ofensiva.
Esta declaración fue votada por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para ser publicada en el Congreso de la Asociación General realizado en St. Louis,
Missouri, EE.UU., el 5 de julio de 2005.
Durante más de un siglo, los adventistas han sido activos promotores de la libertad religiosa. Reconocemos la necesidad de defender la libertad de conciencia y de religión como un derecho humano fundamental, en armonía con los instrumentos de las Naciones Unidas.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene presencia en 209 países. Con algunas excepciones, los adventistas constituyen una minoría religiosa, y en ocasiones han estado sujetos a restricciones y discriminación. En consecuencia, han sentido la necesidad de defender los derechos humanos.
Como ciudadanos leales, los adventistas creen que tienen el derecho a la libertad de religión, sujetos a los mismos derechos que los demás. Esto implica la libertad de reunirse para recibir instrucción y para adorar, adorar en el sábado, séptimo día de la semana, y a diseminar sus conceptos religiosos por medio de predicaciones públicas o por los medios de comunicación.
Además, esta libertad incluye el derecho de cambiar de religión, así como el de invitar respetuosamente a otros a hacer lo mismo. Cada persona tiene el derecho de demandar consideración cuando la conciencia no le permita realizar ciertos deberes públicos, tales como el llevar armas. Siempre que las iglesias tengan acceso a los medios públicos, los adventistas deberían ser incluidos por razones de equidad.
Seguiremos cooperando con otros para defender la libertad religiosa de todas las personas, incluyendo aquellos con quienes no estemos de acuerdo.
Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas a los 16 vicepresidentes mundiales de 1a Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990 en ocasión del Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.
Minorías religiosas y libertad religiosa
Declaración de compromiso y preocupación
Alo largo de la historia las minorías religiosas con frecuencia han estado sujetas a discriminación y persecución directa. Hoy la intolerancia religiosa y el prejuicio están aumentando otra vez. A pesar de la afirmación de que todos pueden tener y diseminar conceptos religiosos y cambiar su religión, más una afirmación sostenida por instrumentos y documentos de las Naciones Unidas que incluyen un “Documento Internacional de Derechos”, muchos países niegan este derecho a sus ciudadanos.
Los instrumentos internacionales condenan la discriminación en contra de las minorías, pero trágicamente algunas naciones han publicado listas de grupos religiosos descritos como sectas potencialmente peligrosas. Se han establecido comisiones en contra de las sectas, se ha adiestrado a personal de investigaciones y se han publicado leyes restrictivas. Centenares de miles de creyentes inocentes están ahora bajo la sospecha oficial y se los trata como ciudadanos de segunda clase. Todo esto viola la libertad religiosa, que es el derecho fundamental más básico y esencial de la humanidad. Los adventistas creen en la obediencia a las leyes del país en que viven, mientras ellas no estén en conflicto con las leyes de Dios. Sin embargo, nos oponemos a toda ley, reglamento o actividad que discrimine contra las minorías religiosas.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene la libertad religiosa para todos, así como la separación de la Iglesia del Estado. Las Escrituras enseñan que el Dios que dio la vida también dio la libertad de elegir. Dios sólo acepta el homenaje que se le da libremente. Los adventistas creen, además, que la ley debe ser aplicada por igual y sin favoritismo caprichoso. Afirmamos que ningún grupo religioso debería ser juzgado porque algunos de sus adherentes parecen ser extremistas. La libertad religiosa es coartada cuando una conducta agresiva o violenta viola los derechos humanos de los demás.
En apoyo al Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y otros instrumentos internacionales, y en armonía con sus creencias y su historia, la Iglesia Adventista del Séptimo Día se compromete plenamente a promover, defender y proteger la libertad religiosa para cada persona, en todas partes. Con ese fin, seguiremos cooperando con la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y otras agencias internacionales y organizaciones religiosas, para animar a cada nación a poner en práctica el derecho fundamental a la libertad religiosa.
Además, seguiremos promoviendo el diálogo y una mejor comprensión entre las autoridades gubernamentales y las personas que pertenecen a las minorías religiosas.
Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Asociación General el 29 de setiembre de 1999, en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
Libertad de expresión y difamación de la religión
Un rasgo distintivo de los seres
humanos es nuestra aptitud, dada por Dios, de comunicarnos
en forma abstracta por medio del habla, de los símbolos y de
la palabra escrita. En ningún lugar esta capacidad se
expresa de un modo más singular que en el dominio de la fe.
La comunicación concerniente a las creencias religiosas es
central para nuestra facultad de explorar el significado y
el propósito de la vida, considerar los valores que guían
nuestras acciones y compartir experiencias al buscar un
conocimiento más íntimo de Dios.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene vigorosamente
la libertad de expresión en general, y la libertad de
expresión religiosa en particular. Si bien se garantiza la
libertad de expresión en el Artículo 19 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, continúan los esfuerzos
para limitar la expresión tanto en el nivel nacional como en
las Naciones Unidas. En ambos contextos, se ha puesto un
enfoque significativo en limitar la expresión que ofende las
creencias religiosas del oyente. Los adventistas del séptimo
día manifiestan sensibilidad y respeto en toda comunicación.
Por consiguiente, nos inquietan las expresiones dirigidas a
ofender sensibilidades religiosas. No obstante, creemos que
ceder al Estado el derecho a controlar la expresión
religiosa crea una amenaza mucho mayor a la autonomía de la
gente de fe que la que plantea el discurso ofensivo. Por
cierto, hay numerosos ejemplos actuales de Estados que
aducen un deseo de proteger sentimientos religiosos para
justificar el silenciamiento forzoso de la expresión
religiosa pacífica.
Nuestra oposición a la restricción de la palabra no carece
de excepciones. La iglesia reconoce que en limitadas
circunstancias, la palabra puede resultar en un daño
significativo y tangible al derecho a la seguridad física,
el goce de la propiedad y otros derechos similarmente
esenciales. En tales instancias muy limitadas, reconocemos
la responsabilidad del Estado de actuar para proteger a su
población. Cuando tales límites son necesarios, la iglesia
espera que los gobiernos que enfoquen las restricciones de
manera precisa para dirigirlas únicamente al discurso
peligroso en cuestión.
La iglesia reconoce una responsabilidad especial en los que
están en el poder para comunicar un mensaje que sostenga los
derechos humanos fundamentales, incluyendo todas las facetas
de la libertad religiosa. Esta responsabilidad es
particularmente pertinente para los gobiernos, dado que
generalmente están en una posición única para estimular el
vigoroso respeto a los derechos de su pueblo, y
particularmente de las minorías.
En tanto reconocen el derecho a expresar libremente las
creencias religiosas, los adventistas del séptimo día
aceptan la responsabilidad de autorregular su discurso para
asegurar que sea consecuente con las enseñanzas bíblicas.
Esto incluye la obligación de ser honesto y amoroso a la
vez. Esto es particularmente importante al hacer
consideraciones sobre otra fe, ya que las pasiones
religiosas pueden impulsar una visión unidimensional de los
demás. Honestidad no significa meramente exponer hechos con
exactitud, sino también presentar la información en un
contexto preciso. Los adventistas del séptimo día serán
constreñidos por la ley del amor de Cristo en todo lo que
digan y hagan. Cuando el don de la palabra, dado por Dios,
es usado para comunicar con amor, no sólo bendeciremos a
nuestros semejantes; honraremos a Dios, que nos hizo a todos
con el don de expresarnos.
Esta declaración fue aprobada y votada
por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y
difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General
realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3
de julio de 2010.
Respeto por todas las personas
Hacer que las iglesias y la comunidad sean seguras
La Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma la dignidad y el valor de cada ser humano como la obra del Creador y el centro de la acción redentora de Dios en Jesucristo. La Escritura claramente indica que una característica distintiva de los creyentes cristianos es la calidad de sus relaciones humanas. El espíritu de Cristo incluye amarnos y aceptarnos unos a otros, esforzarnos por afirmar y habilitar a los demás, y proteger al vulnerable y desfavorecido.
Con esta finalidad, los adventistas, como cristianos, buscan vivir de acuerdo con los más elevados principios de conducta moral y ética al relacionarse con otros seres humanos. Nos unimos a otros dirigentes religiosos y comunitarios que censuran todas las formas de abuso sexual y violencia familiar, y todo tráfico y explotación de mujeres y niños, sin importar su género, edad, raza, salud o status social o económico. Creemos que permanecer indiferentes e insensibles es, en realidad, condonar, perpetuar y potencialmente extender tal conducta.
Las declaraciones de la posición adventista que existen hace mucho tiempo denunciando el abuso sexual de niños y la violencia familiar, y ofreciendo orientaciones prácticas para una respuesta adecuada y solícita de la iglesia, se han esforzado por proveer un modelo para otras comunidades de fe que buscan romper el silencio y responder adecuada y compasivamente a las personas que conocen de primera mano esta experiencia devastadora.
Profesionales adventistas han desarrollado muchos recursos y los han compartido a través de canales gubernamentales e interconfesionales para educar a pastores, educadores y dirigentes eclesiásticos y comunitarios respecto de la naturaleza del problema, y de cómo ayudar a los individuos y las familias para que puedan acceder a la red de servicios sociales y profesionales que puedan responder mejor a sus necesidades específicas.
Anualmente se dedica un sábado en las iglesias adventistas para continuar rompiendo el silencio respecto de estos asuntos y para aumentar la efectividad de la iglesia en la protección del vulnerable, con la vista puesta en la prevención. Los adventistas toman muy seriamente su responsabilidad de ayudar a hacer de la iglesia y la comunidad un lugar seguro para los niños. En el año 2000 se emitió una declaración contundente respecto del bienestar y el valor de los niños, enumerando los derechos de los niños y los múltiples desafíos que enfrentan las familias y las comunidades encargadas de su cuidado. En iglesias y escuelas adventistas de diferentes partes del mundo se han implementado políticas vigorosas para la protección de los niños. Estas políticas pueden proveer un modelo para el desarrollo de tales orientaciones en otros lugares respecto de la selección de voluntarios y las medidas apropiadas para segurar que los transgresores sean denunciados y removidos de los cargos que colocan a los niños en riesgos ulteriores. Sin embargo, las políticas son valiosas solamente en la medida en que sean implementadas.
Los adventistas han estado involucrados en forma práctica, entre otros, para establecer orfanatos. También hemos estado involucrados en actividades comunitarias para combatir el abuso. Además de hablar claramente en contra de las violaciones de la dignidad humana, los adventistas están comprometidos con el desarrollo de cada persona hasta su máximo potencial. La iglesia conduce un sistema educativo global. La Agencia Adventista para el Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) provee una diversidad de servicios de desarrollo para la familia y la comunidad que incluyen pequeños préstamos, seguridad de alimentos y agua, alfabetización, educación respecto del Sida y respuesta a las emergencias. A través de las iglesias adventistas en todo el mundo se ofrecen programas de entrenamiento de líderes para muchas áreas de ministerio y servicio comunitario, tales como educación en vida familiar, educación para la salud, ministerios de la mujer y de los niños, etc. Los adventistas consideran tal obra como una extensión del ministerio de Cristo, y consideran que es su privilegio unir sus manos con otros para ayudar a todos los seres humanos con los que compartimos esta aldea global.
Esta declaración fue votada por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para ser publicada en el Congreso de la Asociación General realizado en St. Louis, Missouri, EE.UU., el 5 de julio de 2005.
Cómo consideran los adventistas a los católicos
Los adventistas consideran a todos los hombres y mujeres como iguales a la vista de Dios. Rechazamos el fanatismo contra cualquier persona, sin tomar en cuenta su raza, nacionalidad o credo religioso. Además, reconocemos que pueden encontrarse cristianos sinceros en todas las denominaciones, incluyendo el Catolicismo Romano, y trabajamos en armonía con todas las agencias y cuerpos que procuran aliviar el sufrimiento humano y elevar a Cristo ante el mundo.
Los adventistas procuran acercarse en forma positiva a las demás iglesias. Nuestra tarea principal es predicar el evangelio de Jesucristo en el contexto del pronto regreso de Cristo, y no buscar fallas en otras denominaciones. Las creencias adventistas están arraigadas en las enseñanzas bíblicas apostólicas y por ello comparten muchos aspectos esenciales del cristianismo en común con los seguidores de otras iglesias cristianas. Sin embargo, tenemos una identidad específica como movimiento. Nuestro mensaje apremiante para los cristianos y los no cristianos por igual es comunicar esperanza al concentrarnos en la calidad de la vida que es completa en Cristo.
Como adventistas, al relacionarnos con el Catolicismo Romano en particular, entran en nuestro pensamiento tanto el pasado como el futuro. No podemos borrar ni ignorar el registro histórico de gran intolerancia, y aun persecución, por parte de la Iglesia Católica Romana. El sistema Católico-Romano de gobierno eclesiástico, basado en enseñanzas extrabíblicas, tales como la primacía del papado, resultaron en severos abusos de la libertad religiosa mientras la Iglesia estuvo aliada con el Estado.
Los adventistas están convencidos de la validez de nuestros conceptos proféticos, de acuerdo con los cuales la humanidad vive ahora cerca del fin del tiempo. Los adventistas creen, basados en las predicciones bíblicas, que precisamente antes de la segunda venida de Cristo esta tierra experimentará un período de agitación sin precedentes, en el cual el sábado estará en el centro. En ese contexto, esperamos que las religiones del mundo, incluyendo los principales cuerpos cristianos como participantes importantes, se alinearán con las fuerzas que se oponen a Dios y al sábado. Una vez más la unión de la Iglesia con el Estado resultará en una extensa opresión religiosa.
Echar la culpa de las pasadas violaciones de los principios cristianos sobre una denominación específica no es una representación apropiada ni de la historia ni de las preocupaciones de las profecías bíblicas. Reconocemos que a veces los protestantes, incluyendo a los adventistas, han manifestado prejuicios y aun fanatismo. Si, al exponer lo que la Biblia enseña, los adventistas dejamos de expresar amor por los oyentes, no estamos exhibiendo un cristianismo auténtico.
Los adventistas procuramos ser equitativos al tratar con otros. De este modo, aunque percibimos el registro histórico y continuamos manteniendo nuestros conceptos con respecto a los eventos del fin del tiempo, reconocemos algunos cambios positivos en el catolicismo reciente, y enfatizamos la convicción de que muchos católico-romanos son hermanos y hermanas en Cristo.
Esta declaración fue registrada el 15 de abril de 1997 por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y difundida por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg.
Respuesta a las uniones del mismo sexo
Una reafirmación del matrimonio cristiano
Durante las últimas décadas la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sentido la necesidad de declarar claramente y de varias maneras su posición con respecto al matrimonio, la familia y la sexualidad humana. Estos temas están en el corazón de muchos problemas acuciantes que enfrenta la sociedad. Aquello que por siglos ha sido considerado como la moralidad cristiana básica en el contexto del matrimonio, actualmente está siendo cuestionado en forma creciente, y no sólo en la sociedad secular sino también dentro de las iglesias cristianas mismas.
Las instituciones de la familia y el matrimonio están bajo ataque y enfrentan fuerzas centrífugas crecientes que las están destrozando. Un número creciente de naciones está debatiendo el tema de las “uniones del mismo sexo”, haciendo de esto un problema mundial. La discusión pública ha despertado fuertes emociones. A la luz de estos desarrollos, nuevamente la Iglesia Adventista del Séptimo Día expone con claridad su posición.
Reafirmamos, sin ninguna duda, nuestra posición de larga data. Como está expresado en las creencias fundamentales de la iglesia, “el matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, en amante compañerismo”1 Aunque “el pecado ha pervertido los ideales de Dios para el matrimonio y la familia”, “el lazo familiar es el más íntimo, el más tierno y la más sagrada de todas las relaciones humanas”, por lo que “las familias necesitan experimentar una renovación y una reforma en sus relaciones”.2
Dios estableció “el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y espiritual de dos géneros, a la que la Escritura llama ‘una sola carne’ ”. “La unión monógama de un hombre y una mujer [...] es el único ámbito moralmente apropiado para la expresión genital y las intimidades sexuales a ella asociadas”. “Cualquier atenuación de esa elevada perspectiva supone, en idéntica media, una rebaja del ideal celestial”.3
La homosexualidad es una manifestación del desorden y la fractura en las inclinaciones y relaciones humanas producidos por la entrada del pecado en el mundo. Mientras que todos estamos sujetos a una naturaleza humana caída, “creemos también que, por la gracia de Dios y con el ánimo de la comunidad de fe, una persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios”.4
Sostenemos que todas las personas, no importa cuál sea su orientación sexual, son hijos de Dios. No aprobamos que se señale a ningún grupo para hacerlo objeto de burlas o escarnio, y menos de abuso. Sin embargo, es muy claro que la Palabra de Dios no aprueba un estilo de vida homosexual; ni lo ha hecho la iglesia cristiana a lo largo de sus 2.000 años de historia. Los adventistas creemos que la enseñanza bíblica continúa siendo válida hoy, porque está anclada en la misma naturaleza de la humanidad y en el plan de Dios para el matrimonio en la creación.
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1 Creencias fundamentales de los adventistas del séptimo día, doctrina 23: “El matrimonio y la familia”.
2 Declaración “Afirmación de la familia”, dada a conocer el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU. (ver p. 50 en esta obra).
3 Declaración “Afirmación del matrimonio”, votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 23 de abril de 1996 (ver p. 84 en esta compilación).
4 Declaración “La homosexualidad”, votada por el Concilio Anual de la Asociación General el 3 de octubre de 1999 (ver p. 72 en este libro).
Este documento fue aprobado y votado por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 9 de marzo de 2004.
Las Sagradas Escrituras constituyen el fundamento de la comprensión del propósito, el mensaje y la misión de los adventistas. Respetamos la Biblia como el mensaje de Dios trasmitido mediante escritores humanos. Aunque el formato de las Escrituras se manifiesta en el lenguaje, el trasfondo y el marco histórico humanos, su contenido consiste en mensajes divinos trasmitidos a la humanidad como un todo, y especialmente a los creyentes en Dios. Por sobre la diversidad reflejada en el lenguaje humano, se erige la verdad unificadora que une el todo en la Palabra de Dios.
Las Escrituras proporcionan los informes auténticos y confiables acerca del Dios Creador y sus actividades, al traer a la existencia el mundo como también a sus habitantes. Ellas proveen el conocimiento de los orígenes, dan significado a la vida y revelan el destino último de la humanidad.
Por sobre todo, las Escrituras dan testimonio de Jesucristo, quien es la revelación última, Dios entre nosotros. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento dan testimonio de él. Por estas razones, las Sagradas Escrituras son la revelación infalible de la voluntad de Dios, la norma de los valores en la vida cristiana, la medida de todas las cosas dentro de la experiencia humana y la única guía confiable para la salvación en Cristo.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación
General celebrado en Utrecht, Holanda, entre el 29 de junio y el 8 de julio de 1995.
El abuso sexual de menores ocurre cuando una persona mayor o más fuerte que el menor usa su poder, autoridad o posición de confianza para involucrar a un menor en alguna actividad sexual. Cualquier actividad sexual entre un menor y uno de los padres, un hermano, algún otro miembro de la familia, padrastro, madrastra o un tutor legal es incesto.
En los países donde se hicieron estudios se encontró que una de cada tres niñas y uno de cada once niños sufrieron abuso sexual antes de los 18 años. En más de la mitad de los casos el abuso se repitió a lo largo de cierto tiempo, durante algunos meses en ciertos casos, y durante muchos años en otros. Se descubrió también que la comunidad cristiana no es inmune a este problema.
Los abusadores sexuales son generalmente hombres de todas las edades, nacionalidades o posición socioeconómica. Frecuentemente son hombres casados que tienen hijos, empleos respetables y hasta pueden ser asiduos asistentes a la iglesia. Es común que nieguen vehementemente su conducta abusiva, recusándose a ver sus acciones como un problema, racionalizando su comportamiento o colocando la culpa sobre alguna otra persona.
Muchos le echan la culpa al estrés, a su profunda necesidad de sentir apoyo y afecto, a una relación sexual inadecuada e indiferente con su esposa, a los efectos del alcohol y/o a un lapso en su estabilidad mental. Sin embargo, la mayoría de las autoridades concuerdan en que el problema real del abuso sexual de menores está más relacionado con el deseo de poder y control que con el sexo. Aunque es verdad que muchos de los abusadores muestran inseguridades enraizadas en una baja autoestima, estos problemas nunca deben ser aceptados como una excusa para el abuso sexual de un menor. Es un mito que la conducta insinuante o seductora de un menor lleve al agresor a abusar.
El abuso sexual de menores tiene un efecto devastador sobre las víctimas porque influye profundamente en la manera como piensan, sienten y se conducen durante y mucho después que cesa el abuso. Frecuentemente produce una amplia serie de dificultades emocionales, de la conducta y en las relaciones que impiden el desarrollo normal del menor. Las víctimas del abuso pueden desenvolver dolencias sicosomáticas, perturbaciones de la personalidad o comportamientos autodestructivos, y/o sentimientos de baja autoestima, temor, aislamiento, ira, culpa, vergüenza y depresión. A menudo tienen dificultad para formar relaciones estrechas o íntimas, y frecuentemente desarrollan una visión distorsionada sobre Dios y sobre los demás. A largo plazo, el abuso sexual puede llevar a romper con el matrimonio y la familia, a la vagancia, la drogodependencia, la promiscuidad, la prostitución, la enfermedad mental y el suicidio.
La educación preventiva, adecuadamente adaptada a cada nivel de desarrollo, es esencial. Luego que el abuso ocurre, la intervención temprana de profesionales debidamente entrenados es la clave para la recuperación de este trauma. Los efectos a corto y a largo plazo pueden reducirse cuando se busca el consejo profesional para ayudar a las víctimas a manejar sus sentimientos en relación al abuso. Cuando Dios creó la familia humana, comenzó con un matrimonio basado en el amor y la confianza mutua entre un hombre y una mujer. Este tipo de relación es todavía el fundamento básico para una familia estable y feliz, en la cual la dignidad, el valor y la personalidad de cada uno de sus miembros es protegida y enaltecida. Cada hijo, sea hombre o mujer, debe considerarse como un don de Dios. A los padres se les da el privilegio y la responsabilidad de alimentar, proteger y cuidar físicamente de los hijos que Dios les confió. Los hijos deben poder honrar, respetar y confiar en sus padres sin correr el riesgo del abuso.
La Biblia condena el abuso sexual en los términos más fuertes, y considera como un acto de traición y una violación brutal de la personalidad cualquier intento de confundir, empañar o denigrar los límites personales, generacionales o de sexo a través de un comportamiento sexual abusivo. La Biblia también condena abiertamente el abuso del poder, de la autoridad, y de la posición de responsabilidad, porque todo ello impacta en el corazón de los sentimientos más íntimos y profundos de las víctimas acerca de sí mismas, de los demás y de Dios, y destruye su capacidad de amar y confiar.
Jesús usó un lenguaje muy fuerte para condenar la acciones de cualquier persona que, a través de palabras o acciones, llevase un niño a tropezar. Creemos que la iglesia tiene la obligación moral de involucrarse activamente en la prevención del abuso sexual de menores. También estamos comisionados para asistir, tanto a la víctima del abuso como al abusador y a sus familias, en su proceso de curación y recuperación, y para exigir que los agresores, principalmente si son obreros o líderes laicos, se responsabilicen de mantener un comportamiento digno de personas en posición de líderes y confianza espiritual.
Creemos que como iglesia tenemos la responsabilidad de:
1) Escuchar a y creer en aquellos que sufrieron abuso sexu al. Los estudios indican que sólo en un porcentaje muy pequeño de casos lo niños fabrican una historia. En la mayoría de los casos, los niños no tienen la experiencia ni el lenguaje para inventar mentiras acerca del comportamiento sexual.
2) Informarnos adecuadamente acerca del abuso sexual y su impacto en nuestra propia congregación.
3) Ayudar a los ministros y laicos a reconocer las señales de advertencia del abuso sexual de menores, y saber cómo reaccionar apropiadamente cuando se sospecha de abuso, o cuando un niño informa que está siendo abusado sexualmente.
4) Establecer, con el objeto de remitirles las víctimas directas e indirectas del abuso sexual, relaciones apropiadas con consejeros profesionales cristianos y con las oficinas locales de protección al menor, a quienes se puedan enviar los informes correspondientes, ya que son ellos quienes pueden, con su entrenamiento profesional, asistir a las víctimas del abuso y a sus familias.
5) Establecer pautas/reglamentos para ayudar a los líderes de la iglesia responsables de hacer que los agresores den cuenta de sus actos y de administrar la disciplina apropiada.
6) Apoyar la educación y la preparación de las familias y de sus miembros:
a) Modificando aquellas creencias religiosas y culturales populares que puedan ser usadas en algunos países para justificar o encubrir el abuso sexual de menores.
b) Ayudando a cada niño a alcanzar un saludable sentido de su propio valor que lo capacite para respetarse a sí mismo y a los demás.
c) Fomentando el establecimiento de relaciones cristianas entre hombres y mujeres tanto en el hogar como en la iglesia.
7) Desarrollar un ministerio redentor y de apoyo dentro de la comunidad de la iglesia para las víctimas y los agresores del abuso y, al mismo tiempo, animándolas a recurrir a la red disponible de profesionales cristianos y otras oficinas especializadas de la comunidad.
8) Animar la preparación de más profesionales del área de la familia, especializados en el proceso de cura y recuperación de las víctimas y los agresores del abuso.
(Este documento está basado en los principios expresados en los siguientes pasajes bíblicos: Gén. 1:26-28; 2:18-25; Lev. 18:20; 2 Sam. 13:1-22; Mat. 18:6-9; 1 Cor. 5:1-5; Efe. 6:1-4; Col 3:18-
21; 1 Tim. 5:5-8.) Esta declaración fue votada durante el Concilio de Primavera de la Junta Directiva de la Asociación General el 1º de abril de 1997 en Loma Linda, California, EE.UU.
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Los Editores: Para variantes de este documento ver la edición en inglés.
Preocupación acerca de la conducta sexual
Dios creó a la humanidad en su infinito amor y misericordia, hombre y mujer, y al hacerlo basó la sociedad humana sobre el firme fundamento de hogares y familias llenos de amor. Sin embargo, Satanás procura pervertir toda cosa buena; y la perversión de lo mejor conduce inevitablemente a lo que es peor. Bajo la influencia de la pasión, sin los frenos de los principios religiosos y morales, la asociación de sexos ha degenerado, en una extensión profundamente perturbadora, en licencia y abuso. Esto lleva a la esclavitud. Con la ayuda de muchas películas, videos, televisión, programas de radio y materiales impresos, el mundo es conducido hacia mayores profundidades de vergüenza y depravación. No sólo se hace un enorme daño a la estructura básica de la sociedad, sino que la destrucción de la familia también provoca otros males graves. Los resultados en vidas distorsionadas de niños y jóvenes son inquietantes y provocan nuestra compasión, y los efectos no sólo son desastrosos sino también acumulativos.
Estos males se están haciendo en forma más abierta y constituyen una amenaza seria y creciente a los ideales y propósitos de los hogares cristianos.
Las prácticas sexuales contrarias a la expresa voluntad de Dios son el adulterio y el sexo premarital, así como una conducta obsesivamente sexual.
El abuso sexual del cónyuge, el abuso sexual de niños, el incesto, las prácticas homosexuales (gays y lesbianas) y la bestialidad se encuentran entre las perversiones más obvias del plan original de Dios. Al negar la intención de claros pasajes de las Escrituras (ver Éxo. 20:14; Lev. 18:22, 23, 29; 20:13; Mat. 5:27, 28; 1 Cor. 6:9; 1 Tim. 1:10; Rom. 1:20-32), y al rechazar sus advertencias para remplazarlas por opiniones humanas, prevalece mucha incertidumbre y confusión. Esto es lo que Satanás desea. Él siempre ha intentado lograr que el pueblo se olvide que cuando Dios creó a Adán, también creó a Eva para ser su compañera femenina (“varón y hembra los creó”, Gén. 1:27). A pesar de las claras normas morales presentadas en la Palabra de Dios para las relaciones entre los hombres y las mujeres, el mundo está hoy siendo testigo de un resurgimiento de perversiones y depravaciones que caracterizaron a algunas civilizaciones antiguas.
Los resultados degradantes de la obsesión con el sexo y la búsqueda de placeres sensuales en esta época están claramente descritos en la Palabra de Dios. Pero Cristo vino para destruir las obras del diablo y restaurar una relación correcta de los seres humanos entre si y con su Creador. De este modo, aunque caídos por medio de Adán y cautivos del pecado, los que se vuelven a Cristo arrepentidos reciben un perdón completo y escogen un camino mejor, el camino a una restauración completa. Por medio de la cruz, el poder del Espíritu Santo en el “hombre interior” y el ministerio de la iglesia, todos pueden ser liberados de las garras de la perversión y las prácticas pecaminosas.
La aceptación de la gratuita gracia de Dios inevitablemente lleva al creyente individual a una clase de vida y conducta que “adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:10). También llevará a la iglesia, como cuerpo, a mostrar una disciplina firme y amante de los miembros cuya conducta represente mal al Salvador, distorsione y rebaje las normas de vida y conducta verdaderas.
La iglesia reconoce la verdad penetrante y la poderosa motivación de las palabras de Pablo a Tito: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14; ver también 2 Ped. 3:11-14).
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual desarrollada en Washington, D.C., el 12 de octubre de 1987.
Las enfermedades de transmisión sexual
Desafíos
El mundo contemporáneo confronta graves problemas éticos, médicos y sociales como resultado del aumento de la permisividad sexual y la promiscuidad correspondiente. Siendo que los cristianos son parte de la comunidad social total, tales actitudes y conductas se han infiltrado también en la Iglesia Adventista, lo cual demanda que se les preste atención.
Tan serios son los desafíos que presentan las enfermedades de transmisión sexual (ETS), que las Naciones Unidas, juntamente con la mayoría de los gobiernos de todo el mundo, la comunidad de servicios médicos y los dirigentes religiosos, políticos y económicos, han instituido una serie de programas de investigación y educación sobre salud cuyo enfoque es la prevención y el tratamiento. El objetivo es prevenir, curar y minimizar los efectos, o por lo menos disminuir la propagación de tales enfermedades. Corren un mayor riesgo los jovencitos que entran a la pubertad cada vez a una edad menor, cuando son especialmente vulnerables a la presión de grupo y a un alud de mensajes de los medios de comunicación y de sus compañeros que consideran los encuentros sexuales casuales y fuera del matrimonio como aceptables y normales. Muchos jóvenes son sexualmente activos desde los primeros años de su adolescencia y establecen muy pronto patrones de actividad sexual.
Juntamente con el incremento de la actividad sexual aparece un aumento dramático de las enfermedades de transmisión sexual, con sus serios problemas físicos y emocionales. Se han hecho avances en los aspectos siguientes:
● Las investigaciones proporcionaron datos más precisos.
● Se documentaron beneficios del uso de condones para reducir embarazos no deseados y la propagación de enfermedades de transmisión sexual.
● Se reconocieron los peligros de la promiscuidad.
● Tratamientos más efectivos redujeron la propagación y progresión de muchas enfermedades transmitidas sexualmente.
● Se reconocieron riesgos a largo plazo de daños emocionales como resultado de encuentros sexuales casuales.
● Aumentó el consenso en favor de que la abstinencia de actividad sexual fuera del matrimonio preserva la salud sexual y emocional.
A pesar de sus limitaciones, estos avances ha probado ser benéficos y deben alentarse por razón de sus efectos positivos. Debe animarse a quienes proporcionan tales ciudades y servicios a participar en la promoción de estos esfuerzos, pues merecen el apoyo de los miembros de iglesia al hacerlo.
El enfoque práctico dado a tan serios problemas y el uso de las intervenciones apropiadas no debe interpretarse en términos de endoso o estímulo de las actividades sexuales fuera del matrimonio o de infidelidad dentro de éste. Tales esfuerzos deben verse más bien como tentativas humanitarias para prevenir o reducir las consecuencias negativas de comportamientos sexuales dañinos.
Algunas veces los familiares, pastores, maestros, consejeros, médicos y otros profesionales podrían trabajar en favor de personas que, a pesar de recibir la correcta orientación, se rehúsan a abandonar sus prácticas sexuales incorrectas para vivir de acuerdo con las elevadas normas morales de Dios. En tales casos, quienes ministran en su favor pueden, como último recurso, aconsejar a la persona específica el uso de métodos contraconceptivos y profilácticos, tales como los condones, en un esfuerzo por prevenir el embarazo y reducir el riesgo de propagación de las enfermedades transmitidas sexualmente que diezman la existencia. Debe tenerse sumo cuidado al aconsejar al respecto, hablando muy claro a las personas y miembros de la comunidad correspondiente: que esta medida extrema no debe de ninguna manera interpretarse como anuencia bíblica respecto a las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Tal acción por parte de los profesionales en el área debe tener carácter provisional y ser utilizada solamente en casos individuales.
Aunque tales intervenciones puedan proveer un poco de tiempo para que la gracia haga su obra en el corazón humano, no proveen una solución viable a largo plazo. La iglesia debe continuar esforzándose en aprovechar al máximo cada oportunidad de subrayar el concepto de la sabiduría del diseño divino tocante a la sexualidad humana, y en llamar a hombres y mujeres a la más elevada norma de conducta moral.
Principios bíblicos
Aun cuando los esfuerzos descritos anteriormente son benéficos en muchos sentidos, son, por otra parte, sólo una respuesta a situaciones existentes creadas por el impacto del pecado. En las Escrituras Dios ha establecido un plan superior como guía para el uso del don de la sexualidad. Basado en una serie de principios guiadores, presenta en términos prácticos el ideal de Dios para su pueblo que vive en un mundo herido por el pecado.
1) La intimidad sexual se reserva para el matrimonio. La sexualidad es un don amoroso del Creador a la humanidad (Gén. 1:26, 27). El evangelio pide de los creyentes que aprecien y hagan uso de su sexualidad en armonía con los propósitos divinos (1 Cor. 3:16, 17; 6:13-20; Efe. 5:1-8; Fil. 1:27; 1 Tes. 4:3-7). En el plan de Dios, la intimidad sexual se reserva para un hombre y una mujer dentro de los límites del convenio matrimonial (Gén. 2:24, 26; Éxo. 20:14; Prov. 5; Cant. 4:12; 8:8-10; 2:6, 7; 3:5; 8:3, 4; Ose. 3:3; Heb. 13:4). La fidelidad sexual dentro del matrimonio es esencial para la plena comprensión de la metáfora divina que compara al matrimonio con la relación de Dios con su pueblo (Isa. 54:5; Ose. 2:14-23; 2 Cor. 11:2; Apoc. 19:6-9; 21:9).
2) La intimidad fuera del matrimonio es inmoral y dañina. Tal relación íntima tiene un efecto perjudicial sobre la persona (Lev. 18:6-30; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:18) así como sobre la relación matrimonial (Prov. 5:1-23). Las Escrituras la consideran parte de la vida de pecado (Gál. 5:19; Col. 3:5).
3) Dios reconoce la fragilidad humana. Su divina voluntad hacia los seres humanos y sus propósitos en la creación son inalterables (Mal. 3:6; Mat. 5:17-20; Hech. 20:27). También son invariables su absoluto amor por la humanidad y sus esfuerzos por redimirla (Juan 3:16; Rom. 5:8; 8:35-39; Efe. 1:1-14; 3:14-19; Juan 4:7-10). El mensaje del evangelio, cuyo centro es Jesucristo, une todas estas verdades (Sal. 85:10; 1 Juan 2:1, 2). La única esperanza para la humanidad caída es la gracia de Dios (Rom. 3:23, 24; 5:1, 2, 20; Efe. 2:1-5). Dios es paciente y misericordioso hacia la fragilidad humana (Núm. 14:18, 19; Sal. 86:15; 103:13, 14; Ose. 11:8, 9; Jon. 3:1; 4:10, 11; Mat. 23:37; 1 Tim. 1:15, 16). Aun cuando la gracia de Dios no le da al hombre licencia para pecar (Rom. 6:1, 2), es a través de esa gracia que Dios lleva a cabo sus esfuerzos redentores dentro de las circunstancias que son resultado del pecado (Rom. 5:12-21). Las transacciones prácticas de Dios con respecto a casos de divorcio (Deut. 24:1-5; Esd. 10: 10, 11; Mat. 19:7, 8), la poligamia (Éxo. 21:10; Deut. 17:17; 21:15-17; Mat. 19:4, 5), la introducción de los alimentos de origen animal (Gén. 1:11, 12, 29, 30; 9:3; Lev. 3:17; 11:47) y la provisión de un rey terrenal (1 Sam. 8:7; 10:19; Ose. 13:11) ofrecen ejemplos de intervenciones muy lejos del ideal divino. A través de tales casos podemos ver su gracia y misericordia obrando en un mundo deformado por el pecado.
4) La iglesia lleva a cabo su misión en un mundo caído. Las condiciones existentes contrastan agudamente con el ideal de Dios. Tanto creyentes como no creyentes son vulnerables a la inmoralidad sexual como uno de los trágicos resultados del pecado (Juan 17:15; 1 Juan 2:15). La iglesia está llamada a servir tanto a los creyentes como a los no creyentes, alcanzando con su misión y llamado a los pecadores (Mat. 28:19; Mar. 2:17; 2 Cor. 5:20, 21), fomentando el desarrollo de los creyentes (Efe. 2:19-22; 4:11-13, 15; 1 Tes. 5:11; 2 Ped. 3:18), exaltando el valor infinito de cada persona (Isa. 43:3, 4, 7; Mat. 12:12; Luc. 12:7; 15:1-32; 1 Ped. 1:18, 19), protegiendo al débil y vulnerable (Rom. 15:1; 1 Tes. 5:14; Heb. 13:3), promoviendo y preservando la vida y la salud (Juan 10:10; 1 Cor. 6:19; 3 Juan 2), y llamando a hombres y mujeres a ocupar su elevada posición como pueblo santo y elegido de Dios (Efe. 4:1; 5:8; 1 Ped. 1:15, 16; 2:5, 9). El ministerio de la iglesia alcanza a los individuos en el lugar donde se encuentran (1 Cor. 3:1, 2; 7:1-28) y les presenta una norma más elevada (Luc. 19:5-10; Juan 8:3-11; Hech. 17:18-34).
5) Se espera que ocurra un desarrollo espiritual en la vida cristiana. El cambio efectuado en el cristiano implica tanto la conversión (Juan 3:3, 7; Hech. 3:19; Rom. 12:2; 2 Cor. 5:17) como el crecimiento (Prov. 4:18; Luc. 2:52; Efe. 3:17-19; 4:11-15; 2 Ped. 3:18). En la conversión, el cristiano acepta como suya, por fe, la vida perfecta de Cristo y experimenta una transformación de valores guiada por el Espíritu (Juan 3:5; Gál. 2:20). Tanto fuerzas externas como internas podrían provocar un receso en el pensamiento o la conducta (Gál. 5:16-18; 1 Juan 3:20), pero la dedicación al progreso inducido por la gracia en la vida cristiana (1 Cor. 15:10; Fil. 3:12-14; Col. 1:28, 29) y la confianza en los medios provistos por Dios (Rom. 8:5-7; Gál. 5:24, 25) producirán el crecimiento hacia la semejanza de Cristo (Gál. 5:22-25; Efe. 5:1).
Las Escrituras demandan del ser humano que progrese moral y espiritualmente a través de su existencia (Luc. 2:52; 1 Cor. 13:11; 14:20). La acción planificadora y facilitadora de tal crecimiento es vital en el cumplimiento de la comisión evangélica (Mat. 28:20; Efe. 3:14-24). La tarea de la educación religiosa es prestar atención al desarrollo individual y presentar la verdad en forma tal que quienes la escuchan puedan comprenderla (Mat. 11:15), logrando con ello ampliar su comprensión sin hacerlos tropezar (Rom. 14:1-21; 1 Cor. 8:9-13). Aunque debe tratarse con indulgencia a quienes tienen menos conocimiento o madurez (Mat. 13:34; Juan 16:12; Hech. 17:30; 1 Cor. 3:1, 2), la persona debe, con el paso del tiempo, progresar hacia una comprensión más amplia de la voluntad de Dios (Juan 16:13), y hacia una más completa expresión de su amor por Dios y hacia los demás (Mat. 22:37-39; Juan 13:35; 8:9; 13:11; 1 Juan 3:14; 4:11, 12).
Con la bendición de Dios, la presentación clara del evangelio y la atención cuidadosa al proceso de hacer discípulos darán frutos espirituales aun entre
los que han estado implicados en pecados sexuales (1 Cor. 6:9-11).
Implicaciones
1) La iglesia sostiene la perspectiva bíblica de la sexualidad como un sano atributo de la naturaleza humana creada por Dios, para ser gozada y utilizada en forma responsable en el matrimonio, como parte del discipulado cristiano.
2) La consigna de la iglesia es dar a conocer la perspectiva bíblica de la sexualidad humana en forma intencional y culturalmente apropiada. Se enfatiza el aprecio hacia el organismo humano y el conocimiento de sus funciones, defendiendo la castidad sexual fuera de las relaciones matrimoniales y la fidelidad dentro de las mismas, y desarrollando habilidades con respecto a la comunicación y toma de decisiones tocante a la conducta sexual. El cometido de la iglesia es transmitir la verdad de que el uso indebido de la propia sexualidad y el abuso de poder en las relaciones son contrarios al ideal de Dios.
3) La iglesia llama a las personas a consagrarse delante de Dios a una vida de abstinencia sexual fuera del convenio matrimonial y la fidelidad sexual en relación con el cónyuge. Aparte de la sana expresión de intimidad sexual dentro del matrimonio, la abstinencia constituye el único camino seguro y moralmente aceptable para el cristiano. En cualquier otro contexto, las prácticas sexuales son a la vez perjudiciales e inmorales. Esta elevada norma representa la intención de Dios en cuanto al uso de este don y se pide que los creyentes sostengan este ideal, independientemente de las normas prevalecientes en la cultura a su alrededor.
4) La iglesia reconoce la pecaminosidad de la humanidad. Los seres humanos cometen errores, usan un mal criterio y pueden deliberadamente elegir involucrarse en prácticas sexuales contrarias al ideal divino. Otros posiblemente no saben a quién acudir en busca de ayuda para vivir una vida sexualmente pura. Sin embargo, nada puede librar a tales personas de las consecuencias de apartarse del plan divino. Las heridas emocionales y espirituales producto de las prácticas sexuales que violan el plan de Dios, dejan inevitablemente sus cicatrices. Pero la iglesia brinda su ministerio de gracia y misericordia ofreciendo el perdón, la sanidad y el poder restaurador de Dios. Debe procurar proveer el apoyo personal, espiritual y emocional que le permita a la persona lastimada echar mano de los recursos del evangelio. La iglesia también debe ayudar a las personas y a las familias a identificar y lograr acceso a la completa red de recursos profesionales disponibles.
5) La iglesia reconoce como moralmente aceptable el uso de medidas anticonceptivas, incluyendo los condones, por parte de parejas matrimoniales que tratan de controlar la concepción.1 Los condones, en particular, podrían hasta ser prescritos en ciertas circunstancias matrimoniales; por ejemplo, cuando uno de los cónyuges ha estado expuesto a, o contraído alguna enfermedad transmitida sexualmente, exponiendo así a su pareja a una infección casi segura.
Por otra parte, el uso premarital o extramarital del condón, ya sea para disminuir el riesgo de embarazo no deseado o para prevenir la transmisión de una enfermedad de transmisión sexual, presenta una dificultad de orden moral. Tal preocupación debe considerarse en el contexto del plan divino para la sexualidad humana, la relación entre el propósito creador de Dios y su consideración de la fragilidad humana, el proceso de crecimiento espiritual y desarrollo moral del individuo, y la naturaleza misional de la iglesia. Aun cuando el uso del condón ha demostrado ser más o menos efectivo en cuando a la prevención del embarazo y la propagación de la enfermedad, 2 esto no hace moralmente aceptables las prácticas sexuales fuera del matrimonio. Tampoco previene este hecho el daño emocional que resulta de tal comportamiento. El llamado de la iglesia tanto a jóvenes como adultos, a creyentes como a no creyentes, es a vivir una vida digna de la gracia que se nos ofrece a través de Cristo, usando tan completamente como sea posible los recursos divinos y humanos para vivir de acuerdo con el ideal de Dios con respecto a la sexualidad.
6) La iglesia reconocer que en casos en los cuales las personas casadas enfrentan el riesgo de transmitir o contraer a través de su cónyuge enfermedades transmitidas sexualmente, tales como el SIDA, el uso de un condón es no solamente moralmente aceptable, sino altamente recomendable si los cónyuges deciden continuar teniendo relaciones sexuales. Debe advertírseles a los usuarios de condones acerca de la importancia de usarlos apropiadamente y de sus límites en cuanto a su efectividad para prevenir la transmisión del SIDA.
Llamado
Enfrentamos una crisis que hace peligrar la vida y amenaza el bienestar de muchas personas, incluyendo a los miembros de iglesia. Tanto los jóvenes como los adultos están en peligro. La iglesia debe desarrollar sin mayor dilación una estrategia completa de educación y prevención. Deben movilizarse los recursos en términos de profesionales de la salud, servicios sociales, educativos, ministeriales y otros, tanto dentro como fuera de la iglesia. La crisis demanda atención prioritaria usando recursos y métodos legítimos a disposición de la iglesia dirigidos al hogar, la escuela, la iglesia y la comunidad. De ello depende el destino de una entera generación de seres humanos, y hoy estamos corriendo contra el tiempo.
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Referencias:
1 Ver “Control de la natalidad: Declaración de consenso de la IASD” (160-98G; pp. 16-19 de este libro).
2 Las investigaciones indican que los condones, cuando se usan correctamente, son un 97% seguros en relación con la prevención del embarazo y de un 85 a un 90% en la prevención de la transmisión
de virus, según los utiliza la población en general. Entre los grupos que los usan consistente y correctamente, su efectividad es de un 97%. Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Ejecutiva de la Asociación General el 27 de septiembre de 1998 en Foz de Iguazú, Brasil.
Fumar es la mayor causa de muertes que se podrían evitar en el mundo. “La prevención es mejor que la curación”, dice un concepto universal de ética. En lo que respecta al fumar, la mayoría de los países se encuentra frente a una paradoja ética: aunque muchas décadas de investigación han producido evidencias incontrovertibles de los riesgos para la salud que produce el fumar cigarrillos, la industria del tabaco continúa floreciendo, a menudo con el apoyo tácito o más declarado del gobierno. La ética del fumar es aún más seria por las revelaciones alarmantes acerca de las muertes y riesgos para la salud causados por el fumar “de segunda mano”.
Un serio problema ético es la exportación de cigarrillos a países en desarrollo, especialmente los cigarrillos con ingredientes letales más elevados de lo que se admite en otras partes. Por más de un siglo la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha advertido a sus jóvenes y al público en general con respecto a la naturaleza adictiva y destructora de la salud que produce el fumar cigarrillos. Los cigarrillos son un riesgo de salud a nivel mundial por la combinación de la adicción junto con la avaricia económica de la industria del tabaco y otros segmentos de la comunidad mercantil.
Los adventistas creen que la ética de la prevención requiere políticas públicas que reduzcan el fumar, tales como:
1) Una prohibición uniforme de la publicidad del tabaco;
2) Ordenanzas para proteger a los niños y los jóvenes, que son el blanco favorito de la industria del tabaco;
3) Leyes más estrictas que prohíban fumar en lugares públicos;
4) Un uso más agresivo y sistemático de los medios para educar a los jóvenes acerca de los riesgos del fumar;
5) Impuestos sustancialmente más elevados sobre los cigarrillos;
6) Reglas que requieran que la industria del tabaco pague los costos del cuidado de la salud asociados con el uso de sus productos.
Reglas como éstas salvarían millones de vidas cada año.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) para ser publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en las sesiones
del Concilio Anual desarrollado en San José, Costa Rica, del 1º al 10 de octubre de 1996.
Por más de un siglo la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha advertido a sus jóvenes y al público en general que el fumar tabaco es de una naturaleza adictiva y destructora de la salud. Fumar cigarrillos es la causa individual mayor de muertes que podrían evitarse en el mundo. Uno de los conceptos éticos más firmes de la mayoría, si no de todas las sociedades, es que la prevención es mejor que la curación.
En lo que respecta al fumar, la mayoría de los países se enfrentan con una paradoja ética: aunque muchas décadas de investigaciones han producido evidencias incontrovertibles de los riesgos del fumar cigarrillos, la industria del tabaco todavía florece, y a menudo lo hace con apoyo tácito o abierto de los gobiernos. La ética del fumar es aun más seria por las revelaciones alarmantes acerca de las muertes por causa del cáncer y de otros riesgos de salud causados por el fumar “de segunda mano”.
Creemos que la ética de la prevención requiere en cada país una prohibición uniforme de toda la publicidad del tabaco, leyes más estrictas que prohíban fumar en lugares públicos no residenciales, una educación pública más agresiva y sistemática, e impuestos sustancialmente más elevados sobre los cigarrillos. Estas medidas salvarían millones de vidas cada año.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y difundida por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
Resolución sobre el Espíritu de Profecía
Nosotros, los delegados al Congreso de la Asociación General
de 2010, en Atlanta, Georgia, EE.UU., reconocemos con
gratitud la permanente contribución
a la Iglesia Adventista del Séptimo Día que se halla en los
escritos y el ministerio de Elena G. de White. Somos
testigos de cómo la iglesia ha sido bendecida y guiada por
Dios mediante el consejo inspirado de su mensajera.
Sus consejos exaltan la Biblia como la Palabra de Dios,
exaltan a Jesús como Creador y Redentor del mundo, y
alientan a una vida de servicio y sacrificio. Su
ministerio ha ayudado directamente en la preservación de la
unidad de la
iglesia y a su expansión global.
El don de profecía, como los demás dones espirituales, está
para lograr unidad, equipar el pueblo de Dios para la obra
del ministerio, edificar el cuerpo de Cristo, protegerlo de
ser engañado por falsas doctrinas e impulsar el crecimiento
espiritual individual y colectivo (Efesios 4:11-15).
Reconocemos en Elena G. de White el don de profecía y
afirmamos que cuando este don es valorado y su instrucción
atendida, la iglesia prospera.
Consecuentemente, expresamos nuestra gratitud a Dios por
este don de su gracia en el ministerio profético de Elena G.
de White. Exhortamos a los adventistas del séptimo día en
todas partes a estudiar con oración sus mensajes y a
beneficiarse con la inspiración y la instrucción que se
encuentran allí. Animamos a los docentes y administradores
de nuestras instituciones y a los dirigentes de nuestras
entidades de cuidado de la salud y casas editoras
a repasar sus consejos para sus respectivas áreas de
servicio. Instamos a los pastores a utilizar estos escritos
en la preparación de sus sermones y en su
planificación con los miembros para la misión de sus
iglesias. Exhortamos a los administradores de todos los
niveles a ejercer su influencia en afirmar la
importancia de estos escritos para la iglesia y a continuar
con los esfuerzos para hacer que estos escritos estén
al alcance de los miembros de iglesia a un
costo accesible. Y afirmamos nuestro compromiso a “creer en
sus profetas” (2 Crónicas 20:20), para que podamos prosperar
en el cumplimiento de nuestra
misión al mundo y de esa manera apresurar la venida de
Jesús.
Esta declaración fue aprobada y la resolución votada en el Congreso de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3 de julio de 2010.
Confianza en el Espíritu de Profecía
Nosotros, los delegados reunidos en Utrecht para celebrar el 56º Congreso de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, alabamos agradecemos a Dios por el gracioso don del Espíritu de Profecía.
En Apocalipsis 12, Juan el Revelador identifica a la iglesia en los últimos días como “el remanente”, “el resto”... “los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo” (vers. 17). Creemos que, en este breve cuadro profético, el Revelador está describiendo a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la cual no sólo guarda “los mandamientos de Dios”, sino que tiene también “el testimonio de Jesucristo”, el cual es “el espíritu de profecía” (Apoc. 19:10). En la vida y el ministerio de Elena de White (1827-1915) vemos cumplida la promesa de Dios de proveer y otorgar a la iglesia remanente el “espíritu de profecía”. Aunque Elena de White nunca reclamó para si el título de “profeta”, creemos que hizo la obra de un profeta, y más que un profeta. Ella dijo: “Mi misión abarca la obra de un profeta pero no termina allí” (Mensajes selectos, t. 1, p. 40). “Si otros me llaman así [profetisa], no lo discuto” (Ibíd, p. 39); “Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo” (Ibíd, p. 40).
La misión principal de Elena G. de White fue dirigir la atención hacia las Sagradas Escrituras. Ella escribió: “Poco caso se hace a la Biblia, y el Señor ha dado una luz menor para guiar a los hombres y las mujeres a la luz mayor” (El colportor evangélico, p. 174). Ella creía que, aunque sus escritos eran una “luz menor”, eran luz, y que la fuente de esa luz es Dios. Como adventistas creemos que “en su Palabra Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa” (El conflicto de los siglos, p. 9) . Aunque consideramos que el canon bíblico está cerrado, creemos también, como creyeron los contemporáneos de Elena de White, que sus escritos tienen autoridad divina, tanto en lo que se refiere a la vida cristiana como a la doctrina. Por lo tanto, Recomendamos que (1) busquemos como iglesia el poder del Espíritu Santo para aplicar más plenamente a nuestras vidas el consejo inspirado contenido en los escritos de Elena de White, y (2) que incrementemos los esfuerzos para publicar y hacer circular estos escritos alrededor del mundo.
Esta declaración fue aprobada y votada por el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, el 30 de junio de 1995.
Resolución acerca del Espíritu de Profecía
Como delegados al Congreso de la Asociación General reunido en St. Louis, Missouri, en 2005, reconocemos que la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido ricamente bendecida por el Señor a través del don de profecía manifestado en el ministerio y los escritos de Elena G. de White. Por su medio, el Señor guió el desarrollo de la iglesia desde un pequeño número de miembros hasta llegar a ser un movimiento mundial al que se le encargó la proclamación de un mensaje de salvación en Cristo y la esperanza de su pronto retorno en gloria. Su ministerio ha contribuido directamente a la preservación de la unidad de la iglesia y la ha sustentado en tiempos difíciles. Sus escritos continúan siendo una influencia sumamente positiva en la vida de la iglesia, proveyéndole consuelo, orientación, instrucción, corrección y estímulo teológico. Su estudio guiará constantemente a la iglesia nuevamente a la Biblia como el mismo fundamento de la fe y la práctica.
Como delegados, afirmamos la importante función que todavía tienen los escritos de Elena G. de White para nutrir al movimiento adventista y preservar la unidad de la iglesia mundial. Consecuentemente, llamamos a los adventistas de todo el mundo a estudiar con oración sus escritos, con el fin de comprender más plenamente el propósito de Dios para su pueblo remanente. Llamamos a los dirigentes de la iglesia en todos los niveles administrativos a planificar y facilitar la promoción y el estudio de los escritos del Espíritu de Profecía en sus respectivos territorios. Llamamos a nuestra juventud a familiarizarse con la riqueza de consejo divino encontrada en estos escritos, porque enriquecerá grandemente sus vidas mientras sirven al Señor y a sus semejantes.
Documento aprobado en el 58º Congreso de la Asociación General, desarrollado en St. Louis, Missouri, EE.UU., el 3 de julio de 2005.
Declaración de Confianza en los Escritos de Elena de White
Como delegados ante el Congreso Mundial de la Asociación General 2015 en San Antonio, Texas, expresamos nuestra profunda gratitud a Dios por la presencia continua de varios dones espirituales en su pueblo (1 Cor. 12:4-11; Efe. 4:11-14), y particularmente por la orientación que hemos recibido por medio de la vida y del ministerio de Elena de White (1827-1915).
En el centenario de su fallecimiento, nos alegramos porque sus escritos han sido puestos a disposición en todo el mundo en muchos idiomas y en diversos formatos impresos y electrónicos.
Reafirmamos nuestra convicción de que sus escritos son inspirados por Dios, verdaderamente centrados en Cristo, y basados en la Biblia. En lugar de reemplazar a la Biblia, elevan el carácter normativo de la Escritura y corrigen interpretaciones inexactas de ella derivadas de la tradición, la razón humana, la experiencia personal y la cultura moderna.
Nos comprometemos a estudiar los escritos de Elena de White sinceramente y con corazones dispuestos a seguir los consejos y las instrucciones que encontremos allí. Ya sea individualmente, en la familia, en grupos pequeños, en el aula o en la iglesia, el estudio combinado de la Biblia y los escritos de Elena de White provee una experiencia transformadora y que aumenta la fe.
Animamos el desarrollo continuo de estrategias mundiales y locales para fomentar la circulación de sus escritos dentro y fuera de la iglesia. El estudio de estos escritos es un medio poderoso para fortalecer y preparar al pueblo de Dios para la aparición gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Renovación espiritual e impacto sobre la sociedad
La presencia muy real del mal en el mundo y la pecaminosidad de los seres humanos, complicada por los rápidos cambios en la educación, la industria, la tecnología y la economía, continúan confundiendo a nuestro planeta con cambios sociales masivos. Los individuos y las familias a menudo se sienten impotentes y víctimas de sistemas y circunstancias sobre los cuales perciben que no tienen control.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día considera como una parte de su misión el extender el ministerio de Cristo al mundo afectado por el sufrimiento. El ministerio de Jesús fue dar consuelo, poder, liberación y reconciliación. Junto con otros cristianos, somos una fuerza sanadora y estabilizadora en tiempos de cambio. Cuando todo es turbulento a nuestro alrededor, la iglesia proporciona seguridad de que hay Uno que está por sobre todo el tumulto de este mundo, que no cambia, y cuyo propósito prevalecerá en última instancia. La iglesia sirve como un vigía en la sociedad y una comunidad que comparte poder, animando a las personas y a las familias a evaluar las condiciones que las rodean, sosteniendo lo que es bueno, y trascendiendo y alterando lo que es perjudicial.
Se dijo de los primeros cristianos: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hech. 17:6). El evangelio de Cristo es, en sí mismo, un agente de cambio. En el evangelio hay compasión por la fragilidad humana; y al mismo tiempo hay estímulo para formar relaciones perfectas con Dios y unos con otros, como fue el plan divino en la creación. Creemos que, mediante el poder del Espíritu Santo, llegamos a ser nuevas criaturas (Efe. 4:22-24), salimos de la oscuridad a la luz (1 Ped. 2:9) y experimentamos ahora el poder transformador del mundo por venir (Heb. 6:5). La renovación espiritual satura a la sociedad así como la sal proporciona sabor y la luz ilumina la oscuridad. La presencia de personas espiritualmente renovadas en la comunidad puede hacer una obra que las iniciativas políticas y sociales solas no pueden realizar. Los cristianos que han experimentado el poder transformador de Cristo son pilares estabilizadores y fortalecedores de la sociedad, y conservan los valores que afirman la vida. Actúan como agentes de cambio ante la decadencia moral. Su presencia activa en la comunidad proporciona esperanza, mientras las personas y las familias son ennoblecidas por principios cristianos, de modo que sus vidas y relaciones producen un impacto sobre quienes las rodean.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), para ser publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en las sesiones
del Concilio Anual desarrollado en San José, Costa Rica, entre el 1° y el 10 de octubre de 1996.
Principios de temperancia y aceptación de donaciones
Desde su mismo comienzo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día le ha dado importancia a la temperancia y a la lucha contra el avance de las bebidas alcohólicas, del tabaco y de otras drogas. Mientras que algunas denominaciones cristianas disminuyeron el énfasis en relación con la temperancia, los adventistas continuamos oponiéndonos vigorosamente al uso de alcohol, tabaco y drogas inadecuadas. La iglesia aboga a favor de la abstinencia total de estas sustancias dañinas. Su posición está bien planteada entre las creencias fundamentales que sostiene.
Hay evidencias que indican que en algunas partes del mundo ha habido un decaimiento de la promoción de los principios de verdadera temperancia dentro de la iglesia. Esta situación, sumada a las agresivas campañas de publicidad por parte de las industrias de bebidas alcohólicas y tabacaleras, han creado las condiciones para que algunos adventistas estén siendo alcanzados por estas influencias negativas e insidiosas. Un asunto que surge de tanto en tanto es el ofrecimiento de fondos destinados a organizaciones religiosas por parte de las industrias de bebidas alcohólicas o tabacaleras. La posición de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es que dicho ofrecimiento no deberá ser aceptado por la iglesia ni por ninguna de sus instituciones. Los recursos mencionados están teñidos por la miseria humana, y en el caso de la industria de bebidas alcohólicas, llega a través de la pérdida de vidas humanas (Elena de White, Review and Herald, 15 de mayo de 1894). La comisión evangélica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la de censurar el mal y no alabar ni estimular a quienes fabrican venenos que acarrean miseria y ruina y cuyo negocio viene a ser un robo (ver El ministerio de curación, p. 259).
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reafirma su posición histórica en cuanto a los principios de temperancia, mantiene sus normas y programas del Artículo 22 de las Creencias Fundamentales, e insta a cada miembro a reafirmar y revelar un compromiso de abstinencia de todo tipo de alcohol y tabaco y del uso irresponsable de drogas. El Concilio Anual de 1992 convoca a un reavivamiento de los principios de temperancia dentro de la iglesia, e insta a los feligreses y a las organizaciones de la iglesia a que rechacen donaciones y favores de las industrias mencionadas.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual del 11 de octubre de 1992 realizado en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
Llamados a comprometerse con la salud y la sanidad
La Iglesia Adventista del Séptimo Día
reafirma el compromiso y los objetivos de su Ministerio de
la Salud con el propósito de lograr el bienestar de sus
miembros y de las comunidades a las cuales sirve, y de
mejorar la salud global.*
La Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
reitera su compromiso con los principios de la dignidad y la
equidad humanas, la justicia social, la libertad, la
autodeterminación, el acceso a alimentos saludables y agua
potable, y el acceso universal no discriminatorio a la
atención de la salud.
Mediante su ministerio de la predicación, la
enseñanza, la sanidad y el discipulado, la iglesia procura
representar la misión de Jesucristo de un modo tal como para
ser:
1. Globalmente considerada por enseñar un modelo holístico
de vida saludable, basado en evidencias, en la atención
primaria de la salud.
2. Vista en todo tiempo como una aliada confiable y
transparente de organizaciones con metas y visión
compatibles, para aliviar el sufrimiento y procurar la salud
y el bienestar básicos.
3. Reconocida por el alcance incondicional de su abrazo a
todas las personas, en busca de la salud y el bienestar
básicos.
4. Comprometida no sólo administrativamente sino también
funcionalmente en todos los niveles, incluyendo cada
congregación y cada miembro de iglesia, en este ministerio
de la salud y la sanidad.
———————
* Esta declaración sigue las deliberaciones y
recomendaciones de la Conferencia Global sobre Salud y
Estilo de Vida realizada en Ginebra en julio de 2009, en
colaboración con la Organización Mundial de la Salud, y
llama a la cooperación con organismos de similar
credibilidad que procuran el mejoramiento de la salud
global.
Este documento fue votado por la Junta
Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del
Séptimo Día en la sesión del Concilio Anual realizado en
Silver Spring, Maryland, EE.UU, el 14 de octubre de 2009.
“La Iglesia Adventista del Séptimo Día coloca un fuerte énfasis en la salud y el bienestar. El énfasis adventista en la salud se basa en la revelación bíblica, los escritos inspirados de E.G. White (cofundadora de la iglesia) y en la literatura científica comprobada por pares. Así, animamos a la inmunización/vacunación responsable y no tenemos razón con base en la fe para no animar a nuestros adherentes a participar de manera responsable en programas de inmunización protectores y preventivos. Valoramos la salud y la seguridad de la población, lo que incluye el mantenimiento de la ‘inmunidad colectiva’.
“No somos la consciencia del feligrés individual y reconocemos las decisiones individuales. Estas las ejercen las personas. La decisión de no ser inmunizado no es y no debe ser vista como el dogma ni la doctrina de la Iglesia Adventistas del Séptimo Día”
Declaracion de Asociacion General de los Adventistas del Séptimo Día del 15/03/2015. Ratificada y publicada por la DSA en https://noticias.adventistas.org/es/noticia/salud/iglesia-adventista-adopta-posicion-con-respecto-a-las-vacunas/ 25/03/2015
Libertad y responsabilidad teológica y académica
Documento 1:
Declaración sobre libertad y responsabilidad teológica y académica
La iglesia y sus instituciones
La libertad para el pastor/obrero, de aquí en adelante referido como obrero, se basa en la premisa teológica de que Dios valora la libertad, y que sin ella no puede haber amor, verdad o justicia. El amor pide que el afecto y la dedicación se den sin restricciones; la aceptación de la verdad requiere un examen dispuesto y la recepción de las evidencias y los argumentos; la justicia demanda el respeto por los derechos personales y la libertad. La presencia de estos elementos dentro de la iglesia alimenta el espíritu de unidad por el cual Jesús oró (Juan 17:21-23; Sal. 133).
Los adventistas han derivado su concepto distintivo del mundo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Creen que la verdad bíblica y la libertad de conciencia son asuntos vitales en el gran conflicto entre el bien y el mal. Por su misma naturaleza, el mal depende, para mantenerse, del engaño y la falsedad, y a veces de la fuerza. La verdad prospera mejor en un clima de libertad, persuasión y un sincero deseo de hacer la voluntad de Dios (Juan 7:17; Sal. 111:10). En consecuencia, es consistente con la práctica administrativa adventista el reconocer el privilegio del obrero de estudiar la Biblia por sí mismo con el fin de examinarlo todo (1 Tes. 5:21). Sería inconsecuente para la iglesia predicar que la verdad y la libertad no pueden existir la una sin la otra, y luego negar a sus obreros el derecho de investigar libremente todas las afirmaciones de la verdad. Por lo tanto, esto significa que la iglesia no pondrá obstáculos a la búsqueda de la verdad, sino que animará a sus obreros y feligreses a ocuparse en el estudio serio de las Escrituras y a apreciar la luz espiritual que ellas revelan (Sal. 119:130).
Aunque el obrero es libre para seguir sus estudios, no debe suponer que su perspectiva personal y limitada no necesite las percepciones y la influencia de la iglesia a la que sirve. Lo que él piensa que es la verdad, la comunidad mayor de los creyentes puede considerar que es un error. Y se invita a los obreros y a los miembros a estar en armonía sobre los puntos esenciales para “que no haya entre vosotros divisiones” (1 Cor. 1:10).
La libertad para el cristiano individual surge de pertenecer a la comunidad de Cristo. Ninguno está libre en el sentido bíblico si no está en relación con Dios y los demás. Por lo tanto, el estudio de la comunidad afirma y confirma la verdad teológica. Una persona puede estimular a la comunidad a estudiar un tema, pero sólo el pueblo de Dios y la iglesia como un todo pueden decidir qué es la verdad o qué no es la verdad a la luz de las Escrituras.
Ningún miembro u obrero puede servir como un intérprete infalible para ningún otro. Por cuanto muchas veces surgen dentro de la misma iglesia enseñanzas engañosas, perjudiciales para el bienestar de las almas (Hech. 20:29-31; 2 Ped. 2:1), la única seguridad para ella es no recibir ni fomentar una doctrina o una interpretación nuevas sin primero someterla al juicio de hermanos de experiencia, porque “en la multitud de consejeros hay seguridad” (Prov. 11:14).
Aun una vislumbre genuina de una verdad descubierta por un obrero puede no ser aceptable para el cuerpo de la iglesia cuando se la expone por primera vez. Si tal enseñanza es divisiva, no debería ser enseñada ni predicada hasta ser evaluada de la manera descrita más arriba. Los apóstoles mismos proporcionan un ejemplo de este enfoque (Hech. 15:2, 6; Gál. 2:2). Sería un uso irresponsable de la libertad de un obrero insistir en un punto de vista que ponga en peligro la unidad del cuerpo de la iglesia, que es tanto una parte de la verdad en sí misma así como lo son las declaraciones de doctrina formuladas (Fil. 1:27; Rom. 15:5, 6).
Además, los obreros deberían distinguir entre las doctrinas que no pueden ser comprometidas sin destruir el evangelio en el marco de los mensajes de los tres ángeles, y otras creencias diferentes que no son sostenidas por la iglesia. Un ejemplo de esta distinción puede verse en la decisión del Concilio de Jerusalén (Hech. 15). La preocupación del apóstol Pablo era establecer la verdad de la libertad cristiana en el evangelio para los gentiles.
Una vez que el principio fue aceptado por la iglesia, estaba dispuesto a hacer concesiones en asuntos menores (Rom. 14:5-13) por amor a la unidad.
Permitir que un principio o una verdad nuevos se trasladen a la vida diaria e la iglesia muestra respeto por la integridad del cuerpo de Cristo.
Pero, ¿dónde debe trazarse la línea entre libertad y responsabilidad? Se espera que una persona que entra al servicio de la iglesia asuma el privilegio de representar la causa de Dios de una manera responsable y honorable. Se espera que exponga la Palabra de Dios a conciencia y con preocupación cristiana por el bienestar eterno de las personas que están a su cuidado. Tal privilegio excluye la promoción de conceptos teológicos contrarios a la posición aceptada por la iglesia. Si un obrero viola esta confianza, la iglesia debe actuar para mantener su propio carácter (Hech. 20:28-31), por cuanto la comunidad de la fe puede dividirse por la promulgación de conceptos doctrinales divergentes. En consecuencia, los privilegios del obrero estarán en peligro. Esto es así porque el obrero, estando al servicio de la iglesia, es responsable por la conservación del orden y la unidad (Mar. 3:24, 25; Efe. 4:1-3; 1 Ped. 5:1-5)
Con el fin de conservar el progreso genuino en la comprensión espiritual (2 Ped. 3:18), la iglesia hará arreglos para que una comisión competente examine los conceptos divergentes de un obrero, si él cree que constituye nueva luz. Escuchar las alternativas siempre ayudará para que la verdad avance. La alternativa fortalecerá y ampliará la verdad, o quedará expuesta como falsa, confirmando con ello la posición presente. Por lo tanto, para asegurar la equidad y una evaluación madura, los administradores correspondientes seguirán las siguientes orientaciones al tratar con un obrero que alega que tiene conceptos doctrinales conflictivos.
Orientaciones para evaluar conceptos divergentes y para disciplinar a los disidentes: iglesias, asociaciones, instituciones primarias o secundarias, e instituciones no académicas.
La iglesia se reserva el derecho de emplear sólo a aquellas personas que creen personalmente en las doctrinas de la iglesia resumidas en el documento “Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día” (1980), y se comprometen a sostenerlas. Estas personas reciben de las respectivas organizaciones eclesiásticas credenciales especiales que los identifican como obreros permanente de la iglesia. Como miembros de la iglesia, los empleados siguen sujetos a las condiciones de feligresía como están presentados en el Manual de la iglesia. Este documento también se relaciona con el empleo de personal que trabaja por un salario.
Se entiende que la disciplina que se aplica a un obrero de la iglesia que persiste en propagar conceptos doctrinales que difieren de los de la iglesia no constituye una violación de su libertad, sino más bien una protección necesaria de la integridad e identidad de la iglesia. Hay derechos eclesiásticos corporativos así como hay libertades individuales. Los privilegios de los obreros no incluyen la licencia para expresar conceptos que puedan dañar o destruir la comunidad misma que los sostiene. A pesar de un cuidadoso proceso de examen y selección, todavía puede haber ocasiones en que los conceptos teológicos de un obrero lleguen a un análisis crítico. Si es necesario un examen tal, se recomienda el siguiente proceso:
1) Consulta privada entre el presidente/director y el obrero.
La consulta debe ser hecha con un espíritu de conciliación que dé a cada obrero la oportunidad de expresar libremente sus convicciones de manera honesta y abierta. Si esta conversación preliminar indica que la persona sustenta conceptos doctrinales que divergen de la teología adventista aceptada, y no está dispuesto a abstenerse de su difusión, el presidente enviará el tema a la junta directiva o a la comisión administrativa de la asociación o de la institución, la que hará arreglos para que una comisión selecta repase la situación con el obrero.
En ocasión de la consulta entre el presidente/director y el obrero, la percepción que tenga el presidente acerca del punto en cuestión determinará
las opciones administrativas que se seguirán.
a) Si el obrero voluntariamente inicia una consulta e informa al presidente acerca de sus dudas teológicas, y si su actitud está abierta para recibir consejo sin un deseo de promulgar sus dudas y conceptos, se recomienda el siguiente plan de acción:
(1) Que el obrero siga actuando en su puesto y presente un informe escrito de su posición antes de completar seis meses.
(2) Si durante ese período el asunto es resuelto satisfactoriamente, no será necesario tomar ninguna medida.
(3) Si el asunto no queda resuelto, la junta directiva o la comisión administrativa de la asociación/ institución en la que trabaja el obrero hará los arreglos para que se presente ante una comisión examinadora (ver más abajo para los detalles acerca de su constitución y funciones).
b) Si el obrero promueve activamente sus opiniones doctrinales divergentes, y su presidente/director se ve obligado a iniciar consultas, se recomiendan los siguientes pasos:
(1) El obrero, a discreción de la junta directiva/comisión administrativa de la asociación/institución, permanecerá en su puesto con instrucciones expresas de abstenerse de hacer presentaciones públicas o privadas de sus conceptos, o se le dará una licencia administrativa durante el período de las consultas.
(2) La junta directiva/comisión administrativa de la asociación/institución en la que el obrero está empleado hará los arreglos para una presentación ante la comisión examinadora (ver más abajo por los detalles de su composición y funciones).
2) La comisión examinadora: su composición y funciones.
a) La comisión examinadora, incluyendo algunos colegas elegidos por la junta directiva/comisión administrativa de la asociación, con la participación de la organización inmediata superior, indicará el camino a seguir y evaluará el tema doctrinal.
b) El obrero presentará por escrito a la comisión examinadora los conceptos doctrinales antes de la reunión. En ocasión del examen, el obrero estará a disposición de la comisión para las consultas necesarias.
c) La comisión examinadora realizará su tarea con seriedad de propósito, honestidad completa y equidad cuidadosa. Después de la determinación cuidadosa de los puntos que constituyen el problema, dará un detallado informe escrito del análisis y de las recomendaciones a la junta directiva/comisión administrativa de la asociación/institución. Si dentro de la comisión no se alcanza un acuerdo, se dará también un informe de la minoría.
d) Si la comisión examinadora encuentra que los puntos de vista del obrero son compatibles con las creencias fundamentales de la iglesia, no será necesario hacer nada más. Sin embargo, si la posición teológica del obrero discrepa con la doctrina adventista, la comisión examinadora analizará sus conclusiones con el obrero y le aconsejará:
(1) Volver a estudiar su posición teológica con la esperanza de que esto le ayudará a eliminar su divergencia teológica.
(2) Abstenerse de promulgar sus conceptos doctrinales divergentes.
e) Si el obrero es incapaz de reconciliar sus conceptos teológicos con la posición denominacional, y además se siente impulsado por su conciencia a defender sus conceptos, tanto privadamente como en público, la comisión examinadora recomendará a la junta directiva/comisión administrativa que se le retire la credencial.
f) Si el obrero ha descubierto una posición nueva que es aceptada como válida por la comisión examinadora, sus conceptos serán estudiados por los dirigentes de la unión (o en el caso de una institución de la división/Asociación general, por los oficiales de la división/Asociación General) y, con las recomendaciones adecuadas, será referido al Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General para su definición final.
3) Provisiones para una apelación.
a) El obrero que disiente del informe, puede apelar a una comisión de apelación de siete miembros designada por la junta directiva (o la junta de la división en el caso de una institución de división/Asociación General), y presentarse ante ella. Esta comisión será dirigida por el presidente de la unión o la persona que él designe, e incluirá al secretario ministerial de la unión, dos representantes designados por la junta directiva de la división/Asociación General, el presidente/director de la asociación/institución, y dos de los colegas del obrero elegidos de entre cinco nombres sugeridos por el obrero.
b) Cualquier recomendación de la comisión de apelación de la unión/división será referida a la junta directiva de la unión/división. Los |oficiales de la unión/división, por medio del presidente, notificarán al obrero de su decisión colectiva.
c) Cualquier recomendación de la junta directiva de la unión/división será referida a la junta directiva de la asociación/institución para la decisión final acerca del empleo del obrero.
d) El obrero puede hacer una última apelación a la junta directiva de la división en la cual reside. La decisión de la división será final y se le comunicará a la junta directiva de la institución/asociación empleadora del obrero.
e) Durante el período de la presentación, el examen y la apelación, el obrero se abstendrá de presentar en público los temas en discusión.
Documento 2:
Libertad académica en las instituciones de educación superior de los Adventistas del Séptimo Día
Toda enseñanza y todo aprendizaje debe ocurrir dentro del marco de una visión de la naturaleza de la realidad, del hombre, del conocimiento y de los valores. Las raíces de la universidad cristiana se encuentran en un principio que ha sido el fundamento del largo desarrollo de toda institución de educación superior: la creencia de que la mejor educación es la que se obtiene cuando el crecimiento intelectual se realiza dentro de un ambiente en el que los conceptos basados en la Biblia son centrales para las metas de la educación. Este es el blanco de la educación adventista.
En un colegio superior o universidad adventista, como en cualquier otra institución de educación superior, el principio de la libertad académica ha sido central en el establecimiento de esas metas. Este principio refleja la creencia en la libertad como un derecho esencial en una sociedad democrática, pero con un enfoque particular en una comunidad académica. Esto garantiza que los profesores y los estudiantes podrán llevar adelante las funciones de aprendizaje, de investigación y de enseñanza con un mínimo de restricciones. Se aplica a los temas dentro de la especialidad profesional del profesor, dentro de los cuales hay una necesidad especial de libertad para buscar la verdad. También se aplica a la atmósfera de indagaciones necesaria en una comunidad académica si el aprendizaje ha de ser honesto y cabal.
Para un colegio superior o universidad de la iglesia, la libertad académica tiene una importancia adicional. Es más importante de lo que es en una institución secular, y no menos, porque es esencial para el bienestar de la iglesia misma. Esto pone la responsabilidad sobre el profesor cristiano de tener disciplina propia, ser responsable y maduro, a investigar, enseñar y publicar dentro del área de su competencia académica, sin limitaciones externas, pero con la debida consideración del carácter y las metas de la institución que le proporciona la credencial, y con una preocupación por el bienestar espiritual e intelectual de sus estudiantes. Por ello, los colegios superiores y universidades adventistas sustentan los principios de libertad académica, generalmente considerados importantes en la educación superior. Estos principios permiten la búsqueda disciplinada y creativa de la verdad. También reconocen que las libertades nunca son absolutas, y que implican responsabilidades proporcionales.
Los siguientes principios de libertad académica se establecen dentro del contexto de la responsabilidad, con atención especial a las limitaciones necesarias por causa de las metas religiosas de una institución cristiana.
Libertades
1) Libertad de expresión. Aunque el derecho de tener una opinión privada es una parte de la herencia humana como criaturas de Dios, al aceptar empleo en un colegio superior/universidad adventista el profesor reconoce ciertos límites a la expresión de sus conceptos personales. Como miembro de una profesión erudita, debe reconocer que el público juzgará su profesión por las declaraciones que haga. Por lo tanto, será exacto, respetuoso de las opiniones de otros y ejercerá una restricción apropiada. Dejará en claro cuándo no habla en nombre de la institución. Al expresar conceptos particulares recordará su efecto sobre la reputación y las metas de la institución.
2) Libertad de investigación. El erudito cristiano realizará sus investigaciones dentro del contexto de su fe, y desde la perspectiva de la ética cristiana. Es libre para hacer investigación responsable con el respeto apropiado de la seguridad pública y la decencia.
3) Libertad de enseñanza. El profesor realizará sus actividades profesionales y presentará los contenidos de sus materias dentro del concepto del mundo descritos en el párrafo inicial de este documento. Como especialista dentro de una disciplina específica, le corresponde la libertad en el aula para analizar su materia con honestidad. Sin embargo, no introducirá en su enseñanza temas controvertidos que no tengan relación con su tema. La libertad académica es libertad para buscar el conocimiento y la verdad en el área de la especialidad de cada uno. No le da licencia para expresar opiniones controvertidas sobre temas fuera de su especialidad, ni la protege de ser tenida por responsable de su enseñanza.
Responsabilidades compartidas
Del mismo modo que la necesidad de libertad académica tiene una significación especial en una institución de la iglesia, las limitaciones aplicadas a esa libertad reflejan las preocupaciones de dicha institución. La primera responsabilidad del profesor y de los líderes de la institución y de la iglesia es buscar y diseminar la verdad. La segunda responsabilidad es la obligación de profesores y líderes de la institución y de la iglesia a tomar consejo juntos cuando los resultados de las investigaciones tengan algo que ver con el mensaje y la misión de la iglesia. El verdadero erudito, humilde en su búsqueda de la verdad, no rehusará escuchar los hallazgos y el consejo de otros. Reconocerá que los otros también han descubierto y están descubriendo la verdad. Aprenderá de ellos y buscará activamente el consejo de ellos con respecto a la expresión de sus conceptos que no estén en armonía con los que generalmente se enseñan en su iglesia, porque su preocupación es la armonía dentro de la comunidad de la iglesia.
Por otro lado, se espera que los líderes de la iglesia fomenten una atmósfera de cordialidad cristiana dentro de la cual el erudito no se sentirá amenazado si lo que encuentra difiere de los conceptos mantenidos tradicionalmente. Siendo que el desarrollo dinámico de la iglesia depende del estudio continuo de eruditos consagrados, el presidente, la junta directiva y los dirigentes de la iglesia protegerán al erudito, no sólo por su propio valor, sino también por la causa de la verdad y del bienestar de la iglesia. La posición doctrinal histórica de la iglesia ha sido definida por la Asociación General en Congreso, y se ha publicado en el Seventh-day Adventist Yearbook [Anuario de los Adventistas del Séptimo Día] bajo el título “Creencias fundamentales”. Se espera que un profesor, en una de las instituciones educativas de la iglesia, no enseñará como verdad lo que es contrario a dichas creencias fundamentales. La verdad, recordará, no es sólo el producto del crisol de la controversia; también produce perturbaciones.
El erudito consagrado ejercerá discreción al presentar conceptos que podrían amenazar la unidad de la iglesia y la efectividad de la acción de la iglesia. Aparte de las creencias fundamentales pueden existir hallazgos e interpretaciones en las que ocurran diferencias de opinión dentro de la iglesia, pero que no afectan la relación de la persona con ella ni con su mensaje. Al expresar tales diferencias, un profesor será justo en su presentación y mostrará claramente su lealtad a la iglesia. Intentará diferenciar entre hipótesis y hechos, y entre temas periféricos y centrales. Cuando surgen preguntas que tratan de asuntos de libertad académica, cada universidad o colegio superior debe tener procedimientos claramente establecidos para seguir en caso de tales dudas. Estos procedimientos deben incluir el examen por sus colegas, un proceso de apelación, y un examen del tema por la junta directiva o el directorio. Se debe tener el máximo cuidado para que las decisiones sean justas y equitativas, y que protejan tanto los derechos del profesor como la integridad de la institución. La protección de ambos no es sólo un asunto de justicia, sino que en un campus universitario o de colegio superior también es un asunto de crear y proteger la colegialidad. También es una protección contra lo que es disociador, lo servil y lo fraudulento.
Puesta en práctica
Se recomienda que la administración presente las declaraciones sobre Libertad Académica al cuerpo docente de cada colegio superior/universidad y al directorio, con el fin de ser usado como la base para la preparación de la declaración de libertad académica de cada institución.
Este documento fue aprobado y votado por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual realizado en Washington, D.C., el 11 de octubre de 1987.
Los adventistas apoyan la proclamación de las Naciones Unidas de designar el año 1995 como el Año de la tolerancia. Esta proclamación llega en un momento oportuno, cuando la intolerancia abunda en todos los continentes: extremistas religiosos fanáticos, racismo, tribalismo, limpieza étnica, enemistad lingüística y otras formas de terrorismo y violencia. Los cristianos deben aceptar su parte de la culpa por el prejuicio y la falta de humanidad hacia los seres humanos. La tolerancia, la capacidad de soportar circunstancias desfavorables, es sólo el comienzo. Los cristianos y todas las personas de buena voluntad deben ir mucho más allá de este concepto negativo, y desarrollar simpatía por las creencias y prácticas que no sólo son diferentes, sino que aun pueden estar en conflicto con las propias. El diálogo es ciertamente mucho mejor que las diatribas. Los seres humanos deben aprender a estar de acuerdo o en desacuerdo, sin violencia; deben ser capaces de analizar diferentes puntos de vista sin odio ni rencor. Esto no significa docilidad o sumisión abyecta, sino una participación y respeto por los derechos iguales de los demás.
Cada persona tiene el derecho y la responsabilidad de expresar sus ideas y sus ideales con entusiasmo y vitalidad, pero sin alcanzar el ardor o la virulencia de palabras o actos violentos. Finalmente, la tolerancia, en su mejor expresión no es sólo la aceptación de otros conceptos y personas, sino avanzar en benevolencia, capacidad de respuesta y comprensión hacia los demás, hacia cada ser humano.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y difundida por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
Los valores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
Los valores adventistas están enraizados en la revelación de Dios provista por la Biblia y la vida de Jesucristo. Nuestro sentido de identidad y de llamado derivan de una comprensión de las profecías bíblicas, especialmente de aquellas que hacen referencia al tiempo que precede inmediatamente al retorno de Jesús. Como consecuencia, todo en la vida pasa a ser una experiencia y demostración del involucramiento con Dios y con su reino. Nuestro sentido de misión está orientado por la percepción de que cada persona, independientemente de las circunstancias, es de infinito valor para Dios y, por tanto, merecedora de respeto y de dignidad. Mediante la gracia de Dios cada persona posee un don y es necesaria en las distintas actividades de la familia de la Iglesia Adventista. Nuestro respeto por la diversidad, individualidad y libertad se equilibra en consideración de la comunidad. Somos uno, una familia de fe mundial, comprometida en la representación del reino de Dios en el mundo a través de una conducta ética, una consideración mutua y un servicio amante.
Nuestra fidelidad a Dios comprende el compromiso y el apoyo a su cuerpo, la Iglesia Adventista.
Esta declaración fue votada por la Junta Ejecutiva de la Asociación General en el Concilio Anual realizado en Silver Spring, Maryland, EE.UU., el 10 de octubre de 2004. Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
Los adventistas creemos que todas las personas, hombres y mujeres, fueron creados iguales, a la imagen de un Dios amante. Creemos que tanto los hombres como las mujeres fueron llamados a desempeñar papeles importantes en cumplir la misión principal de la Iglesia Adventista: trabajar juntos para el beneficio de la humanidad. Sin embargo, sentimos con dolor que a través del mundo, en las naciones desarrolladas y las que están en desarrollo, condiciones societarias adversas a menudo inhiben a las mujeres de cumplir el potencial dado por Dios.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha identificado varios problemas importantes, bien documentados por la investigación, que a menudo impiden que la mujer haga contribuciones valiosas a la sociedad. El estrés, el ambiente y las demandas crecientes han colocado a la mujer en mayores riesgos de tener problemas de salud. La pobreza y una pesada carga de trabajo no sólo privan a la mujer de su capacidad para gozar la vida, sino también menoscaban su bienestar físico y espiritual. La violencia familiar demanda un pesado tributo de sus víctimas.
Las mujeres tienen derecho a los privilegios y oportunidades que Dios les ha dado, y que fueron destinados a todo ser humano: el derecho a la alfabetización, a la educación, a un cuidado adecuado de su salud, a la capacidad de hacer decisiones y a la libertad de abusos mentales, físicos o sexuales. También sostenemos que las mujeres deberían desempeñar un papel creciente en el liderazgo y en los cuerpos de decisión de la iglesia y de la sociedad. Por último, creemos que la iglesia cumplirá su misión sólo cuando las mujeres puedan lograr alcanzar su pleno potencial.
Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM), y difundida por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.
Los adventistas basamos nuestra esperanza en la vida, muerte y resurrección de Cristo, y esperamos gozosamente la consumación de esa esperanza en el pronto retorno de Jesús. Fundamentamos nuestra fe en las enseñanzas de las Escrituras, y creemos que el paso del tiempo es significativo porque nos acerca al acontecimiento más maravilloso que jamás será presenciado por ojos humanos. Sin embargo, aunque esperamos ansiosamente el retorno visible de Cristo, no especulamos sobre el momento histórico preciso cuando ese acontecimiento sucederá, ya que Jesús nos dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hech. 1:7). Por consiguiente, como adventistas no atribuimos ningún significado religioso a la terminación de un milenio ni al comienzo de uno nuevo. El año 2000 no tiene significado profético particular; no se lo menciona en la Biblia, y cualquier especulación con relación a su significado religioso debe ser rechazada. Sin embargo, sabemos que cada año que pasa nos lleva más cerca del retorno de nuestro Señor.
Comprendemos que el paso de un milenio a otro tiene un impacto emocional significativo en los seres humanos. Nadie de los que estamos vivos ha experimentado un evento tal. Muchos están llenos de preocupación, expectación e incluso temor, a medida que nos aproximamos al año 2000.
Aunque muchas personas están aprensivas ante el desorden en la naturaleza y en la sociedad, nuestro Señor dice: “No se turbe vuestro corazón...” (Juan 14:1). Por lo tanto, como adventistas, compartimos la esperanza de un futuro glorioso que llegará a ser realidad en el momento designado por Dios.
Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General el 29 de septiembre de 1999 en Silver Spring, Maryland, EE.UU.
Declaración sobre la visión bíblica de la vida intrauterina y sus implicaciones para el Aborto
Los seres humanos son creados a la imagen de Dios. Parte del
don que Dios nos concedió como humanos es la procreación, la
habilidad de participar en la creación junto con el Autor de
la vida. Ese don sagrado siempre debería ser valorizado y
estimado. En el plan original de Dios, todo embarazo debería
ser el resultado de la expresión de amor entre un hombre y
una mujer comprometidos el uno con el otro en matrimonio. Un
embarazo debería ser deseado, y cada bebé debería ser amado,
valorado y nutrido aun antes del nacimiento. Infelizmente,
desde la entrada del pecado, Satanás se ha esforzado
intencionalmente para arruinar la imagen de Dios,
desfigurando todos sus dones, incluyendo el de la
procreación. En consecuencia, a veces, las personas se
enfrentan con dilemas y decisiones relativas a un embarazo.
La Iglesia
Adventista del Séptimo Día está comprometida con las enseñanzas y los principios
de las Sagradas Escrituras, que expresan los valores de Dios en la vida y
proporcionan orientaciones para futuros padres y madres, equipos médicos,
iglesias y todos los creyentes, en cuestiones de fe, doctrina, comportamiento
ético y estilo de vida. Aunque no sea la conciencia de los creyentes de forma
individual, la iglesia tiene el deber de transmitir los principios y las
enseñanzas de la Palabra de Dios.
Esta
declaración afirma la santidad de la vida y presenta principios bíblicos
relacionados con el aborto. Según esta declaración, el aborto se define como
cualquier acción destinada a cesar la vida intrauterina e interrumpir el
embarazo, y no incluye la interrupción espontánea de un embarazo, también
conocida como aborto espontáneo.
Principios y
enseñanzas bíblicos relacionados con el aborto
1.
Dios defiende el valor y la santidad de la vida
humana. La vida humana es del más alto valor
para Dios. Habiendo creado a la humanidad a su imagen (Gén. 1:27; 2:7), Dios
tiene un interés personal en las personas. Dios las ama y se comunica con ellas,
y ellas a su vez pueden amarlo y comunicarse con él.
La vida es un
don de Dios, y Dios es el Dador de la vida. En Jesús está la vida (Juan 1:4). Él
tiene vida en sí mismo (Juan 5:26). Él es la Resurrección y la Vida (Juan 11:25;
14:6). Él provee vida en abundancia (Juan 10:10). Quien tiene al Hijo tiene la
vida (1Juan 5:12). También es el Sustentador de la vida (Hech. 17:25-28; Col.
1:17; Heb. 1:1-3), y se describe al Espíritu Santo como el Espíritu de vida
(Rom. 8:2). Dios se preocupa profundamente por su Creación y, especialmente,por
la humanidad.
Además, la
importancia de la vida humana se ve recalcada por el hecho de que, después de la
Caída (Gén. 3), Dios “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Aunque Dios pudo haber
abandonado y destruido a la humanidad pecadora, optó por la vida. Como
consecuencia, los seguidores de Cristo serán resucitados de entre los muertos y
vivirán en comunión cara a cara con Dios (Juan 11:25, 26; 1 Tes. 4:15, 16; Apoc.
21:3). Así, la vida humana es de valor inestimable. Eso vale para todas las
fases de la vida humana: niños no nacidos, niños de varias edades, adolescentes,
adultos y ancianos, independientemente de sus capacidades físicas, mentales y
emocionales. También es válido para todos los humanos sin distinción de sexo,
etnia, estatus social, religión y cualquier otra cosa que pueda distinguirlos.
Tal comprensión de la santidad de la vida da un valor inviolable e igual a toda
y cualquier vida humana, y exige que sea tratada con el máximo respeto y
cuidado.
2.
Dios considera al niño que aún no nació como vida
humana. La vida prenatal es preciosa a los ojos
de Dios, y la Biblia describe el conocimiento de Dios sobre las personas antes
de que sean concebidas. “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban
escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de
ellas” (Sal. 139:16). En algunos casos, Dios guió directamente la vida prenatal.
Sansón debía ser “nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer” (Juec. 13:5,
NVI). El siervo de Dios dijo: “Jehová me llamó desde el vientre” (Isa. 49:1, 5).
Jeremías ya había sido elegido profeta antes de nacer (Jer. 1:5), al igual que
Pablo (Gál. 1:15), y Juan el Bautista sería “lleno del Espíritu Santo, aun desde
el vientre de su madre” (Luc. 1:15). Refiriéndose a Jesús, el ángel Gabriel
explicó a María: “también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”
(Luc. 1:35). En su encarnación, el propio Jesús experimentó el período prenatal
humano y fue reconocido como el Mesías e Hijo de Dios después de ser concebido
(Luc. 1:40-45). La Biblia ya atribuye alegría al niño no nacido (Luc. 1:44) y
hasta rivalidad (Gén. 25:21-23). Los niños aún no nacidos tienen un lugar seguro
con Dios (Job 10:8-12; 31:13-15). La ley bíblica muestra un fuerte respeto por
la protección de la vida humana y considera un daño grave la pérdida de un bebé
o de una madre como consecuencia de un acto violento (Éxo. 21:22-23).
3.
La voluntad de Dios con relación a la vida humana
está expresada en los Diez Mandamientos y fue explicada por Jesús en el Sermón
del Monte. El Decálogo fue dado al pueblo del
pacto de Dios y al mundo para guiar su vida y protegerla. Sus mandamientos son
verdades inmutables que deberían ser apreciadas, respetadas y obedecidas. El
salmista alaba la Ley de Dios (por ejemplo, Sal. 119), y Pablo la llama santa,
justa y buena (Rom. 7:12). El sexto Mandamiento afirma: “No matarás” (Éxo.
20:13), y apela a la preservación de la vida humana. El principio de preservar
la vida establecido en el sexto Mandamiento pone al aborto dentro de ese
esquema. Jesús reforzó el mandamiento de no matar en Mateo 5:21 y 22. La vida
está protegida por Dios. Esta no se mide por las habilidades de los individuos o
su utilidad, sino que su valor está en ser creación de Dios y por el amor
sacrificial puesto en ella. La personalidad, el valor humano y la salvación no
son conquistados o merecidos, sino concedidos por la gracia de Dios.
4.
Dios es el Dueño de la vida y los seres humanos son
sus mayordomos. Las Escrituras enseñan que Dios
es el Dueño de todo (Sal. 50:10-12). Dios tiene una doble reivindicación sobre
los seres humanos. Le pertenecen porque él es el Creador. Por lo tanto, es su
Dueño (Sal. 139:13-16). También le pertenecen porque es el Redentor y los compró
por el precio más alto, su propia vida (1 Cor. 6:19, 20). Eso significa que
todos los seres humanos son mayordomos de todo lo que Dios les confió,
incluyendo su propia vida, y la vida de sus hijos y de los que están en
gestación.
La
administración de la vida también incluye asumir responsabilidades que de alguna
forma limitan sus elecciones (1 Cor. 6:19, 20). Siendo Dios el Dador y Dueño de
la vida, los seres humanos no tienen el control absoluto sobre sí mismos y
deberían intentar conservar la vida siempre que sea posible. El principio de la
mayordomía de la vida obliga a la comunidad de creyentes a guiar, apoyar, cuidar
y amar a los que están enfrentando decisiones sobre el embarazo.
5.
La Biblia enseña el cuidado del débil y el
vulnerable. Dios mismo cuida de los
desfavorecidos y oprimidos, y los protege. “Él
es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta
sobornos. Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por
el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos” (Deut. 10:17, 18, NVI;cf.
Sal. 82:3,4; Sant. 1:27). Él no permite que los hijos sean responsables por los
pecados de los padres (Eze. 18:20). Dios espera lo mismo de sus hijos, los llama
para ayudar a aliviar las cargas de los vulnerables (Sal. 41:1; 82:3, 4; Hech.
20:35). Jesús habla del menor de sus hermanos (Mat. 25:40), por el cual sus
seguidores son responsables, y de los pequeñitos que no deben ser despreciados o
perdidos (Mat. 18:10-14). Los menores, es decir, los que aún no nacieron,
deberían ser contados entre ellos.
6.
La gracia de Dios promueve la vida en un mundo
manchado por el pecado y la muerte. La
naturaleza de Dios es proteger, preservar y sustentar la vida. Además de la
providencia de Dios sobre su Creación (Sal. 103:19; Col. 1:17; Heb. 1:3), la
Biblia reconoce los amplios, devastadores y degradantes efectos del pecado en la
Creación, incluso en el cuerpo humano. En Romanos 8:20 al 24, Pablo describe el
impacto de la Caída,que sujetó la Creación a la vanidad. En consecuencia, en
casos raros y extremos, la concepción humana puede producir gestaciones con
perspectivas fatales y/o anomalías de nacimiento graves con riesgo de muerte que
presentan dilemas excepcionales a individuos y matrimonios. Las decisiones en
esos casos pueden quedar a conciencia de los individuos involucrados y de sus
familias. Esas decisiones deben ser bien informadas y guiadas por el Espíritu
Santo y por la visión bíblica de la vida descrita anteriormente. La gracia de
Dios promueve y protege la vida. Los individuos en esas situaciones desafiantes
pueden buscar al Señor con sinceridad, y encontrar dirección, aliento y paz en
él.
Implicaciones
La Iglesia
Adventista del Séptimo Día considera el aborto como falto de armonía con el plan
de Dios para la vida humana. Afecta al ser antes de nacer, a la madre, al padre,
a los miembros cercanos o lejanos de la familia, a la familia de la iglesia y a
la sociedad, con consecuencias a largo plazo para todos. Los creyentes buscarán
confiar en Dios y seguir su voluntad, sabiendo que él tiene en mente los mejores
intereses.
Aunque no
apoye el aborto, la iglesia y los miembros son llamados a seguir el ejemplo de
Jesús, quien estaba “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14), para (1) crear
una atmósfera de amor verdadero y lleno de gracia, cuidado pastoral bíblico y
apoyo amoroso a los que enfrentan decisiones difíciles relacionadas con el
aborto; (2) solicitar la ayuda de familias funcionales y comprometidas, y
educarlas para que presten asistencia a individuos, matrimonios y familias en
dificultades; (3) alentar a los miembros de la iglesia a abrir sus hogares a las
personas necesitadas, incluyendo padres solteros, hijos sin padres y niños
adoptivos o que esperan ser adoptados; (4) cuidar profundamente y apoyar de
varias formas a las mujeres embarazadas que deciden quedarse con sus hijos que
aún están en gestación; y (5) ofrecer apoyo emocional y espiritual a las que por
diversas razones abortaron o fueron obligadas a abortar y pueden estar sufriendo
física, emocional y/o espiritualmente.
La cuestión
del aborto presenta enormes desafíos, pero ofrece a los individuos y a la
iglesia la oportunidad de ser lo que ellos anhelan ser, la confraternidad de
hermanos y hermanas, la comunidad de creyentes, la familia de Dios, que revela
el
amor inmensurable e infalible del Señor.
Orientaciones
Muchas sociedades contemporáneas han enfrentado el conflicto de la moralidad del aborto1. Dicho conflicto también ha afectado a muchos dentro del cristianismo, que quieren aceptar la responsabilidad de la protección de la vida humana prenatal a la vez que preservar la libertad personal de la mujer. La necesidad de orientaciones pasó a ser evidente en el intento de la iglesia de seguir las Escrituras para proveer orientación moral a la vez que respetar la individualidad de consciencia. Los adventistas desean relacionarse con la cuestión del aborto de una manera que revele su fe en Dios como el Creador y Sustentador de toda vida, y que también refleje su responsabilidad y libertad cristianas. Aún cuando entre los adventistas existen francas diferencias en cuanto al aborto, las siguientes orientaciones representan un intento de proveer orientaciones en una cantidad de principios y temas. Las orientaciones están basadas en amplios principios (transcriptos al final del documento) para ser estudiados2
1) La vida humana prenatal es un magnífico don de Dios. El ideal de Dios para los seres humanos establece la santidad de la vida humana, a imagen de Dios, y exige respeto por la vida prenatal. No obstante, las decisiones acerca de la vida deben ser tomadas en el contexto de un mundo caído. El aborto nunca es un acto de pequeñas consecuencias morales. De esta manera la vida prenatal no debe ser destruida irreflexivamente. El aborto debería ser practicado únicamente por razones muy serias.
2) El aborto es uno de los trágicos dilemas de la condición degradada del hombre. La iglesia debería ofrecer un respaldo amable para quienes enfrentan personalmente la decisión del aborto. Las actitudes de condena son impropias en los que han aceptado el evangelio. Como cristianos tenemos el cometido de transformarnos en una comunidad de fe afectuosa, solícita para ayudar a quienes están en crisis al considerar alternativas.
3) En forma práctica y de manera tangible la iglesia como una comunidad sustentadora deberá expresar su compromiso hacia el valor de la vida humana. Estas maneras deberán incluir:
a) fortalecer las relaciones familiares,
b) educar a ambos sexos en relación con los principios cristianos de la sexualidad humana,
c) enfatizar la responsabilidad del hombre y la mujer en relación con la planificación familiar,
d) señalar a ambos que deben ser responsables en relación con las consecuencias del comportamientos que son inconsistentes con los principios cristianos,
e) crear una atmósfera segura para el desarrollo de discusiones acerca de asuntos morales asociados con el aborto,
f) ofrecer ayuda y asistencia a las mujeres que deciden completar embarazos con problemas, y
g) animar y apoyar al padre a participar responsablemente en la tarea de cuidar a sus hijos.
La iglesia también deberá proponerse la misión de mitigar los desafortunados factores sociales, económicos y psicológicos que puedan llevar hacia el aborto, y prestar atención redentora a quienes sufren las consecuencias de decisiones individuales en esta cuestión.
4) La iglesia no debe servir como conciencia para los individuos; de cualquier modo, debería proveer orientación moral. El aborto por razones de control de la natalidad, selección de sexo o por conveniencias no es tolerado por la iglesia. Sin embargo, a veces las mujeres pueden enfrentar alguna circunstancia excepcional que presenta serios dilemas morales o médicos tales como una amenaza significativa para la vida de la mujer embarazada, serios peligros para su salud, severos defectos congénitos cuidadosamente diagnosticados en el feto, y embarazos resultantes de una violación o incesto. La decisión final en cuanto a la interrupción del embarazo o no, debería ser hecha por la mujer embarazada luego de adecuada consulta. Para tomar su decisión, ella deberá ser ayudada con informaciones precisas, principios bíblicos y la orientación del Espíritu Santo. Por otra parte, estas decisiones son mejor tomadas dentro del contexto de una relación familiar saludable.
5) Los cristianos reconocen que su primera y principal responsabilidad es para con Dios. Procuran un equilibrio entre el ejercicio de la libertad individual y la responsabilidad hacia la comunidad de fe y la sociedad en general y sus leyes. Realizan sus elecciones conforme a las Escrituras y las leyes de Dios y no en base a normas de la sociedad. Por consiguiente, cualquier intento de obligar a una mujer a permanecer embarazada o interrumpir su embarazo deberá ser rechazado como trasgresión de la libertad personal.
6) Las instituciones de la iglesia deben ser provistas de orientación para desarrollar sus propios reglamentos institucionales, en armonía con estas orientaciones. Las personas que tengan objeciones religiosas o éticas hacia el aborto no deberían ser obligadas a participar en la realización del mismo.
7) Los miembros de iglesia deberían ser animados a participar en el desarrollo de las discusiones acerca de sus responsabilidades morales con relación al aborto a la luz de las enseñanzas de las Escrituras.
Principios para una visión cristiana de la vida humana
Introducción
“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). En Cristo está la promesa de vida eterna; pero siendo que la vida humana es mortal, los seres humanos están confrontados al difícil tema de la vida y la muerte. Los siguientes principios se refieren a la persona total (cuerpo, alma y espíritu), un todo indivisible (Gén. 2:7; 1 Tes. 5:23).
La vida: nuestro valioso don de Dios
1. Dios es la Fuente, el Dador y Sustentador de toda vida (Hech. 17:25, 28; Job 33:4; Gén. 1:30; 2:7; Sal. 36:9; Juan 1:3, 4).
2. La vida humana tiene un valor único, puesto que los seres humanos, aún cuando caídos, son creados a la imagen de Dios (Gén. 1:27; Rom. 3:23; 1 Juan 2:2; 3:2; Juan 1:29; 1 Ped. 1:18, 19).
3. Dios da valor a la vida humana no sobre la base de los logros o las contribuciones humanas, sino porque somos creación de Dios y el objeto de su amor redentor (Rom. 5:6, 8; Efe. 2:2-6; 1 Tim. 1:15; Tito 3:4, 5; Mat. 5:43-48; Efe. 2:4-9; Juan 1:3; 10:10).
La vida: nuestra respuesta al don de Dios
4. Estimable como es, la vida humana no es la sola y única preocupación. El autosacrificio en devoción a Dios y sus principios pueden ocupar un lugar de prioridad sobre la vida misma (Apoc. 12:11; 1 Cor. 13).
5. Dios reivindica la protección de la vida humana y considera a la humanidad responsable por su destrucción (Éxo. 20:13; Apoc. 21:8; Éxo. 23:7; Deut. 24:16; Prov. 6:16, 17; Jer. 7:3-34; Miq. 6:7; Gén. 9:5, 6).
6. Dios está especialmente preocupado por la protección de los débiles, los indefensos y los oprimidos (Sal. 82:3, 4; Sant. 1:27; Miq. 6:8; Hech. 20:35; Prov. 24:11, 12; Luc. 1:52-54).
7. El amor cristiano (agápe) es la valiosa dedicación de nuestras vidas para elevar la vida de los otros. El amor también respeta la dignidad personal y no tolera la opresión de una persona bajo el comportamiento abusivo de otra (Mat. 16:21; Fil. 2:1-11; 1 Juan 3:16; 4:8-11; Mat. 22:39; Juan 18:22, 23; Juan 13:34).
8. La comunidad creyente es llamada a demostrar amor cristiano en forma tangible, práctica y sustancial. Dios nos llama para restaurar suavemente al quebrantado (Gál. 6:1, 2;1 Juan 3:17, 18; Mat. 1:23; Fil. 2:1-11; Juan 8:2-11; Rom. 8:1-14; Mat. 7:1, 2; 12:20; Isa. 40:42; 62:2-4).
La vida: nuestro derecho y responsabilidad de decidir
9. Dios da a la humanidad la libertad de elegir, aún cuando esto lleve al abuso y a consecuencias trágicas. Su renuencia a forzar la obediencia humana requirió el sacrificio de su Hijo. Él nos pide que usemos sus dones en concordancia con sus deseos y finalmente juzgará el mal uso (Deut. 30:19, 20; Gén. 3; 1 Ped. 2:24; Rom. 3:5, 6; 6:1, 2; Gál. 5:13).
10. Dios nos llama a cada uno de nosotros individualmente a hacer decisiones morales y a buscar en las Escrituras las principios bíblicos fundamentales para dichas elecciones (Juan 5:39; Hech. 17:11; 1 Ped. 2:9; Rom. 7:13-25).
11. Las decisiones acerca de la vida humana desde sus comienzos hasta su fin son mejor hechas dentro del contexto de una relación familiar saludable, con el apoyo de la comunidad de fe (Éxo. 20:12; Efe. 5; 6).
12. Las decisiones humanas deben siempre estar centradas en la búsqueda de la voluntad de Dios (Rom. 12:2; Efe. 6:6; Luc. 22:42) .
Estas orientaciones fueron aprobadas y votadas por la Junta Ejecutiva de la Asociación General en la sesión del 12 de octubre de 1992 del Concilio Anual realizado en Silver Spring, Maryland, EE.UU. El 16 de noviembre de 2019, estas orientaciones fueron reemplazadas por una Declaración Oficial - ver AQUI
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Referencias:
1 Aborto, tal como se usa en este documento, está definido como cualquier acto que encamine a la interrupción de un embarazo ya establecido. Esto lo distingue de la anticoncepción, que es un intento de impedir un embarazo. Por tanto, el tema de este documento es el aborto.
2 La perspectiva fundamental de esta orientación está tomada a partir de un amplio estudio de las Escrituras tal como se ve en “Principios para una visión cristiana de la vida humana” (arriba de estas notas).
Pautas
Fundamentación
La epidemia global del SIDA afecta profundamente a la misión evangélica mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los líderes de la iglesia deben estar preparados para responder a través de iniciativas en el área de la educación, la prevención, el servicio a la comunidad, y a través de actos personales de bondad para con las familias involucradas en la crisis. El SIDA no respeta las fronteras nacionales, la feligresía de iglesia, ni el género, el estado civil, la educación, los ingresos o la posición social de las personas. Está diezmando la población en muchos de los países del mundo, llevándose la vida de muchas personas, incluyendo miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Todos, especialmente los jóvenes, nos desenvolvemos en una era de laxitud moral, y necesitamos conocer los principios bíblicos concernientes a la sexualidad y al plan de Dios, en el sentido de que la intimidad sexual debe ser experimentada dentro de la protección del pacto matrimonial. Los líderes de la iglesia deberían proporcionar a los miembros información confiable y actualizada, presentada en su propio idioma y sensible a su propia cultura. La iglesia es llamada a ser, al mismo tiempo, una voz profética y compasiva, el portavoz y las manos de Dios al extender el ministerio de Cristo en la comunidad.
La misión global de la iglesia, al intentar alcanzar a todas las razas y pueblos, atrae a la hermandad de la iglesia a muchos que se infectaron con el virus del SIDA antes de unirse a la iglesia, o que están afectados por tener miembros de la familia portadores del SIDA. La epidemia es de tal magnitud que, finalmente, ninguna familia quedará sin ser afectada. Muchos están infectados involuntariamente, sin su participación. Una actitud crítica es siempre inapropiada, especialmente porque la fuente de infección no puede ser determinada con certeza. Muchos han experimentado vergüenza, temor y agonía cuando un familiar sufrió y murió con SIDA, sintiéndose muchas veces compelidos a mantener en secreto su situación de dolor.
Así como Cristo vino para ofrecer curación a un mundo sufriente, así los adventistas son comisionados a cuidar compasivamente a quienes sufren o están afectados con el virus del SIDA. Los miembros pueden servir con seguridad como dadores de cuidados, en el hogar o en las instituciones de salud, si son debidamente instruidos en cuando a cómo hacerlo.
Recomendaciones
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce su responsabilidad cristiana de responder a la crisis global del SIDA y a sus devastadores resultados sobre la humanidad y desea hacerlo de múltiples maneras, que incluyen:
1) Extender la enseñanza y el ministerio de curación de Cristo, quien sin prejuicios cuidó de todos los necesitados, participando en campañas para reducir el riesgo de que las personas adquieran el virus del SIDA, y cuidando compasivamente y sin ningún juicio crítico de todos los que resultan afectados cuando una persona sufre de SIDA.
2) Designar a una persona para que, juntamente con el personal y los recursos financieros que puedan conseguirse, responda a los desafíos del SIDA a través de iniciativas apropiadas y esfuerzos en cooperación con otras entidades en la comunidad o en el país.
3) Desarrollar y dirigir programas de educación sobre el SIDA usando los recursos de la Guía HIV/AIDS cuando sea posible.* Estos programas deben ser contextualizados de acuerdo con las peculiaridades lingüísticas y culturales, y dirigidos a:
a) Pastores: Los cursos de educación continua y los encuentros ministeriales deben tener el objetivo de preparar a los pastores para relacionarse con los miembros afectados por la crisis del SIDA. Los pastores necesitan información sobre la prevención del SIDA, y sobre cómo desarrollar un ministerio compasivo y cumplir ciertas funciones eclesiásticas relacionadas, tales como cómo conducir el servicio fúnebre de una persona que falleció como resultado de haber sido infectada con el SIDA.
b) Profesores: Deben ofrecérseles a los docentes cursos de educación continua y entrenamiento local, con énfasis en la transmisión de los valores espirituales y en cómo ayudar a los jóvenes a desarrollar la capacidad de enfrentar las presiones sexuales.
c) Padres: Los padres deben ser concientizados en cuanto a la necesidad de practicar un estilo de vida que enaltezca los valores cristianos, reconociendo que las relaciones conyugales insatisfactorias y el uso de bebidas alcohólicas u otras drogas tiene un efecto directo y negativo en los valores y las prácticas sexuales de sus hijos.
d) Miembros de iglesia: Se les puede proveer información con respecto a la sexualidad en general, y al SIDA en particular, a través de sermones, lecciones de Escuela Sabática, aconsejamiento prematrimonial, encuentros de matrimonios, seminarios sobre el SIDA, etc.
e) Comunidades: La iglesia necesita reconocer la oportunidad de testificar por Cristo y ministrar en la comunidad en general, desarrollando un programa misionero y participando en esfuerzos cooperativos con otras fuerzas de la comunidad.
4) Proteger y fortalecer el matrimonio:
a) Enalteciendo el ideal de la abstinencia del sexo premarital.
b) Prescribiendo el examen prematrimonial de HIV para ambos novios como parte de la preparación ofrecida por la iglesia para el matrimonio.
c) Exaltando el ideal de Dios de absoluta fidelidad en el matrimonio.
d) Recomendando medidas de protección contra otras formas posibles de contagio, transfusiones, cuidado en consultorios, etc.
5) Transmitir intencionalmente los valores cristianos a la siguiente generación, reconociendo que los valores sexuales individuales se establecen en la juventud. Debe darse con prioridad información exacta y al día, celebrar forums de discusión abierta, y enfatizar la dimensión moral al hacer decisiones en cuanto a la sexualidad.
* Provisto por el Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General, en cooperación on los miembros de la Comisión de Estudio sobre el SIDA de la AG.
Orientaciones para participar en Misión global
NOTA: Las siguientes orientaciones fueron elaboradas por la Comisión de Asuntos de Misión Global (ADCOM-S) y editadas por el Instituto de Investigaciones Bíblicas. Estas son las primeras de una serie de orientaciones presentadas para su aprobación a la Comisión Administrativa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en junio y julio de 2003. El propósito de estas orientaciones es que se utilicen, según sea apropiado, por administradores eclesiásticos, educadores y otros al proclamar el evangelio en ambientes predominantemente no cristianos. Cuando se aprueben nuevas orientaciones, serán agregadas a esta sección.
1. El uso de la Biblia en Misión en relación con los “Escritos sagrados”
Al construir puentes con los no cristianos, el uso de sus “escritos sagrados” odría ser muy útil en el contacto inicial con el fin de mostrar sensibilidad y guiar a las personas en las sendas que les son en cierta forma familiares. Pueden contener elementos de verdad que encuentran su significado más pleno y rico en el estilo de vida que se encuentra en la Biblia. Estos escritos debieran ser usados en un intento deliberado por presentarles la Biblia a las personas como la Palabra inspirada de Dios y para ayudarlos a transferir su fidelidad a los escritos bíblicos como su fuente de fe y práctica.
Sin embargo, existen ciertos riesgos que están implicados en el uso de estos escritos. Las siguientes orientaciones contribuirán a evitar esos riesgos.
a. La Biblia debiera ser reconocida como el instrumento de enseñanza y la fuente de autoridad que debe ser usada para guiar a una persona a Cristo y a una vida de fe en una sociedad donde es otra la religión dominante.
b. La iglesia no debiera usar un lenguaje que pueda dar la impresión de que reconoce o acepta la naturaleza y la autoridad asignada a los “escritos sagrados” por los seguidores de religiones no cristianas específicas.
c. Quienes usan los “escritos sagrados” como se expone más arriba debieran elaborar o crear un plan que indique cómo se llevará a cabo la transferencia de fidelidad.
d. La educación y el crecimiento espiritual de los nuevos creyentes en sociedades no cristianas se logrará sobre la base de la Biblia y su autoridad exclusiva.
2. Estructuras organizacionales transicionales
De acuerdo con Mateo 28:18 al 20, la misión de la iglesia tiene tres componentes principales inseparables:
1) La misión debiera guiar a la gente a Jesús como su Salvador y Señor por medio de la conversión y el bautismo;
2) la misión es incorporar a una comunidad de creyentes, la iglesia, en un ambiente donde puedan crecer en la fe, el conocimiento y el gozo de una comunión universal de creyentes; y,
3) la misión es alimentar y capacitar a los miembros como discípulos activos que reconozcan y utilicen sus dones espirituales para ayudar a compartir el evangelio. La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido fundada y organizada por el Señor para cumplir esa comisión evangélica. La naturaleza universal de la iglesia requiere la existencia de una estructura organizacional básica y común en todo el mundo que facilite el cumplimiento de su misión.
Las condiciones políticas y religiosas en algunos países podrían dificultar o incluso imposibilitar el funcionamiento de la iglesia dentro de su estructura organizacional tradicional. Tal vez se necesite una estructura organizacional transicional. En tales casos, debieran emplearse las siguientes
orientaciones para hacer frente a la situación:
a. La estructura organizacional transicional sería justificable bajo una de las siguientes condiciones:
1) Cuando se necesiten probar nuevas iniciativas en la misión de alcanzar a pueblos resistentes o no alcanzados previamente;
2) Cuando la obra y la organización regular de la iglesia no estén permitidas debido a circunstancias locales religiosas o políticas.
b. Los líderes eclesiásticos de la División/Unión/Campo local donde se crean las estructuras organizacionales transicionales debieran determinar la naturaleza de la organización transicional, y si es apropiado elegir un liderazgo local. Además, debieran definir la administración del diezmo y las ofrendas dentro de la organización transicional.
c. Los obreros que prestan liderazgo en la organización transicional debieran estar comprometidos personalmente con la unidad doctrinal y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y de su organización eclesiástica mundial.
d. Los nuevos conversos debieran, lo antes posible, ser conscientes del hecho de que pertenecen a una comunidad eclesiástica mundial en particular –la Iglesia Adventista del Séptimo Día–, y de que esta tiene un mensaje y una misión particulares para el mundo.
e. Lo antes posible, la estructura organizacional transicional debiera ser reemplazada por el sistema organizacional regular de la iglesia.
3. Creencias fundamentales y preparación para el bautismo
Las creencias fundamentales y los no cristianos La “Declaración de creencias fundamentales” es una expresión del mensaje eclesiástico en un lenguaje significativo para las comunidades cristianas. El desafío es determinar cómo hacer que esta declaración sea significativa para las sociedades donde los cristianos son minoría o no existen. La misión para los no cristianos despertará nuevos interrogantes que no están contemplados en las creencias fundamentales, y debieran brindarse respuestas bíblicas relevantes. Las siguientes sugerencias podrían ser de ayuda cuando se aborda este tema en particular:
a. La forma en que se presenten las creencias fundamentales y el lenguaje usado para presentarlas debe ser cuidadosamente estudiado y seleccionado con el fin de facilitar la comprensión del mensaje de la iglesia por parte de los no cristianos. Han de incentivarse la creación de estudios bíblicos preparados localmente y los instrumentos de enseñanza.
b. La tarea recién descripta debiera hacerse en centros de estudios religiosos, con la ayuda de obreros de primera línea y en consulta con la comunidad eclesiástica, teólogos, “misiólogos” y administradores.
c. Los directores de los centros de estudios religiosos debieran remitir las preguntas y preocupaciones locales no tratadas en las creencias fundamentales a la Oficina de Misión Global de la Asociación General para su estudio.
Orientaciones bautismales
Deben seguirse estas orientaciones secuenciales en la preparación de los nuevos conversos para el bautismo y la membresía de la Iglesia Adventista del Séptimo Día:
a. Un candidato debe dar clara evidencia de una experiencia personal de salvación por fe en Cristo y de una comprensión clara del mensaje adventista.
b. Un candidato debe ser guiado por la comunidad local de creyentes hasta que la comunidad pueda testificar que el candidato ha alcanzado un conocimiento y una experiencia adecuados de la fe adventista.
c. El voto bautismal, como se explica en el Manual de la iglesia, debe ser tomado como un resumen de las mínimas creencias y experiencias requeridas para el bautismo.
4. Formas de adoración
Dado que la Iglesia Adventista del Séptimo Día continúa entrando en contacto con muchas culturas diferentes de países no cristianos, el tema de las prácticas apropiadas de adoración se vuelve muy relevante. En esos lugares, es importante decidir qué es y qué no es aceptable en un servicio de adoración adventista. Convocar a las personas para adorar al único Dios verdadero desempeña un papel significativo en el mensaje y la misión de la iglesia. De hecho, en la escatología adventista el elemento central en la controversia final es el tema de la adoración y del verdadero objeto de culto.
Debiéramos ser cuidadosos y prudentes al buscar formas de contextualizar la adoración adventista alrededor del mundo. En esta tarea debiéramos estar constantemente informados de los siguientes aspectos de la adoración adventista:
a. Dios está en el centro mismo de la adoración como su objeto supremo. Cuando nos acercamos a Dios en adoración, entramos en contacto con la misma fuente de la vida, nuestro Creador, y con quien en un acto de gracia nos redimió por medio de la muerte sacrificial de su amado Hijo. Ningún ser humano debiera usurpar ese derecho divino.
b. La adoración colectiva es el pueblo de Dios que entra en su presencia como el Cuerpo de Cristo en reverencia y humildad para honrarlo y rendirle homenaje por medio de la adoración, la confesión, la oración, la acción de gracias y el canto. Los creyentes se reúnen para escuchar la Palabra, para el compañerismo, para la celebración de la Santa Cena, para servir a todos y estar equipados para la proclamación del evangelio. Nuestra fe es una invitación a la adoración sincera y muy participativa, donde la Palabra de Dios es central, la oración es ferviente, la música es sentida y la comunión en la fe es palpable. Estos elementos de adoración son indispensables en los servicios de adoración adventistas alrededor del mundo y debieran formar parte de cualquier intento de contextualizar el culto adventista.
c. Somos criaturas complejas en las que la razón y la emoción desempeñan un papel significativo. La verdadera adoración se expresa a través del cuerpo, la mente, el espíritu y las emociones. La Iglesia Adventista requiere un equilibrio apropiado en la participación de estos aspectos de nuestra personalidad en la adoración. Es importante tener en cuenta que cualquier elemento del servicio de adoración que tiende a colocar al ser humano en el centro debe ser rechazado. El grado de participación del cuerpo en la adoración puede variar de una cultura a otra, pero todo lo que se realice debiera hacerse bajo disciplina y dominio propio, teniendo en cuenta que el aspecto central del servicio de adoración es la proclamación de la Palabra y su llamado a servir a Dios y a los demás.
d. La adoración adventista debiera recurrir a la colección de tesoros de la teología adventista para proclamar con exuberancia y gozo la comunión y la unidad de creyentes en Cristo, y el gran tema del infinito amor de Dios como se ve en la creación, el plan de redención, la vida de Cristo, su obra sumo sacerdotal en el santuario celestial y su pronto regreso en gloria.
e. La música debiera ser usada para alabarlo a él y no como un medio de sobreestimular las emociones que simplemente harán que los individuos “se sientan bien”. Por medio de ella, los adoradores debieran expresar sus sentimientos más profundos de gratitud y gozo al Señor en un espíritu de santidad y reverencia. El culto adventista es para celebrar el poder creador y redentor de Dios.
Si surge la necesidad de contextualizar la forma de adorar en una cultura particular, debieran seguirse las orientaciones provistas en el documento titulado “Contextualización y sincretismo” que se desarrolla a continuación.
5. Contextualización y sincretismo
La contextualización se define en este documento como el intento intencional y discriminatorio de comunicar el mensaje evangélico de una forma culturalmente significativa. La contextualización adventista está motivada por la seria responsabilidad de cumplir la comisión evangélica en un mundo muy diverso. Se basa en la autoridad de la Escritura y en la dirección del Espíritu y apunta a comunicar la verdad bíblica en una forma culturalmente relevante. En esa tarea, la contextualización debe ser fiel a la Escritura y significativa para la nueva cultura anfitriona, recordando que todas las culturas son juzgadas por el evangelio. La contextualización intencional del modo de comunicar nuestra fe y práctica es bíblica, legítima y necesaria. Sin ella, la iglesia enfrenta los peligros de la incomunicación y de los malos entendidos, de la falta de identidad y del sincretismo. Históricamente, la adaptación se dio alrededor del mundo como una parte crucial de la divulgación del mensaje de los tres ángeles a cada familia, nación, tribu y pueblo. Esto seguirá aconteciendo.
Puesto que la iglesia sigue entrando en más ámbitos no cristianos, la cuestión del sincretismo –la combinación de verdad religiosa y error– es un desafío y una amenaza constantes. Afecta a todas las partes del mundo y debe ser tomado en serio al explorar la práctica de la contextualización. Este tema se destaca por la comprensión adventista del gran conflicto entre el bien y el mal que explica el modo de operación de Satanás: distorsionar y comprometer la verdad; no negándola, sino mezclando verdad y error, y de este modo le roba al evangelio su verdadero impacto y poder. En este contexto de peligro y distorsión potencial, es indispensable la contextualización crítica.
Dado que los efectos del pecado y la necesidad de salvación son comunes a toda la humanidad, hay verdades eternas que todas las culturas necesitan saber, que en algunos casos pueden ser comunicadas y experimentadas en formas diferentes, aunque equivalentes. La contextualización trata de apoyar todas las Creencias fundamentales y hacer que sean plenamente entendidas.
En la búsqueda de la mejor forma de contextualizar, mientras que al mismo tiempo se rechaza el sincretismo, deben seguirse ciertas orientaciones:
a. Dado que la contextualización poco crítica es tan peligrosa como la falta de contextualización, no ha de realizarse a la distancia, sino dentro de la situación cultural específica.
b. La contextualización es un proceso que debiera involucrar a líderes, teólogos, “misiólogos”, gente local y ministros de la iglesia mundial. Estos individuos debieran tener una comprensión clara de los elementos centrales del panorama mundial de la Biblia con el fin de poder distinguir entre la verdad y el error.
c. La inspección del elemento cultural específico necesitaría un análisis especialmente cuidadoso por parte de personas que estén culturalmente informadas del significado del elemento cultural particular en cuestión.
d. El análisis de lo que dice toda la Escritura acerca del tema o de temas relacionados es indispensable. Las implicancias de las enseñanzas y los principios escriturales debieran ser meditados cuidadosamente e incluidos en las estrategias propuestas.
e. En el contexto de la reflexión y la oración, las revelaciones bíblicas son normativas y deben ser aplicadas al elemento cultural específico en cuestión. El análisis puede llevar a uno de los siguientes resultados:
1) El elemento cultural particular es aceptado, porque es compatible con los principios escriturales;
2) El elemento cultural particular es modificado para hacerlo compatible con principios cristianos;
3) El elemento cultural particular es rechazado, porque contradice los principios de la Escritura.
f. El elemento cultural particular que fue aceptado o modificado es implementado cuidadosamente.
g. Después de un período de prueba, tal vez sea necesario evaluar la decisión tomada y determinar si debiera discontinuarse, modificarse o retenerse. Al final, toda verdadera contextualización debe estar sujeta a la verdad bíblica y producir frutos para el reino de Dios. La unidad de la iglesia global requiere que nos expongamos constantemente ante los demás, con la cultura de los demás, y con las ideas de los demás para que seamos “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura y de conocer el amor de Cristo” (Efe. 3:18).
Pautas
1) Conducta personal. Los empleados en organizaciones denominacionales han de ejemplificar una vida semejante a la de Cristo, y deberían evitar toda apariencia de mal. No deberían ceder ni por un momento en una conducta sexual que sea dañina para sí mismos o para los demás, y que arroje una sombra sobre su consagración a un estilo de vida cristiano.
2) Respeto mutuo. Los empleados deben respetarse y ayudarse unos a otros. Nunca deben poner a otro empleado en una situación embarazosa o de falta de respeto debido a insinuaciones sexuales. Hacerlo sería violar la ley de Dios y las leyes del país que protegen los derechos humanos en su lugar de trabajo.
3) Definición. Acoso sexual incluye, aunque no se limita a, lo siguiente:
a) Insinuaciones sexuales inoportunas, solicitud de favores sexuales, y otras conductas verbales o físicas de naturaleza sexual que afectan la situación de empleo de una persona. Tales insinuaciones constituyen acosos sexuales cuando:
(1) El sometimiento a tal conducta se ponga explícita o implícitamente como condición para el empleo de una persona.
(2) El sometimiento o el rechazo de tal conducta sea usado como una base que afectará la decisión de emplear a tal persona.
(3) Tal conducta tenga el propósito o el efecto de interferir de manera irrazonable con la realización del trabajo de una persona, o crear un ambiente que produzca intimidación, hostilidad o que sea ofensivo.
(4) Se hagan amenazas o sugerencias de que el trabajo futuro, promociones, salarios, etc. de una persona dependan de si se somete a las demandas sexuales o tolere el acoso.
b) Comentarios inoportunos orientados hacia el sexo (fastidiar, bromear, decir chistes subidos de tono, etc.); c) Presiones sutiles o pedidos de actividad sexual; d) Tocar innecesariamente a la persona (pellizcar, dar palmaditas, abrazar, rozar repetidamente el cuerpo de otra persona, etc.); y
e) Pedido de favores sexuales.
4) El ambiente de trabajo. Las organizaciones denominacionales informarán a sus empleados de que el acoso sexual en el lugar de trabajo no será tolerado. Se espera que todos los empleados eviten conductas o comportamientos inoportunos que pudieran ser interpretados como acoso sexual. Cada organización designará a un hombre y a una mujer a quienes se les podrán presentar las quejas que hubiere.
5) Información de incidentes. Si un empleado recibe acoso sexual de supervisores, colegas empleados, clientes o personas no empleadas, se seguirán de inmediato los siguientes pasos:
a) Se indicará claramente que esa conducta es agraviante.
b) Se informará del incidente a la persona apropiada. Si es posible, presentando la queja por escrito.
c) Se analizará la situación en forma objetiva y completa, y se advertirá a la persona que planteó la queja de que no debe hablar del tema con ninguna otra persona por causa de lo delicado de la situación. La persona que recibe la queja debe conservar la información en estricta confidencia, excepto lo que sea necesario para investigar o rectificar el problema.
6) Informes de terceras personas. Todos los empleados que sepan de incidentes de aparente acoso sexual en el lugar de trabajo son responsables de informar estos incidentes a la persona apropiada para que se investigue.
7) Investigación. Las quejas de acoso sexual deben investigarse con prontitud. La determinación de si cierto acto específico constituye acoso sexual o no, se hará en base a los hechos, caso por caso. Al determinar si cierta conducta mencionada constituye acoso sexual, el supervisor o la persona apropiada considerará el registro como un todo y la totalidad de las circunstancias, tales como la naturaleza de las insinuaciones sexuales y el contexto en que ocurrió el incidente.
8) Acción. Si realmente existió acoso sexual, los dirigentes apropiados tomarán una medida correctiva expedita. La disciplina puede variar desde una advertencia escrita, de la cual una copia se guarda en el legajo de la persona que ofendió a la otra, hasta el despido inmediato, dependiendo de la gravedad del acto.
Estas orientaciones fueron adoptadas por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual realizado en Nairobi, Kenia, el 6 de octubre de 1988. Este documento fue posteriormente
expandido para incluir todas las formas de acoso (ver el documento en la página siguiente).
1) Ambiente de trabajo. La Asociación General reconoce su responsabilidad de mantener un ambiente de trabajo libre de acosos para todos los empleados. Procura alcanzar este ambiente mediante la educación de sus empleados mostrando que el acoso viola la ley y no será tolerado en la Asociación General. Ésta también procura prevenir el acoso mediante la publicación de este reglamento, el desarrollo de las sanciones apropiadas por la mala conducta, y la información a todos los empleados de que tienen el derecho a quejarse por el acoso.
Para mantener un ambiente de trabajo libre de acoso y ayudar a prevenir una conducta inapropiada en el lugar de trabajo, la Asociación General procurará seguir las siguientes acciones:
a) Cada empleado recibirá una copia de este reglamento sobre el acoso y procedimiento para las quejas; b) Cada empleado informará del recibo de este reglamento y procedimiento de quejas, que será mantenido en el legajo personal del empleado;
c) La Asociación General ha designado al director del servicio de Recursos Humanos y a los directores asociados como las personas a quienes pueden presentarse las quejas de acoso, además del director del departamento del empleado.
2) Conducta personal. Los empleados de la Asociación General han de ejemplificar una vida semejante a la de Cristo, y deben evitar toda apariencia de mal. No deben ocuparse en conductas que sean perjudiciales para ellos mismos o para otros, o que arrojen una sombra sobre su dedicación al
estilo de vida cristiano. Los empleados deben respetarse y ayudarse mutuamente. Los empleados nunca deberían ser puestos en situaciones embarazosas, de falta de respeto o de acoso por causa de su género, raza, color, origen, nacionalidad, edad o incapacidad. Hacerlo es una violación de la ley de Dios y de las leyes civiles que protegen los derechos humanos y que gobiernan la conducta en el lugar de trabajo.
3) Acoso sexual. El acoso sexual es una forma de acoso, e involucra insinuaciones sexuales inoportunas, pedidos de favores sexuales u otros comportamientos verbales, escritos o físicos de naturaleza sexual cuando:
a) Someterse a tal conducta se señala, explícita o implícitamente, como una condición o requisito para el empleo de la persona; o
b) Someterse o rechazar esa conducta se usa como base para las decisiones de empleo que afectan a la persona; o
c) Tal conducta tiene el propósito o el efecto de interferir de manera irrazonable con la realización de las tareas de una persona, o crea un ambiente intimidatorio, hostil u ofensivo.
4) Conducta inapropiada. La conducta inapropiada del empleador, compañeros de trabajo o, en algunos casos, de no empleados, incluye pero no se limita a:
a) Cualquier presión sutil u otra, o pedido de favores o actividades sexuales, incluyendo cualquier sugerencia de que el solicitante o el empleado que acepta o que rechaza los requerimientos sexuales tendrá efectos en el empleo de esa persona o en las condiciones de empleo;
b) Flirteos sexuales o propuestas molestas;
c) El toque innecesario o inapropiado de naturaleza sexual o abusiva (por ejemplo, dar palmadas, pellizcar, abrazar, roces repetidos contra el cuerpo de otra persona, etc.);
d) La exhibición de figuras, dibujos, caricaturas u objetos sexualmente sugerentes;
e) Amenazas o demandas de favores sexuales;
f) Declaraciones inoportunas o derogatorias con respecto al género, la raza, el color, el origen nacional, la edad o la incapacidad (por ejemplo, bromear, molestar, chistes degradantes o comentarios ofensivos o travesuras);
g) Comentarios degradantes o que menosprecian la apariencia personal de una persona;
h) Negar a un empleado la oportunidad de participar en un entrenamiento o curso por causa del género, la raza, el color, el origen nacional, la edad o la incapacidad;
i) Limitar las oportunidades para la promoción, el traslado o el ascenso por causa de género, raza, color, nacionalidad, edad o discapacidad; o
j) Requerir a un empleado que realice tareas más difíciles, o asignarle trabajos menos deseables, con el fin de forzarlo a retirarse del empleo o renunciar a él.
5) Informes de incidentes. Los empleados que creen que han sido acosados deberían dar inmediatamente los siguientes pasos:
a) Aclarar que tal conducta es ofensiva y que debería ser detenida inmediatamente;
b) Informar del incidente al director de su departamento o al director o directores asociados de Recursos Humanos. Al informe inicial debe seguir una declaración escrita describiendo el incidente e identificando a testigos potenciales.
6) Informes respecto de terceros. Los empleados que sepan de incidentes potenciales de acoso en el lugar de trabajo hacia otras personas deben informar de los incidentes al director de su departamento, o al director o directores asociados del servicio de Recursos Humanos para que se investigue.
7) Investigación. Las quejas por acoso deben ser atendidas inmediatamente y mantenidas en reserva hasta donde sea posible.
8) Disciplina. Una violación de este reglamento puede resultar en una medida disciplinaria, suspensión y hasta el despido del empleado.
9) Prohibición de represalias. La Asociación General prohíbe las represalias contra los empleados que presenten quejas de acoso.
Este documento fue adoptado por el Servicio de Recursos Humanos de la Asociación General el 20 de marzo de 2000, y refleja la práctica de la División Norteamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Una filosofía adventista acerca de la música
Dios ha entretejido la música en la trama misma de su creación. Por ejemplo, cuando hizo todas las cosas, “alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7). El libro del Apocalipsis describe el cielo como un lugar de alabanza incesante, que resuena con cánticos de adoración a Dios y al Cordero por parte de todos (Apoc. 4:9-11; 5:9-13; 7:10-12; 12:10-12; 14:1-3; 15:2-4; 19:1-8). Debido a que Dios hizo al ser humano a su imagen, compartimos el amor y el aprecio por la música con todos los seres creados. De hecho, la música puede tocarnos y conmovernos con un poder que va más allá de las palabras o cualquier otro tipo de comunicación.1 La mejor música, la más pura, eleva nuestro ser hasta la misma presencia de Dios, donde los ángeles y los seres no caídos lo adoran con cánticos.
Pero el pecado ha lanzado una plaga sobre la creación. La imagen divina ha sido desfigurada y casi borrada; en todos los aspectos, este mundo y los dones de Dios nos llegan con una mezcla de bien y de mal. La música no es moral ni espiritualmente neutra. Puede elevarnos hasta la experiencia humana más sublime, o puede ser usada por el príncipe del mal para rebajarnos y degradarnos, para despertar sensualidad, pasiones, desesperación, ira y odio.
La mensajera del Señor, Elena de White, continuamente nos anima a elevar nuestra perspectiva en cuanto a la música. Ella nos dice: “Cuando no se abusa de la música, ésta es una gran bendición; pero mal empleada, es una terrible maldición” (El hogar cristiano, p. 371).2 “Debidamente empleada es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el alma” (La educación, p. 167). En cuanto al poder del canto, ella escribe: “¡Cuán a menudo, para el alma oprimida y a punto de desesperar, la memoria recuerda alguna palabra de Dios – [por ejemplo,] el tema olvidado de algún canto de la infancia–, y las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas! [...] Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. [...] Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales.
La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza” (La educación, p. 168). Como adventistas creemos y predicamos que Jesús pronto vendrá otra vez. En nuestra proclamación mundial de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12, llamamos a todos los pueblos a aceptar el evangelio eterno, a alabar a Dios el Creador y a prepararse para encontrarse con nuestro Señor en su pronto regreso. Desafiamos a todos a elegir lo bueno y no lo malo, para que, diciendo NO “a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12, 13). Creemos que el evangelio afecta todos los aspectos de la vida. Por eso sostenemos que, dado el vasto potencial de la música para el bien o el mal, no podemos ser indiferentes a ella. Aunque percibimos que los gustos en música varían en gran manera de un individuo a otro, creemos que la Biblia y los escritos de Elena de White sugieren principios que pueden moldear nuestras elecciones.
Definiciones
“Música sacra”: También llamada “música religiosa”, es una expresión que se usa en este documento para designar a la música que se centraliza en Dios, y en temas bíblicos y cristianos. En la mayoría de los casos, es música compuesta para ser utilizada en los cultos, las reuniones de evangelización o la devoción personal, y puede ser música vocal e instrumental. Sin embargo, no toda música considerada sacra/religiosa puede ser aceptable para un adventista. La música sacra no debería evocar asociaciones seculares o invitar a la conformidad con normas mundanas de pensamiento o comportamiento.
“Música secular”: Es la música compuesta para ambientes ajenos al servicio de culto o de devoción personal. Apela a los temas comunes de la vida y a las emociones básicas del ser humano. Proviene de nuestro ser interior, y expresa la reacción del espíritu humano ante la vida, el amor y el mundo en el que el Señor nos ha colocado. Puede elevar o degradar moralmente al ser humano. Aunque no está destinada a alabar a Dios, puede tener un lugar legítimo en la vida del cristiano. En su elección debería seguirse los principios presentados en este documento.
Principios guiadores para el cristiano
La música con la que se deleita el cristiano debería estar regulada por los siguientes principios:
1. Toda la música que el cristiano escuche, interprete o componga, ya sea sacra o secular, glorificará a Dios: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Éste es el principio bíblico fundamental. Cualquier cosa que no pueda satisfacer esta norma elevada debilitará nuestra experiencia con el Señor.
2. Toda la música que el cristiano escuche, interprete o componga, ya sea sacra o secular, debería ser la más noble y la mejor: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8). Como seguidores de Jesucristo que esperamos y anhelamos unirnos a los coros celestiales, consideramos la vida en esta tierra como una preparación para, y un anticipo de, la vida en un cielo nuevo y una tierra nueva. De estos dos fundamentos –glorificar a Dios en todas las cosas, y elegir lo más noble y lo mejor– dependen los demás principios que se presentan a continuación para la selección musical por parte de los cristianos:
3. La música debe caracterizarse por ser de calidad, equilibrada, apropiada y auténtica. Fomentará nuestra sensibilidad espiritual, psicológica y social, y nuestro crecimiento intelectual.
4. Apelará tanto al intelecto como a las emociones, y tendrá un efecto positivo sobre el cuerpo.
5. La música revelará creatividad y estará compuesta con melodías de calidad. Cuando se utilice armonía,3 ésta debe ser usada de una forma interesante y artística, con ritmos que la complementen.
6. La música vocal empleará letras que estimulen positivamente nuestras habilidades intelectuales, así como nuestras emociones y nuestra fuerza de voluntad. Las buenas letras son creativas, ricas en contenido y de buena composición. Se concentran en lo positivo y reflejan valores morales; educan y elevan; y se corresponden con una teología bíblica sólida.
7. Los elementos musicales y literarios deben obrar armoniosamente unidos para influir sobre el pensamiento y la conducta, en concordancia con los valores bíblicos.
8. La música debe mantener un equilibrio prudente de los elementos espirituales, intelectuales y emocionales. 9. Debemos reconocer y aceptar la contribución de diferentes culturas en la adoración a Dios. Las formas y los instrumentos musicales varían en gran manera dentro de la familia adventista mundial, y la música proveniente de una cultura puede sonar extraña para alguien de una cultura diferente. Hacer música adventista significa elegir lo mejor y, sobre todo, acercar- nos a nuestro Creador y Señor para glorificarlo.
Enfrentemos el desafío de tener una visión musical alternativa viable y, como parte de nuestro mensaje profético, hacer una contribución musical adventista distintiva como un testimonio al mundo respecto de un pueblo que espera el pronto regreso de Cristo.
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Referencias:
1 “Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual” (La educación,p. 168).
2 Ella también dice que “justamente antes de la terminación del tiempo de gracia [...] habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza. El juicio de algunos seres racionales quedará confundido de tal manera que no podrán confiar en él para realizar decisiones correctas. Y a esto consideran como la actuación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante. Esto constituye una invención de Satanás para ocultar sus ingeniosos métodos destinados a tornar ineficaz la pura, sincera, elevadora, ennoblecedora y santificadora verdad para este tiempo” (Mensajes selectos, t. 2, p. 41).
3 Reconocemos que en algunas culturas la armonía no es tan importante como en otras culturas.
Estas orientaciones fueron aprobadas por la Junta Ejecutiva de la Asociación General en el Concilio Anual desarrollado en Silver Spring, Maryland, el 13 de octubre de 2004, y por la Junta Directiva Plenaria de la División Sudamericana realizada en Brasilia el 3 de mayo de 2005.
La música en la IASD de Sudamérica
La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió en cumplimiento de la profecía con el objetivo de preparar a un pueblo para el regreso de Jesús.
Fue escogida como un instrumento divino para proclamar a todo el mundo las buenas nuevas de salvación por la fe en el sacrificio de Cristo y la obediencia a sus mandamientos.
La vida de quienes aceptan esa responsabilidad debe ser tan consagrada como su propio mensaje. Este principio se aplica, de manera especial, a los que, por medio de la música, tienen la misión de conducir a la iglesia de Dios en la adoración, la alabanza y la evangelización, ya que “la música sólo es aceptable para Dios cuando el corazón es consagrado, enternecido y santificado” (Elena de White, Carta 198, 1895). Es necesario recibir primero para ofrecer después. Es necesario tener un compromiso personal con el mensaje para poder transmitirlo luego. Es necesario tener un encuentro personal con Dios para entonces reconocer su santidad, y así desarrollar una sensibilidad musical adecuada.
Ante esta realidad, los que producen, seleccionan o interpretan la música usada en la iglesia necesitan mucha comunión, sabiduría, orientación y apoyo. Deben tener una visión de la grandeza del ministerio que tienen en sus manos, y también el máximo cuidado al hacer sus elecciones. “No es suficiente entender los rudimentos del arte de cantar, sino que, junto con la comprensión y el conocimiento, debe haber tal conexión con el Cielo que los ángeles puedan cantar por intermedio de nosotros” (Mensajes selectos, t. 3, p. 383).
La música es uno de los dones más grandes dados por Dios y, por eso mismo, es un elemento indispensable en el proceso de crecimiento cristiano.
La música es uno de los grandes dones que Dios concedió al hombre, y uno de los elementos más importantes en un programa espiritual. Es una avenida de comunicación con Dios, y “es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual” (La educación, p. 168).
Ejerce influencia sobre asuntos de consecuencias eternas. Puede elevar o degradar, y ser empleada tanto para el bien como para el mal. “Tiene poder para subyugar naturalezas rudas e incultas, para avivar el pensamiento y despertar simpatía, para promover la armonía en la acción, y desvanecer la melancolía y los presentimientos que destruyen el valor y debilitan el esfuerzo” (La educación, p. 168).
La música es uno de los elementos más importantes en cada actividad de la iglesia, y por eso debe ser usada siempre de manera edificadora. “El canto es uno de los medios más eficaces de impresionar el corazón con la verdad espiritual. A menudo, por las palabras del cántico sagrado, fueron abiertas las fuentes del arrepentimiento y de la fe” (El evangelismo, p. 365).
Las siguientes orientaciones son presentadas procurando el crecimiento del área de la música, de cada músico involucrado y de la iglesia como un todo. Complementan los principios presentados por la Asociación General, y deben guiar el uso de la música dentro de la Iglesia Adventista en Sudamérica. Su aceptación proporcionará elecciones sabias, el cumplimiento de la misión y la conquista de mejores resultados. Con el fin de identificar correctamente el papel de la música y de los músicos adventistas, toda la actividad musical de la iglesia deberá ser llamada
Ministerio de la Música. Los músicos adventistas tendrán una visión clara de su papel como ministros; y la iglesia, una visión distinta de la música, su objetivo y su mensaje como un ministerio.
I. El músico
1. Debe cultivar una vida de devoción, a la altura de un cristiano auténtico, basada en la práctica regular de la oración y la lectura de la Biblia.
2. Necesita expresar su encuentro personal con Cristo por medio de la música.
3. Debe, en consecuencia, tratar a la música como una oración o un sermón, preparándose espiritualmente para cada presentación (El evangelismo, pp. 371, 372).
4. Debe representar correctamente los principios de la iglesia en su vida y reflejar el mensaje de la música que presenta, edita o compone.
5. Debe estar en armonía con los principios de la iglesia, viviendo los principios de la mayordomía cristiana y siendo miembro activo de una iglesia local.
6. Necesita desarrollar el arte, en todas sus actividades, como un ministerio. No resaltar su imagen personal, sino el mensaje que será transmitido.
7. Cuida su apariencia personal, para reflejar el patrón de modestia y decencia presentado por la Biblia.
8. Canta con entonación clara, pronunciación correcta y articulación distinta (Obreros evangélicos, p. 370).
9. Evita todo lo que pueda apartar la atención del mensaje de la música, como gesticulación excesiva y extravagante, y orgullo en la presentación - (El evangelismo, p. 365).
10. Evita la amplificación exagerada, tanto vocal como instrumental, en sus presentaciones.
11. Evita el uso de tonos estridentes, distorsiones vocales o instrumentales, así como también el estilo de los cantantes populares.
12. Respeta el ambiente de la iglesia y las horas del sábado al vender sus materiales.
13. Debe recibir orientación y apoyo espiritual por parte del liderazgo del Ministerio de la Música, los líderes de la iglesia y el pastor local.
II. La música
1. Glorifica a Dios y ayuda a los oyentes a adorarlo de manera aceptable.
2. Debe ser compatible con el mensaje, manteniendo el equilibrio entre el ritmo, la melodía y la armonía (1 Crón. 25:1, 6, 7).
3. Debe armonizar la letra con la melodía, sin mezclar lo sagrado con lo profano.
4. No sigue tendencias que abren la mente hacia pensamientos impuros, que llevan a comportamientos pecaminosos o que destruyen el aprecio por lo que es santo y puro. “La música secular o aquella que sea de naturaleza dudosa o cuestionable nunca debiera introducirse en nuestros cultos” (Manual de la iglesia, p. 74).
5. No se deja guiar sólo por el gusto y la experiencia personales. Los hábitos y la cultura no son guías suficientes en la elección de la música. “En algunas de nuestras iglesias he escuchado solos que eran inapropiados para el servicio de culto en la casa de Dios. Las notas prolongadas y los sonidos peculiares, tan comunes en el canto de ópera, no agradan a los ángeles. Éstos se complacen en oír los sencillos cantos de alabanza expresados en un tono natural” (El evangelismo, p. 372).
6. No debe rebajarse con el fin de obtener conversos, sino que debe elevar al pecador hacia Dios (El evangelismo, p. 105). Elena de White dice que se volverá a escuchar, justo antes de la terminación del tiempo de gracia, “[...] vocerío acompañado de tambores, música y danza. El juicio de algunos seres racionales quedará confundido de tal manera, que no podrán confiar en él para realizar decisiones correctas. Y a eso consideran como la actuación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante. Eso constituye una invención de Satanás para ocultar sus ingeniosos métodos destinados a tornar ineficaz la pura, sincera, elevadora, ennoblecedora y santificadora verdad para este tiempo” (Mensajes selectos, t. 2, p. 41).
7. Provoca una reacción positiva y saludable en quienes la oyen.
III. La letra
1. Debe ser de fácil comprensión y estar en armonía con las enseñanzas de la Biblia.
2. Debe tener valor literario y teológico consistente. No usar letras livian as, vagas y sentimentales, que apelen sólo a las emociones.
3. No debe ser superada por los arreglos o los instrumentos de acompañamiento.
4. Debe mantener el equilibrio entre himnos dirigidos a Dios y cánticos que contienen peticiones, llamados, enseñanzas, testimonios, amonestaciones y ánimo (Col. 3:16; Efe. 5:19).
5. No debe presentarse en otro idioma que no sea el local, para que pueda ser comprendida y los oyentes sean edificados.
IV. La alabanza de la congregación
1. Debe ser más valorada, porque por medio de ella toda la iglesia participa. “No siempre unas pocas personas deben hacerse cargo del canto.
Tan a menudo como sea posible, hay que hacer participar a toda la congregación” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 116). Los momentos de alabanza de la congregación:
a. Involucran la participación de todos en el culto.
b. Armonizan el corazón del hombre con Dios.
c. Ejercen una influencia unificadora del pueblo de Dios en un solo pensamiento.
d. Dan oportunidad para expresar las emociones y los sentimientos personales.
e. Fortalecen el carácter.
f. Tienen gran valor educativo.
g. Resaltan un buen principio de mayordomía, al desarrollar un talento dado por Dios.
h. Dirigen al oyente hacia Cristo.
2. No debe ser usada para llenar espacios vacíos, o un imprevisto. Debe estar incluida dentro de cualquier culto o programa, en un momento especial, valorando su importancia.
3. No debe ser realizada de manera fría, automática o con falta de preparación. Los himnos que serán cantados y el mensaje que será expuesto deben estar unidos entre sí, fruto de la planificación y de la cuidadosa organización entre los líderes y el Ministerio de la Música (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 458).
4. Siempre y cuando sea posible, el ministro de la alabanza debe ocupar un lugar en la plataforma, como uno de los participantes en el culto de adoración.
5. Deben ser estimulados grupos musicales que involucren a una buena cantidad de personas. “[...] Muy pocas veces convendrá que los cantos sean ofrecidos por unos pocos” (Consejos sobre la salud, p. 481).
6. Debe haber cuidado especial para no usar músicas que apenas agraden a los sentidos, tengan conexión con lo carismático o den prioridad al ritmo.
V. Los instrumentos
1. Los instrumentistas de la iglesia siempre deben ser estimulados a participar de los cultos de adoración, con instrumentos en vivo. Hablando del canto, Elena de White recomienda: “[...] Acompáñese entonces el canto con instrumentos musicales tocados con habilidad. No hemos de oponernos al empleo de instrumentos de música en nuestra obra” (El evangelismo, p. 370).
2. Debe haber mucho cuidado al utilizar instrumentos asociados con la música popular y folclórica, o que necesiten amplificación exagerada. Cuando son mal utilizados, hacen competencia al mensaje de la música y lo debilitan.
3. El uso de play-backs para números especiales debe ser alternativo. Deben ser usados de manera equilibrada, siempre en apoyo al canto de la congregación.
4. Los instrumentos deben ocupar su papel de acompañamiento, dando prioridad al mensaje. “La voz humana que canta la música de Dios con un corazón lleno de gratitud y agradecimiento, es para él mucho más agradable que la melodía de todos los instrumentos musicales que han sido inventados por manos humanas” (El evangelismo, p. 369).
5. Debe tener prioridad –antes que las orquestas, las bandas y otros grupos– la presentación de música que esté dentro de las recomendaciones de la iglesia y que edifique a los oyentes.
VI. Las producciones musicales
1. Deben caracterizarse por resaltar nuestro mensaje distintivo.
2. Los compositores, los arregladores, los productores y los directores deben dar prioridad, valorar y trabajar con músicos que estén comprometidos con los principios musicales de la iglesia.
3. Las producciones musicales de las instituciones adventistas deben ser referencias de los valores musicales de la iglesia.
4. Se debe prestar atención y cuidado especial a las producciones vendidas en locales de propiedad de la iglesia, para que reflejen nuestros valores musicales.
5. La música presentada en las estaciones de radio y los canales de televisión que son propiedad de la iglesia, también debe reflejar nuestros valores musicales. Ella posee una gran influencia, forma la cultura musical de la iglesia, y llega a ser una referencia musical de la iglesia para los oyentes y los telespectadores.
VII. La educación musical
1. Debe considerarse la posibilidad de apoyar a los niños en su entrenamiento musical, con el fin de preparar a futuros músicos que servirán en la iglesia. Este apoyo podrá ser dado por medio de maestros de música de la propia iglesia, o patrocinar clases de música para algún interesado.
2. La música debe ser valorada y bien trabajada en los hogares cristianos. La instrucción y la formación de un gusto musical saludable debe comenzar temprano en la vida de los niños. Los padres deben conversar, orientar y ser un modelo positivo para sus hijos al escoger con sabiduría la música que será escuchada en casa.
3. La educación adventista debe estimular a los alumnos en el aprendizaje de instrumentos musicales, lectura de partituras y canto vocal en coros o grupos.
4. En todas las instituciones educativas adventistas, las presentaciones musicales deben estar en armonía con las directrices de la iglesia. Esto se aplica tanto a los talentos locales como a artistas y grupos visitantes, y también al uso de los medios de comunicación para entretenimientos (películas y otros) patrocinados oficialmente por la institución.
VIII. La administración de la música en la iglesia
1. Cada iglesia debe tener su comisión de música debidamente organizada y que mantenga reuniones regulares. La administración del Ministerio de la Música no debe estar en manos de una sola persona.
2. Deben realizarse charlas, sermones, seminarios o festivales de alabanza que involucren a cantantes o grupos, y fortalezcan el compromiso con la iglesia y sus principios musicales.
3. El liderazgo de la iglesia debe animar a sus miembros a desarrollar sus talentos musicales, al establecer un coro, un cuarteto, un grupo musical, una orquesta o fortalecer un talento individual.
4. La iglesia debe, dentro de lo posible, tratar de adquirir algún instrumento musical propio para fortalecer la alabanza y la formación musical.
5. La comisión directiva del Ministerio de la Música debe organizar y preparar música especial, y elegir un responsable de la alabanza de la congregación para todos los cultos de la iglesia.
6. La salida o la recepción de grupos musicales o cantantes debe tener una recomendación oficial de la iglesia de la que son miembros. Esta actitud valora a los buenos músicos y da seguridad a la iglesia.
7. La música no debe ser motivo de discusiones o actitudes radicales. La búsqueda del modelo divino debe ser guiada por el amor y la oración, y no por la imposición.
IX. La música en la evangelización
1. Toda presentación musical debe contener, siempre y cuando sea posible, un mensaje bíblico y un llamado u ofrecimiento de un curso bíblico a quienes aún no estén bautizados, tratando de llevarlos a Jesús.
2. Los grupos musicales y los cantantes deben buscar maneras de actuar directamente, y de forma sistemática, en las campañas misioneras y evangelizadoras de la iglesia; o desarrollar sus propios proyectos para cumplir la misión.
X. La música en el culto
1. Dentro del culto y la adoración a Dios, la música debe ocupar un lugar tan especial como la oración y el mensaje de la Biblia. La música es un sacrificio de alabanza, un medio de promover el crecimiento espiritual, de glorificar a Dios y de dirigir al oyente hacia él.
2. El mensaje musical especial y la alabanza de la congregación deben estar en armonía con el mensaje bíblico que será presentado. Eso fortalece su impacto.
3. La música para el culto debe tener belleza, majestad y poder (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 458).
4. La música debe ser escogida de manera específica para cada ambiente, programa o culto de la iglesia. “Los que hacen del canto una parte del culto divino, deben elegir himnos con música apropiada para la ocasión, no de notas fúnebres, sino alegres, y, con todo, melodías solemnes” (El evangelismo, p. 370).
XI. El equipo de audio y vídeo
1. Debe trabajar, en sociedad con el Ministerio de la Música, en la planificación y la organización del programa musical de la iglesia.
2. Mantendrá los principios presentados en este documento, especialmente en lo que se refiere al uso de materiales sonoros y visuales en la adoración, la alabanza y la liturgia.
3. Ofrecerá apoyo técnico a los cantantes, músicos, grupos vocales e instrumentales, antes y durante las presentaciones, con el objetivo de tener una buena calidad en la adoración y la alabanza.
XII. La música secular
1. Los principios de elección musical deben servir tanto para la música “sacra” como para la “secular”. En ningún momento dejamos de ser hijos e hijas de Dios que tratan de glorificarlo en todas las cosas. Siempre escogeremos sólo lo mejor.
2. La elección de la música “secular” debe estar caracterizada por un equilibrio saludable en los elementos del ritmo, la melodía y la armonía, con una letra que exprese ideales de gran valor.
3. Debe haber cuidado especial en la elección de la música en programas especiales dentro de la iglesia, tales como: ceremonias de matrimonio, cultos de acción de gracias, seminarios y otros.
Conclusiones
Vivimos en un momento difícil, en el que cada vez más las personas y las sociedades expresan sus sentimientos religiosos sin una clara orientación cristiana y bíblica. La música ha llegado a ser un asunto fundamental, que requiere discernimiento y decisión espirituales. En consecuencia, debemos formularnos las siguientes preguntas importantes mientras tratamos de hacer buenas elecciones musicales:
1. La música que estamos escuchando o presentando, ¿tiene consistencia moral y teológica tanto en la letra como en la melodía?
2. ¿Cuál es la intención que está detrás de esta música? ¿Transmite un mensaje positivo o negativo? ¿Glorifica a Dios (1 Cor. 10:31) y ofrece lo que es más noble y mejor (Fil. 4:8)?
3. ¿Está la música comunicando su intención eficazmente? ¿Está el músico promoviendo una atmósfera de reverencia? La letra y la música, ¿dicen la misma cosa?
4. ¿Estamos buscando la orientación del Espíritu Santo en la elección de la música religiosa y secular?
El consejo de Pablo es claro: “[...] Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (1 Cor. 14:15). No hay duda de que la música es una expresión artística que toca los sentimientos. Esto nos lleva a evaluar, escoger y producir música de manera racional, teniendo en cuenta su poder, y tratando de cumplir el propósito de Dios para la edificación de la iglesia y la salvación del mundo.
No podemos olvidar que “la música es de origen divino. Hay gran poder en ella. Fue la música de la hueste angelical la que emocionó el corazón de los pastores en las llanuras de Belén y alcanzó el mundo entero. Es mediante la música como nuestras alabanzas se elevan hacia quien es la personificación de la pureza y la armonía. Es con música y con cantos de victoria como los redimidos entrarán finalmente en la recompensa eterna” (Mensajes selectos, t. 3, p. 382).
Estas orientaciones fueron aprobadas por la Junta Directiva Plenaria de la División Sudamericana, realizada en Brasilia, el 3 de mayo de 2005.